Volodymyr Zelensky había puesto sus esperanzas en esta semana, en la que debía tener la oportunidad de presentar su Plan de Victoria a los jefes de Estado y de Gobierno de sus principales aliados y proveedores, que escucharían de primera mano la lista de armamento que Ucrania espera recibir de ellos en los próximos meses y las acciones que cada uno deberá emprender para cumplir con las demandas ucranianas. El presidente ucraniano sigue insistiendo en sus apariciones mediáticas en que la guerra puede y debe acabar a la mayor brevedad. Ayer mismo, Zelensky afirmó que “en octubre, noviembre y diciembre, tenemos una oportunidad real de hacer avanzar la situación hacia la paz y la estabilidad a largo plazo”. Con Ucrania sufriendo en Kursk y retrocediendo en Donbass e incluso en Járkov, donde Rusia se aproxima poco a poco al río Oskol, del que tuvo que huir en la caótica retirada de septiembre de 2022, su peor derrota en esta guerra, el frente no llama al optimismo para Kiev. Esa es, sin embargo, la imagen de confianza que quiere dar el líder ucraniano, que añadió que “la situación en el campo de batalla nos brinda la oportunidad de hacer esta elección: una elección a favor de una acción decisiva para poner fin a la guerra a más tardar en 2025”.
El marco militar en el que se encuentra actualmente el conflicto deja dos posibilidades para que Ucrania pueda conseguir, al menos parcialmente, los objetivos que se ha marcado. Ningún país quiere perder, o incluso empatar, ninguna guerra y Zelensky ya no presenta a sus aliados un plan de paz sino uno de victoria, por lo que esa acción decisiva habría de dirigirse a conseguir ese triunfo, algo que puede conseguirse por la vía de un acuerdo o por la intensificación masiva de la guerra, empezando, por supuesto, por obtener el ansiado permiso para atacar objetivos en cualquier territorio de la Federación Rusa utilizando misiles occidentales que también deberán entregar -y en amplias cantidades- determinados países.
El presidente ucraniano no podrá presentar sus planes al grupo de Ramstein esta semana como estaba previsto, ya que las consecuencias del huracán Milton han obligado a Joe Biden a permanecer en Estados Unidos y mostrar su aspecto más presidencial. La ausencia del presidente de Estados Unidos durante un episodio en el que ya se han reportado muertes podría suponer un momento Katrina para el Partido Demócrata en una fase clave de la campaña electoral, por lo que la administración de Biden se ha visto obligada a priorizar su agenda interna frente a la de política exterior. La reunión, en la que Olaf Scholz aspiraba a reunirse con Joe Biden, Keir Starmer y Emmanuel Macron para perfilar la estrategia común, ha quedado pospuesta y, aunque todo indica que se celebrará pronto, ya ha sido sustituida por una gira relámpago en la que Volodymyr Zelensky ha visitado ya Croacia, Italia, Reino Unido y Francia. “El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky se reunió el jueves con el presidente francés Emmanuel Macron en París, en el marco de una gira europea destinada a conseguir más apoyo occidental antes de las elecciones presidenciales estadounidenses”, escribía ayer France Presse, introduciendo la clave electoral que ya está marcando la actuación de Ucrania.
Las dos opciones con las que la guerra puede terminar con rapidez -el acuerdo y la escalada- dependen en buen grado del resultado de los comicios que se celebran en Estados Unidos la primera semana de noviembre y que posiblemente sea uno de los motivos por los que Zelensky intenta mantener su discurso a medio camino. En la primera fase de su viaje, en Croacia, el presidente ucraniano afirmó que el primer punto de su Plan de Victoria es la OTAN, lo que automáticamente hace inviable cualquier paz por medio de un acuerdo. En la segunda parte, en Londres, Zelensky confirmó una vez más que la Alianza es parte integral de esta guerra al reunirse, no solo con el primer ministro Starmer, sino también con el recién nombrado Secretario General de la OTAN Mark Rutte. El resultado de esa reunión fue, según la prensa británica, que vuelve a estar sobre la mesa la posibilidad de que el Reino Unido envíe pequeños contingentes de tropas para realizar la instrucción de soldados ucranianos en el país. Según recogían ayer varios medios, la propuesta es que se instalaran en Ucrania occidental, lejos de la línea del frente, con lo que la seguridad aumentaría. Toda presencia de soldados de países de la OTAN es para Zelensky una garantía de que el país no será abandonado a su suerte ante la posibilidad de una derrota o de la pérdida de interés de Occidente en la causa ucraniana. Pero, ante todo, supondría para Ucrania cruzar una línea roja más, la de la presencia oficial de tropas extranjeras, puede que quizá el inicio de la campaña para ampliar esa presencia a asesores de combate, etc.
La opción de intensificar la guerra para obligar a Rusia a aceptar el dictado ucraniano y occidental -para lo que Ucrania necesitaría un aumento masivo del suministro de armas, munición y financiación y un notable aumento del número de tropas, ambos aspectos improbables y posiblemente inviables a corto plazo- es, sin duda, la favorita de Zelensky y su entorno, ya que obligaría a elevar la apuesta en busca de una resolución que implicara concesiones menos dolorosas de lo que supondría una negociación en una posición de debilidad como la actual. Sin embargo, si las declaraciones del candidato Republicano se corresponden con sus intenciones -algo que no siempre se ha cumplido en su caso- hacen inviable una postura férrea en la que Zelensky sea visto como un presidente de guerra que se ha convertido en la principal barrera para la paz. De ahí que el líder ucraniano insista habitualmente en la necesidad de lograr la paz (aunque todas y cada una de sus recetas sean realmente propuestas de guerra o de una paz armada absolutamente imposible). Bajo esta lógica se puede entender la noticia publicada ayer por el Corriere della Sera de Italia, tercero de los cuatro países que Zelensky ha visitado en las últimas 48 horas, que afirma que, pese a no estar dispuesto a renunciar a ninguna parte del territorio (algo que sería demasiado impopular para cualquier presidente ucraniano), quedaría abierta la posibilidad de un alto el fuego en la actual línea de separación a cambio de “garantías de seguridad de Estados Unidos según el modelo otorgado por los estadounidenses en Japón, Corea del Sur o Filipinas”. En otras palabras, congelar la guerra según las posiciones actuales, no reconocer el frente como frontera real, no renunciar al territorio, avanzar hacia la OTAN y disponer de tropas estadounidenses (esas son las garantías de seguridad de las que dispone, por ejemplo, la República de Corea, que aloja también armas nucleares estadounidenses), una versión del escenario Minsk agravado con la certeza de que el bloque militar occidental se encontraría a las puertas de Rusia en condiciones de una paz armada que, siguiendo el precedente de la última década, carecería de toda estabilidad. El hecho de que esa noticia se haya filtrado durante la presencia de Zelensky en Italia denota el intento de presentar al presidente ucraniano como un hombre de paz a base de una propuesta imposible de aceptar para Rusia, que en caso de rechazo, sería acusada de ser el único obstáculo para la paz.
“Desde luego, no existe el concepto de «territorio a cambio de garantías de seguridad». Ni ningún otro «formato de intercambio». Porque sin que la Federación Rusa pierda, no hay garantías de seguridad efectivas y nadie aceptará darlas (por la sencilla razón de que incluso hoy en día hay demasiados elementos disuasorios como para simplemente proporcionar un apoyo de recursos adecuado a Ucrania)”, escribió Mijailo Podolyak poco después de que el artículo italiano comenzara a causar polémica. Si Zelensky pretende avanzar hacia algún tipo de compromiso en el futuro, algo que pese a la especulación mediática no parece una realidad, tendrá que desdecirse de una parte importante de su discurso. Tras dos años y medio prometiendo una victoria que implicaría la integridad territorial y la adhesión a la UE y la OTAN, la congelación del frente, entrada en la Unión Europea y promesas de futuro de la alianza atlántica parecen escasas incluso para el círculo más cercano al presidente. Por la tarde, Zelensky confirmó que no planea pactar un alto el fuego, dejando claro que la prioridad sigue siendo la guerra. Aunque de vez en cuando haya que filtrar a la prensa la posibilidad de algún tipo de paz para que Ucrania no sea considerada, especialmente por una parte del establishment estadounidense, como el principal obstáculo para buscar el final del conflicto.
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