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Acuerdos y desacuerdos en el mar Negro

La situación de aparente bloqueo en el frente ha provocado la publicación de varios artículos que se han preguntado cuáles son las opciones del presidente Zelensky o que incluso plantean por qué la negociación sigue siendo inaceptable. En realidad, la parálisis del frente no lo es tanto, con Rusia tratando de aprovechar la debilidad ucraniana de la carencia de asistencia militar estadounidense, mientras que los motivos por los que el diálogo es imposible quedaron claros en 2022. La guerra continúa con su dinámica de ataques en la retaguardia y batallas en la línea de contacto, especialmente los sectores de Chasov Yar y el oeste de Avdeevka. En ambos casos, fuentes ucranianas confirman las informaciones rusas de progresos de las tropas de Rusia. Preocupa especialmente a Kiev el frente de Artyomovsk, donde teme que, gracias al importante desequilibrio en el potencial artillero y el uso de la aviación, el avance sobre Chasov Yar, una ciudad estratégica en el norte de Donetsk, sea más rápido que la aproximación a Avdeevka a finales del pasado año.

La retaguardia, escenario también de una lucha importante, está siendo igualmente relevante, aunque quizá no de una forma que vaya a condicionar el desarrollo de la guerra terrestre, principal elemento del conflicto. Ucrania está centrándose en los ataques contra las refinerías rusas en una táctica que ha molestado incluso a sus socios estadounidenses. Frente a las bases y otros objetivos militares, estas infraestructuras son más sencillas de golpear debido a la menor protección antiaérea. Rusia, por su parte, insiste en  minar la producción eléctrica ucraniana, en parte para dificultar el movimiento de las Fuerzas Armadas de Ucrania, pero también para impedir el normal funcionamiento de la industria, especialmente la militar, única en la que está interesada el Gobierno de Kiev en las actuales circunstancias. Y periódicamente, las tropas ucranianas, especialmente el GUR de Kirilo Budanov ataca a la flota rusa del mar Negro, que ante el peligro que suponen los drones y misiles, ha quedado en una posición muy alejada del protagonismo que Rusia esperaba que tuviera.

El mar Negro ha sido escenario de ataques que han causado pérdidas importantes, bajas relevantes y ha dado una sensación de debilidad rusa en sus propias costas. Pero también ha sido el lugar en el que Rusia y Ucrania han alcanzado el único acuerdo que se mantuvo durante un periodo extendido de tiempo, un año en el que Rusia obtuvo cierto control del tránsito por medio de los registros que se realizaban en Turquía y Ucrania se garantizó la libertad de circulación de productos civiles. El acuerdo, en el que Rusia consideró no haber obtenido aquello que se le prometió -el desbloqueo de sus exportaciones agrícolas-, fue considerado durante un año como el ejemplo práctico de que era posible negociar. Kiev y Moscú ratificaron el documento por medio de una negociación realizada a través de Turquía, con la participación de la ONU y una firma que se realizó por separado. La comunicación era indirecta y limitada por las circunstancias, aunque seguía manteniéndose.

Tras la ruptura del acuerdo, Ucrania optó por mantener la circulación pese al peligro que suponía el paso por aguas minadas y, con ayuda de sus socios extranjeros, ha logrado reanudar sus exportaciones a un nivel relativamente alto. La amenaza constante de ataques con drones ha supuesto la prácticamente nula participación de la flota rusa, que nunca tuvo intención de atacar los buques que navegaran por el corredor del mar Negro y solo Ucrania ha atacado a un buque claramente civil en la región. En el tiempo transcurrido desde la ruptura del acuerdo de navegación, Kiev y sus socios han presentado la capacidad de Ucrania de mantener el tránsito como uno de los grandes logros de 2023. El fracaso de la contraofensiva terrestre ha hecho que los aliados de Ucrania hayan buscado, en otros lugares, éxitos sobre los que construir el discurso de victoria mientras los ataques a la flota y el fuerte aumento de las exportaciones marítimas han sido suficiente argumento para presentar al mar Negro como el principal logro de los últimos meses.

Sin embargo, el peligro de la navegación sin un acuerdo entre las partes en conflicto para garantizar la seguridad del tránsito existe y a ello se debe que, pese al estado de las relaciones entre los dos países, Rusia y Ucrania hayan vuelto a negociar. La noticia se publicó el lunes de la semana pasado y no narra la búsqueda de un entendimiento sino el fracaso de una iniciativa que no había trascendido en los medios. “El mar Negro es una ruta clave tanto para Rusia como para Ucrania para transportar el grueso de productos como el grano, fertilizantes y aceite al mercado mundial, aunque los volúmenes han caído significativamente con la guerra”, escribe Reuters, el medio que ha desvelado la noticia. Con esa afirmación, rompe con el discurso occidental, que insiste en que Ucrania ha recuperado los niveles de exportación anteriores a la guerra. “El texto del acuerdo, una copia del cual ha visto Reuters, decía que Turquía «como parte de sus esfuerzos de mediación» había alcanzado acuerdos con Ucrania y Rusia «para garantizar la navegación libre y segura de los buques mercantes en el Mar Negro» en cumplimiento de la Convención de Montreux sobre el Régimen de los Estrechos”, explica el artículo mostrando que el proceso se realizó gracias a la participación del mismo país que hizo posible el acuerdo original.

Ucrania y Rusia no solo negociaron, sino que, según Reuters, alcanzaron un acuerdo en marzo “para garantizar la seguridad del comercio mercante en el mar Negro” y, pese a no querer firmarlo formalmente, “Kiev dio su visto bueno para que el Presidente turco [Recep] Tayyip Erdoğan lo anunciara el 30 de marzo, un día antes de unas elecciones regionales decisivas”. El preacuerdo existía, pero, de forma similar a lo ocurrido en Estambul con un potencial acuerdo de paz, el entendimiento se rompió de forma abrupta. “En el ultimísimo minuto, Ucrania se retiró de repente y el acuerdo se echó por tierra”, afirma Reuters dejando claro quién tomó la iniciativa. Las tres fuentes del medio conocedoras de las negociaciones y de los términos del acuerdo afirman no saber cuáles fueron los motivos de esa ruptura unilateral.

“Según el acuerdo casi anunciado el 30 de marzo, tanto Moscú como Kiev habrían ofrecido garantías de seguridad a los buques mercantes en el Mar Negro, comprometiéndose a no atacarlos ni apresarlos o registrarlos mientras estuvieran vacíos o hubieran declarado una carga no militar”, explica el artículo dando los escasos detalles disponibles sobre un acuerdo que no fue posible. El episodio vuelve a mostrar que Rusia y Ucrania son capaces de negociar -aunque deba de hacerse por la vía indirecta-, pero también que cualquier acuerdo puede ser tan efímero que ni siquiera sea anunciado. La vía de la fuerza sigue siendo la prioritaria.

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