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Batallón Azov, Donbass, DPR, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Extrema Derecha, Fascismo, LPR, Ucrania

Como todos saben

­­­Artículo Original: Denis Grigoriuk

Como todos saben, no hay fascismo en Ucrania y, si creen al artículo del ganador de un premio Pulitzer Andrew Higgins, en Donbass no hay que creer la información de los medios rusos sobre los seguidores de Bandera modernos. Sin embargo, los colegas de Higgins en Time no están de acuerdo. “Me gusta, compartir, reclutar” es el titular de un artículo escrito para la prensa occidental. Gran parte está dedicado a cómo Azov recluta europeos y americanos utilizando la red social Facebook y la plataforma de vídeos YouTube. Pero el texto contiene información que habitualmente se ignora en Ucrania y no solo allí. Personas que están acostumbradas a “no creer la televisión rusa” creen que no hay ningún problema en Ucrania. Los periodistas de Time opinan lo contrario.

El artículo cuenta la historia de un estadounidense, un exsoldado que estaba pasando una mala racha. La depresión de Sean Fuller estaba relacionada, entre otras cosas, con el hecho de que se encontraba en libertad condicional tras haber apuñalado a un hombre en un bar de su Texas natal. El americano encontró algo en las redes sociales. El algoritmo de Facebook le ayudó a encontrar a sus correligionarios, que le invitaron a Kiev. En las redes sociales, conoció un reclutador de Azov, el noruego Joachim Furholm, y aparentemente ya en la capital ucraniana, Fuller se dio cuenta de una característica especial del europeo: según describen los periodistas, una cruz Nazi tatuada en un dedo.

El ejemplo de Fuller no es un caso aislado. Según Time, 17.000 europeos y norteamericanos han pasado por la guerra en Donbass como miembros del batallón Azov. Por cierto, el batallón fue condenado incluso por las autoridades estadounidenses, lo que molestó a los patriotas ucranianos, ya que se les negaba oficialmente asistencia militar. Pero es importante esa palabra: oficialmente. El grupo sigue disfrutando de apoyo del Estado, que actúa como intermediario para la entrega de equipamiento a los militantes. Ellos mismos se jactan de su acceso a armamento pesado obtenido del extranjero.

La posibilidad de luchar contra los “separatistas” en Donbass es uno de los principales argumentos del reclutamiento. Así que personas como Fuller se unen al grupo, que recibió estatus oficial gracias al régimen de Poroshenko. Y aunque Fuller no pudo convertirse en un nuevo patriota de Azov -a raíz de la prohibición estadounidense, los Nazis ucranianos aumentaron sus exigencias y ahora piden experiencia militar real-, ayudaron al americano a convertirse en un marine ucraniano. Time le entrevistó hace varios años en Mariupol, donde Fuller se encontraba en rehabilitación tras otra pelea de bar. Sus cuentas de Facebook fueron bloqueadas, pero se pasó a otras redes en las que se sigue comunicando con extranjeros y ahora les recluta y anima a ir a la guerra en Donbass.

Aun así, Time se ha visto obligado a admitir que los seguidores de Bandera son un problema. “El movimiento emergió a consecuencia de la revolución que cubrió Ucrania en 2014”, afirman los periodistas. Entonces fue excarcelado Andriy Biletsky, que no solo se rodeó de Nazis ucranianos sino también de miembros de la extrema derecha occidental. “El emblema que eligió para la milicia combinaba dos símbolos: el sol negro y el wolfsangel, utilizados por los Nazis en la Segunda Guerra Mundial”, añade el artículo.

Es más, suponen una amenaza fundamentalmente para el mundo occidental. Pero hablaremos de eso más tarde. Primero hablemos de lo que no parece ser una amenaza según la versión del Gobierno ucraniano y también del artículo de Andrew Higgins publicado por The New York Times. “El principal centro de reclutamiento de Azov se encuentra en el centro de Kiev, es un edificio de ladrillo de cuatro pisos cedido por el Ministerio de Defensa de Ucrania. En el recinto hay un cine y un club de boxeo. En el piso superior, hay una sala de conferencias y una biblioteca llena de libros de autores que defendieron al fascismo alemán como Ezra Pound y Martin Heidegger. En el bajo hay una tienda llamada Militant Zone, que vende ropa y llaveros con swastikas y otros símbolos neonazis”, escribe Time. Además, también están los campos de entrenamiento para niños en los que enseñan a los jóvenes ucranianos a luchar contra los “separatistas” y la “agresión rusa”. Esto, por cierto, es algo que Occidente sabe perfectamente, pero estas instituciones continúan existiendo.

Los autores del artículo definen a Azov como milicia, algo que no se corresponde exactamente con lo que describen en el texto. Nos estamos refiriendo a un grupo que se ha convertido un centro de la extrema derecha occidental. Los periodistas citan a Olena Semenyaka, encargada de la política informativa internacional y propaganda de Azov, que habló de los objetivos del grupo. “La misión de Azov es formar una coalición de grupos por todo el mundo occidental con el objetivo final de tomar el poder en Europa”, afirmó según citan los periodistas. Pero pasemos a cómo el mundo occidental puede ignorar el problema de los Nazis en Ucrania.

Los periodistas de Time afirman que es demasiado tarde. Se ha dado a los defensores de Azov demasiado tiempo en las vastas redes sociales para crear y convertirse en un problema real. Por ejemplo, los periodistas citan las palabras de Ali Soufan, un consultor de seguridad y exagente del FBI, que los compara con extremistas islamistas. El experto ve similitudes entre la situación de los Nazis en Ucrania hoy y los talibanes en Afganistán en los años noventa. Concretamente, se refiere a los métodos de reclutamiento, que causaron unas consecuencias desastrosas. “Pronto, los extremistas tomaron el poder. Los talibanes tomaron el poder. Y no nos despertamos hasta el 11 de septiembre. Hay un paralelismo con la actual Ucrania”, afirmó según cita el artículo.

Pero Azov continúa con sus actividades tanto en Donbass como en la red. Es más, los algoritmos de Facebook han ayudado a suscriptores a suscribirse a grupos de extrema derecha y durante mucho tiempo no bloquearon las comunidades de banderistas. Solo en los últimos años han comenzado a prestar atención a cuentas como la de Azov, aunque ya es demasiado tarde. El sistema está establecido y los Nazis ucranianos han aprendido a esquivar las prohibiciones o simplemente han pasado a otras webs en las que continúan con sus actividades.

Higgins, en su artículo, realizaba un paralelismo entre las protestas de Washington y la guerra en Donbass, donde apreciaba similitudes entre quienes asaltaron el Capitolio y los participantes en la primavera rusa. Hablaba de sus ropas, símbolos y valores. Concretamente, Higgins creyó ver que los manifestantes en Donetsk portaban banderas confederadas. Según el periodista, eso equipararía lo ocurrido en enero de 2021 en Washington con Donbass en 2014.

Hay una sorpresa desagradable para él. Los autores de Time, en su artículo, recuerdan cierto incidente ocurrido en la ciudad de Charlottesville. Allí se realizó una marcha de antorchas en la que los patriotas estadounidenses portaban banderas confederadas. Para muchos, la violencia de Charlottesville fue un punto de inflexión, una muestra de lo que había entrado en la política estadounidense con el apoyo implícito de Trump. Aún no me decido sobre a quiénes se parecen más los seguidores de Trump: a la milicia de Donbass en las manifestaciones de Donetsk (donde lo más probable es que Higgins confundiera la bandera confederada con la de Novorossiya) o a las marchas de antorchas de los seguidores de Bandera que luego acaban en Kiev y Mariupol.

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