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Condicionantes económicos de la economía rusa

Periódicamente se publican en la prensa artículos que argumentan que Rusia será económicamente capaz de hacer frente a la guerra incluso si esta se alarga indefinidamente tal y como parece apuntar la actual guerra de trincheras. Frente a los ingenuos cálculos realizados por la Unión Europea y Estados Unidos con la introducción de los primeros paquetes de sanciones, que incluían apartar a Rusia, un país fuertemente dependiente del mercado occidental, del sistema de pago internacional SWIFT, la economía rusa no se ha derrumbado y Moscú no solo ha sido capaz de soportar las sanciones a corto plazo, sino que ve la guerra de desgaste como su mejor opción. Una guerra larga implica confiar en la capacidad de la industria de suministrar los productos básicos necesarios y en las posibilidades de sustituir el mercado occidental tanto para importaciones imprescindibles como exportaciones que suponen un peso importante en los ingresos del país.

Esta semana, varios medios han publicado artículos que inciden en la realidad económica que la Unión Europea y Estados Unidos quisieron evitar con la introducción de unas sanciones que suponían capaces de derrotar a Moscú. Como titula la revista estadounidense Newsweek, “la economía rusa puede sostener la guerra «indefinidamente» bajo dos condiciones”. “Rusia se ha enfrentado a turbulencias económicas durante la guerra, golpeada por las sanciones y el aislamiento del sistema financiero mundial. En enero, el Fondo Monetario Internacional elevó su previsión de crecimiento del PIB al 2,6% este año, por encima del de Estados Unidos”, escribe el medio estadounidense para describir brevemente el estado de la economía rusa según las instituciones económicas internacionales. El artículo destaca el aumento de la producción industrial, que ha dinamizado -aunque a costa de otras industrias manufactureras y el gasto social- la economía.

En la misma línea, Vladimir Putin mencionó en su discurso en el Foro Económico de San Petersburgo que el paro ha dejado de ser un problema, ahora sustituido por la necesidad de personal. Las medidas introducidas para resistir a las sanciones económicas occidentales y para mantener la paz social evitando consecuencias económicas negativas para la población hacen que, como recuerda Newsweek, Rusia corra el riesgo de recalentar la economía. Sin embargo, por ahora, la población rusa “está ganando y consumiendo más desde que empezó la guerra, con una renta real disponible un 5,5% mayor en 2023 que en 2021. Esto se debe a los altos salarios de las tropas que luchan en Ucrania, los pagos a las familias de los soldados y el aumento de los salarios en los sectores civiles que tratan de atraer a los trabajadores”. Esa misma percepción que muestran los medios occidentales que analizan los datos se plasma en un reciente informe de Sberbank, a partir del que la edición rusa de Forbes habla de “la aparición de una «nueva clase media» en Rusia. Según el analista jefe de Sberbank, en su formación influyen el fuerte crecimiento del consumo y de los salarios, sobre todo en los sectores de la informática, la construcción y la transformación, donde los salarios aumentaron entre un 25 y un 27% interanual”. Sostener la guerra implica mantener la capacidad de producción o suministro de material militar, pero también proporcionar cierto nivel de bienestar a la población para evitar, entre otras cosas, que la inestabilidad social pueda hacer peligrar los planes del Gobierno.

Según Newsweek, Rusia podría sostener la guerra “indefinidamente” siempre que no se dieran dos circunstancias: un precio del petróleo que cayera por debajo de los 30 dólares el barril y la escasez de trabajadores. El medio recuerda las altas cifras de movilización, aunque las cifras que aporta son la suma de la movilización en sí y el reclutamiento voluntario, y también la fuga de población fundamentalmente a partir de septiembre de 2022, cuando se decretó la movilización. Consciente de los problemas, Rusia ha aplicado diferentes medidas para paliar la situación. Entre ellas se encuentra excluir de la población sujeto de la movilización a profesionales de determinados sectores clave de la economía, alentar el retorno de la población emigrada y potenciar ciertos tipos de inmigración. A ello se refirió el presidente Putin, que describió las características de esa potencial inmigración especificando el conocimiento del idioma, la cultura y las leyes del país. Parece evidente que Vladimir Putin se refiere a nacionales de las repúblicas exsoviéticas o descendientes de la diáspora rusa en el extranjero.

El artículo de Newsweek está en gran parte basado en un informe de Dmitry Nekrasov, ahora opositor y en el pasado subdirector del Servicio Federal de Impuestos de la Federación Rusa. Frente a lo descrito por la revista estadounidense a partir de su artículo publicado en Meduza, las dos condiciones en las que Rusia no podría sostener el actual gasto militar mencionadas por Nekrasov son un aumento explosivo de la intensidad de la guerra y el mencionado colapso del precio del petróleo. En otras palabras, salvo una catástrofe económica que tendría que venir de la drástica reducción de los ingresos del Estado por medio de una intervención de los mercados globales, Rusia sería, según el autor, capaz de sostener una guerra como la actual de forma indefinida. Nekrasov se apunta así a la teoría de que la guerra larga favorece a Rusia, que ha organizado su economía para ser capaz de mantener unos elevados gastos militares, que a la vez que dinamizan unos sectores -fundamentalmente vinculados a la industria de defensa-, hacen aumentar los salarios reales y, con ello, el consumo interno. Las ventajas con respecto a Ucrania en este sentido son evidentes: la capacidad de la OPEC+ de mantener los precios y el hecho de que un colapso del precio del petróleo perjudicaría también a Estados Unidos hace poco probable un colapso que hiciera imposible para el Kremlin mantener el actual nivel de gasto, mientras que en el caso de Bankova, la capacidad económica depende directamente de la voluntad de sus socios de continuar los flujos masivos de financiación que requiere la guerra. Este mismo argumento hace que la segunda condición, un gran aumento de la intensidad de la guerra, que requeriría para Rusia un crecimiento proporcional del gasto militar, dependa también de los socios occidentales de Kiev. Solo ellos pueden elevar la apuesta hasta esos niveles, ya fuera con una inyección masiva de financiación -algo improbable teniendo en cuenta que la propuesta estrella del fondo de 100.000 millones de dólares de Jens Stoltenberg parece haber caído- o una participación más directa en la guerra, algo que, por el momento, sigue siendo una línea roja.

“La guerra es cara, pero no demasiado cara”, argumenta Nekrasov, que utiliza como referencia el gasto militar en relación con el Producto Interior Bruto. “El gasto oficial de Defensa en el presupuesto de 2024 asciende al 6% del PIB. Si a ello se añaden los gastos camuflados en otras partidas”, afirma el autor, “en la estimación más alta, se pueden calcular en un 9% del PIB”. Nekrasov compara ese porcentaje con el 94,5% que suponía la guerra para la Alemania Nazi en 1944, el 39,8% para Estados Unidos en 1945 o el 38% para el Reino Unido en 1916. El autor realiza también una comparación más significativa. El gasto militar ruso es inferior al de la Unión Soviética entre 1954 y 1988 (24%) y al de Israel entre 1967 y 1993 (19,1%) y es similar al de Arabia Saudí entre 2001 y 2022, periodo en el que la guerra de Yemen en un periodo que incluye la guerra de Yemen, pero que en su mayor parte se produjo en paz. Curiosamente, Nekrasov no incluye en el gráfico la inversión ucraniana en Defensa que, según los datos del Banco Mundial, ascendieron al 33,5% del PIB en 2022.

Los datos muestran un nivel de gasto sostenible para Rusia en el caso de que la guerra se mantenga en los niveles actuales y el país sea capaz de mantener su nivel de ingresos y capacidad de movilizar la economía para mantener el gasto interno y el PIB. Es ahí donde las sanciones europeas debían hacer un daño que no han conseguido. Nekrasov incide también en esos efectos. “La capacidad de resistir estas sanciones se debe principalmente a que, gracias a las rentas del petróleo y a una política macroeconómica bastante estricta, la economía rusa antes de la guerra era muy diferente de la de cualquier otra gran economía”, argumenta para explicar que “el presupuesto federal registró un superávit medio del 0,9% del PIB entre 2000 y 2021. Los presupuestos de todas las demás grandes economías eran persistentemente deficitarios. Esto ha llevado a que, a pesar del aumento del gasto militar y de las sanciones, el déficit presupuestario ruso durante la guerra (-1,9% del PIB en 2023) siga estando por debajo de los niveles típicos de déficit en «tiempos de paz» en los países desarrollados”. Las comparaciones en este sentido son claras: contrastan al superávit de 0,9% ruso los déficits de 4,5% de Estados Unidos y el 4,6% británico. Nuevamente, Nekrasov no incluye la comparación con la economía ucraniana, tan dependiente de las subvenciones extranjeras que su gestión presupuestaria actual parece irrelevante. A estos datos hay que sumar la balanza de pagos positiva debido a las exportaciones masivas de las últimas décadas (fundamentalmente de materias primas) y la escasa deuda pública, en gran parte debida al bajo gasto público.

Pese a los grandes esfuerzos de Rusia por mantener los niveles de exportación de gas o petróleo, los flujos han descendido, un aspecto negativo más al que Moscú ha tenido que hacer frente. Según Nekrasov, si ese cúmulo de circunstancias “ le hubiera ocurrido a cualquier otro país que no dispusiera inicialmente de semejante margen de seguridad, lo llevaría rápidamente a múltiples devaluaciones, hiperinflación e incapacidad para suministrar importaciones críticas. Sin embargo, en el caso de Rusia, todo lo anterior solo sirvió para reducir el saldo anormalmente alto, que, a pesar de todo, sigue siendo positivo”. La balanza de pagos puede aproximarse a cero en el futuro, explica Nekrasov, que añade que esa diferencia habría sido invertida en la guerra. Ese dato convertiría a Rusia en una gran economía “ordinaria”, es decir, como todas las demás, perdiendo una de esas características “extraordinarias” que ha hecho que sea solvente en estos años de guerra.

Nekrasov espera que continúe el crecimiento, algo que no califica de éxito sino de algo que ocurre con normalidad en países en guerra debido precisamente al aumento de la producción militar. La excepción, indica, son aquellos países en los que la industria es fuertemente bombardeada. Lo extraordinario en un país en guerra es, según el autor, el crecimiento de los ingresos reales y el consumo de la población. “Por norma, en una economía de mercado que experimenta un conflicto militar, el consumo final de los hogares desciende. Al mismo tiempo, los ingresos pueden caer o aumentar solo ligeramente”, indica para contrastar la situación actual en la Federación Rusa. Los ingresos disponibles reales de la población han aumentado un 5,5% en 2023 con respecto a 2021 debido, según el artículo a tres factores: los elevados salarios militares y pagos a las familias de las víctimas, el aumento de los salarios en el sector militar y también en la industria civil que intenta mantener sus plantillas para evitar perderlas en favor de la industria militar. Nekrasov considera que esa situación está llegando a su máximo y espera un estancamiento o ligera reducción en el futuro e incide en la carencia de personal -debida a la fuga de población, la situación demográfica heredada de los años 90 y los bajísimos niveles de paro- como principal reto actual para Rusia.

La guerra depende de todo tipo de factores, entre los que la economía supone uno de los principales. Al contrario que Ucrania, Rusia ha de mantener por sí misma sus niveles de producción para garantizar el suministro de armas a su ejército, las exportaciones para sostener los ingresos del Estado y los ingresos de la población para mantener la estabilidad social que requieren los tiempos de guerra. Y frente a lo esperado por Occidente, hasta el momento, la solvencia rusa ha superado las expectativas e incluso para quienes escriben desde puntos de vista opositores, la capacidad de la economía para mantener el gasto militar actual será viable a medio e incluso largo plazo.

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