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Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Rusia, Trump, Ucrania

Acomodar a Trump

A la desesperada y sin la más mínima sutileza, los países europeos, entre ellos Rusia y Ucrania, tratan de adaptarse rápidamente al nuevo ecosistema y adecúan su discurso para acomodarse a las posturas de Donald Trump y evitar ofender al nuevo presiente, cuyas erráticas decisiones suelen guiarse por impresiones y relaciones personales y son susceptibles de cambiar abruptamente. Dinamarca, que se ha encontrado imprevistamente con ser el primer país cuya integridad territorial amenaza la nueva administración estadounidense, ha tratado de anticiparse a los problemas ofreciendo a Estados Unidos una mayor presencia en el deseado territorio de Groenlandia y más acceso militar al territorio, en el que ya dispone de una base. Sin embargo, a juzgar por el resultado de la primera comunicación directa entre los dos gobiernos, la oferta no ha sido suficiente. Financial Times describe una llamada “horrible”, con amenazas, una “ducha de agua fría”. “Antes, era difícil tomárselo en serio. Pero creo que va en serio y es potencialmente muy peligroso”, afirma una de las fuentes anónimas citadas por el medio. Otra añade que Dinamarca se encuentra ya “en modo de crisis”. En su intento de no molestar a un aliado, el Gobierno danés ha negado “la valoración de la llamada que hacen las fuentes anónimas”. Pese a todo, la presión sobre Dinamarca, aliado de la OTAN, continúa y Donald Trump ha insistido en que “al final, los daneses cederán”.

La actuación danesa es el reflejo de los pasos que están dando tanto la OTAN como otros países europeos. Hace tiempo que Volodymyr Zelensky comprendió que su discurso debía ser modificado para introducir en él la idea de la paz justa, un constructo que implica paz únicamente si Ucrania logra sus maximalistas objetivos (inasumibles para Rusia salvo en unas condiciones de verse militarmente derrotada), pero que ha sido suficiente para convencer a Donald Trump de que busca el final de la guerra. Apenas unas horas después de que el presidente ucraniano se mofara y distorsionara gravemente los términos que se negociaron durante el proceso de Estambul en 2022, el líder estadounidense afirmó otra vez que “Zelensky está preparado para negociar un acuerdo. Le gustaría acabar esto”, afirmó.

Esta semana, Volodymyr Zelensky ha sido más explícito que de costumbre al referirse al tipo de diplomacia que espera de la Casa Blanca. El presidente ucraniano ha insistido en que desea lograr la paz este año, pero solo si se trata de forma “justa”, lo que implica una serie de concesiones que Ucrania espera, no de su enemigo ruso, sino de sus aliados. “«Poner fin a la guerra debería ser una victoria para Trump, no para Putin», dijo a Bloomberg, añadiendo que sin garantías de seguridad fuertes e irreversibles de Estados Unidos y Europa, un alto el fuego podría permitir a Rusia rearmarse y renovar su ofensiva. «La única pregunta es qué garantías de seguridad y honestamente quiero tener entendimiento antes de las conversaciones», dijo”, escribía esta semana The Kyiv Independent citando la entrevista concedida por el presidente ucraniano a Bloomberg. Añadiendo la obligada frase de que desea lograr la paz “este año”, Zelensky insistió en que lo importante son los términos que Ucrania pueda conseguir en la negociación, que, como ha insistido el líder ucraniano, ha de producirse primero con Estados Unidos, después con los países europeos y finalmente con Rusia.

Los términos son también más importantes que la rapidez para Rusia. “Me gustaría entender en qué se basará EE.UU. para avanzar hacia un acuerdo”, afirmó el viernes Sergey Ryabkov. En referencia a las palabras de Keith Kellogg, que se ha dado tres meses para lograr la paz o una negociación -sus términos nunca han sido claros, lo que no da excesiva confianza sobre la existencia de algún tipo de plan de acción para lograr el objetivo-, el viceministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa añadió que “si se guía por las señales que hemos escuchado en los últimos días, no funcionará en 100 días o más. Si hay más realismo en su política, entonces tal vez comience un cierto proceso, cuyo ritmo también es difícil de predecir hoy en día”. Rusia parece ser consciente de que no existen las bases necesarias para que sea posible un acuerdo diplomático entre los dos países y también de que el conocimiento de Donald Trump sobre la guerra es francamente limitado. En los apenas cinco días que lleva en el cargo, el presidente estadounidense ha dado diferentes cifras de bajas y se ha adherido a la fallida estrategia de las sanciones para conseguir automáticamente que Rusia se vea obligada a dejar de luchar. Hacer caer el precio del petróleo, como afirma Trump, requeriría una actuación extrema de la OPEP, que no solo afectaría a Rusia, sino también a Estados Unidos, correría el riesgo de destruir las economías de países como Arabia Saudí y de crear el caos en el mercado mundial de energía.

Pese a las amenazas, a la reescritura de la guerra a partir de un guion imaginario y la clara ausencia de una idea concreta sobre la que construir un proceso diplomático, también Rusia trata de acercarse a Donald Trump. Lo hace por medio de su presidente, que el viernes destacó la buena relación de trabajo que ambos mantuvieron durante el tiempo en el que coincidieron en el poder, e incluso adoptando una de las teorías de la conspiración del actual líder estadounidense. “No puedo estar en desacuerdo con él en que si hubiera sido Presidente, si no le hubieran robado la victoria en 2020, tal vez la crisis de Ucrania que surgió en 2022 no se habría producido. Aunque es sabido que Trump, durante su primer mandato como Presidente, también impuso un importante número de restricciones, las más en aquel momento, contra Rusia. No creo que fuera una decisión que correspondiera a los intereses no solo de Rusia, sino también de los propios Estados Unidos”, afirmó Putin, que prefiere no recordar que la política de Trump en su primera legislatura fue exactamente la misma que la de Obama-Biden. Es más, fue el presidente Republicano quien entregó a Ucrania las primeras armas ofensivas, los deseados sistemas antitanque Javelin. En su negociación con Rusia, para la que Trump envió al halcón Kurt Volker, entonces parte del Instituto John McCain, la postura estadounidense fue también marcadamente similar a los tiempos de Victoria Nuland.

La mala experiencia con Joe Biden, que simplemente rechazó negociar, y la postura del trumpismo hacia la OTAN hace más factible que Rusia sea capaz de lograr un acuerdo con Donald Trump que con su predecesor. La administración Republicana, especialmente quien va a ser el subsecretario de Defensa, no ve la OTAN como una herramienta de expansión de la democracia y los valores occidentales, algo que no es prioritario para la actual Casa Blanca, sino como una garantía de que no habrá en Europa un bloque contrahegemónico, es decir, contra Estados Unidos. Aunque los países europeos y el Partido Demócrata insisten en que la guerra es la expresión del imperialismo ruso, hambriento de más territorio, las posturas de Moscú y Kiev demuestran que no se trata de la tierra sino de la arquitectura de seguridad. Conseguir la entrada en la OTAN o presencia continuada de tropas de la Alianza es la prioridad para Kiev, que considera ese aspecto más importante que su integridad territorial. Desde el punto de vista ruso, garantizar la detención de la expansión de la OTAN y conseguir de Estados Unidos el compromiso de neutralidad de Ucrania es el objetivo principal desde la primavera de 2022. En aquel momento, Rusia se mostró dispuesta a abandonar prácticamente toda la expansión territorial obtenida desde el momento de la invasión (a excepción de Donbass) a cambio de la neutralidad ucraniana y garantías de seguridad para ambos países.

La voluntad rusa de negociar sobre la base del comunicado de Estambul (aunque teniendo en cuenta la situación actual) apunta al mismo objetivo. La percepción, quizá equivocada, de que Donald Trump es más receptivo a ese argumento es el principal motivo de los halagos a Donald Trump a pesar de las amenazas de sanciones, manipulaciones sobre quién se niega a negociar -Zelensky no ha revocado el decreto que hace ilegal dialogar con Vladimir Putin- o incluso el comentario histórico con el que el presidente estadounidense acompañó su post con la orden a Rusia de detener la guerra. Rusia -no la Unión Soviética- ayudó, según Trump, a Estados Unidos a ganar la Segunda Guerra Mundial y no al revés,  un comentario que, en otras condiciones, habría sido considerado inaceptable para Moscú, pero que, en esta ocasión, el Kremlin ha preferido pasar por alto. También se ha perdonado a Trump las palabras con las que el presidente estadounidense ha calificado la guerra de “ridícula”. También en eso, Rusia y Ucrania han optado por una actitud similar y Bankova ha preferido evitar comentar la última afirmación de Donald Trump, que ha adjudicado a Zelensky parte de la culpa por el estallido de la guerra y ha insistido en que “no es un ángel”.

No alienar a Donald Trump implica actualmente aceptar amenazas, soportar comentarios ofensivos e incluso dejar al puerta abierta a concesiones que se consideran inaceptables siempre que eso suponga lograr del presidente de Estados Unidos una opinión favorable. Para Ucrania, todo se reduce a lograr una adhesión de iure o de facto a la arquitectura de seguridad occidental, mientras que, para Rusia, el objetivo es exactamente el contrario. Aunque para lograrlo, Kiev y Moscú estén optando por la misma estrategia de comunicación, buscar un acomodo, camino que también ha tomado la OTAN, que ha mostrado una actitud aún más servil y desesperada, y se ha ofrecido incluso a subvencionar a la industria militar estadounidense a cambio de que Washington continúe poniendo a disposición de Ucrania las armas para continuar la guerra.

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