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Armas, Donbass, Ejército Ucraniano, Járkov, Rusia, Ucrania, Zelensky

Apuestas a todo o nada

“Tenemos que ser realistas. Sería ingenuo decir que Ucrania será capaz de recapturar los territorios ocupados en el futuro previsible”, ha afirmado en estas últimas horas el presidente de la República Checa. “Rusia no va a ceder las áreas que ocupa. Tenemos que detener la guerra y entonces empezar a debatir un arreglo futuro. Podría haber algún tipo de compromiso, pero no sin el consentimiento de Ucrania, Rusia y los países que vayan a ser garantes de ese arreglo”, precisó a continuación Piotr Pavel en una entrevista concedida a Sky News. Sus palabras son importantes por provenir de un jefe de Estado de la Unión Europea, segundo proveedor militar de Ucrania, por tratarse del expresidente del comité militar de la OTAN y también debido al papel que ha jugado su país y él personalmente en el suministro militar a Kiev.

En ocasiones, las palabras son contrarias a los actos y quizá no hay mayor contradicción que las afirmaciones de necesidad de parar la guerra con el papel de Pavel en la búsqueda de mercados fuera de la Unión Europea para que el bloque pudiera adquirir munición para Ucrania. Entre los países sobre los que se ha especulado en este tiempo se encontraban Turquía, la República de Corea o India, que se han aprovechado de la oportunidad que las sanciones contra Rusia han dado a terceros países para actuar de intermediarios en el comercio, por ejemplo, de crudo. Los beneficios obtenidos por la India gracias a su mediación en la exportación de petróleo ruso son conocidos, pero pueden no ser los únicos que esté logrando en estos momentos. Esta misma semana, se ha producido en España la noticia de la llegada a Cartagena del Bokrum, un boque procedente de la India y con cargamento militar. Ante la polémica de si el destino final de la munición iba a ser Israel, el Gobierno español respondió confirmando que la carga continuaría con rumbo a la República Checa. La información ha sido confirmada por el periodista Antonio Maestre. El documento oficial parece confirmar que la munición de 120 y 125 milímetros, que no utiliza Israel, será enviada a Chequia, previsiblemente paso intermedio antes de llegar a Ucrania. La noticia no solo muestra la cooperación india con los países que suministran la guerra de Ucrania o la facilidad con la que los cargamentos transitan por una Europa centrada en sostener la guerra, sino la contradicción entre ciertas declaraciones y los actos que las acompañan.

Las palabras de Pavel no se producen en el vacío ni son un caso aislado, sino que responden a una situación concreta: las dificultades ucranianas no se limitan ya a su capacidad de ataque y de ruptura en el frente en busca de una victoria militar o, cuando menos, de una mejor posición de negociación, sino que se extienden a la defensa. Rusia ha conseguido superar una parte de las carencias que lastraron sus esfuerzos en 2022 y ha recuperado terreno en aspectos como la dronería, en la que había quedado profundamente rezagada. Las tropas rusas, aunque han sufrido bajas, no han padecido el enorme desgaste que implica el ataque y han logrado llegar a 2024 sin necesidad de realizar una nueva movilización. Ucrania, por su parte, se encuentra ahora con la dificultad de reclutar continuamente entre una población cada vez más reticente, no necesariamente a la guerra, pero sí a luchar en ella. El cúmulo de circunstancias desfavorables para Kiev incluye la escasez de material estadounidense, -cuyo suministro se ha reanudado ya, aunque no en las cantidades ni con la rapidez deseada por Zelensky-, la fortaleza rusa y las dificultades en dos de los cuatro frentes activos y también en el que se ha abierto esta semana al norte de Járkov. Ayer, el presidente ucraniano visitó Járkov, como acostumbra a hacer cuando sus tropas sufren, para recalcar que la situación es difícil, pero se encuentra bajo control. El líder ucraniano añadió que las Fuerzas Armadas habían enviado refuerzos y que su administración coordinaba con la de Járkov la gestión de la infraestructura de defensa. Ucrania, que aún no ha logrado presentar un discurso coherente, resultaría más creíble si su propia prensa no hubiera publicado esta misma semana la flagrante negligencia, supuestamente debida a la corrupción, en la construcción de unas defensas que Zelensky elogió hace unos meses como ejemplo a seguir.

En ese contexto, no deberían resultar extrañas las apelaciones a buscar una vía diplomática para reconducir el conflicto del ámbito militar al político. Sin embargo, la creciente dinámica de reconstitución de bloques, ruptura este-oeste y remilitarización del continente europeo hacen que la mención a la posibilidad de negociar sea considerada una ruptura del consenso existente. Ese pensamiento monolítico que ve la victoria militar como única salida al conflicto no limita a la clase política, que incluso cuando afirma ver la necesidad de negociar actúa alimentando la guerra, sino que se extiende al ámbito mediático.

“El Congreso ha aprobado finalmente unos 61.000 millones de dólares en nuevas ayudas a Ucrania, y algo extraño ha sucedido: se ha vuelto a hablar en Washington de la victoria ucraniana”, escribe, con sorpresa, uno de los escasos artículos que defienden, en línea con lo planteado por Pavel, la necesidad de negociación como mal menor. Foreign Policy, una fuente que ha apoyado activamente el esfuerzo militar ucraniano en la última década, añade que “es un giro sorprendente. Durante los últimos meses, la Casa Blanca y otros organismos han advertido de que, de no percibir ayuda, las líneas ucranianas podrían derrumbarse y las tropas rusas podrían volver a asaltar Kiev. Pero ahora que se ha evitado lo peor, las miras están más altas. El gobierno de Biden está trabajando para reforzar las Fuerzas Armadas ucranianas durante un periodo de 10 años, con un coste probable de cientos de miles de millones de dólares, mientras que el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, sugirió que Ucrania organizaría otra contraofensiva en 2025”. El párrafo resume a la perfección las intenciones de Estados Unidos, que dese el pasado diciembre han trascendido en la prensa: utilizar el actual año para reforzar las defensas y planificar una ofensiva para 2025. Ese parecía también ser el plan de Andriy Ermak, mano derecha de Zelensky, a quien se le ha complicado la tarea al tener que enfrentarse a unas fuerzas rusas más potentes de lo deseado. La realidad para Ucrania es que la actual asistencia estadounidense no es suficiente para una ofensiva que logre romper el frente de Zaporozhie en dirección a Crimea y obligar a Rusia a aceptar la propuesta que parece buscar Washington: la desmilitarización de la península, posible únicamente en caso de derrota militar rusa. La situación actual muestra que la ayuda occidental no garantiza tampoco que Ucrania vaya a ser capaz de mantener, como se ha dado por hecho, la estabilidad de la línea del frente, casi completamente estático durante más de un año, pero que ahora se mueve ligeramente.

Citando a Ian Bremmer, think-tanker generalmente alineado con el establishment atlantista, Foreign Policy califica de poco realista la continuación de los actuales niveles de asistencia militar estadounidense. “La ayuda actual contribuirá sobre todo a situar a Ucrania en una mejor posición para futuras negociaciones. Paliará la escasez de municiones y armamento, haciendo menos probable que las fuerzas ucranianas pierdan más terreno en los próximos meses”, admiten, destacando las labores defensivas actuales. “Sin embargo”, añade, “Ucrania sigue enfrentándose a otros retos: fortificaciones insuficientes, una enorme escasez de mano de obra y un ejército ruso sorprendentemente resistente. En conjunto, Ucrania sigue siendo la parte más débil; la ayuda occidental no ha alterado esa realidad”. Es ahí donde los autores esperarían la aparición de la diplomacia en lugar de lo que describen como la elección de “todo o nada” presentada por la Casa Blanca, “aprobar los miles de millones en financiación o caer”, a lo que añaden la comparación con guerras como la de Irak o Afganistán, “donde Estados Unidos siguió invirtiendo recursos en causas perdidas, al menos en parte, porque ningún dirigente estadounidense quería ser considerado responsable en el momento final del fracaso”.

El artículo sitúa la opción de la diplomacia en el contexto del pensamiento general de la ciencia política, que entiende que todo conflicto requiere de negociaciones, y la maximalista postura del Gobierno ucraniano, que exige la capitulación rusa como punto de partida. Entre ambas están quienes buscan mejorar la posición ucraniana para garantizar unas negociaciones en las que Kiev no se vea obligada a ceder. A juzgar por las palabras de Victoria Nuland, es ahí donde pretende ubicarse Estados Unidos, aunque, en realidad, su objetivo precisa de una victoria militar de Ucrania. “El riesgo es que la guerra pase a engrosar las filas de las guerras eternas y termine de una de estas tres maneras: con una derrota, en peores condiciones de las que se podrían haber obtenido antes o en las mismas condiciones pero con un mayor coste humano y económico”, sentencia para finalmente recordar que el flujo de asistencia militar estadounidense ni siquiera ha conseguido descartar los tres peores escenarios: ruptura rusa, guerra eterna y expansión del conflicto. Evitarlas, insiste, depende de la apertura a la diplomacia: “Solo puedes arriesgarte a un todo o nada una cierta cantidad de veces antes de quedarte sin nada”.

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