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Estados Unidos, OTAN, Rusia, Ucrania

Demostración de fuerza

Artículo Original: Andrey Manchuk

La nueva guerra fría se está acercando a una fase más caliente. El viernes pasado, tres bombarderos estratégicos B-52H estadounidenses con alias Julia, que podría ser un juguetón guiño a Yulia Timoshenko, despegaron de la base británica de Fairford. Entraron en el espacio aéreo ucraniano desde Polonia, sobrevolaron Kiev, giraron al sur hacia Crimea y volaron durante hora y media sobre la costa del mar de Azov. Durante ese tiempo, mientras se aproximaban a Crimea, estuvieron escoltados por las Fuerzas Armadas de Ucrania, dos aeronaves de reconocimiento estadounidenses y otras dos británicas, incluyendo el Sentinel R.1, que sirve para controlar los ataques con cohetes y bombas.

Esta demostración de fuerza causó admiración en el ejército de salón de patriotas ucranianos, que hace tiempo ansiaban esta gran victoria. Los representantes del “partido de la guerra” estaban especialmente contentos con los bombarderos americanos con capacidad nuclear, que podrían lanzar el primer disparo de un conflicto global. No les preocupa que ese conflicto pueda estallar sobre los cielos de Ucrania, que no tiene ningún problema en permitir que aeronaves extranjeras surquen sus cielos poniendo a los residentes ante un hecho consumado.

Pese a que el país no es formalmente miembro del bloque militar de la OTAN, la lucha en su territorio llevaría a un número masivo de bajas y destrucción garantizada.

La alegría por el vuelo de los bombarderos estadounidenses no decayó durante días. Los guerreros de salón ucranianos por fin han visto que son una formidable fuerza militar. Por supuesto, es con el apoyo del capital extranjero. Muchos de ellos sinceramente esperan que estalle la tercera guerra mundial, con la esperanza de que eso ayudaría a resolver todos los problemas con Donbass y Crimea de una vez.

“¿Cómo estáis? ¿Estamos celebrando que han pasado dos días desde el vuelo de los bombarderos americanos sobre nuestro país o ya se ha pasado un poco la alegría? Es un poco como el placer de los indígenas de la selva del Amazonas al ver un pájaro de hierro en el cielo”, se mofó el diputado Maxim Buyansky.

Sin embargo, el pájaro de hierro sobre el Amazonas puede no llevar solo agentes de compañías que podrían llenar la selva de minas sino antropólogos, médicos y profesores. Con los bombarderos estadounidenses no hay ambigüedad alguna. Llevan a la intensificación de la lucha de poder y pueden provocar una guerra que podría destruir Ucrania, cínicamente utilizada como punta de lanza para una operación militar contra el Estado vecino.

“Una pregunta para mis compatriotas que están felices de que bombarderos americanos B-52 hayan sobrevolado la frontera con Crimea: ¿qué es lo que os hace felices? ¿La escalada de un conflicto que estallará en vuestro país? A los americanos no les importa, porque para ellos siempre está lejos de sus casas, pero ¿a vosotros no os importa?”, se preguntó el bloguero ucraniano Anatoly Ulyanov, que recibió asilo político en Estados Unidos tras ser atacado por la extrema derecha.

La pregunta es perfectamente lógica. Sin embargo, el problema es que en los últimos treinta años en Ucrania ha crecido toda una generación de intelectuales ingenuos que viven según el orwelliano lema “guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es poder”. Los patriotas perceptores de becas extranjeras están acostumbrados a servir los intereses de las metrópolis occidentales, a considerar sus intereses como propios y a ver el destino de su país en el marco de una eterna guerra de civilizaciones en la que su propia gente es material desechable.

Y el futuro del conflicto global se presenta para ellos como una cruzada victoriosa en la que Moscú será bombardeado hasta volver a la edad de piedra sin que eso tenga consecuencias negativas para Ucrania. Esta increíble ingenuidad contradice el sentido común y la lógica más elemental. Sin embargo, la militante comunidad no decide nada en el país, que ha caído en una firme y humillante gobernanza externa.

“¿Han preguntado a los ciudadanos de Ucrania si quieren participar en una guerra nuclear global del lado de Estados Unidos? Por supuesto que no lo han hecho. ¿Cuándo se ha visto que la administración colonial pregunte a los nativos de la colonia su opinión en ese tipo de asuntos?”, escribió el periodista de Odessa Yuri Tkachev.

El país lleva muchos años trabajando en ese objetivo y lo ha hecho con la ayuda de Kravchuk, Kuchma, Yuschenko y Yanukovich. El golpe de Estado de 2014 solo ha llevado esa dependencia a otro nivel en el que Ucrania se ha convertido en un sirviente de la OTAN. Aunque este proceso ha pasado desapercibido para muchos comentaristas y expertos hasta hace poco tiempo, hasta que los bombarderos estadounidenses volaron sobre sus cabezas.

“Dicen que Ucrania se puede convertir en el escenario de una batalla entre dos grandes potencias mundiales; que el armagedón nuclear está más cerca que nunca, que solo está a un par de minutos; que vamos a morir todos en los campos del país, que se extienden como un puzle en medio de Europa y que se verán inundados de napalm. ¿En serio no os habéis dado cuenta hasta ahora? ¿No es vuestro país el que firmó un memorando de cooperación militar con Estados Unidos en 1993? ¿No es vuestro país cuyo ministro de Defensa firmó un documento de cooperación con los países de la OTAN el 8 de febrero de 1994? ¿No es vuestro país el primero que se unió a esa alianza por la paz? ¿No os habéis dado cuenta de que desde 1997 se hacen ejercicios militares de la OTAN en el mar Negro cada año? También en nombre de la paz. ¿Y no llevan voluntarios con el ejército regular y participación de instructores de la OTAN luchando por sexto consecutivo en el ejército más fuerte y más grande, que protege a Europa de las hordas del este? Lo entiendo todo, pero ¿cómo podéis no haber visto que esto llevaba décadas pasando? ¿Qué grado de transparencia tienen vuestras gafas y cómo es de dura la armadura de vuestro lóbulo frontal?”, se preguntó el bloguero Alexander Timoshenko.

La tensión se está gestando y no solo en los claros cielos de otoño, en los que cada vez vuelan más aeronaves militares. El 7 de septiembre, una aeronave de reconocimiento francesa sobrevoló las costas de Crimea, probablemente para testar los sistemas s-400 con radares instalados en el territorio de la península.

Hace tiempo que las referencias a la guerra fría no son cosa de los periodistas. La situación en el este de Europa recuerda cada vez más a los agitados ochenta, cuando el mundo entero temblaba ante la posibilidad de encontrarse a las puertas de una posible guerra. En aquellos tiempos, la población luchó contra el escenario nuclear y la agenda antimilitarista sigue siendo importante en la juventud de algunos países. Con la excepción de Ucrania, donde los activistas salen a protestar contra el compromiso y obstaculizan sistemáticamente cualquier paso hacia la paz.

El alocado deseo de guerra y las alegres llamadas a la escalada pueden llevar a un resultado lógico. “Da igual lo gracioso o triste que pueda ser, estos seis años de gritos histéricos, bailes y payasadas en las colinas de Pechersk y alrededores pueden acabar mal. Corriendo a las cuevas de las colinas”, escribió el economista y publicista Alexander Ryabokon.

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