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Nuevas armas para Ucrania

Desde el 7 de octubre, cuando Israel se vio sorprendido y sobrepasado por el inesperado ataque de Hamas y comenzó una escalada militar que ha costado miles de vidas y está causando la destrucción de ciudades enteras en la franja de Gaza, Ucrania se ha mostrado preocupada por la posibilidad de que su guerra quede en un segundo plano para sus principales aliados. El temor se centraba, sobre todo, en la postura de Estados Unidos, para quien Israel es un aliado demasiado importante y que inmediatamente se ha convertido en la principal prioridad. Las declaraciones estadounidenses en favor de Israel y el envío incluso de portaaviones a la zona han coincidido con mensajes como el de John Kirby, que advirtió que los fondos para Ucrania se acaban. Todo ello había causado tremendo nerviosismo en Kiev y en Bruselas, que ha llegado a pedir públicamente a Estados Unidos “claridad” sobre la situación y su implicación en el esfuerzo bélico.

Para contrarrestar la pérdida de protagonismo mediático e impedir que su causa quede apartada de la primera línea de prioridades por la guerra de Israel contra Gaza, Ucrania comenzó a vincular ambos conflictos desde las primeras horas. Kiev buscaba así insistir en la importancia de sus fuerzas armadas para librar una guerra común del mundo occidental contra el otro, un enemigo que define de diferentes maneras dependiendo de las necesidades del momento. Cuando Rusia comenzó a utilizar drones kamikaze Shahed, de diseño iraní, Ucrania incorporó al país persa a esa especie de reedición del eje del mal de George W. Bush y al que introdujo también a la República Popular de Corea incluso antes de que Vladimir Putin se reuniera con Kim Jong Un. Para ello solo hizo falta el rumor de cooperación militar y entregas de munición de artillería norcoreana a Rusia. Esta semana, Ucrania ha añadido a Hamas a esa lista de actores internacionales que califica de terroristas y que entiende que tienen algo en común: son hilos manejados desde Moscú. Kiev presenta así una guerra global en la que se proclama defensora de la civilización occidental frente a la barbarie asiática, una retórica en alza en los medios de comunicación, aunque dirigida, no a Moscú, sino a Palestina.

Exigir ayuda para librar una guerra común ha sido la estrategia de Ucrania desde antes incluso de que las tropas rusas cruzaran la frontera ucraniana, pero el argumento ha sido cada vez más utilizado en los momentos en los que Kiev ha precisado de más asistencia militar. El lema se repite ahora para mantener la relevancia y garantizar que las escasas ganancias territoriales de la actual contraofensiva no se traduzcan en desinterés por la causa ucraniana en las capitales occidentales. Pero Kiev es consciente de que la forma más eficiente de mantener el interés y el apoyo de sus aliados es ofrecerles victorias y mostrar qué es capaz de hacer con el armamento enviado. El plan falló en el caso de los tanques occidentales en los primeros pases del ataque ucraniano en Zaporozhie, pero fue eficiente en el caso de la artillería de precisión en 2022. Los primeros HIMARS enviados por Estados Unidos fueron utilizados -generalmente junto a la artillería pesada de origen ruso, detalle que Ucrania obviaba al mostrar sus éxitos en los partes de guerra- para destruir polvorines e infraestructuras militares y logísticas rusas en la retaguardia. El caso más evidente es el del puente Antonovsky, cuya destrucción hizo inviable para Rusia la defensa de la ciudad de Jersón y garantizó para Ucrania el suministro de cada vez más artillería pesada.

Aunque sin posibilidad de obtener una victoria lo suficientemente significativa para llamar la atención de sus socios en el frente que Estados Unidos exige que sea el prioritario, el de Zaporozhie, Ucrania ha querido volver a las primeras páginas de los periódicos internacionales mostrando su potencia militar. Siguiendo el ejemplo del uso inicial de los HIMARS, Kiev ha realizado en las últimas horas una serie de fuertes ataques contra objetivos militares en lugares importantes de la retaguardia rusa. Con misiles, las tropas ucranianas atacaron Berdyansk, en la costa del mar de Azov en la región de Zaporozhie, y Lugansk, donde se centraliza la logística militar rusa para Donbass. En su hábito de dar un tono cinematográfico a sus hazañas, Ucrania ha querido incluso dar nombre a la operación, Dragonfly, en la que atacó aeródromos y almacenes de munición en las dos ciudades. Fuentes rusas hablan del uso de seis misiles, de los que tres fueron derribados y los demás alcanzaron sus objetivos. Estas fuentes confirman pérdidas rusas, especialmente importantes en el caso de los helicópteros dañados.

El ataque supone una muestra más de que el peligro de Ucrania no está solo en la línea del frente, donde el presidente ruso ha afirmado esta misma semana que se esperan más ataques, sino especialmente en la retaguardia. Es ahí donde las tropas de Kiev han logrado más éxitos, algunos de ellos propagandísticos, otros relativamente relevantes. Las imágenes del aeródromo de Berdyansk ardiendo añaden espectacularidad a un ataque que debe considerarse preocupante. Kiev vuelve a mostrar su capacidad de hacer daño a las tropas rusas. Al contrario que en el caso ucraniano, donde la dependencia exterior es absoluta, Rusia es capaz de sustituir el equipamiento perdido gracias a su industria militar, que ha aguantado el tirón incluso a pesar de las sanciones. Sin embargo, la aviación y la marina son los eslabones más débiles de esa cadena debido al tiempo que requiere la reposición de equipamiento. Ambos bandos son conscientes de ello y de ahí los ataques que se están produciendo también al otro lado del frente, donde Rusia ha atacado en los últimos días aeródromos ucranianos al menos en las regiones de Dnipropetrovsk, Jersón y Odessa.

Antes incluso de que se publicaran las imágenes de los restos de la munición utilizada, The Wall Street Journal anunció el armamento con el que Ucrania atacó Berdyansk y Lugansk, ATACMS estadounidenses, los misiles de crucero que llevaba meses exigiendo. Estados Unidos había jugado en los últimos meses a la ambigüedad: Ucrania anunció durante la visita de Zelensky que Washington había aprobado la entrega, aunque no hubo comunicado oficial, como sí ocurriera en casos como el de los HIMARS, la munición de racimo o los tanques occidentales. Según afirma The Wall Street Journal, los misiles fueron entregados a Ucrania “en secreto en los últimos días”.

Las imágenes de los restos de los misiles muestran, según la fuente rusa Rybar, dos tipos de ATACMS, uno de ellos con munición de racimo tal y como había exigido Ucrania. “Hoy damos gracias especiales a Estados Unidos. Nuestros acuerdos con el presidente Biden se están cumpliendo. Están siendo llevados a cabo con mucha precisión, los ataques lo muestran por sí mismos”, afirmó Volodymyr Zelensky. Sus palabras muestran que, además del evidente objetivo de causar pérdidas en el bando ruso, Ucrania buscaba mostrar al mundo, en realidad solo a Estados Unidos, su capacidad militar. Utilizar armamento occidental y obtener buenos resultados -como, sin duda ha ocurrido en esta ocasión a juzgar por las imágenes y el explícito reproche de Rybar, que acusa al comando ruso de haber ignorado las advertencias y cometido errores similares a los que causaron grandes pérdidas en los primeros meses de la guerra rusoucraniana- es el principal argumento de Ucrania para mostrar a sus socios que sigue siendo de utilidad. Y enviar misiles de crucero de forma secreta, evitando así el riesgo de que su entrega sea detectada, es quizá el mejor ejemplo para mostrar que Washington no se ha olvidado, ni va a olvidarse en el futuro, de su proxy de Kiev. Así, Ucrania dispone ya de una nueva arma milagrosa con la que atacar a las fuerzas rusas en la retaguardia y obtener sus titulares. Resta por conocer si la pequeña cantidad de misiles a la que se refiere The Wall Street Journal es solo el principio, lo que determinará el peligro que supone, y si otros países, fundamentalmente Alemania, seguirán en el ejemplo y enviarán también los misiles que con tanta arrogancia les ha exigido Ucrania.

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