Entrada actual
Bielorrusia, Putin, Rusia, Ucrania, Wagner

Lucha de discursos

De vuelta a la normalidad una vez dado por cerrada, el futuro dirá si en falso o no, la crisis causada por el motín armado liderado por Evgeny Prigozhin, los actos de Wagner siguen centrando el discurso público de cada una de las partes involucradas directa o indirectamente en la guerra de Ucrania o en el conflicto político con Rusia. El lunes por la noche, Evgeny Prigozhin trató de justificar sus actos apelando a la épica y a un discurso basado en falsedades como que Wagner no atacó a la aviación rusa o flagrantes exageraciones como la calificación de su ejército privado como la mejor unidad del ejército ruso. La exaltación de Wagner como fuerza en la batalla no solo choca con la realidad de que ha tardado más de seis meses en capturar la destruida ciudad de Artyomovsk, sino con la constancia de que las mejores unidades del ejército ruso han sido reservadas para hacer frente a la contraofensiva ucraniana. Preservar a esas unidades fue precisamente el razonamiento del general Surovikin para la retirada de la ciudad de Jersón y los territorios de la margen derecha del Dniéper en lugar de luchar por ellos. Durante meses, Wagner, junto a otras unidades del ejército regular, ha luchado en la parte más comprometida del frente, como en ocasiones anteriores habían luchado y siguen luchando las milicias de las Repúblicas Populares o las tropas chechenas vinculadas a Kadirov.

Las quejas de Prigozhin habrían resultado más convincentes en caso de centrar el argumento en haberse convertido en tropas prescindibles, es decir, en ser enviadas a morir. Sin embargo, Prigozhin ha preferido centrar su discurso en exaltar a sus tropas como grandes unidades de combate aprovechándose del excesivo protagonismo que el invierno ha dado a la sangrienta y eterna batalla por Artyomovsk. Una verdadera carnicería para ambos bandos, Prigozhin pudo haber manifestado su disconformidad por la planificación o por la táctica elegida, pero eligió continuar reclutando, fundamentalmente en prisiones, para mantener el grueso de su ejército para continuar esa lucha. Como recordaba esta semana el periodista Mark Ames, el perfil del soldado ruso caído en la guerra en Ucrania ha pasado de ser un soldado profesional que apenas superaba la veintena a un expresidiario que supera la treintena. El uso de esta infantería ha sido claro tanto por las estructuras oficiales como por el propio Prigozhin y su empresa, que solo ahora tratan de utilizar el populista argumento de las tropas enviadas a la muerte y la corrupción asociada a la guerra, un ámbito en el que Wagner cuenta también con alguna experiencia desde Siria a Sudán pasando por Libia.

Ayer, Alexander Lukashenko confirmó la llegada de Prigozhin al país, donde según el presidente bielorruso contará con sus garantías de seguridad. Pocos son los detalles conocidos sobre el proceso de negociación que permitió que no se produjera una batalla entre el ejército privado de Wagner y el ejército regular ruso. Resaltar la importancia de haber impedido esa imagen es ahora el principal objetivo, al menos en términos de comunicación política, tanto de Moscú como de Minsk. Después de su breve discurso del lunes, en el que simplemente intentó destacar la unidad del pueblo ruso, Vladimir Putin volvió a referirse ayer a los hechos. El presidente ruso se mostró en los mismos términos, pero quiso añadir un detalle importante: el de la financiación. Recordando tanto a Prigozhin como al público en general que las operaciones de Wagner han sido posibles únicamente gracias a la financiación estatal, el presidente ruso recordó que en el último año una de las empresas del imperio, Concord, recibió 940 millones de dólares por contratos precisamente con el Ministerio de Defensa contra el que actuaron el sábado. Un arma de doble filo que finalmente se ha vuelto en su contra, Wagner ha podido ascender porque el Estado ruso lo ha permitido y lo ha financiado. Putin no ha anunciado nada que fuera desconocido ni especialmente llamativo, ya que la base de financiación de las empresas militares privadas son precisamente los contratos con el Estado. “Esperemos que nadie haya robado nada durante esas actividades o que, al menos, haya robado poco”, afirmó Vladimir Putin, dando a entender que el cierre de la causa por traición anunciado por el FSB ayer no es la única opción legal del Estado ruso para castigar a Prigozhin en caso de incumplimiento de las condiciones.

Vladimir Putin pronunció esas palabras en un día en el que participó también en un acto en el que se homenajeó a los 13 miembros de las VKS que murieron el sábado. Aunque la desescalada impidió que se produjera un enfrentamiento bélico que diera la imagen de guerra civil, los actos de Prigozhin derramaron sangre y causaron una serie de bajas que han creado un fuerte descontento en la aviación rusa, que pide que se castigue a quienes causaron pérdidas materiales y, sobre todo, la muerte del personal que realizaba sus tareas. El acuerdo de impunidad para Prigozhin por un acto que el mismo presidente calificó de traición no es algo que haya gustado a ese sector del ejército que sufrió pérdidas a causa de los hechos. Sin embargo, esa inmunidad para el dueño de la empresa y para quienes participaron en los actos es la base del acuerdo alcanzado.

La versión oficial dada por Alexander Lukashenko se refiere a unas duras negociaciones en las que Prigozhin exigió garantías de seguridad que el presidente bielorruso no dudó en ofrecer. Según esta versión, que el dueño de Wagner no ha comentado todavía, el punto de inflexión llegó en el momento en el que Prigozhin renunció a sus dos principales exigencias: el cese del ministro de Defensa Sergey Shoigu y del jefe del Estado Mayor Valery Gerasimov y ser recibido por Vladimir Putin. Esta última exigencia contrasta con la negativa de Prigozhin a responder a la llamada del presidente ruso que varios medios habían publicado y también con el hecho de que el dueño de Wagner nunca abandonó Rostov. Sin embargo, el discurso es relevante, ya que muestra cuál va a ser la línea oficial mantenida por Rusia y Bielorrusia, que buscan consolidar la idea de que se produjo una voluntad de desescalada por ambas partes, aunque sin que el Estado se viera obligado a ceder a lo exigido por un grupo amotinado y aparentemente dispuesto a avanzar sobre la capital.

Cuál será el estatus de Prigozhin en Minsk o el tamaño del contingente de Wagner en Bielorrusia son cuestiones que quedan aún en el aire. Ayer por la mañana, el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa, anunció que habían comenzado los preparativos para la entrega del equipamiento militar pesado de Wagner a las autoridades estatales, lo que apunta al desarme de la empresa, cuando menos en Rusia, y a una clara pérdida de autonomía. Como ya pretendía antes de lo ocurrido el sábado y más aún ahora, el Ministerio de Defensa busca disolver el ejército privado de Prigozhin entre las unidades del ejército regular, impidiendo así que una empresa pueda convertirse, como ya demostró ser capaz de hacer, en una amenaza para el Estado. Ese desarme, que quizá se compense parcialmente en las instalaciones que, según Prigozhin, están preparándose en el aparente exilio bielorruso, echa por tierra también la teoría de la maskirovka¸ el plan sigilosamente preparado para trasladar a Wagner a Bielorrusia y amenazar así las fronteras ucraniana y polaca. Aunque carente de sentido y desmentido por los hechos, este razonamiento ha sido suficiente para que Polonia ponga a su ejército en alerta y Lituania exija medidas ante la próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en Vilna. En ocasiones, es de utilidad para los países occidentales seguir el discurso de Prigozhin y exagerar las capacidades militares de su ejército privado.

El papel de Occidente en esta crisis ha resultado también contradictorio. La prensa no ha dudado en publicar teorías de la conspiración basadas en estereotipos de la Guerra Fría como que las autoridades rusas habían amenazado a las familias de los soldados de Wagner para obligar a Prigozhin a detener el avance sobre Moscú que alegó un medio británico. La evidente felicidad de los representantes políticos más mediáticos, que han aprovechado los hechos para resaltar la debilidad rusa y presagiar el fin del régimen de Putin contrasta con la preocupación de los sectores más diplomáticos por la gravedad de una posible desestabilización masiva en el país con el mayor arsenal nuclear del mundo. Mucho se han resaltado las palabras de ayer de Lavrov, que afirmó que la participación de Occidente en el motín será investigada. Sin embargo, esas palabras se produjeron en un contexto en el que el ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa insistió también en la comunicación entre Rusia y Estados Unidos que se produjo a lo largo del sábado y en la que Washington mostró su preocupación y aseguró a Moscú no estar implicado en los hechos. No es un secreto que Occidente favorecería un cambio de régimen que desea que se produzca en la Federación Rusa, pero tan solo las figuras más exaltadas, como los representantes del Gobierno ucraniano o el oligarca exiliado Mijaíl Jodorkovsky, que con un artículo en The Economist llama a un golpe de estado y que el sábado llamó a la población a apoyar al tonto útil de Prigozhin, están dispuestas a favorecer un motín que pudiera llevar al ala más dura de los halcones nacionalistas rusos. Una vez más, el discurso público y la satisfacción por el sufrimiento ruso de las caras más visibles en los medios, sean Borrell o Baerbock, choca con el realismo de quienes tendrían que lidiar con las consecuencias.

Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Reportes del frente archivados.

Registro

Follow SLAVYANGRAD.es on WordPress.com

Ingresa tu correo electrónico para seguir este Blog y recibir notificaciones de nuevas noticias.

Únete a otros 47K suscriptores

Estadísticas del Blog

  • 2.247.150 hits