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Sin espacio para la diplomacia

“Rusia lanza el mayor ataque de drones y misiles contra Ucrania desde el inicio de la guerra”, titulaba ayer por la mañana la agencia EFE. En la misma línea, AFP insistía en que “Rusia lanzó su mayor ataque con misiles y drones contra Ucrania en más de tres años de guerra”. Ambos medios se basaban en la declaración de Kiev, que desde que comenzó la intensificación de la guerra aérea por parte de los dos bandos -Ucrania continúa utilizando sus drones para poner en peligro la aviación civil rusa y posteriormente jactarse de los retrasos de en los aeropuertos-, ha optado por dar siempre el número total de proyectiles sin diferenciar entre los drones fácilmente destruibles, los señuelos y los misiles. De esa forma, el bombardeo de ayer puede presentarse como más duro que aquellos en los que, en el año 2022, Rusia utilizaba más de un centenar de misiles.

“El mayor ataque se produjo en mi ciudad natal de Lutsk y sus alrededores en el oeste de Ucrania, con unos 10 misiles y 50 drones. No hubo civiles muertos. Los aeropuertos militares de Zhitomir, Járkov y probablemente cerca de Lutsk fueron alcanzados. En Lutsk, solo se informa públicamente de los ataques en una planta y un garaje”, reportó el académico ucraniano-canadiense Ivan Katchanovski. Al otro lado del frente, como informaba Reuters, “un ataque ucraniano en una playa de Kursk, Rusia, deja tres muertos y siete heridos, según el gobernador regional”. Ignorar los efectos de los ataques propios y exagerar los rusos se ha convertido en la práctica diaria. La espectacularidad del calificativo del peor ataque desde la invasión rusa, que se ha repetido varias veces en las últimas semanas debido al creciente uso de drones ante la escasez de interceptores de la defensa aérea ucraniana, es suficiente para garantizar grandes titulares pese a que, como escribió el propio Zelensky, de los 741 proyectiles, haya habido “728 drones de diversos tipos, incluyendo más de 300 shaheds, y 13 misiles: Kinzhals e Iskanders”.

En la misma línea se mostró Yulia Svyrydenko, viceprimera ministra y posiblemente futura primera ministra si Andriy Ermak consigue, como afirman los medios estadounidenses, cesar a Denis Shmygal. “Este ataque ocurre mientras se intensifican los esfuerzos para lograr un alto el fuego y Rusia continúa respondiendo con una escalada”. Clara en el discurso y en sus objetivos y valiéndose de la táctica trumpista de utilizar las mayúsculas para destacar sus exigencias, Svyrydenko añadió que “si ha de haber paz, solo se logrará mediante la disuasión, no con recompensas: sanciones REALES, contra el núcleo de la maquinaria bélica rusa. Contra el petróleo y contra quienes aún lo compran. Cada barril financia más ataques, cada barril financia este eje global que pretende destruir no solo a Ucrania, sino también al mundo democrático. Si la paz es el objetivo, las sanciones deben ser las que dicten el discurso ahora”. La estrategia de incentivos y amenazas que ha aplicado Donald Trump desde su llegada al poder no contenta a Kiev aunque cree haberse beneficiado de ella y aspira a volver a hacerlo muy pronto.

Pese a la naturaleza claramente colonial y la intención recaudadora del acuerdo, la viceprimera ministra ha insistido esta semana en que el principal aliciente -y también amenaza- de Donald Trump para Ucrania, el acuerdo de minerales, no solo es “un paso clave hacia la seguridad de los recursos estratégicos globales, sino un paso absolutamente histórico para la propia Ucrania”. La firma fue finalmente el aliciente ofrecido a Ucrania como sustituto de las garantías de seguridad y forma de mantener a la Casa Blanca implicada en el conflicto tras las amenazas de Trump de interrumpir el suministro de armamento e inteligencia más allá de ese periodo de prueba que utilizó para obligar a Zelensky a aceptar una apertura a la vía diplomática.

En el caso de Rusia, sin la capacidad de cortar el suministro de armas, Donald Trump ha chocado con su incapacidad para obligar al Kremlin a aceptar el acuerdo de alto el fuego sin perspectiva de una resolución definitiva que Rusia exige como prerrequisito para una tregua. Acostumbrado a negociaciones en posición de dictar los términos, la posibilidad del retorno de las empresas estadounidenses a Rusia, el reconocimiento estadounidense -que no europeo- de la soberanía rusa sobre Crimea o del levantamiento de las sanciones estadounidenses -que no europeas- no han sido suficiente aliciente para que Rusia aceptara una vía de negociación con demasiadas reminiscencias de Minsk. Sin embargo, sola y por lo tanto autónoma en esta guerra, Rusia provee sus propias armas a su ejército, por lo que no existe la posibilidad de obstaculizar ese suministro. Reducido prácticamente a la nada el comercio entre los dos países y agotadas opciones consideradas capaces de destruir la economía rusa como la desconexión del sistema internacional de pago Swift, las únicas posibilidades que le quedan a Trump para castigar a Moscú son un aumento masivo de las entregas de armas a Ucrania -lo que entraría en clara contradicción con la promesa trumpista del presidente de paz que aspira al Nobel- u opciones nucleares como las sanciones secundarias por las que aboga Lindsey Graham, que podrían contribuir a alienar aún más a China. De ahí que la prioridad de Trump haya sido, hasta ahora, abogar por una vía diplomática en la que no ha conseguido más que el gesto simbólico de la primera reunión entre Rusia y Ucrania en tres años y una serie de intercambios de prisioneros y de cuerpos de soldados fallecidos.

Pero incluso esa limitada diplomacia ha sido excesiva para Ucrania que, aunque sin dejar de hablar de la necesidad de lograr la paz, no ha dejado de buscar una vía de escape. “Agradezco la reunión y la conversación tan enriquecedora con el papa. Agradecemos todo el apoyo y todas las oraciones por la paz en Ucrania”, escribió Volodymyr Zelensky en otro de sus mensajes del día. “La propuesta de celebrar reuniones a nivel de líderes en el Vaticano sigue abierta y es totalmente posible, con el objetivo de frenar la agresión rusa y lograr una paz estable, duradera y genuina. Actualmente, solo Moscú sigue rechazando esta propuesta, al igual que ha rechazado todas las demás iniciativas de paz”, añadió sin precisar que la única propuesta de negociación que Ucrania acepta es una reunión entre presidentes, una opción factible si una de las partes hubiera ganado la guerra y pudiera imponer los términos, pero no en un caso como el actual, en el que la evidente tendencia a un final no concluyente y el riesgo de guerra eterna hacen preciso un proceso de diálogo en el que tratar las cuestiones profundas que han causado el conflicto y buscar soluciones para los diferentes aspectos que lo conforman.

“Este es un ataque revelador”, afirmó Zelensky sobre el bombardeo de ayer pese a que no haya en él nada de especial, ya que los ataques en ambas direcciones son diarios, “se produce precisamente en un momento en que se han hecho tantos esfuerzos para lograr la paz y establecer un alto el fuego, y sin embargo, solo Rusia sigue rechazándolos”. El comentario es, sin duda, un guiño a la administración Trump, única que ha realizado gestiones para encaminar el conflicto a la vía diplomática. Sin embargo, una serie de llamadas telefónicas, algunas de ellas para tratar temas ajenos a la guerra, entre los presidentes de Rusia y Estados Unidos, diplomacia de lanzadera en busca de una hoja de términos con la que iniciar una negociación y dos reuniones cara a cara entre Rusia y Ucrania en las que la delegación ucraniana no tenía poderes para negociar ningún tema salvo las cuestiones humanitarias difícilmente pueden calificarse de tantos esfuerzos para lograr la paz. Ucrania, que se comprometió a aceptar la posibilidad de un alto el fuego solo bajo la presión de Estados Unidos, insiste en volver a la estrategia de escalada y amenazas de la era Biden. “Nuestros socios saben cómo ejercer presión para obligar a Rusia a pensar en poner fin a la guerra, no en lanzar nuevos ataques. Quienes desean la paz deben actuar”, afirmó Zelensky, insiste en la imposición de sanciones secundarias a los países que comercien con Rusia y también en la necesidad del aumento del suministro militar, en parte para continuar y ampliar sus acciones en territorio de la Federación Rusa. Las constantes menciones a la determinación estadounidense contra Irán nunca han sido casuales.

Minutos antes de que comenzaran a detectarse los primeros Shaheds de la noche, por lo que de ninguna manera puede asumirse una relación causa-efecto, Donald Trump había afirmado que valora seriamente imponer sanciones contra Rusia, declarado ante la prensa que “Rusia dice muchas tonterías” y criticado a Vladimir Putin por ser “siempre muy amable”, pero “no hacer nada”. Los Michael McFaul, John Bolton o Tymofey Mylovanov, que llevan semanas haciendo labores de grupo de presión en busca de sanciones contra Rusia y aumento del flujo de asistencia militar a Ucrania según los términos del plan Kellogg-Fleitz ven un poco más cerca su escenario ideal y la solución militar como la única salida aceptable al conflicto.

“Los políticos, jefes de inteligencia y líderes militares europeos que advierten de un ataque ruso deberían cambiar de actitud. No tiene sentido lamentarse de que Rusia atacará dentro de x años si, hasta ahora, no ha habido valentía para darle a Ucrania todo lo que necesita para ganar. En otras palabras, la mentalidad de perdedor y el catastrofismo deben reemplazarse por una mentalidad de ganador. El mensaje central debe ser: Rusia será derrotada en su guerra de agresión, ¡pase lo que pase!”, escribió Marko Mihkelson, presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento de Estonia con el habitual discurso báltico, cada vez más asumido como propio por otros países europeos. “Cada vez que la Rusia de Putin avanza en Ucrania, la amenaza se acerca a todos nosotros. Y por eso nunca aceptaremos la teoría de que solo los fuertes tienen razón. Los europeos nunca abandonarán Ucrania, nunca”, afirmó Macron ante el Parlamento británico en su visita de Estado de ayer. No fue tampoco la declaración más incendiaria del día. En un debate parlamentario en el que criticó a la izquierda y la derecha prorrusa, el canciller Merz afirmó que el espacio para la diplomacia se había agotado. “Cuando un régimen criminal cuestiona abiertamente el derecho de otro país a existir con la fuerza militar y se propone destruir el orden político de libertad en todo el continente europeo, el gobierno federal que dirijo hará todo lo que esté en su mano para impedirlo”, sentenció acercándose a las posturas más beligerantes de los halcones de la guerra, que, pese al disgusto de hace unos días al conocerse la interrupción temporal de la entrega de algunas armas a Ucrania, vuelven a sentirse en la cresta de la ola.

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