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Armas, Avakov, Batallón Azov, Biletsky, Donbass, Ejército Ucraniano, Extrema Derecha, Rusia, Ucrania

Azov, la extrema derecha armada

El pasado 5 de mayo, Azov cumplió diez años. Fue entonces cuando un pequeño grupo alrededor de su indiscutible líder, Andriy Biletsky, apodado, solo en parte por su nombre el líder blanco, crearon el primer batallón Azov, que posteriormente se convertiría en regimiento y después brigada en un desarrollo que no solo fue militar. El movimiento Azov se expandió a otros ámbitos siempre desde las ambiciones políticas de su liderazgo, marcado por figuras de la derecha más extrema como Yuriy Mijalchichin u Olena Semenyaka, cuyo trabajo no se encontraba en el ámbito militar sino en el intento de extender las ideas sobre las que se había creado un movimiento que nunca fue solo un instrumento de guerra. Ya en abril de 2014, de la mano de Arsen Avakov y su asesor Anton Geraschenko -ahora fuente habitual de la prensa occidental para informar sobre la situación no solo en Ucrania sino especialmente en Rusia-, el germen de Azov fue introducido en las tropas del Ministerio del Interior como batallón policial. Ucrania precisaba de tropas dispuestas a matar en su lucha contra la rebelión de Donbass en un momento en el que el ejército no se mostraba partidario de disparar contra su propia población. Los hombres que acompañaron a Biletsky, que posteriormente se distribuirían entre Azov y otras formaciones armadas de extrema derecha, en ocasiones de forma escasamente civilizada, nunca sufrieron ese problema: como parte más ideologizada y movilizada de la sociedad, rápidamente se incorporaron a lo que veían como una guerra contra Rusia, aunque en ese momento “Rusia” fuera en realidad la población civil de Donbass.

Con la “captura” de Mariupol el 13 de junio de 2014, que se produjo de forma inesperada, rápida y sin lucha, ya que las milicias de la RPD carecían de estructura militar o defensa en la ciudad, Azov se hizo fuerte en el sur, donde permaneció hasta la caída de Azovstal en mayo de 2022. Con base en Kiev y capacidad de actuación en todo el país, en todos los ámbitos y con personas de todas las edades -incluida la infancia, que verano a verano era invitada a los campamentos de adoctrinamiento y odio gestionados por el movimiento-, fue en Mariupol y en muchos casos de la mano del oligarca más cercano al Partido de las Regiones, Rinat Ajmetov, donde Azov creció de una simple unidad integrada en la Guardia Nacional de Arsen Avakov a lo que sería en 2022. En ese tiempo, los soldados actuaron con absoluta impunidad tanto en el frente, donde en momentos aterrorizaron de forma totalmente gratuita a la población, en su mayor parte anciana, de la pequeña localidad de Shirokino, como en la ciudad, donde eran conscientes de estar por encima de la ley.

Esa evolución desde el punto de partida, los “hombres de negro” utilizados por Avakov y Kernes en Járkov contra la parte “prorrusa” y anti-Maidan de la ciudad, a la situación actual, con una brigada en la Guardia Nacional y otra en las Fuerzas Armadas de Ucrania y presencia en la inteligencia militar de Kirilo Budanov se produjo a medida que continuaba el debate sobre la ideología del movimiento. Desde 2014, año en el que fue excarcelado por la amnistía de Maidan, hubo pocas dudas sobre la ideología de Andriy Biletsky, como otros muchos líderes de la extrema derecha ucraniana procedente de Patriota de Ucrania, una organización paramilitar violenta que es el germen de gran parte de los grupos que proliferaron con la impunidad nacionalista que supuso la victoria de Maidan.

El hecho de que Andriy Biletsky, cuyas declaraciones de tinte fascista y antisemita eran difíciles de negar, se apartara del liderazgo militar para pasar al liderazgo político de lo que más adelante sería el Corpus Nacional, ha hecho en los últimos años argumentar a los grandes medios que el actual Azov no puede equipararse al de 2014. Biletsky había abandonado Azov para centrarse en el partido, alegaban, olvidando que el Corpus Nacional no era sino el brazo político de un movimiento cohesionado que lo englobaba todo: el aspecto militar, los campamentos infantiles, reclutamiento e instrucción, el partido político, los gimnasios, la editorial, el club de lectura o el movimiento Intermarium, que con el tiempo se convertiría en una iniciativa parlamentaria con una importante adhesión por parte de otros partidos teóricamente centristas. La separación entre el Corpus Nacional siempre fue producto de la imaginación de la prensa que quiso normalizar la integración de un movimiento de corte tan abiertamente neonazi que sus símbolos son heredados de la Alemania de Hitler. El wolfsangel del logotipo, ahora ligeramente modernizado para camuflar la misma idea, o el Sol Negro de su escudo inicial no son los únicos símbolos cuestionables. Una de las unidades creadas dentro de la Tercera Brigada, compuesta por miembros de Azov, porta los símbolos de la División Dirlewanger (conocida en la antigua Unión Soviética por la masacre de Khatyn en Bielorrusia, donde la aldea fue arrasada y su población quemada vida). Se trata de una evolución lógica para un movimiento cuyo núcleo duro inicial, la división Borodach -de la que proceden tanto Maksyn Zhoryn, comandante adjunto de la brigada de Biletsky, como Denis Prokopenko, comandante de la Brigada Azov de la Guardia Nacional- era un totenkopf modificado.

“No todos los miembros de las milicias ultranacionalistas a los que entrena Estados Unidos tienen tatuajes de las SS, no todos abrazan el fascismo. Pero son suficientes para que sea preocupante”, escribió en 2015 el para nada prorruso The Daily Beast en uno de los muchos artículos que en esos años se escribieron sobre los soldados del regimiento Azov. Ese mes, el Congreso de Estados Unidos aprobó por unanimidad la enmienda del congresista John Conyers para prohibir financiar, armar e instruir al batallón Azov. “Estoy agradecido a la Cámara de Representantes por aprobar por unanimidad mis enmiendas para asegurar que nuestro ejército no instruya a miembros del repulsivo batallón neonazi Azov”, declaró entonces el diputado, veterano de la lucha por los derechos civiles y fallecido en 2019. Conyers definió al movimiento como  “abiertamente neo-nazi”, “fascista” o “supremacista blanco”. La prohibición fue siempre una medida que nació muerta: Azov había sido incluido en las estructuras oficiales del Estado ucraniano, de las que nunca iba a ser apartado, y, por lo tanto, Estados Unidos no tenía forma, si es que hubiera querido hacerlo, de controlar si miembros del batallón eran entrenados por sus instructores o armados con la financiación enviada. Es más, antes de que, en enero de 2016 The Nation publicara que la prohibición había sido silenciosamente eliminada por la administración Obama, Arsen Avakov había enumerado a Azov como uno de los batallones de la Guardia Nacional que iban a recibir instrucción occidental. La ideología de Azov siempre fue solo un problema de relaciones públicas.

Técnicamente, las medidas legislativas de asignación de fondos prohibían año a año, incluso después de que la Brigada de Denis Prokopenko fuera enaltecida por su heroísmo en su derrota en Mariupol, que Estados Unidos financiara, armara o instruyera a Azov, una prohibición más teórica que práctica, ya que en las primeras semanas tras la invasión rusa, pudo verse a miembros del grupo siendo instruidos con armamento occidental. Sin embargo, el alto perfil que le otorgó el sitio de Azovstal, en el que los soldados de Prokopenko y otras unidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania se beneficiaron de la fortaleza y preparación para resistir a un bombardeo de la vieja acería soviética, ha hecho que, recientemente, Redis, héroe de Ucrania, publicara una columna en la que exigía que el veto occidental a Azov fuera eliminado.

Ni la ideología del retornado Biletsky, ahora comandante de una brigada de las Fuerzas Armadas de Ucrania, ni lo cuestionable de sus símbolos de inspiración fascista, ni los tatuajes o el pasado de sus miembros importa ya para el público occidental, que ha normalizado completamente que miembros de Azov sean recibidos en universidades o parlamentos. A la Europa que dice preocuparse por el ascenso de la extrema derecha no le molesta armar, financiar, instruir y enaltecer a un grupo paramilitar curtido en las trincheras de la guerra más intensa vivida en el continente desde la Segunda Guerra Mundial, armado con equipamiento pesado, formación ideológica y claras aspiraciones expansionistas. “Primero Ucrania, después Europa” ha sido uno de los lemas de Olena Semenyaka, una de las principales ideólogas del movimiento Azov, a lo largo de estos años.

Tampoco Estados Unidos está preocupado. Hace tiempo que Azov es indistinguible del Estado ucraniano, no por moderación propia sino por radicalización y adopción del discurso por parte de las instituciones. “Esta es una nueva página en la historia de nuestra unidad”, escribía ayer el canal oficial de la Brigada Azov de Denis Prokopenko para agradecer al Ministerio del Interior, el comando de la Guardia Nacional y la embajada de Estados Unidos la confirmación de la eliminación oficial del veto -que en realidad nunca lo fue del todo- a su armamento y financiación. “Azov se hace aún más fuerte, aún más profesional y aún más peligroso para los ocupantes”, se congratulaba la Brigada. Como informaba The Washington Post, en virtud de la ley Lehy, que impide a Estados Unidos armar y financiar a unidades que hayan cometido crímenes de guerra o contra los derechos humanos, Washington ha levantado la prohibición al no constatar ninguna infracción. Debido a esa misma ley, la Casa Blanca y el Pentágono llevan meses afirmando que “investigan”, “valoran” o “tratan de corroborar” si las unidades israelíes que han bombardeado y bombardean escuelas, hospitales, campos de refugiados o convoyes de población que huyen de sus ciudades destruidas han cometido abusos. Los aliados tienden a no cometer infracciones graves a ojos de sus patrones.

El silencio de los medios oficiales de la Tercera Brigada recuerda la división de los dos grupos vinculados a Azov. El grupo de Prokopenko mantiene el nombre oficial, mientras que el de Biletsky lo hace en una unidad creada por y para su líder. Ambos luchan bajo el mismo worfsangel modernizado. El levantamiento del veto afecta únicamente a la División Azov, sin que se haya hecho mención a la Tercera Brigada de Asalto, nacida como parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania y, por lo tanto, no como unidad de Azov pese a ser comandada por el líder absoluto del movimiento. Nadie en su sano juicio pensaría que los chicos de Biletsky y Zhoryn han luchado, de la mano del ahora comandante en jefe Syrsky en Artyomovsk, Avdeevka y ahora Járkov sin armamento estadounidense.

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