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Un intento de no perder al electorado

Artículo Original: Colonel Cassad

Sobre las propuestas de Zelensky de “discutir de quién son Crimea y Donbass” en una reunión entre Zelensky, Trump, Putin, May, Merkel y Macron. Tras las contradictorias declaraciones de Zelensky sobre la “agresión rusa” y la “paz a cualquier precio en Donbass”, la administración presidencial ha sugerido una cumbre de Minsk que consistiría en una reunión entre Zelensky, Putin, Trump, los líderes europeos (Merkel, Macron y May) en Minsk para hacer revivir el proceso de negociación sobre Donbass, que hace tiempo que está en punto muerto. En la agenda, se propone discutir Crimea y Donbass.

Hay que comprender varias cosas. En Kiev son conscientes de que Rusia no va a discutir con nadie la soberanía de Crimea y ese intento de vincular a Crimea y Donbass claramente refleja el discurso estadounidense que habitualmente repite Kurt Volker.

En Segundo lugar, Estados Unidos y Gran Bretaña no están representados en los formatos de Minsk y Normandía. Los intentos anteriores de involucrar a Estados Unidos en el formato de negociación de Donbass se han producido ante las reticencias de los americanos, que prefieren seguir manejando a sus títeres de Kiev sin necesidad de contraer ninguna obligación, al contrario que la Unión Europea y Rusia, que son garantes de Minsk-2, acuerdo que ahora se utiliza activamente para presionar a Moscú a que cumpla Minsk-2 pese a que Kiev abiertamente incumple las condiciones de los acuerdos.

El deseo de añadir a Estados Unidos y Gran Bretaña al formato de negociación refleja la posición oficial de Zelensky, que pretende que Ucrania actúe en las negociaciones “conjuntamente con sus socios internacionales”. Teniendo en cuenta el estado de las relaciones entre Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña, la posibilidad de que se alcance un compromiso en estos términos tiende a cero.

Sin embargo, parece que Zelensky y su equipo no buscan ningún resultado en particular, sino que simplemente buscan la más mundana tarea de no perder al electorado antes de las elecciones [legislativas]. De Zelensky se espera que cumpla sus promesas de lograr la paz en Donbass y finalizar la guerra. Mientras tanto, la guerra de trincheras continúa y, pese a la retirada de Stanitsa Luganskaya, nada ha cambiado la situación en lo que respecta a los bombardeos, los escarceos y la actividad de los grupos de sabotaje.

En las últimas semanas, la retórica de Zelensky sobre el tema de la reconciliación ha estado llena de pinceladas de rusofobia (como la reciente cancelación del telemaratón Kiev-Moscú), heredadas directamente del “partido de la guerra” y del entorno de Poroshenko y sus asociados. Como es evidente, todo eso lleva a la decepción en el sudeste, que dio a Zelensky una gran cantidad de votos para deshacerse de Poroshenko.

Pero la confianza se dio por adelantado y se ha esperado y esperado que Zelensky cumpliera sus promesas de campaña. Las discrepancias entre la retórica pre y postelectoral amenaza unos resultados prometedores en las elecciones, de ahí la mezcla de las pinceladas rusófobas del equipo de Zelensky y llamamientos públicos a la paz. Sin embargo, no es la retórica pública sino las acciones concretas las que son necesarias para que Kiev pare la guerra.

Las actuales propuestas de “ampliar el formato de Minsk” o “diálogo con Putin” están dirigidas a que Moscú las rechace, ya que, en primer lugar, no va a tratar en estos formatos el tema de Crimea y, en segundo lugar, la reunión no se acordaría tras una negociación previa entre los ministros de Asuntos Exteriores, un paso habitualmente necesario para la aprobación de este tipo de eventos. Si se produjera esa reunión de ministros, Ucrania plantearía en ella su postura sobre Crimea y Donbass, lo que dejaría inmediatamente claro que la cumbre no sería más que una repetición de las reuniones de los últimos años con Poroshenko. Y lo que es peor para Zelensky, Moscú ya ha afirmado que no ve diferencia entre Zelensky y Poroshenko, lo que se puede entender como una señal adicional de no votar por el “servidor del pueblo” frente a ciertos remanentes del Partido de las Regiones.

Así que intentando evitar una reunión previa de ministros de Asuntos Exteriores (el ministro Klimkin está “parcialmente despedido”, de “vacaciones políticas”), Zelensky intenta pescar algo del posible rechazo para declarar que “lo ven, yo lo intenté, pero el malvado Putin no quiere paz”. Zelensky trata de justificar ante su electorado las divergencias entre la retórica y la realidad de la continuación de la guerra en Donbass. Desde mayo de 2019, como comandante en jefe y encargado de gestionar el Estado Mayor, la muerte y la destrucción que se produce en Donbass corre a su cargo y, poco a poco, las manos de Zelensky se van manchando de sangre. Es normal que Zelensky intente culpar a Poroshenko y Putin, pero eso hace surgir una contradicción: que Zelensky lleva dos meses como responsable de la guerra y que no ha hecho nada significativo para intentar detenerla.

Si la cumbre de Minsk no se produce, a Zelensky solo le quedará un escenario para demostrar su disposición a cumplir sus promesas: el intercambio de prisioneros, incluidos los soldados ucranianos capturados en el estrecho de Kerch. Pero el Kremlin se ha adelantado, dando a Medvedchuk cuatro prisioneros de guerra de la RPD, lo que dejó claro que Medvedchuk había tomado la iniciativa, dejando a Zelensky en la incómoda posición de tener que reconocer los méritos de Medvedchuk, condenar sus actos o ignorarlos siguiendo la línea de Poroshenko, que llevó a pérdidas electorales. Pero si la nueva propuesta de Minsk fracasa, Zelensky probablemente tendrá que pretender que Medvedchuk no existe e intente negociar el intercambio de prisioneros por su cuenta.

Se puede decir que, pese al breve tiempo en el cargo, Zelensky y su equipo se encuentran con un problema operativo en el que necesitan, a la mayor brevedad, al menos crear la apariencia de estar cumpliendo las promesas de campaña o pueden encontrarse con una composición menos homogénea y menos manejable en el Parlamento, lo que dificultaría la implementación del programa electoral doméstico de Zelensky y también la redistribución de los intereses entre los grupos financieros y oligárquicos que han apoyado al nuevo presidente. Así que, a medida que se acerquen las elecciones, veremos no solo la tradicional histeria rusófoba, sino también llamamientos a la paz, negociaciones e intercambio de prisioneros. Es lo que exigen los intereses electorales. La guerra no se detendrá antes de las elecciones y se seguirá derramando sangre. Y los votantes ucranianos deberían comprender que la culpa ya no es solo de Poroshenko, sino también de Zelensky.

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