Artículo Original: Colonel Cassad
En las conversaciones sobre Donbass, el expresidente de Ucrania Leonid Kravchuk afirmó que el conflicto no se resolverá antes de finalizar 2020 y que posteriormente Kiev “cambiará sus estándares” y exigirá la introducción de nuevas sanciones contra Rusia, entre ellas que sea desconectada de la red de comunicaciones financieras SWIFT. Los motivos para esas “exigencias” son bastante evidentes. Rusia ya ha dejado claro en numerosas ocasiones que no va a encontrarse con el equipo de Zelensky a medio camino y renegociar los acuerdos de Minsk, que en realidad es una forma de hacer concesiones.
Zelensky prometió acabar la guerra en un año. 2019 pasó y ahora pasa 2020 y sigue sin haber paz. Las preguntas al presidente de sus antiguos votantes aumentan, así que Zelensky, como Poroshenko antes que él, se aferra a una práctica estándar: culpar de la continuación de la guerra a Rusia, para lo cual Kravchuk sustituyó a Kuchma y fue enviado al Grupo de Contacto de Minsk. El objetivo es precisamente seguir profanando los acuerdos de Minsk y culpar de ello a Rusia. El exprimer ministro de Ucrania, Vitold Fokin, a pesar de su edad, parece que no lo comprendió, así que tras su nombramiento comenzó inmediatamente a hablar de que hay una guerra civil en Ucrania y que es necesario negociar con la RPD y la RPL, algo que ya exigen los acuerdos de Minsk. La administración Zelensky se deshizo rápidamente de él, ya que el final real de la guerra no es del interés de Zelensky o sus patrones. El destino de los proyectos de Fokin y Sivojo lo muestra claramente, incluso para quienes no quieren comprenderlo.
Ahora que se aproxima otra fecha tope marcada por Zelensky, Kravchuk vuelve a lanzar el tema de la necesidad de concesiones unilaterales por parte de Rusia y amenaza con sanciones. La idea que articula es que no es Ucrania sino Rusia quien debe cambiar su postura de negociación y adoptar la de Ucrania. De lo contrario, Ucrania correrá a quejarse a Estados Unidos para que introduzca nuevas sanciones. Una situación familiar que ya se vivió durante cinco años en tiempos de Poroshenko.
En las actuales circunstancias, estas amenazas están reforzadas por el cambio de gobierno en Washington, donde se espera que Biden y la administración Demócrata llegue al poder y puedan agravar la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia con nuevos paquetes de sanciones y otras herramientas. El cálculo aquí es evidente: pensar que Rusia teme esas sanciones y comenzará a rendirse en su postura en Donbass. Además, la administración Zelensky trata de decidir si algo va a cambiar con los cambios en Washington. A ello se debe también este show.
A pesar de todo, Ucrania no abandonará los acuerdos de Minsk y continuará escenificando una comedia en la que Kiev pretende que intenta cumplir lo imposible. Sin embargo, la postura de Zelensky es bien conocida y los acuerdos de Minsk no se implementarán en su actual forma. Y no hay forma de revisarlos, ya que Rusia no está dispuesta a hacerlo.
En la práctica, todo lo que se ha presentado como progreso ha resultado no ser nada: la “implementación de la fórmula Steinmeier”, las negociaciones del Cuarteto de Normandía y el cambio en la composición de la delegación ucraniana en Minsk. Todo ello se presentó como “pasos importantes”, pero en la práctica no han tenido un impacto significativo en el curso general del conflicto, ya que este se basa en contradictorias lecturas de los puntos de los acuerdos de Minsk.
Como se esperaba, después de las elecciones locales en Ucrania (ante las que Zelensky preparó una tregua temporal para mostrar a sus votantes algunos “éxitos”), el frente en Donbass gradualmente se calienta, el número de ataques aumenta poco a poco (en Leninskoe murieron dos soldados de la milicia popular de la RPD en un día) y Ucrania comienza a hacer ruidos de sable mirando de reojo al ejemplo de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj. En paralelo, aumenta la actividad de la OTAN en Ucrania y en el mar Negro. Así que las declaraciones de Kravchuk están en línea con las actividades de la administración Zelensky y las expectativas de los futuros cambios en la política de Estados Unidos hacia la Federación Rusa ligados a la posible vuelta al poder en Washington de personas que participaron en la organización del golpe de Estado y la guerra civil en Ucrania.
Hasta que se resuelva el cambio de poder en Washington, nadie forzará la situación en Donbass, pero tras la confirmación de Biden, la administración Zelensky se adaptará a los cambios. En los próximos meses se puede esperar una remodelación de la administración Zelensky en la que reaparezcan figuras de la etapa Poroshenko. Además, no se puede descartar la posibilidad de la tan rumoreada posibilidad de que Arsen Avakov alcance el puesto de primer ministro en lugar de Shmygal, protegido de Ajmetov. Ya en tiempos de Poroshenko se vio que Ajmetov tenía un muro en Washington, algo que se vio claramente con el conflicto entre Avakov y Saakashvili.
En caso de un cambio de curso en la dirección ucraniana, en lugar del primer ministro Shmygal, parece lógico el aumento del papel de Avakov en la administración colonial y coincide completamente con la retórica que la administración Zelensky está utilizando últimamente. La cuestión de si Zelensky consiente o no este nombramiento es secundaria: como muestran las historias de la ley de venta de tierras, la Agencia Nacional Anticorrupción y el Tribunal Constitucional, Zelensky, como Poroshenko, sigue las órdenes de Washington o del FMI, dispuesto a ignorar esa ficción que en Ucrania se llama la Constitución.
Así que las declaraciones de Kravchuk son, por una parte, palabrería al estilo Poroshenko y, por otra, pueden verse también como el anuncio de posibles cambios en la aproximación de Kiev a Donbass.
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