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Donbass, Ejército Ucraniano, Rusia, Ucrania, Zelensky

Mariupol, Artyomovsk y Zelensky

El lunes, 20 de mayo, los medios rusos recordaban el aniversario de dos victorias militares que resultaron tremendamente costosas. Se conmemoraba el segundo aniversario del final de la batalla por Mariupol y la publicación de las imágenes de la bandera rusa sobre los últimos edificios de pisos de Artyomovsk, que daban por cerrada la larga y sangrienta lucha por la ciudad. Los medios, rememoraban  por una parte, la derrota del regimiento Azov, resguardado durante semanas bajo la protección de la acería soviética Azovstal, construida para soportar una guerra, y, por otra, la constancia de las tropas rusas lideradas por la infantería de Wagner, que a pesar de un enorme nivel de bajas, lograron expulsar a Ucrania del perímetro de la ciudad. Ninguna de las dos batallas ha sido determinante en la guerra, aunque sí marcaron el momento en el que se produjeron. Si Mariupol fue prácticamente el final de la fase de avance rápido en el sur, Artyomovsk supuso la reactivación de una acción ofensiva relevante tras las dos derrotas que Rusia había sufrido meses antes en Járkov y Jersón.

Un año después del final de la lucha urbana, Ucrania sigue proponiéndose recuperar el territorio perdido en Artyomovsk, en cuyos flancos se batalló desde prácticamente el primer día después de la derrota. Syrsky, entonces solo comandante de las fuerzas terrestres, se había propuesto capturar de nuevo la ciudad bajo la inercia de la contraofensiva ucraniana, que comenzó la primera semana de junio y que debía obligar a Rusia a redirigir todos sus esfuerzos a los campos de Zaporozhie para impedir la irrupción ucraniana. Como el retorno a Mariupol, que Kiev y sus aliados siguen promulgando, Ucrania no ha recuperado tampoco Artyomovsk, incluso a pesar del caos que supuso la retirada de los soldados de Evgeny Prigozhin. Sin embargo, el frente apenas se ha alejado de la ciudad y el intento de avanzar sobre Chasov Yar, siguiente ciudad en dirección a Slavyansk y Kramatorsk, está siendo tan tortuoso como la aproximación a la ciudad que lleva el nombre del camarada Artyom. Completamente destruida y sin expectativas de reconstrucción a corto, medio y quizá incluso largo plazo, la ciudad no ha vivido ningún tipo de conmemoración del final de una batalla que simplemente se alejó unos kilómetros. Situada en la retaguardia -aunque no a una distancia ¡ suficiente como para evitar esporádicos ataques con misiles ucranianos- y tras más de un año de inversión, Mariupol se ha convertido en el centro del proyecto ruso de una reconstrucción que será lento, pero que permite ver ciertas esperanzas de recuperación a largo plazo. El 20 de mayo se conmemoraron los dos años desde el final de la batalla frente a los restos de Azovstal, junto al reconstruido monumento soviético que, por su hoz y martillo, sería considerado ilegal en la actual Ucrania.

Al otro lado del frente, Zelensky y sus aliados han evitado recordar otro aniversario. “Nuestro país europeo empieza con cada uno de nosotros. Hemos elegido un camino hacia Europa, pero Europa no está en algún lugar ahí fuera. Europa está aquí (en la cabeza – Ed) Y después de que aparezca aquí, estará en todas partes, por toda Ucrania”, afirmaba para continuar insistiendo en que “este es nuestro sueño común. Pero también compartimos un dolor común. Cada uno de nosotros ha muerto en el Donbás. Cada día perdemos a uno de nosotros. Y cada uno de nosotros es un refugiado: el que ha perdido su propio hogar y el que ha abierto la puerta de su casa, compartiendo su dolor. Y cada uno de nosotros es un trabajador migrante, el que no pudo encontrarse a sí mismo en casa, pero ha encontrado ingresos en un país extranjero, y el que luchando con la pobreza, se ve obligado a perder su propia dignidad”. Ese día de 2019, el candidato Zelensky se convertía en presidente de un país que había perdido una región entera y una parte importante de otra, atravesada por la línea de un frente en el que las bombas nunca se detuvieron completamente.

Tras años en los que tanto él como su entorno, que entonces incluía al oligarca Kolomoisky, habían criticado hasta la saciedad la división, la pobreza, el excesivo uso del nacionalismo con objetivos de beneficio político personal o la guerra sin posibilidad de compromiso, Zelensky planteó un discurso en el que destacó la pobreza, la guerra y la emigración. Sin embargo, en un estilo que perdura aún hoy en su discurso, cada aspecto negativo queda compensado con alardes de épica nacional y promesas de futuro. “Superaremos todo esto”, añadió. “Porque cada uno de nosotros es ucraniano. Todos somos ucranianos: no hay ucranianos más grandes o menos grandes, correctos o incorrectos. De Uzhgorod a Lugansk, de Chernigov a Simferópol, en Lviv, Járkov, Donetsk, Dnipro y Odessa, somos ucranianos. Y tenemos que ser uno.  Al fin y al cabo, sólo así somos fuertes”, insistió. Era la etapa en la que el candidato Zelensky prometía esfuerzos sobrehumanos e incluso compromiso para lograr el final de la guerra en Donbass. El esfuerzo fue breve y nunca se tradujo en un cambio de actitud por parte de la delegación ucraniana en Minsk, que continuó e incluso empeoró la política de Poroshenko de negativa radical a negociar con Donetsk y Lugansk. Con ello, Ucrania renunció a la única vía que podría haber logrado la paz en Donbass y que habría dificultado notablemente la invasión rusa de 2022.

En el tercer trimestre de 2019 se produjo el único gesto hostil de Zelensky al nacionalismo ucraniano y a quienes rechazaban toda política de conciliación con Donbass. El presidente se vio obligado a enfrentarse verbalmente a los soldados del regimiento Azov, que se negaban a retirarse de una pequeña zona designada como prueba piloto para ensayar la posibilidad de una desmilitarización progresiva del frente. Esa retirada era el prerrequisito ruso para aceptar la celebración de la cumbre del Formato Normandía en la que Zelensky informó oficialmente a sus aliados franceses y alemanes de su intención de no implementar los acuerdos de Minsk, renunciando en la práctica a su principal promesa electoral. Aun así, el riesgo de capitulación de Ucrania ante las exigencias de Moscú -que no iban más allá del tratado de paz que Ucrania había firmado- persistía a ojos de la extrema derecha y de una parte importante de la sociedad civil, es decir, del complejo de organizaciones no gubernamentales que se unieron a las protestas contra el cumplimiento de los acuerdos de Minsk, aunque nunca estuviera en los planes de Zelensky. Como recordaba la semana pasada el profesor Ivan Katchanovski, “dos docenas de las principales ONG’s, todas a excepción de una financiadas por gobiernos y fundaciones occidentales, afirmaron que, contrariamente a las promesas electorales de Zelensky, cualquier diálogo con los separatistas de Donbass para implementar los acuerdos de Minsk era inaceptable”.

Frustrado al encontrarse con los mismos problemas que su predecesor, fundamentalmente su incapacidad de convencer a Moscú de abandonar Donbass a merced de las voluntades de Ucrania, Zelensky varió progresivamente su retórica hasta llegar a un nacionalismo que superaba incluso al de Petro Poroshenko. La negativa a implementar Minsk fue rotunda incluso ante la presión militar rusa, Zelensky proclamó la Declaración Crimea para forzar aún más la máquina en la relación con Rusia, afirmando que el país utilizaría todos los medios a su alcance para recuperar la península, y animó a sus socios de la OTAN a instalar bases militares en territorio ucraniano.

Zelensky, que en su discurso de investidura había apelado “a todos los ucranianos del mundo”, a los 65 millones de personas de ascendencia ucraniana a nivel mundial, a los que ofrecía la nacionalidad, se dirigió también a los pueblos de Crimea y Donbass. Con los años, de la idea de que no había ucranianos correctos e incorrectos y las declaraciones de amor, el presidente pasó a animar a la población que en esas regiones se sentía más rusa que ucraniana a abandonar el territorio camino de Rusia. El presidente que había llamado a “volver a casa” a la población extranjera de origen ucraniano rechazaba así a la población de Crimea y Donbass, cuya ciudadanía ucraniana utiliza ahora como argumento para exigir a sus socios armas en busca de la recuperación del territorio. Solo en ese caso “no hay ucranianos correctos” y “todos somos ucranianos”.

El quinto aniversario de la investidura de Zelensky implica el final de su mandato constitucional sin que haya elecciones a la vista. Las dudas sobre su posición y su legitimidad no se limitan a las palabras de las autoridades rusas, sino que se reflejan también en que el equipo del presidente no ha apelado a la Corte Constitucional en busca de una resolución que determine qué hacer en este caso. La legislación ucraniana impide la celebración de elecciones bajo la ley marcial, dejando el estatus del presidente cuyo mandato ha expirado en un limbo legal que la Oficina del Presidente no ha querido resolver, pero ante lo que dispone del apoyo de su electorado más importante: los dirigentes y la prensa internacional. En ese sector de población, la unidad sigue siendo firme. Así lo demuestra un hilo publicado por el perfil de la BBC en ruso, en el que, en 15 tuits, la edición del medio público británico defendía la legitimidad de Zelensky. Tras repetir las condiciones legislativas y de seguridad que impiden la celebración electoral, el medio añade que “muchos en Ucrania tampoco ven el sentido de celebrar elecciones si su indudable ganador ya está en el sillón presidencial. Ningún político ucraniano puede compararse ahora con Zelensky en términos de confianza y apoyo”. La legitimidad y la democracia basadas en la opinión de los medios extranjeros.

Los aniversarios recuerdan los momentos pasados y los cambios que se han producido. Artyomovsk y Mariupol muestran dos caras de la destrucción de la guerra dependiendo de la importancia del lugar y la cercanía al frente, mientras que el recorrido realizado por Zelensky muestra el cambio entre el candidato que prometía luchar por la paz al presidente que ahora busca mantener la guerra e incluso ampliarla. En una de sus últimas entrevistas, el líder ucraniano volvía a suplicar a sus socios que derriben los misiles rusos. Ucrania está, según su presidente, dispuesta a firmar los documentos que sean necesarios para descargar de responsabilidad a los países occidentales por cualquier muerte ucraniana que pudieran producir esos derribos. A lo largo de estos años, Zelensky no solo ha dejado claro que hay ucranianos incorrectos, ahora hay también ucranianos prescindibles.

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