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Donbass, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania

Estrategia y discurso

En su habitual estilo, la vestimenta con la que se ha hecho conocido como presidente de guerra y su buen manejo de la comunicación, Volodymyr Zelensky ha realizado esta semana una primera ronda de entrevistas desde la apertura del frente al norte de Járkov, donde las tropas ucranianas se han visto sorprendidas por un ataque que decían estar esperando. La sorpresa de la incapacidad de Ucrania de preparar los territorios más allá de su primera línea de defensa para evitar una irrupción sencilla de las tropas rusas ha causado serias dificultades al equipo del presidente para ofrecer una narrativa mínimamente coherente. Las contradicciones y declaraciones alejadas de la realidad fueron la norma en las primeras horas e incluso ahora, la distancia entre las declaraciones oficiales y lo que trasciende sobre el terreno choca frontalmente. Ante las dificultades con las que se encuentra ahora Ucrania, Zelensky ha querido centrar su discurso en las posibilidades futuras que aportarán las nuevas armas que Estados Unidos ha prometido tras la aprobación de los nuevos fondos de asistencia militar.

Al igual que el comandante de las Fuerzas Terrestres, que hace unos día afirmó que el problema de Ucrania no es de escasez de personal, sino de armamento, el presidente Zelensky quiso insistir en ese discurso. Si el reto se limita únicamente a la carencia de equipamiento y munición, la solución es simple e incluso puede ser rápida: más dinero de sus socios y una mayor rapidez en las entregas del armamento solicitado por Ucrania. Zelensky, partidario de un liberalismo desregulado en el que el mercado esté sujeto a las menores regulaciones posibles, busca también eliminar limitaciones. En su entrevista con AFP, el presidente ucraniano se jactó de que, por primera vez en meses, ninguna unidad se había quejado de falta de munición. Ese mismo día, un medio francés publicaba una entrevista en la que un comandante mantenía la queja de la falta de munición. Las palabras y los hechos no siempre caminan en paralelo. Por otra parte, Zelensky insistió nuevamente en la necesidad de retirada de vetos, prohibiciones y limitaciones a las que Ucrania ha de adherirse si quiere seguir obteniendo armamento estadounidense.

Más irritado que de costumbre, el presidente ucraniano describió la postura occidental, como la contradicción entre querer que Ucrania gane la guerra, pero tratar de evitar que Rusia la pierda. “Los aliados de Kiev «temen» que Rusia pierda la guerra contra Ucrania porque implicaría «una geopolítica impredecible», según Zelensky”, escribió The Kyiv Independent. “No creo que funcione así. Para que Ucrania gane, debemos recibir todo lo que se necesita para ganar”, insistió Zelensky. Ucrania exige más armas, especialmente sistemas Patriots, aviación y misiles de largo alcance. “Creo que hoy tenemos alrededor del 25% de lo que necesitamos para defender Ucrania. Me refiero a la defensa aérea”, afirmó el presidente ucraniano, que insistió en que “en cuanto a las aeronaves, lo digo abiertamente, para que Rusia no tenga superioridad aérea, nuestra flota debería tener entre 120 y 130 aviones modernos”. Por si quedaba alguna duda de los modelos que está exigiendo, Zelensky insistió en que Ucrania necesita “esta flota de F-16 en las cifras a las que me he referido para tener paridad”.

El deseo de Ucrania es que ese armamento llegue a Ucrania sin limitaciones de uso. En ello, Zelensky coincide con la postura del Reino Unido, mucho más radical que su aliado norteamericano, cuyo ministro de Defensa se quejó el pasado domingo de las limitaciones impuestas por algunos países. Más sencillo que criticar a Washington, que también limita el uso de armamento de largo alcance a su uso en territorio ucraniano según sus fronteras de 1991, Grant Shapps se refirió a Alemania. Olaf Scholz se mantiene, por el momento, en su postura de negar a Ucrania el envío de los deseados misiles Taurus. El canciller alemán ha explicado ya sus motivos: el envío de misiles implicaría la participación directa de soldados alemanes, estuvieran o no sobre el terreno en Ucrania, en la guerra, cruzando así el umbral de la beligerancia. Posiblemente como herramienta de presión, el ministro británico añadió que el veto alemán al uso de armas no se limita al territorio de la Federación Rusa reconocido internacionalmente, sino que incluye también Crimea. Alemania no ha enviado misiles a Ucrania, como sí han hecho Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. En este caso, la limitación ha sido, hasta ahora, que su uso se limitara al territorio ucraniano, insuficiente para Kiev, que desea disponer de armamento más pesado que utilizar no solo en la península, sino también en territorio ruso. Es ahí donde Zelensky no parece comprender que el veto a la destrucción de infraestructuras y bases rusas no se debe al intento de Occidente de evitar la derrota rusa, sino la expansión de la guerra y un aumento de tensiones que acercara el conflicto a un enfrentamiento directo.

Los problemas, las dificultades y la creciente certeza de que los objetivos ucranianos de recuperar todos sus territorios perdidos desde 2014 no son suficiente argumento para que el presidente ucraniano modifique su estrategia ni su discurso. Aunque sin mencionar un momento concreto, Zelensky insistió en que Ucrania prepara una contraofensiva. El presidente ucraniano insistió en que no mencionará el lugar, pero que conoce incluso el momento. La experiencia de 2023 indica que Kiev necesitaría un nivel de asistencia militar muy superior a lo obtenido entonces para la fracasada ofensiva multimillonaria. El realismo es más escaso en Ucrania que las exigencias.

Zelensky no duda tampoco en hacer ciertas promesas de futuro que dejan claro cuál es el objetivo de Ucrania. Sin ninguna palabra hacia la población, gran parte de la cual es abiertamente hostil a Kiev y es consciente de que le esperaría represión, reeducación o incluso expulsión, Zelensky imaginó la vida más allá de la guerra. Sin éxitos militares que ofrecer a su población, el presidente ucraniano se aferra a promesas que sabe que no puede cumplir. Según cita Ukrainska Pravda, “Zelensky afirmó que, tras la desocupación, Crimea se convertirá en uno de los mejores lugares para vivir en Europa”. La insistencia ucraniana en la reconquista de la península, que habría de hacerse por medio de un uso intenso de aviación y misiles y, sobre todo, contra la opinión de la población residente, implica que no es posible ningún tipo de desescalada, apertura de una vía diplomática o incluso un alto el fuego temporal. “Definitivamente, será así cuando el poder de nuestra resistencia, nuestras armas, nuestra diplomacia y el poder de la justicia para Ucrania aseguren la liberación de Crimea de la ocupación. La península, que está destinada a convertirse en uno de los mejores lugares para vivir en Europa, será exactamente eso, ciertamente sin Rusia”. La opinión de la población local no importa, ni tampoco las escasas posibilidades que Ucrania tiene de encontrarse en la situación de dictar los términos en Crimea. Pero el discurso es más importante que los hechos y tras diez años de promesas de recuperación de la península, el hábito es difícil de cambiar.

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