Artículo Original: Colonel Cassad
La derrota militar de Armenia en la segunda guerra de Karabaj y la probable, aunque aún diputada, victoria de Biden en las elecciones presidenciales estadounidenses han agitado al partido de la guerra en Ucrania, que ha recibido un ejemplo más claro y cercano que la Operación Oluja para eliminar la Krajina serbia. Parecía que ese era el ejemplo paradigmático de cómo “solucionar un conflicto congelado”. Es más, en vistas del colapso del actual orden mundial, este tipo de conflictos continúan reflotando uno tras otro. Hace solo unos días, el ejército marroquí comenzó a intentar resolver pro la fuerza el conflicto con el Frente Polisario en el Sáhara Occidental, mientras que las autoridades de Etiopía lanzaban una campaña militar contra la región de Tigray en el norte del país. Los contratos en papel sirven cada vez menos y la potencia militar y capacidad de utilizarla significa cada vez más.
El debilitamiento de Zelensky a causa de las elecciones locales en Ucrania y las expectativas de una intensificación del conflicto entre Estados Unidos y Rusia, la posibilidad de una solución militar al problema de la RPD y la RPL según el guion de Azerbaiyán ha encontrado su público entre el electorado de Poroshenko y los marginales partidos Nazis. En el contexto de las acusaciones de traición contra Zelensky, la idea de guerra activa en Donbass se considera uno de los “principales éxitos de Poroshenko” que Zelensky no aprecia, ya que “no es un patriota”. Para Poroshenko, fue una forma de consolidar el apoyo de la ultraderecha que, entre otras cosas, le ayuda a evitar causas penales por varios crímenes cometidos desde 2014.
Es evidente que todos comprenden a la perfección que la situación en Karabaj y en Donbass es fundamentalmente diferente: Armenia se encontraba estratégicamente aislada mientras que la RDP/RPL tienen frontera con Rusia y control completo sobre ella, lo que hace posible recibir asistencia significativa si fuera necesario, desde la llegada de voentorg [ayuda militar] hasta el viento del norte [personal militar]. Así que todos los escenarios discutidos para una “campaña en Donbass” normalmente asumen que Rusia no intervendría y que entregaría Donbass (aunque la memoria de 2014-2015 debería servir de memoria para los patriotas ucranianos) o que el Ejército Ucraniano obtendría un éxito decisivo en uno o dos días, lo que impediría o reduciría las posibilidades de ayuda militar rusa a la RDP y la RPL.
En este sentido, la experiencia de Azerbaiyán tampoco es tan prometedora, ya que a pesar de un exitoso avance en el sur en dirección a Jabrayil y Fuzuli, que se produjo más de una semana después del inicio de las hostilidades. Es cierto que el terreno en Donbass es más sencillo, especialmente en el sur, donde hay buenas rutas para utilizar grandes formaciones mecanizadas -blindados y tanques de unidades mecanizadas- por ejemplo en la zona de Volnovaja. Pero todo se reduce a una cuestión de tiempo que el Ejército Ucraniano no puede garantizar solucionar. Y la capacidad de lograr un éxito rápido en los primeros días de la operación sin garantías de no-interferencia de Rusia llevaría a consecuencias derivadas de la intervención de las fuerzas y equipamiento del Distrito Militar Sur, ya fuera abiertamente o de forma híbrida, por lo que no cambiaría el resultado.
El caso de Azerbaiyán hace que sea imposible descartar la posibilidad de que, si Biden gana finalmente, pueda darse un escenario de ataque contra la RPD y la RPL con apoyo indirecto de uno o más países de la OTAN, como ocurrió con Turquía en Karabaj. Objetivamente, también se puede ver como un elemento disuasorio contra la intervención directa o indirecta de Rusia. Se puede entender así la actividad británica en Ucrania, incluyendo los planes de construir bases militares en Ucrania que comentó Zelensky en su viaje a Gran Bretaña y la cooperación técnico-militar con Turquía (incluyendo la producción y compra de drones). Es más, todos en Karabaj han podido ver que la superioridad técnica (con armas suministradas al menos en parte por países de la OTAN) puede decidir el resultado de un conflicto, especialmente si el país que defiende a la región atacada no está dispuesto a actuar de una forma tan dura como sea posible como respuesta.
Rusia ha advertido repetidamente a Ucrania contra ese tipo de planes. Pero periódicamente siguen produciéndose filtraciones de diferentes planes ofensivos, que no han sido abandonados. La experiencia de Azerbaiyán en la guerra de Karabaj hace que sean necesarios algunos ajustes, por supuesto. El nivel de equipamiento militar del Ejército Ucraniano debería corregirse con la compra de equipamiento necesario de los países de la OTAN para conseguir una ventaja táctica aún mayor contra el Primer y Segundo Cuerpo del Ejército de la RPD, aún con inferioridad numérica y de equipamiento de estos frente a las tropas ucranianas. Aunque un ataque rápido diera ciertas ganancias, la tarea de la RPD sería simple: contener el avance del enemigo durante el inicio de la fase intensiva a la espera del despliegue de las tropas del Comando Militar Sur. Ucrania no tiene garantía alguna de que esa intervención no fuera a producirse. Pero tiene la esperanza de que todo cambie con Biden y que la repetición del escenario de Azerbaiyán en Donbass sea aprobado por su administración, que podría tener a muchas personas que participaron activamente en la organización del golpe de Estado y estallido de la guerra civil en Ucrania, tiempos en los que el Ejército Ucraniano sufrió las derrotas de Ilovaisk y Debaltsevo.
Es más, no es un hecho que esa operación se empezara bajo mandato de Zelensky. No es ningún secreto que Biden es más cercano a Poroshenko, con el que lavó dinero robado en Ucrania y quien ayudó activamente a Clinton contra Trump en 2016. La decadencia de Zelensky y los “servidores del pueblo” hace que el escenario del cambio de cromos pase de la categoría de especulación a la de posible. Evidentemente, no habrá ningún Maidan contra Zelensky sin una señal de Washington. Pero si Zelensky pierde el apoyo, no se puede descartar la posibilidad de que los neonazis que se han organizado alrededor de Poroshenko busquen apartar al “presidente traidor”. Y Occidente, como siempre, mirará hacia otro lado ante el cambio de poder si eso favorece sus intereses. Y quienes podrían volver al poder estarían interesados en aplicar la experiencia de Azerbaiyán, lo que afecta no solo a la necesidad de adquirir drones y munición sino la creación de un entorno político favorable que permita lograr un éxito rápido que impidiera llegar a las tropas rusas.
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