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Donbass, Donetsk, DPR, Ejército Ucraniano, LPR, Rusia, Ucrania

Los intelectuales y la realidad

Artículo Original: Denis Grigoriuk

Personas creativas, educadas y bien documentadas, cuyas opiniones son escuchadas por las masas, no siempre dan voz a tesis que se correspondan con la realidad. Sí, sus discursos pueden parecer convincentes e incluso inteligentes para algunos, pero en realidad solo es una posición política alejada de la verdad.

En este caso, me refiero a una persona en concreto, a un escritor que he descubierto hace no mucho tiempo y cuyo estilo me gusta por sus giros, imágenes, epítetos y otras figuras literarias. Dmitry Glujovsky es conocido por el público como el autor de la trilogía Metro, pero a mí me gustaron sus historias cortas y su novela Texto. Conocía su orientación política antes de su entrevista con el periodista ruso Yury Duda, así que no me sorprendió especialmente lo que escuché, aunque una afirmación sobre Donbass no me dejó indiferente.

Como era de esperar, este representante de la élite creativa liberal criticó al exmiembro del grupo Zajar Prilepin. Glujovsky dejó de hablarse con su amigo, como él mismo ha contado, porque “se marchó a disparar contra pueblos ucranianos”. No haré de abogado del diablo en defensa de Prilepin. En lugar de eso, me gustaría hablar de cómo los liberales, en sus manifestaciones sobre un tema tan importante como la guerra en Donbass, una y otra vez muestran su incompetencia y alejamiento de la realidad en temas sobre los que no dudan en dar su opinión.

El problema no es Prilepin ni ninguna persona en concreto sino la actitud general de la élite liberal hacia su propio Estado. Para ellos, los exmiembros de su comunidad que muestran una actitud progubernamental son traidores. Y ese tipo de personas son excluidas inmediatamente de todos los círculos de esa élite, olvidando que la democracia que defienden da el derecho a elegir todo y a todos.

En la afirmación de Glujovsky, “se marchó a disparar contra pueblos ucranianos”, queda patente la actitud de la élite liberal rusa hacia la guerra en Donbass. En los actos sociales en los que se reúne la gente guapa y estilosa con cuentas de Instagram de millones de seguidores hace tiempo que se ha formado una idea clara de lo que está ocurriendo en las Repúblicas Populares. Desde las alturas de los áticos de Moscú pueden ver a la resentida Federación Rusa invadiendo el territorio de la democrática Ucrania. ¿Cuáles son sus objetivos, sus motivos? No importa. Todo lo que hace el Gobierno ruso está mal por defecto. Y si alguien se da cuenta de que, en este caso concreto, Moscú es el defensor y no el agresor, quedará inmediatamente condenado al ostracismo.

Y eso está claro para todos, así que muchos prefieren mantener la cabeza baja. Incluso aquellos artistas que vienen a Donetsk a dar conciertos prefieren no entrar en cuestiones políticas. Tratan a los periodistas con reticencia y se limitan a declaraciones genéricas. Y quienes tienen el coraje de expresar apoyo por el pueblo de Donbass en su lucha quedan inmediatamente marcados y marginados a ojos de la gente guapa.

Bajo la impresión de la entrevista de Glujovsky salí al Donetsk de otoño. Me acordé de la gente que he visto en la guerra: el destruido pueblo de Petrovskoe, donde hace un año se retiraron las tropas y el equipamiento para que Zelensky pudiera cumplir su promesa de celebrar conversaciones con Putin en el formato Normandía. Hace tiempo que me he acostumbrado al estatus de “testigo innecesario”. La primera vez que encontré este término fue en un libro del escritor y periodista español Arturo Pérez Reverte, que describe correctamente el estado mental de quienes viven durante mucho tiempo en una zona en guerra. “Cuando la guerra se alarga, corrompe las almas de las personas y los periodistas causan cada vez menos simpatía”.

Y es verdad, hay poco entusiasmo entre la población de la zona roja cuando los periodistas se les acercan en busca de detalles del último ataque. Ya no hay esperanza para los testigos de la guerra de que los periodistas puedan parar el derramamiento de sangre. Eso solo ocurre en las películas de Hollywood. Los autores de las películas olvidan hablar de las batallas políticas, esas que sí pueden parar guerras, no una imagen de un periodista o de una famosa publicación.

Así que cuando llegamos con un grupo de periodistas a ese pueblo destrozado por la guerra, no esperaba que la población local se agolpara para recibirnos y contarnos sus vidas en el pueblo para atraer la atención de la comunidad internacional porque un excómico ha decidido interpretar el papel de pacificador. Sorprendentemente, los ancianos de Petrovskoe fueron muy sociables y nos contaron cómo las bombas disparadas desde territorio ucraniano caían en sus jardines. Nos hablaron también del miedo que causaba que los soldados de la RPD abandonaran sus posiciones. En los seis años de guerra, todos han aprendido las tácticas de la artillería ucraniana: utilizar los acuerdos para ocupar territorios sin batalla. Los residentes de Petrovskoe tenían miedo de que la historia volviera a repetirse. Lo que ocurrió es que mientras todos se tragaban la retirada de armamento, el Ejército Ucraniano volvió a ocupar sus posiciones.

Incluso entonces, en Petrovskoe rodeado de residentes locales, sabía que esa gente sería olvidada al día siguiente, cuando el tema de la retirada de tropas y armamento perdiera relevancia. El tema de la cumbre del formato Normandía quedaba resuelto, lo que significaba que se podía olvidar la cuestión de la retirada de tropas y armamento de la línea del frente. Los residentes de Petrovskoe cayeron en el olvido y se encontraron en el mismo lugar que estaban antes del otoño de 2019: cara a cara frente a la guerra.

¿Le interesará a Glujovsky el destino de estas personas? ¿Cómo viven bajo el sonido de las balas de los francotiradores ucranianos? ¿Cómo se reúnen en comunidad para ayudar a sus vecinos a mudarse a casas vacías más alejadas de la línea del frente? ¿Le interesaría saber cuáles son las acciones de las autoridades ucranianas, que privan a esas personas mayores de sus pensiones? ¿Le gustaría saber que Zelensky no es más que el típico político y que está dispuesto a mantener un grado de conflicto para complacer a Occidente? Lo dudo. Y esto solo es un pueblo. Hay cientos de ellos en Donbass. Pero en cada caso está la excusa del “niño crucificado”, a la que recurren cada vez los liberales rusos y patriotas ucranianos cuando se les presentan hechos incómodos sobre el Ejército Ucraniano. Los compañeros proocidentales saben cómo destruir sus propios argumentos ridiculizándolos.

La opinión de Glujovsky sobre la guerra ya se ha formado. Los hechos son algo superfluo. Las personas que intentan hablar de los crímenes del Ejército Ucraniano automáticamente reciben el calificativo de propagandistas y quienes apoyan de alguna manera a la población que está sufriendo, el de colaboracionistas. Los problemas de la población de Donbass son culpa suya y de la Federación Rusa, nunca de los políticos ucranianos, porque Kiev es agradable y cómodo, se come bien y la población tiene mucho mejor aspecto que los marginales de las minas.

Me gustaría dar un golpe sobre la mesa y dejar de leer a Glujovsky. Pero hace tiempo que no es posible ser tan categórico. Seis años de guerra en Donbass nos han enseñado a separar el arte de la personalidad de su autor, de ahí que sea normal escuchar canciones ucranianas que aún se cantan en Donetsk pese al hecho de que sus autores apoyen al Ejército Ucraniano.

Es increíble cómo la guerra puede enseñar y crear una tolerancia de la que carecen personas que se llaman a sí mismas intelectuales, liberales y defensores del bien frente al mal.

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