La costumbre de utilizar la guerra como argumento para ocultar todos los fracasos y para justificar todos los problemas en la esfera social y económica se ha convertido ya en la norma en Ucrania. Desde los tiempos de Poroshenko, la guerra era la escapatoria para justificar el descenso del nivel de vida de la población del país causado, no por el conflicto armado, sino por las reformas neoliberales que amenazan el tejido industrial que había sobrevivido a las reformas de los años noventa y que garantizaban una mínima estabilidad laboral y salarial.
En un nuevo guiño a la retórica de Poroshenko y su administración, el actual presidente Zelensky ha utilizado, en una entrevista concedida a un medio austriaco, el mismo argumento. Sin gran interés por analizar los problemas económicos del país, agravados por una situación epidemiológica complicándose nuevamente, el presidente de Ucrania prefiere centrarse en la situación en Donbass en unos términos muy similares a los de su antecesor, que ya en 2015 preveía el inminente estallido de unos disturbios por el hambre que jamás se han producido.
Así lo recogía esta semana Vzglyad:
En los territorios de Donbass no controlados por Kiev pueden producirse disturbios a causa de la insatisfacción de la población local con las condiciones de vida, afirmó el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. “Muchas de estas personas están enfermas de coronavirus, estamos lidiando con un desastre humanitario allí”, afirmó Zelensky en una entrevista concedida al medio austriaco Wiener Zeitung.
Según Zelensky, los residentes de la RPD y la RPL pueden ver que los ucranianos de la parte controlada por Kiev viven mejor. “Los mineros en el Donbass ocupado están mal: no reciben salarios normales y se ven obligados a pagar altos precios por el agua y la electricidad. Si la paciencia de esas personas se acaba en algún momento, puede haber disturbios”, cree Zelensky, que sin embargó afirmó que no Ucrania no está interesada en que se produzcan disturbios en la RPD y la RPL porque “el precio es demasiado alto”. “Sé que hay muchas personas allí que son ucranianas de corazón. No quiero que mueran”, alegó.
El jefe de Estado insistió también en que piensa cumplir con su promesa electoral de acabar el conflicto en Donbass con la vuelta de la región a Ucrania. “El cese de hostilidades y la vuelta del territorio ucraniano son mis principales prioridades. No se trata de promesas románticas. Por supuesto, no es fácil. Pero ya hemos conseguido mucho”, afirmó.
Curiosamente, Zelensky utiliza contra Donbass dos argumentos que fácilmente podrían utilizarse en su contra. Las dificultades de los mineros en Donbass son evidentes. Los bajos salarios y las difíciles condiciones de trabajo son algo que las autoridades de la RPD y la RPL no han logrado solucionar. Sin embargo, la situación es la misma en Ucrania, donde continúa una huelga en la región natal del presidente Zelensky, con los mineros atrincherados en el subsuelo de la mina. La privatización de las empresas, que han quedado en manos de oligarcas que buscan beneficios a costa de los salarios de los trabajadores, y la situación de demanda del mercado nacional e internacional son las causas de las dificultades del sector minero a uno y otro lado de la línea del frente. Sin embargo, a esas dificultades hay que sumar el estado de guerra y bloqueo económico al que se enfrentan la RPD y la RPL, aspecto del que no tienen que preocuparse las minas bajo control ucraniano. Aun así, los impagos, los míseros salarios y las malas condiciones de trabajo son una exigencia habitual en las minas ucranianas, problema que el presidente Zelensky prefiere ver únicamente en las minas ajenas.
El otro ejemplo aportado por el presidente ucraniano es aún más claro. Ayer, Ucrania batió su “anti record”, registrando el número más alto de contagiados por coronavirus desde el inicio de la pandemia. Y pese a la facilidad con la que la prensa ucraniana busca problemas en Donbass, no ha habido en estos meses información sobre saturación de la sanidad en la RPD y la RPL, que con el cierre de fronteras y el embargo al que están sometidas, han logrado controlar el número de casos, que a pesar de haber aumentado ligeramente este mes, no ha causado la catástrofe que Zelensky parece querer ver.
Seis años después del inicio de la guerra, sin ninguna rebelión contra las Repúblicas Populares en todo este tiempo en el que la población ha sufrido la guerra, el hambre y la miseria, parece algo ingenuo esperar los disturbios por el hambre que esperaba Poroshenko en 2015. Sin embargo, es más sencillo ver los problemas ajenos que afrontar los propios.
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