Por las condiciones en las que se está gestando y por los intereses cruzados de los tres principales actores en liza -los países europeos y Ucrania por una parte, Rusia por otra y Estados Unidos arbitrando y marcando el desarrollo y la forma en que ha de realizarse- el proceso de negociación para lograr una apertura diplomática en busca de una resolución para la guerra de Ucrania corre el riesgo de convertirse en un espectáculo en el que las batallas sean más mediáticas que políticas. A juzgar por las últimas imágenes y declaraciones, ese parece ser el objetivo de los países europeos, conscientes de que Volodymyr Zelensky se mueve en ese ambiente como pez en el agua.
Actualmente en la cresta de la ola tras otorgarse a sí mismo el crédito de haber hecho retroceder del borde del abismo de la guerra a India y Pakistán, logrado la liberación de un rehén de nacionalidad estadounidense en manos de Hamas en Gaza, rebajado las tensiones económicas con China y en vías de lograr un acuerdo con Irán, Donald Trump se mostró eufórico el pasado domingo tras conocer la propuesta de Vladimir Putin de iniciar inmediatamente los contactos para detener la guerra de Ucrania. Sin añadir ningún matiz, y sin mención al alto el fuego de 30 días en el que siguen insistiendo los países europeos y el núcleo duro del entorno de Zelensky, el mandatario estadounidense apeló a su homólogo ucraniano a aceptar inmediatamente la invitación del Kremlin a regresar a Estambul. Allí se gestó en abril de 2022 un principio de acuerdo que finalmente no prosperó ante la sensación de Ucrania y sus aliados occidentales, entre ellos el Reino Unido liderado por Boris Johnson, de que podrían desgastar a Rusia y lograr en el frente un resultado más favorable que en los despachos.
Parte del espectáculo que rodea al juego diplomático actual es, por supuesto, el papel de los medios, aparentemente incapaces de recordar lo ocurrido hace tres años y sin interés por realizar un análisis mínimamente riguroso. “Putin insiste en «reanudar» las negociaciones donde rusos y ucranianos las dejaron en 2022, pero es mucho lo que ha llovido desde entonces. Para empezar, el ejército ruso ya no está al norte de Kiev. Si los negociadores rusos vuelven a demandar como entonces que Ucrania se desarme -hasta contar con menos de 100.000 soldados-, incluya la neutralidad en su Constitución, renuncie al despliegue de tropas extranjeras y coloque al ruso al mismo nivel que el ucraniano, entonces las conversaciones fracasarán”, escribía ayer, la agencia EFE en un artículo titulado “Ganar la guerra o la posguerra, el dilema de Putin”. Mucho ha cambiado en el frente y la retaguardia en los tres años transcurridos desde la ruptura del proceso diplomático, no solo en la Casa Blanca, sino también en las condiciones en las que se libra la guerra. EFE destaca las pérdidas territoriales rusas en el norte de Kiev, pero prefiere olvidar que en estos tres años de masivo suministro militar a Ucrania, Kiev no ha logrado lo que esperaba conseguir: romper el frente, aproximarse a Crimea y obligar a Rusia a negociar en posición de debilidad.
“Según algunos analistas, la oferta de negociaciones directas de Putin no fue una contrapropuesta, sino una reacción improvisada en la que el Kremlin ni siquiera consultó previamente con el líder turco, Recep Tayyip Erdoğan”, escribía ayer la agencia EFE, que como el resto de medios occidentales se adhiere a la idea de que Rusia no quiere negociar y que es Zelensky el que está tirando del carro de la diplomacia y cuenta con una estrategia planificada y sofisticada. En realidad, no hay más táctica en la actuación de las capitales europeas y Kiev que tratar de impedir que se llegue a una mesa de negociación sobre la base de la oferta final de la Casa Blanca y antes de que se haya llegado a un acuerdo sobre el futuro rearme de Ucrania, que precisará de armas estadounidenses, y las garantías de seguridad, para las que también se necesita la participación de Washington. Improvisada o no, la rápida respuesta del Kremlin al ultimátum europeo gustó a Donald Trump. “El presidente Putin de Rusia no quiere tener un Acuerdo de Alto el Fuego con Ucrania, sino que en lugar de eso quiere reunirse el jueves en Turquía para negociar un posible final del DERRAMAMIENTO DE SANGRE”. Quizá por casualidad, el presidente de Estados Unidos advierte algo importante: mientras Ucrania busca un parón temporal, Rusia aspira a una resolución. En ese juego, Rusia por un lado y Ucrania y los países europeos por otro luchan por imponer su visión, un alto el fuego con vaga promesas de negociación futura o una negociación de partida en la que haya que tomar decisiones importantes. De quién se imponga en la forma puede depender también qué propuesta ejerce de punto de partida, la estadounidense, más favorable a Rusia pero con aspectos que benefician claramente a Ucrania, o la europea, con serias reminiscencias del acuerdo de Minsk.
Aunque su visión del proceso de negociación, siempre supeditado a un alto el fuego previo, es la planteada por Reino Unido, Francia y Alemania, Kiev es consciente de que quien marca el paso sigue siendo Washington, lo que ha obligado a Zelensky a responder positivamente a la orden implícita de Donald Trump. El presidente ucraniano lo hizo la noche del domingo con un mensaje en el que elevaba la apuesta tras el contragolpe que había supuesto la respuesta rusa al ultimátum europeo. “Esperamos un alto el fuego completo y duradero, a partir de mañana, para sentar las bases necesarias para la diplomacia. No tiene sentido prolongar las matanzas. Y esperaré a Putin en Turquía el jueves. Personalmente, espero que esta vez los rusos no busquen excusas”, escribió con unas palabras mucho más improvisadas que el discurso del día anterior del presidente ruso. Antes de la publicación del mensaje de Zelensky, Rusia había anunciado ya que será Yuri Ushakov quien lidere el equipo negociador ruso, que en sus fases iniciales no incluirá, como no ocurrió en Estambul en 2022 ni ocurre nunca, al presidente. La jugada de Zelensky, más mediática que política, es un farol que no busca obligar a Vladimir Putin a reunirse con él -el presidente ucraniano no ha derogado el decreto por el que se prohíbe negociar con él- sino poder alegar que es el presidente ruso quien no desea negociar. Pese a lo obvio de la maniobra, una exigencia a la que se han sumado Kaja Kallas y otras autoridades europeas, la posible presencia del presidente ucraniano en Turquía también ha recibido buenas palabras de Donald Trump, que no descartó su propia presencia si puede favorecer las negociaciones y “se puede conseguir algo”.
Más allá del juego propagandístico alrededor de la presencia de los presidentes en una ronda de negociaciones que, si se produce, será preliminar, el mensaje de Kiev y sus aliados europeos es claro y no ha cambiado. Todo pasa por el famoso alto el fuego de 30 días, en el que afirman que se podrá medir la voluntad rusa de alto el fuego (y no, por supuesto, la ucraniana, pese a los antecedentes de los siete años de Minsk). “Hoy en Londres para reunirnos con los Ministros de Asuntos Exteriores del formato Weimar+. Juntos, subrayamos que Rusia debe acordar inmediatamente un alto el fuego de 30 días con Ucrania para allanar el camino para conversaciones sobre una paz duradera”, escribió ayer Kaja Kallas, insistiendo otra vez en la única idea que emana actualmente de Bruselas, para añadir, menos de dos días después de que el Kremlin propusiera conversaciones directas con Ucrania, que “Putin debería dejar de jugar y comenzar a hablar seriamente de negociaciones de paz”. El mensaje de Kallas es solo una de las muchas publicaciones europeas e incluso norteamericanas -Keith Kellogg, enviado de Donald Trump, que repetidamente ha exigido alto el fuego como punto de partida- que se aferran a la idea de la tregua previa para evitar un inicio anticipado de las negociaciones de paz de las que tratan de proteger a Zelensky.
En su intento de añadir más presión al ultimátum, Emmanuel Macron dio ayer a Rusia unas horas para aceptar el alto el fuego o pondrá en marcha su amenaza de aumentar el suministro militar a Ucrania, un incremento del flujo militar que también planea realizar aunque se produzca un alto el fuego. También el canciller Merz amenazó con hacer algo que ya se ha mostrado partidario de hacer haya o no alto el fuego, entregar misiles Taurus a Kiev si Moscú no acepta inmediatamente el alto el fuego que le exige Ucrania. Zelensky, por su parte, insiste también en la misma idea. “Esperamos un cese el fuego pleno y verificable a partir de mañana 12 de mayo para que haya base suficiente para la diplomacia. Y espero a Putin el jueves en Estambul”, repitió el domingo por la noche. Con este mensaje, el presidente ucraniano introducía un elemento más, que hace ver más claramente el objetivo propagandístico del ultimátum de alto el fuego. Nadie ha preguntado aún a Zelensky si una reunión directa no es el mejor lugar en el que pactar un alto el fuego y gestionar la forma de verificarlo.
“La oferta de alto el fuego es engañosa, ya que está destinada a ser rechazada. Es una forma de prolongar la guerra y probar más sanciones y armas. De seguir buscando la varita mágica que resultó tan esquiva en los últimos tres años. Si quisieran conversaciones de paz, las aceptarían sin condiciones previas. Putin sabe que ocurrirá tarde o temprano”, escribió ayer el periodista opositor ruso Leonid Ragozin, que reposteaba un mensaje publicado por una de las caras más conocidas de la misión de observación de la OSCE durante la fase caliente de la guerra de Donbass. Canadiense y miembro de la diáspora ucraniana en Canadá, Michael Bociurkiw no puede, de ninguna manera, confundirse con alguien favorable a Rusia y cuenta con la experiencia del intento fallido de la OSCE de monitorizar un alto el fuego que nunca fue completo y que Ucrania utilizó a su voluntad como herramienta de presión en la negociación. “El lunes”, afirmó en referencia a la exigencia de Zelensky de una verificación inmediata que simplemente no existe, “representa un plazo extremadamente corto para iniciar un alto el fuego incondicional. No existe infraestructura sobre el terreno comparable a la de la misión de monitoreo de la OSCE de la que formé parte en 2014/2015. El monitoreo, la verificación y la presentación de informes fiables son cruciales para un alto el fuego exitoso”.
El alto el fuego verificable de 30 días sigue siendo la condición que exige Ucrania para el inicio de una negociación con Rusia. Para ello, no solo exige que Moscú acepte incondicionalmente las órdenes y amenaza con medidas militares y económicas en caso de rechazo, sino que demanda del Kremlin inmediatez y una verificación para la que no existen los medios, una propuesta tan creíble como la última advertencia. Ayer, varios medios ucranianos afirmaban que “si Rusia no acepta el alto el fuego, la Unión Europea puede imponer sanciones contra el Nord Stream 2”. Si quedaba alguna duda de que el ultimátum europeo y el juego de Zelensky con el reto a Vladimir Putin son una muestra de debilidad y desesperación, la amenaza al destruido Nord Stream es suficiente para despejarla.
Comentarios
Aún no hay comentarios.