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Alemania, Estados Unidos

Seguridad, exigencias territoriales y diplomacia

“Las autoridades ucranianas llevan meses diciendo que no cederán territorio ocupado por Rusia en ningún acuerdo de paz. Ahora, mientras Ucrania contempla un calendario acelerado para las negociaciones impulsado por el presidente electo Donald J. Trump, está dando al menos tanta importancia a la obtención de garantías de seguridad como a dónde podría situarse una eventual línea de alto el fuego”, escribía el miércoles The New York Times en el enésimo presagio del inicio de algún tipo de diplomacia que busque el final de la guerra o, por lo menos, un armisticio que permita que pueda comenzar la reconstrucción y la población pueda volver a la vida civil. La coyuntura política, la fatiga nacional e internacional de la guerra, las dificultades para continuar suministrando la cantidad de armamento que requiere mantener el statu quo actual y la creciente certeza de que Kiev no será capaz de conseguir sus objetivos militares hacen que cada vez alcance más presencia en los medios de comunicación la sombra de la diplomacia. Por el momento, las llamadas al alto el fuego y la negociación siguen siendo mínimas y quienes defienden la posibilidad de iniciar conversaciones lo hacen desde una idea básica compartido por Volodymyr Zelensky y Donald Trump, la paz por medio de la fuerza, es decir, intensificar la guerra para mejorar la posición negociadora de Ucrania.

Incluso en sus momentos de mayor debilidad política, los líderes occidentales regresan al diálogo con exigencias imposibles. Ayer, apenas cuatro días después de anunciar la intención de ponerse en contacto con su homólogo ruso, Olaf Scholz conversó por primera vez en dos años con Vladimir Putin. En las últimas semanas, el canciller alemán se había desmarcado de sus aliados europeos, especialmente de Francia y el Reino Unido, con una postura que no abogaba por presionar a Joe Biden para levantar el veto del uso de armamento occidental contra territorio ruso, sino por tratar de avanzar hacia la diplomacia. La difícil posición en la que han quedado los partidos que hasta ahora formaban parte de la coalición de Gobierno, que ha llevado a su colapso, unida a las consecuencias económicas que ha tenido la guerra para Alemania han incentivado el reciente intento de Scholz de recuperar la vía del diálogo. El canciller alemán sugirió incluso que trabajaba en un plan similar a los acuerdos de Minsk que pudiera lograr un alto el fuego. La mención al odiado acuerdo de paz firmado en 2015 y que Ucrania nunca tuvo intención de cumplir y el absoluto desinterés por la diplomacia por parte de las demás potencias occidentales hizo que la propuesta de Scholz fuera completamente ignorada por las capitales europeas, la actual administración estadounidense e incluso por el equipo de Donald Trump, que en su voluntad por no desvelar cómo pretende lograr el final de la guerra, no se ha manifestado ni a favor ni en contra de la única proposición de negociación que se ha producido en Europa en más de dos años.

«El canciller Scholz me dijo que tenía previsto llamar a Putin. Su llamada, en mi opinión, abre la caja de Pandora. Ahora puede haber otras conversaciones y llamadas telefónicas», afirmó un enfadado Zelensky, que añadió que «esto es exactamente lo que Putin ha buscado durante mucho tiempo. Para él es fundamental debilitar su aislamiento, así como el aislamiento de Rusia, y mantener meras conversaciones que no llevarán a ninguna parte. Lo ha estado haciendo durante décadas». Toda apertura a la diplomacia ha de ser condenada.

Los detalles son escasos, pero se conoce que Scholz y Putin mantuvieron ayer una conversación telefónica de alrededor de una hora, en la que el canciller alemán condenó la invasión rusa y exigió al presidente ruso la retirada de las tropas y voluntad de negociar “una paz justa y duradera”. En un momento en el que a diario se constata la captura de nuevas localidades en Donbass y Ucrania se enfrenta a una situación cada vez más grave en el sur de Donetsk, los aliados de Kiev continúan, al menos públicamente manteniendo el discurso maximalista que ha alargado al guerra hasta la actualidad. No parece casualidad que Scholz haya utilizado la expresión paz justa, una idea repetida por Zelensky para definir una victoria completa de Ucrania en la que se atendiera exclusivamente a las exigencias de Kiev, sin concesiones territoriales y sin mención a los derechos de la población reconquistada. Curiosamente, también quienes desde el otro lado del Atlántico dicen abogar por avanzar hacia el final de la guerra lo hacen en términos comunes a los del presiente ucraniano, en este caso con la expresión “paz por medio de la fuerza”, un concepto que Zelensky ha adoptado desde que demandar el levantamiento del veto al uso de misiles occidentales contra objetivos en la Federación Rusa se ha convertido en el centro de su discurso.

La especulación sobre la posibilidad de una resolución diplomática continúa centrada en la idea de paz por territorios y garantías de seguridad que varios medios han publicado en el último año. “Con las fuerzas ucranianas perdiendo terreno de forma constante en el este, dos oficiales de alto rango afirmaron que la defensa de los intereses de Ucrania en las posibles conversaciones no dependería de los límites territoriales, que probablemente determinen los combates, sino de las garantías que existan para que se mantenga un alto el fuego”, explica The New York Times, que cita a Roman Kostenko, presidente de Comité de Defensa e Inteligencia del Parlamento de Ucrania, añadiendo que “las conversaciones se tienen que basar en las garantías”, ya que “no hay nada más importante”. El artículo entiende de esa afirmación que se ha producido una relajación de las exigencias territoriales de Kiev, que priorizaría la obtención de garantías de seguridad de sus aliados por encima de la recuperación de los oblasts perdidos o el restablecimiento de la integridad territorial según sus fronteras internacionalmente reconocidas, hasta ahora el objetivo principal de Kiev.

Este punto de vista, al igual que la postura de los líderes occidentales, que en ningún momento reconocen el error de no haber favorecido la negociación entre las partes en la primavera de 2022, cuando el acuerdo era posible, las exigencias territoriales rusas eran mínimas y gran parte de la destrucción aún no se había producido, ignora cuestiones importantes. En aquel momento, fueron los países occidentales, concretamente Estados Unidos y el Reino Unido, los que filtraron a la prensa su rechazo a las garantías de seguridad que negociaban Rusia y Ucrania.

“Ucrania fija sus fronteras basándose en su declaración de independencia de 1991. Desde entonces, Rusia se ha hecho con el control de cerca del 20% del territorio ucraniano, pero Kiev no renunciaría formalmente a reclamar ningún territorio bajo ocupación rusa, según Kostenko. Ese parece ser el planteamiento que Ucrania está adoptando para justificar cualquier posible acuerdo en el que Rusia mantenga el control del territorio ucraniano”, escribe The New York Times sin explicar en ningún momento que esas garantías de seguridad son una forma de decir acceso a la OTAN, una condición que hace inviable para Rusia cualquier negociación. En otras palabras, el artículo del medio estadounidense es la enésima reformulación de la vía alemana, es decir, la adhesión a la OTAN según las fronteras de facto a la espera de la recuperación futura de los territorios perdidos. Aunque esa idea es imposible de imponer a Rusia en las condiciones actuales del frente, cuando es Ucrania quien ese encuentra a la defensiva y tratando de impedir el colapso de partes del frente, este tipo de propuestas son presentadas actualmente como soluciones de compromiso sin necesidad de explicar tampoco que no hay consenso a la hora de invitar a Ucrania a la Alianza.

Pese a la insistencia de los medios occidentales, que claramente sugieren que no hay confianza alguna en la capacidad de Ucrania de no perder la guerra, cada artículo que presenta este tipo de ideas viene irremediablemente acompañada por un desmentido de Kiev, que insiste en que sus condiciones no han cambiado. “Ucrania está luchando por la liberación de todos los territorios arrebatados por Rusia en la última década y cualquier afirmación de que el país está cambiando el énfasis en la guerra, dando prioridad a la seguridad en lugar de a la tierra, es falsa”, afirmó ayer el ministro de Defensa de Ucrania Rustem Umerov. “Al invitar histéricamente a un contingente extranjero (norcoreano) a su guerra, Rusia se ha trivializado. O la «entidad Putin» una vez más con placer se ha humillado a sí misma. Así que, cuando sigues hablando de la necesidad de hablar/acordar/renegociar con la Federación Rusa (incluso en sus bárbaros términos), es porque… estás acostumbrado a tenerle miedo. Tener miedo, como resultó, en vano”, añadió, en su habitual estilo histriónico el asesor de la Oficina del Presidente Mijailo Podolyak. La insistencia en calificar al presidente ruso de entidad Putin, la referencia a la histeria pese al estoicismo que ha mostrado Rusia en la cuestión de Kursk y la habitual pataleta en cada ocasión que un medio de comunicación considerado amigo publica una sugerencia de la necesidad de limitar los objetivos muestra que es Occidente quien trata de imponer esas condiciones. No es Ucrania quien está dispuesta a sacrificar una parte de sus objetivos a cambio de garantías de seguridad, sino que son los aliados de Kiev los que tratan de rebajar unas expectativas que nunca fueron realistas. Tampoco cuando Occidente apoyó a Ucrania en su voluntad de continuar optando por la guerra como única resolución posible al conflicto.

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