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Economía, FMI, Ucrania

Incapacidad y ostentosa vanidad

Artículo Original: Andrey Manchuk

Ucrania se encuentra a la espera del dramático final al turbulento año 2020 del coronavirus. Un mes antes de finalizar el año, el déficit en el presupuesto ha llegado a su récord de los últimos años: 111.000 millones de grivas. El Tesoro no tiene suficiente dinero para pagar los salarios, entre ellos los salarios de los médicos, que están huyendo en masa ya que no quieren arriesgarse sin nada a cambio en medio de una pandemia. Mientras tanto, el número de pacientes de coronavirus aumenta y se acaban las camas de hospital y el suministro de oxígeno para los pacientes. Nada de eso es propaganda enemiga, no es más que la presentación de los datos ofrecidos por los oficiales de alto rango.

En este contexto, el Gobierno ucraniano muestra su incapacidad y también sus ostentosa vanidad en la publicidad. Con un sistema sanitario estancado, cuenta con un nuevo confinamiento, con la esperanza de que eso pueda romper la cadena de contagios. Sin embargo, todos saben que una nueva cuarentena acabaría con lo que queda de la economía ucraniana. Y Volodymyr Zelensky sigue siendo característicamente lento en la toma de decisiones importantes, como si esperara que todo se resolviera por sí mismo. Es más, junto al Parlamento ya se han producido acciones violentas de representantes de pequeñas empresas, que sufrirían por las restricciones de una nueva cuarentena y que exigen compensación completa el Estado y el mantenimiento de los beneficios fiscales cancelados.

Los “servidores del pueblo” solo pueden contar, en esta situación, con la ayuda del exterior en forma de otro tramo de los créditos de las organizaciones internacionales. Sin embargo, como acostumbra, Occidente abiertamente chantajea al presidente ucraniano exigiendo la vuelta de las declaraciones electrónicas obligatorias, eliminadas por el Tribunal Constitucional.

Además, la Unión Europea y Estados Unidos buscan más reformas impopulares en Ucrania, entre ellas nuevos aumentos de las tarifas de servicios básicos. Todo ello con la tensión de algunas protestas, que podrían aumentar en el contexto de caída de la popularidad del partido en el poder y en condiciones de invierno, especialmente teniendo en cuenta que la población duda de si el país está preparado para la temporada de frío.

Entre la espada y la pared, Zelensky aceptó los términos de los acreedores. “Esta crisis ya ha tenido muy serias consecuencias. Hemos hecho grandes esfuerzos para evitar perder el apoyo de nuestros socios internacionales, especialmente del FMI, el Banco Mundial y otros inversores tras esta decisión”, afirmó el lunes del presidente ucraniano, que exigió al Parlamento que recuperara las declaraciones electrónicas para los funcionarios.

Para cumplir con esta exigencia, las autoridades han amenazado con cesar a todo el Tribunal Constitucional, dando a entender que esas medidas tendrían el apoyo de los embajadores del G7. Aunque eso supondría otro intento más de interferir en los asuntos internos de un país teóricamente soberano.

“Para acabar de una vez por todas con la disputa sobre la asistencia internacional y los servicios del FMI, sugiero que las autoridades directamente se dirijan a la embajada de Estados Unidos con una solicitud de nombrar a un ministro de Economía, Finanzas y otros tantos para el Gobierno. Deberían nombrarlos en lugar de dirigir el país escondiéndose detrás de agentes y oficiales subordinados a la embajada, como el director de la Agencia Nacional Anticorrupción o el exministro y Fiscal General, y hacerlo con recomendaciones por escrito directamente de la embajada.

Esto debe hacerse para mostrar por fin todos los resultados del trabajo de los oficiales y las reformas que han impuesto y para acabar con conversaciones inútiles sobre la asistencia internacional, los asesores, consultores, consejos públicos y organizaciones no gubernamentales durante varias décadas.

Es hora de mostrar a cada ucraniano el vínculo directo entre sus interferencias en los asuntos internos del país y el ruinoso resultado, el colapso, el declive, la situación de crimen y conflicto en el país. Y entonces ver lo terrible que es que toda la estructura del Estado esté arrodillada ante ellos”, escribió irónicamente el conocido abogado Andrey Portnov.

Las últimas encuestas de opinión sugieren que el país está gradualmente cansándose de la humillación y la destrucción de la gobernanza externa. Por primera vez desde que se realizan estas encuestas, es decir, desde el año 2000, la proporción de oponentes a la cooperación de Ucrania con el FMI dobla a quienes la apoyan. Según los resultados de la encuesta del Instituto de Sociología, el 40% de los ucranianos tiene una actitud negativa hacia la cooperación con el FMI, mientras que solo el 20% tiene una actitud favorable hacia la institución. El año pasado, la cifra era de 34% frente a 30%.

Los motivos para ello son evidentes, no solo para los sociólogos. Como muestran las encuestas, la mayor parte de la población no aprueba el compromiso de introducir tarifas de gas a precios de mercado que asumió el Gobierno ucraniano en el marco de los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. Solo el 14,2% acepta esa suicida decisión, mientras que el 74,1% se opone. En julio, los indicadores se encontraban en el 21,6 y el 61,3% respectivamente, lo que claramente indica una tendencia a la baja de los defensores de las políticas antisociales exigidas por las instituciones de crédito y bancos extranjeros.

Es más, los ucranianos se oponen abiertamente a la continuación de la destructiva “reforma” sanitaria. El 71,4% de es contrario a que el Gobierno haya asumido la continuidad de la gestión de Suprun a cambio de acuerdos con el FMI. Solo el 16,5% lo apoyan. Hace solo unos meses, las cifras eran de 52,2 frente a 30,9%. Enfrentándose al colapso de la sanidad, los residentes del país han tenido una idea de cuáles son las consecuencias reales de la suprunización forzosa.

Lo mismo se puede decir de las reformas neoliberales en el campo de la educación. El 82,5% no quiere que se reduzca el número de escuelas públicas y de profesores por el bien de los créditos. Solo el 9,2% apoya esas medidas, aunque en julio el dato era del 54,9% frente al 24,3%.

Todo ello sugiere que los ucranianos están empezando a pensar en las oscuras perspectivas de su país y que no quieren entregar su futuro a cambio de créditos de Occidente. Además, gran parte de esos créditos se emplearán para pagar los intereses de anteriores créditos. Estas encuestas de opinión se centran únicamente en la parte económica de la “cooperación” con el FMI. No hay duda de que a los ucranianos tampoco les gusta la otra parte, el aún más humillante aspecto de la gobernanza externa: aviones extranjeros que vuelan sobre el territorio como si fuera una colonia, la embajada de Estados Unidos llamando a los ministros a consultas y las instrucciones vía Twitter. La frustración a causa de esta adicción está aumentando. Y las próximas encuestas probablemente mostrarán figuras aún más gráficas en este sentido.

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