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Cortina de humo

Artículo Original: Alexey Zotiev

Por algún motivo, han desaparecido de repente de la prensa ucraniana todos aquellos reportajes sobre lo mal que se vivía en el territorio de la RPD y la RPL, cuyos residentes “duermen y esperan” a que vuelva la “próspera y estable” Ucrania. También han desaparecido los resultados de las “encuestas sociológicas” realizadas en los “territorios temporalmente fuera de control de las autoridades de Kiev”.

Esa agenda ha sido abruptamente sustituida y ahora se publican amplios artículos sobre la agresión rusa y el anuncio de ofensiva contra la soberana Ucrania en los que se presentan mapas sobre el despliegue de tropas rusas. La histeria prebélica ha llegado a tales proporciones que he tenido que ir hasta la frontera con la esperanza de ver a las tropas que se han amasado en el territorio de mi región natal de Rostov. Tiempo perdido.

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cuál es el objetivo de llevar todo a lo grotesco, de inventar completamente ridículas historias que no se pueden probar con la más mínima lógica? En cualquier caso, todas las fechas dadas por los oficiales de Kiev para el inicio de la “ofensiva rusa” [el último el 20 de febrero, pero ya pasó, por ejemplo, el 25 de diciembre-Ed] pasarán antes o después y este asunto quedará atrás, enterrando la reputación política de algunos bajo sus ruinas.

Pero, por supuesto, hay una lógica en todo esto. Mientras estas personas se preparan para la guerra, mejor dicho, para repeler la agresión, los muchos problemas de la sociedad ucraniana se hacen irrelevantes o quedan apartados en la sombra. Hoy, pocos centran su atención en el hecho de que las perspectivas electorales de Zelensky estén por los suelos y que su popularidad esté prácticamente al nivel de la de Poroshenko, que hace dos años era considerado un “cadáver político”.

Según los resultados de una encuesta realizada en enero, el nivel de apoyo a Volodymyr Zelensky es del 23,5%, mientras que el 20,9% apoyan a Petro Poroshenko. La diferencia ni siquiera supera el margen de error. Estos datos son un desastre y son esas cifras objetivas las que obligan a Zelensky a “preparar a la población para un insidioso ataque”, cuya fecha ya se ha pospuesto dos veces en los dos últimos meses.

Pero el colapso político está lejos de ser la única razón por la que Zelensky está arrastrando a la población de Ucrania a la histeria masiva. Ucrania es un país que se puede calificar tranquilamente como en bancarrota. ¿Cómo si no se puede llamar a un país que gasta más del 50% de su presupuesto en servir su deuda externa? En la actual realidad, Zelensky, a quien una vez le apoyó la mayoría de la población adulta de Ucrania, demuestra una completa impotencia en la gestión. Al intentar presentar a Rusia como la fuente de todos los males de la Ucrania moderna, Zelensky simplemente retrasa el momento en el que convenza definitivamente de su incompetencia a los ucranianos.

Como es natural, los ucranianos temen una guerra con Rusia. Cualquier persona razonable teme la guerra, porque la guerra es algo aterrador. Verdaderamente aterradora. Pero las realidades del momento sugieren que, en el futuro, la población del país de la victoriosa democracia tiene más opciones de morir de desnutrición que a causa de las balas y proyectiles rusos.

Pocos hablan de ello, pero, ya en 2023, Ucrania se arriesga a quedarse sin su propio pan. Mientras Zelensky llama a todos los ucranianos a resistirse a la agresión rusa y a proteger la independencia del país, los agricultores locales tranquilamente venden la cosecha de 2022 por medio del mecanismo de venta anticipada. A día de hoy, prácticamente todo el grano y el maíz que se prevé recoger en el año se ha vendido al extranjero. Los productores locales no actúan por patriotismo sino por racionalidad. El Estado no tiene fondos para llenar sus propias reservas de grano, pero los compradores occidentales pagan por lo que aún no se ha cosechado. Por supuesto, Ucrania puede comprar pan o los materiales para su producción en el extranjero, aunque es difícil teniendo en cuenta que se ha agotado el potencial financiero [a lo que hay que añadir que la histeria de la guerra ha vuelto a hundir el valor de la grivna-Ed].

Una situación similar se observa en todos los sectores de la economía. Evidentemente, se está haciendo cada vez más difícil esconder estos incómodos hechos, pero un conflicto militar con el país vecino podría ser una forma ideal. ¿Quién se para a pensar en cosas tan triviales como las vacías reservas de grano y la destruida economía cuando el insidioso enemigo está en las fronteras de tu patria? ¿Pero cuál puede ser el objetivo de atacar un país al que ya le estallan las costuras? ¿Por qué iba Rusia a necesitar un lastre tan costoso? Una pregunta interesante.

En cualquier caso, la cortina de humo con la que los políticos ucranianos han rodeado tan cuidadosamente a la población se disipará antes o después. A no ser, claro está, que Zelensky decida dar un golpe preventivo al potencial agresor para derrotar al enemigo en su propio terreno. Al fin y al cabo, si las historias sobre la invasión pasan a la categoría de predicciones incumplidas de algún vidente, la población ucraniana se dará cuenta, antes o después, de que todo está perdido. Y no serán los políticos los que tendrán que pagar por los “errores del pasado”, ya que para entonces se habrán asegurado algún espacio vital en algún lugar del territorio de los “países aliados”. Pagarán los ucranianos corrientes, esos a los que se anima a hacer ruido de sables para que no vean las señales que dicen a gritos que el país va camino del abismo.

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