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Estados Unidos, OSCE, Putin

¿Y ahora, qué?

“La situación en el frente es obvia, se ha producido una derrota militar”, sentenció el viernes Viktor Orbán, uno de los líderes mundiales más felices por la victoria de Donald Trump, bajo cuya administración “los americanos se van a marchar de esta guerra”. Muy repetidas en las últimas horas por la prensa, las palabras de Orbán se basan únicamente en sus sensaciones y no en ninguna información concreta. El equipo de política exterior de Donald Trump aún no se ha anunciado y serán esos perfiles quienes determinen cuál será el rumbo que pretenda tomar la administración Republicana con respecto a la guerra de Ucrania.

En la misma línea que Viktor Orbán, aunque en su caso como crítica y no como halago, se ha mostrado Kurt Volker. “Creo que Trump llamará a Putin lo antes posible y le dirá que la guerra tiene que parar, que los combates tienen que terminar y que tiene que haber paz. Y eso iniciará una discusión sobre cómo hacerlo. Y mis expectativas son que Putin tenga exigencias”, ha afirmado quien ocupara durante la primera legislatura de Trump el trabajo que había realizado Victoria Nuland bajo el mandato de Obama-Biden. Veterano de la Fundación John McCain, Volker fue, durante meses, el enviado de Donald Trump en una negociación directa con su homólogo ruso Vladislav Surkov para tratar de resolver la cuestión de Donbass. Volker, que jamás tuvo una palabra de simpatía por la población de Donbass, única que en territorio ucraniano sufría el día a día del estado de ni guerra ni paz, llegó a Ucrania con la misma visión del conflicto y las mismas exigencias para resolverlo. Al igual que Nuland, nunca presionó a Kiev para que implementara los acuerdos de Minsk y desbloqueara la resolución de un conflicto que el Gobierno ucraniano no estaba dispuesto a cerrar a costa de concesiones (que en aquel momento no eran territoriales, sino políticas), por lo que finalmente abandonó el puesto sin haber logrado más resultado que ganar tiempo para Ucrania, uno de los objetivos de los acuerdos de Minsk. Sin embargo, a pesar del nada exitoso paso por el conflicto ucraniano, Volker sigue siendo tenido en cuenta por los medios de comunicación como una opinión cualificada.

La preocupación reina entre expertos y think-tankers estadounidenses y líderes europeos, aunque la prensa trate de matizar el desinterés Republicano por Ucrania que hasta esta semana habían utilizado como argumento para movilizar el voto Demócrata. El objetivo ya no es lograr un resultado electoral, sino convencer de la necesidad de permanecer al frente de la guerra de Ucrania. “Ni siquiera Donald Trump puede permitirse perder la guerra de Ucrania”, titula Foreign Policy, que cuenta en su artículo con dos fuentes interesantes. “«Rusia destruyó gran parte del sistema energético del país, por lo que millones de ucranianos pueden encontrarse en sus casas sin calefacción, electricidad ni agua durante el invierno», declaró Oleksandra Matviichuk, abogada ucraniana y Premio Nobel de la Paz. «Conseguir el número adecuado de sistemas y misiles es fundamental para cerrar el cielo y proteger a las ciudades pacíficas y a los civiles de este escenario crítico»”, escribe olvidando mencionar que la ganadora del premio por la paz ya exigía a Estados Unidos armas para luchar contra Rusia en el verano de 2014, cuando la población de Donbass suplicaba a Rusia apoyo para enfrentarse a la agresión ucraniana.

Por aquel entonces, previo acuerdo con Ucrania y también Rusia, la Organización para la Seguridad en Europa (OSCE) llevaba ya varios meses sobre el terreno. “La Misión Especial de Observación era una misión civil no armada que operaba sobre el terreno 24 horas al día, 7 días a la semana, en Ucrania. Sus principales tareas eran observar e informar de manera imparcial y objetiva sobre la situación de la seguridad en Ucrania, y facilitar el diálogo entre todas las partes del conflicto”, explicó la organización al anunciar su finalización tras la invasión rusa. Cuestionada desde el principio por la población de Donbass, la percepción de favoritismo hacia Kiev provocó a lo largo de los años varios episodios de tensión y manifestaciones frente al hotel del centro de Donetsk en la que se alojaban los observadores.

“«Ha sido realmente desalentador ver la falta de firmeza en Washington y en otros lugares», dijo. «Los autócratas se aprovechan de las líneas difusas. Putin está pinchando y probando el tejido blando. La inacción de Occidente, negando el permiso a Ucrania para atacar dentro de Rusia en las plataformas de lanzamiento, ha dado una gran ventaja a Rusia»”, afirma Foreign Policy citando a su segunda fuente, Michael Bociurkiw, una de las caras más conocidas de aquella misión durante la fase más caliente de la guerra de Donbass y que ahora, desde un think-tank financiado por la OTAN, continúa su trabajo de exigir la intensificación de la guerra.

“No está claro que Trump comprenda del todo lo grave que es la situación en Ucrania, ni lo serias que serían las consecuencias para Washington y sus aliados”, escribe el artículo. En realidad, algunas de las declaraciones del candidato Republicano durante la campaña sí dan un indicio de su grado de comprensión. Utilizando la palabra “demolida” para describir el estado del país, Trump calificó todas las ciudades ucranianas de “destruidas”. “La población está muerta y el país está en los escombros”, añadió de una forma que describe más al estado en el que Israel ha dejado Gaza que la situación de las ciudades ucranianas que no se encuentran en los alrededores del frente. La destrucción es indudable en las infraestructuras y en lugares del este del país, pero la generalización de esa imagen al resto del Estado muestra una clara incomprensión de la guerra.

“Las posiciones de Trump también pueden ser cambiantes e inciertas. Tal vez tenga acceso a alguna información interna de la que carecemos el resto de nosotros. Pero ante la posibilidad de que Trump esté simplemente escupiendo, alguien de su círculo íntimo tiene que agarrarlo ahora mismo y martillear el mensaje: Estados Unidos necesita que Ucrania gane”, sentencia Foreign Policy poniendo sus esperanzas en el círculo cercano al presidente electo.

“«Cualquiera -no importa lo cerca que esté de Trump- que afirme tener una visión diferente o una ventana más detallada de sus planes sobre Ucrania simplemente no sabe de lo que está hablando o no entiende que él toma sus propias decisiones en cuestiones de seguridad nacional, muchas veces en el momento, particularmente en un tema tan central como este», dijo un ex asesor del Consejo de Seguridad Nacional de Trump»”, afirmaba estos días The Wall Street Journal, aparentemente con más contactos entre quienes intentan hacerse un hueco en el equipo de política exterior de Trump.

“Una idea propuesta dentro de la oficina de transición de Trump, detallada por tres personas cercanas al presidente electo y de la que no se había informado anteriormente, implicaría que Kiev prometiera no unirse a la OTAN durante al menos veinte años”, escribe el medio para describir una de las propuestas que habría recibido Donald Trump de una de las diversas facciones del círculo del presidente electo que luchan entre ellas por mostrarse como mayoritaria e imponer su visión de la política exterior.

Superficialmente, esta propuesta que publica The Wall Street Journal parecería la formulación que habían temido Ucrania y sus aliados europeos, que buscan la forma de aumentar su aportación militar para garantizar que Kiev pueda seguir luchando incluso si el suministro estadounidense comienza a limitarse. Sin embargo, la idea de congelar el conflicto y crear una zona desmilitarizada, un planteamiento excesivamente similar a los acuerdos de Minsk para poder ser considerado viable, contiene una contrapartida. “A cambio, Estados Unidos seguiría suministrando armas a Ucrania para disuadir un futuro ataque ruso”, añade el artículo, que en realidad presenta lo que Richard Grennell, uno de los asesores de política exterior de Trump, ya afirmó hace meses. El objetivo es obligar a Rusia y Ucrania a negociar utilizando el suministro de armamento como incentivo para Kiev y amenaza para Moscú.

En su aparición en el Club Valdai, en el que el presidente ruso felicitó a Trump por su victoria -aunque no lo ha hecho formalmente por medio de un comunicado o conversación directa, ya que Estados Unidos ha sido calificado de “país no amistoso-, Vladimir Putin se refirió a la posibilidad de negociar con Ucrania. A la pregunta de Fyodor Lukyanov sobre si podrá haber negociaciones sobre las fronteras tras la aceptación ucraniana de la neutralidad, el presidente ruso respondió insistiendo en la cuestión de la OTAN y no tanto en la territorial. “Si no hay neutralidad, es difícil imaginar la existencia de ningún tipo de buena relación entre Rusia y Ucrania”, afirmó Vladimir Putin, que añadió el motivo. “Significaría que Ucrania sería constantemente utilizada como herramienta en manos ajenas y en detrimento de los intereses de la Federación Rusa”. Sin neutralidad, es decir, sin renuncia a la OTAN, no existirían para Rusia “las condiciones para la normalización de relaciones”.

“Putin deja claro que la neutralidad de Ucrania no está en discusión, mientras que las nuevas fronteras de facto de Ucrania sí lo están”, comentó Leonid Ragozin, que añadió que “seguirá esperando hasta que Occidente (que sigue creyendo en parte en la falsedad propagandística belicista de que «esto no va de la OTAN») se dé cuenta de ello y pase finalmente de negociar sobre la neutralidad a salvar lo que sea factible salvar con respecto de la integridad territorial de Ucrania. El problema es que es probable que Ucrania pierda mucho más territorio antes de que eso ocurra”. Los sacrificios realizados, los avances tan duramente luchados y las pérdidas que se han producido en este tiempo hacen imposible subestimar la cuestión territorial, aunque Ragozin detecte correctamente que detener la expansión de la OTAN a Ucrania es la principal prioridad de Rusia. Moscú ha dejado claro que continuará luchando hasta llegar a las fronteras administrativas de Donbass. En 2022 en Estambul, Rusia se mostró dispuesta a abandonar todos los territorios capturados más allá de Donetsk y Lugansk a cambio de la paz, neutralidad de Ucrania con garantías de seguridad y el levantamiento de sanciones. Ahora, las fronteras han cambiado ligeramente y con ellas también las exigencias territoriales rusas, aunque no la voluntad de Moscú de volver a dialogar sobre la base lo negociado hace dos años en Turquía.

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