Artículo Original: Daniil Bezsonov
El 29 de septiembre es el Día del Recuerdo de las víctimas de Babi Yar en Ucrania. Hace exactamente 80 años, los ocupantes nazis perpetraron una sangrienta masacre en los alrededores de Kiev en la que asesinaron a más de 30.000 personas en tan solo dos días. En total, según los historiadores, entre 100.000 y 150.000 ciudadanos soviéticos fueron asesinados en ese lugar: rusos, partisanos, prisioneros de guerra, ucranianos, romaníes, judíos. Esta enorme fosa común se ha convertido en uno de los símbolos del horrible caos y de la crueldad de los invasores alemanes.
Fue una de las acciones más masivas de ejecución de civiles durante la Segunda Guerra Mundial y, en general, posiblemente de la humanidad. A la par de esta tragedia se encuentra la tragedia de Donbass durante la Gran Guerra Patria: el asesinato masivo de civiles de Donbass en las minas, donde 75.000-100.000 cuerpos de ciudadanos de Donbass fueron arrojados a la fosa de la mina. Estas dos tragedias no pueden ser olvidadas jamás, ya que, de lo contrario, pueden repetirse de nuevo. Por desgracia, en Ucrania, es lo que ha ocurrido. Pese a los horrores de la guerra, que pervive en la memoria de la población, ya que sigue habiendo supervivientes de la guerra, participantes y niños de la guerra, el nazismo ha vuelto a alzar la cabeza.
De los 1500 asesinos que realizaron las ejecuciones en la zona de Kiev, más de la mitad eran nacionalistas ucranianos. La tragedia comenzó con los anuncios publicados en Kiev que afirmaban que los judíos debían reunirse en la esquina entre las calles Melnikov y Dokterivsky el 29 de septiembre de 1941 a las ocho de la mañana. Se les pedía llevar sus posesiones más valiosas y ropa de abrigo. Quienes no se presentaran serían ejecutados. Aparentemente, la población no sospechó inicialmente que les esperaba una ejecución masiva. A la hora señalada, filas de residentes locales comenzaron a acercarse al lugar indicado. Pronto comenzaron los asesinatos.
Los primeros momentos fueron los más intensos. Asesinaron a niños pequeños, mujeres, ancianos. Todos en fila. Fue una verdadera explosión de muerte en la que no había lugar para la compasión o para el arrepentimiento. Todas esas personas debían desnudarse frente a sus verdugos y eran arrastrados a base de empujones y puñetazos. Los civiles desnudos eran arrastrados hasta las fosas de 150 metros de largo, 30 de ancho y 15 de profundidad que habían preparado. No hubo piedad.
80 años después, marchas nazis de descendientes de los banderistas se celebran en Kiev. Hay marchas de antorchas en toda Ucrania y abiertamente se felicitan por el aniversario de Babi Yar. La terrible tendencia de ascenso del nazismo ya fue una de las causas de la guerra civil en Ucrania. Con la connivencia de la mayoría silenciosa, una minoría activa de ucranianos impusieron sus ideas nacionalistas ucranianas. Eso benefició a los patrones de Occidente: es lo que permite a Ucrania ser antirrusa. Y puede que la prensa estadounidense critique a Azov y otros nacionalistas ucranianos, pero mientras sean necesarios para luchar contra el Donbass ruso o contra las ideas rusas en Donbass, nadie va a vetarles.
A menudo, la historia avanza en espiral. Ocurre porque la población no saca las conclusiones correctas o, peor aún, porque las olvida. Olvidan cómo pueden acabar los errores. Olvidan que, a veces, no hay límite a la crueldad humana y que incluso atrocidades que parecen inimaginables son posibles.
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