Artículo Original: Yevdokia Seremetyeva / Littlehiroshima
-¿Recuerdan a Kozlov, de Jriaschevatoye, que perdió un brazo en un bombardeo? ¿Lo recuerdan?
Jriaschevatoye está situada en la ruta entre Izvarino (frontera entre Rusia y la República Popular de Donetsk) y Lugansk. Era una ciudad fantasma: así era el pasado invierno, cuando circulábamos entre casas destruidas. En cada calle se podía encontrar equipamiento militar quemado: tanques, blindados. Entre las ruinas estaban quienes habían sobrevivido: sin electricidad, sin agua corriente durante alrededor de un año. Estuvimos allí por última vez a principios de abril y volvemos ahora, menos de un año después.
Nada más llegar, nos encontramos con viviendas recién construidas.
-¿Qué es esto?
Son las nuevas viviendas, para el proyecto “100 casas”. Por el momento, se han construido 25 viviendas con este proyecto. Se han construido viviendas de tres tipos y el lugar de las casas depende del número que se hayan registrado.
Circulamos por la localidad despacio, buscando el lugar en el que vivía Nikolai Ivanovich Kozlov, tratando de recrear el lugar con la memoria. Aunque todo ha cambiado mucho, aún sigue habiendo más ruinas que viviendas intactas.
-¿El colegio, lo veis? Lo han arreglado.
El mismo lugar el 24 de enero de 2015
Seguimos intentando encontrar la casa de Nikolai Ivanovich. El 14 de agosto de 2014 perdió un brazo. Después, él y su mujer perdieron su casa. Fue un impacto directo, solo quedaron un par de paredes. Salimos con ellos por la calle. Vivían en casa de unos vecinos que se habían marchado y les habían dejado la casa. Él estaba sentado junto a ella en un banco a la entrada. El viento soplaba mientras ella contaba, en voz muy baja, todo sobre aquel día. Y ponía su mano en la pierna de su marido, en busca de algo que ya no estaba. Y cada vez se encontraba con su rodilla en el lugar en el que habría estado la mano. Un movimiento mecánico. Cuando se daba cuenta, retiraba la mano y se la llevaba a la cara. Luego volvía a hacerlo. Y todo ello mientras hablaba de “nuestra segunda experiencia de guerra”. Nikolai estuvo callado todo el tiempo, pero sus ojos estaban bien abiertos. Su mirada estaba perfectamente clara. Y ella movía sus manos en busca de apoyo.
Cuando llegamos a la casa en la que entonces vivían, no hay nadie. Conducimos al menos en busca de algún vecino que pueda ayudarnos a encontrarlos.
Mira, ahí está la iglesia. Blanca y con una flamante nueva cúpula.
Viviendas recientemente construidas se encuentran frente a frente con otras bombardeadas que aún no han sido reconstruidas.
– Perdone, ¿sabe dónde vive Kozlov?
– ¿Kozlov?
En la calle, la mujer trata de encontrar qué decir.
– Sí, el abuelo Nikolai Ivanovich, que perdió un brazo en el verano de 2014. Su casa fue bombardeada.
– ¡Él murió! Su mujer fue a vivir con sus hijos. Pueden ir allí.
La mujer señala en dirección a la planta eléctrica.
Alla Nikolayevna no nos reconoce.
– El abuelo murió. Murió el 20 de mayo.
Su hija está de pie intentando decir algo. Le doy un momento de pausa.
-Dime, ¿han reconstruido la casa?
-No, no quedó incluida en las primeras 25 casas para reconstruir. Esperemos que entre en la segunda lista.
La hija resultó herida en la propia casa. Tienen una sola habitación en la que viven todos ellos. El tejado gotea constantemente.
La habitación de al lado prácticamente no existe. Pero se están haciendo algunas reparaciones. Aunque no tienen dinero alguno. Es evidente que la familia no era pobre antes de la guerra. Es algo con lo que nos encontramos habitualmente: personas que antes fueron privilegiadas y que ahora intentan sobrevivir como todos los demás.
Sacamos unas fotos junto a Alla Nikolayevna y seguimos adelante para repartir ayuda humanitaria a otras familias. Tuve la sensación de que desde agosto de 2014, Alla había caído en una realidad paralela de la que no ha conseguido salir.
Casi había terminado el artículo cuando, de repente, me acordé. Habíamos estado con los Kozlov dos veces. La primera vez fue a principios de abril. En aquel momento, Alla nos pidió una larga lista de medicamentos y la recogimos. Una lista. Como loca empecé a buscar entre todas mis carpetas: entonces, ¿cuándo volvimos la segunda vez? ¿Cuándo?
Exactamente el 14 de mayo de 2015.
Aquel día, Nikolai Ivanovich no pronunció una sola palabra y Alla Nikolayevna comentó que apenas podía dormir. Todo el tiempo intentaba descifrar qué era todo aquello que le habíamos traído. Usaba gafas, pero me pidió que escribiera en letras muy grandes qué era cada medicina. Y se arreglaba el pañuelo mientras en todo momento seguía pendiente de su marido.
14 de mayo. Exactamente seis días antes.
Jriaschevatoye ha cambiado mucho. Los tanques y blindados calcinados ya han desaparecido. La iglesia y el colegio han sido restaurados. También se han reconstruido viviendas y otros edificios. Los niños corretean por la calle y ha reaparecido la publicidad por todas partes. El tiempo pasará y las ruinas irán desapareciendo a medida que se construyan nuevas viviendas. Pero Nikolai Ivanovich, y otros muchos como él, ya nunca lo verán.

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