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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Minsk, Rusia, Ucrania

El tiempo de las promesas

Artículo Original: Colonel Cassad

Volodymyr Zelensky, que está sufriendo una crisis de popularidad, ha cesado al exprimer ministro de Ucrania Vitold Fokin de su puesto en el Grupo de Contacto, en el que era uno de los representantes oficiales de Ucrania. El motivo del cese del prácticamente recién nombrado Fokin fue su opinión personal sobre lo que está ocurriendo en Donbass. “No soy político y definir algunas cosas… no puedo hacer eso. Todavía no veo ninguna confirmación de que haya una guerra entre Rusia y Ucrania en Donbass”.

Con eso, Fokin negó toda la propaganda ucraniana gestada en tiempos de Poroshenko y que sigue floreciendo bajo el mandato de Zelensky de que Ucrania supuestamente está en guerra con Rusia en Donbass. Fokin abiertamente afirmó que no ve ninguna guerra con Rusia en Donbass. Con ello, reconoció que en Donbass los ciudadanos ucranianos luchan contra antiguos y actuales ciudadanos de Ucrania, lo que supone una forma de guerra civil causada por Euromaidan. Por lo tanto, Fokin atacó uno de los principales mitos de Euromaidan, que culpa de todo lo que ha ocurrido en Ucrania desde 2014 a “la guerra contra Rusia en Donbass”.

Al fin y al cabo, mientras ese mito se mantenga y se cultive, se puede justificar cualquier cosa, desde la política rusófoba a la censura de las redes sociales. Pero si esta “guerra contra Rusia en Donbass” no existe, entonces surge una pregunta: ¿quién es responsable de lo que ha ocurrido en Ucrania en estos seis años? La culpa no es de la imaginaria agresión rusa sino de personas concretas que forman parte del grupo que tomó el poder durante la “revolución de la dignidad” y de esas personas que les sustituyeron y prometieron “una nueva vida”.

Para muchos, lo que dice Fokin es extremadamente obvio, se puede incluso decir que, en la práctica, no ha dicho nada nuevo, especialmente teniendo en cuenta que incluso Kolomoisky, que financió la campaña de Zelensky, se ha manifestado en términos similares y ha llegado a decir abiertamente que en Donbass hay una guerra civil. Así que Fokin no ha hecho más que jugar el papel de capitán evidente.

Nadie debería sorprenderse por la histeria de Poroshenko sobre las declaraciones de Fokin, ni tampoco de la indignación de los grupos Nazis como Azov o C14. Es mucho más significativo que gran parte de la indignación provenga del entorno de Zelensky, que parece querer ser más Poroshenko que el propio Poroshenko. Así que solo un día después de las declaraciones de Fokin (nombrado a iniciativa de Ermak y aprobado por Zelensky), Ermak y Zelensky rápidamente se deshicieron de él por hacer hablado demasiado.

Hay que recordar que el entorno de Zelensky ya se deshizo de Serhiy Sivojo de una forma muy similar después de que este comenzara a realizar declaraciones conciliatorias y a pronunciar discursos sobre la necesidad de negociar. Sivojo, que fue agredido por los Nazis, fue cesado igual de fulminantemente. Como se puede ver con el caso de Fokin, no se trataba de un exceso sino de una forma de actuación. Quienes se atrevan a hablar en voz alta de la necesidad de dar pasos reales para lograr la paz en Donbass rápidamente son apartados del entorno de Zelensky, en el que solo se mantienen quienes están dispuestos a simular que negocian, como ya ocurriera con Poroshenko. Además, el destino de Fokin y Sivojo debería servir de ejemplo para no confundir la retórica de pacificación de Zelensky con las perspectivas políticas.

En este sentido, por una parte escuchamos las declaraciones de Zelensky sobre cómo quiere “la paz en Donbass y el final de la guerra” y, por otra, vemos una sistemática persecución de toda aquella persona vinculada a Servidor del Pueblo que creyó que Zelensky decía la verdad y realmente quería la paz. Ese ha sido su error fatal: los actos de Zelensky (como es costumbre en la política ucraniana) son contrarios a sus promesas electorales. Los motivos para ello son obvios. Ucrania es un Estado títere controlado por Estados Unidos. Washington no está interesado en que acabe la guerra en Donbass. Y el Gobierno títere de Ucrania no puede actuar contra los intereses de sus superiores. Esto afecta de la misma manera a Poroshenko y a Zelensky, que ha aprendido rápidamente las reglas del juego y que prefiere no molestar a Washington con gestos excesivos en la cuestión de la guerra.

Todo esto causa una comprensible desilusión para los votantes de Zelensky y un sistemático descenso de su popularidad. El tiempo de las bonitas promesas se acabó y la realidad es clara y obvia. El cese de Fokin no va a ayudar a aumentar la popularidad de Zelensky, especialmente entre quienes votaron por el presidente creyendo sinceramente que quería acabar la guerra. Ahora, vistas las mínimas diferencias entre Zelensky y Poroshenko, los desilusionados y repetidamente engañados votantes ucranianos buscan otra vez a personas que conecten con sus discursos sobre la paz de una forma que no sea la habitual palabrería de Minsk sino con pasos concretos. En ese caso, la exigencia de declaraciones del estilo “el capitán obvio al rescate” continuarán. Solo que no será Zelensky quien satisfaga sus deseos.

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