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Georgia, Rusia, Saakashvili, Voluntarios internacionales

Corrupción en la Legión

El estallido de la guerra en Ucrania en 2014, en aquel momento calificada de operación antiterrorista y limitada a las regiones de Donetsk y Lugansk, reactivó las redes por las que se habían canalizado los flujos de voluntarios que habían luchado en las diferentes guerras del mundo postsoviético y los Balcanes. Veteranos de las guerras de Abjasia, Chechenia, Bosnia o de la defensa de Yugoslavia reaparecieron en Donbass en el primer verano de la guerra, cuando se conformaban las milicias de la RPD y la RPL a un lado del frente y los batallones nacionalistas y de defensa territorial al otro. Destacaron en aquel momento los grupos de voluntarios chechenos que, dependiendo de su ideología, eligieron un bando o el contrario. A la guerra civil chechena se sumaba la balcánica, con grupos serbios en el lado republicano y croatas -o veteranos que habían luchado junto al ejército croata, como el francés Gaston Besson- en el ucraniano. Y aunque con una presencia menos llamativa, con un perfil más bajo, comenzó a destacar también lo que a la postre sería la Legión Georgiana, una presencia que culminaba el desembarco georgiano que había encabezado el expresidente Mijaíl Saakashvili, que durante un tiempo gobernó Odessa como feudo propio.

La caída de Saakshvili, que compartía con la Ucrania post-Maidan el odio por el actual régimen ruso, fue sonada y con él fueron apartados todos aquellos cargos que le habían acompañado y se habían hecho, por ejemplo, con el control de la policía de Odessa. Desde su cese como gobernador, Saakshvili trató de posicionarse como un político necesario, ya fuera gracias a sus conexiones con Estados Unidos -que siempre exageró- o por su experiencia en el ámbito de las reformas económicas. Sus relaciones con el Estado atravesaron todo tipo de fases de aliado a enemigo y nuevamente amigo: Saakashvili recibió y perdió un puesto importante; le fue retirada la nacionalidad cuando se encontraba en el extranjero, por lo que tuvo que irrumpir ilegalmente por la frontera; recibió de Zelensky un cargo simbólico que confirmaba la reconciliación, pero que no tenía ninguna capacidad de influencia política. Tras enemistarse con Poroshenko, Saakashvili reconstruyó su relación con Zelensky antes de subirse a un camión que le introdujera irregularmente en su país natal con el objetivo de forzar una revolución que no se produjo y que le envió a prisión por cargos por los que Georgia le había condenado años atrás.

Algo menos turbulenta, la trayectoria de la Legión Georgiana también ha sufrido mediáticos altibajos. “Cuando Mamuka Mamulashvili tenía 14 años, ya había luchado en una guerra, le habían disparado en una pierna y había pasado tres meses en una celda militar rusa donde lo torturaban a diario y sobrevivía con solo pan y agua. Tras sufrir veinte fracturas óseas a manos de sus brutales carceleros y perder casi el 50% de su peso corporal, el joven georgiano no tardó en darse cuenta de dos cosas que marcarían su futuro: Estaba destinado a ser un luchador y siempre odiaría al ejército ruso”, escribía en 2015 Business Insider en su enaltecedor perfil de uno de los nuevos héroes de Ucrania. “Más de dos décadas después, Mamulashvili ha vuelto a compartir un campo de batalla con el poderoso ejército de Moscú, esta vez como comandante de un grupo conocido como la Legión Georgiana en la primera línea de la guerra del este de Ucrania”, explicaba el medio sobre la persona más conocida del grupo de soldados georgianos, que llegaron a fotografiarse junto al expresidente de su país como muestra del peso georgiano en la Ucrania post-Maidan y la alianza de los países revolucionarios contra Rusia. “Enfrentándose a una fuerza rebelde cada vez más hostil, bien equipada e impredecible, respaldada por Rusia, que lucha por garantizar la autonomía de las disputadas regiones de Lugansk y Donetsk, Mamulashvili afirma que le preocupa que sus soldados no sean capaces de defenderse del avanzado ejército ruso sin ayuda internacional”, proseguía Business Insider. El intento de internacionalizar la guerra ha estado presente en la guerra de Ucrania desde sus primeros meses. A la inclusión de grupos de soldados extranjeros en las estructuras oficiales, se sumaba la perpetua exigencia de más asistencia de los países occidentales.

Como otras unidades formadas al margen de las estructuras oficiales -Azov, por su crecimiento, es la más relevante, aunque no la única-, la Legión Georgiana fue regularizada e incluida oficialmente en las Fuerzas Armadas de Ucrania en 2016. “No vinimos aquí porque odiemos a los rusos, no somos como los mercenarios rusos”, afirmaba su líder, Mamulashvili, en su primera fase de guerra. “Ninguno de los legionarios georgianos ha recibido nunca un salario o cualquier otro bien material”, añadía, lo que contrastaba con la integración en el ejército, pero también con las giras en busca de financiación que realizó en aquellos años. Como otras muchas unidades ucranianas, el soldado georgiano había viajado en 2015 a Estados Unidos en busca de financiación y apoyo técnico. Posiblemente exagerando sus contactos militares de la misma forma que Saakashvili hacía lo propio con los políticos, Mamulashvili alegaba entonces que contaba con asistencia de un grupo de experimentados veteranos estadounidenses.

En ocasiones tan problemático como Saakashvili, Mamulashvili ha causado, en su trayectoria ucraniana, no pocos problemas para el Estado y para la Legión Georgiana. En septiembre de 2017, el más mediático de los soldados georgianos anunciaba la retirada de la brigada en la que había sido integrada y amenazaba con sacar a la luz sus trapos sucios. “El 20 de diciembre de 2017, la Legión Georgiana al completo abandonó la estructura de la 54ª Brigada Mecanizada a causa de la incompetencia del comandante Maystrenko Alexey y su séquito, así como por las órdenes ilegales que recibían”, escribía entonces la brigada. En diciembre de 2017, cuando se gestaba esa ruptura militar, se producía también la política. Ese mes, se produjo en Kiev la imagen más surrealista de la caída en desgracia de Mijaíl Saakashvili y la ruptura de su amistad con Petro Poroshenko, entonces aún presidente de Ucrania: las autoridades ucranianas trataban de arrestar al exgobernador de Odessa, que se refugiaba sobre el tejado del edificio de Kiev en el que residía. El momento hacía que la Legión Georgiana hubiera perdido todo el valor propagandístico que tuviera en sus años iniciales. De ahí que Ucrania reaccionara a la ruptura y a las amenazas en su estilo: negando la existencia de la Legión, la misma que había sido protagonista de numerosos reportajes, utilizada como propaganda sobreestimando notablemente su tamaño e importancia.

La invasión rusa volvió a dar vida a todos esos grupos que habían luchado en Donbass, especialmente porque la internacionalización de la guerra hacía útil mostrar nuevamente el apoyo de soldados extranjeros a la causa ucraniana. Kiev olvidó que la Legión Georgiana no existía y sus miembros, especialmente su líder, volvieron a adquirir protagonismo. La guerra abrió también la puerta a todo tipo de tramas de búsqueda de financiación, no siempre legítimas. “Los voluntarios y las organizaciones no gubernamentales han demostrado ser fundamentales para ayudar a Ucrania en su defensa contra la invasión ilegal y no provocada de Rusia. Pero aunque la gran mayoría de los voluntarios y recaudadores de fondos participan legítimamente con las mejores intenciones, algunos han explotado la guerra, y siguen haciéndolo, para llamar la atención de los medios sociales y, sobre todo, para obtener importantes beneficios económicos”, escribía ayer Ukraine Today como introducción a un artículo sobre la Legión Georgiana. “Las pruebas muestran que su líder mintió diciendo haber sido envenenado para conseguir donaciones”, afirma el titular, que añade que Mamulashvili “ha creado una cuestionable ONG con un estafador convicto estadounidense”.

La historia se remonta a junio de este año, cuando Mamulashvili alegó haber sentido dolores abdominales y haber acudido a un laboratorio alemán, que confirmó que había sido envenenado. El soldado llegó incluso a publicar los resultados, que mostraban presencia de arsénico, mercurio y estaño en su cuerpo. “Nadie se molestó en leerlos debidamente”, se quejaba ayer Ukraine Today, que admitía que los resultados eran normales, ya que esos elementos se encuentran en el cuerpo humano de forma natural. “Los consumimos en pequeñas dosis a diario en la comida, agua e incluso en el aire que respiramos”, escribía. Aun así, esta alegación fue suficiente para que la Legión Georgiana utilizara las posibilidades de las redes sociales para recaudar fondos. A raíz del envenenamiento, por el que Mamulashvili apuntaba a Moscú y alegaba que no era el primero, “la cuenta de Twitter de la Legión Georgiana alertó de que Mamulashvili necesitaba asistencia médica urgente en Estados Unidos”.

El grupo recaudó gracias a esta trama 20.000 dólares. En este tiempo, el soldado ha continuado publicando imágenes de sí mismo perfectamente sano y con su uniforme militar, pero esa no ha sido su única actividad. La Legión Georgiana ha registrado “Georgian Humanitarian Legion” como organización con base en Texas. El contacto de esta asociación que ha recibido el estatus de exención de impuestos (es decir, las donaciones que se realicen permiten desgravar para la declaración de la renta) es Nona Mamulashvili, hermana de Mamuka y diputada del Parlamento georgiano entre 2020 y 2022. El 19 de septiembre, Nona Mamulashvili escribía en las redes sociales que “Putin necesita guerras para permanecer en el poder, así es como siempre ha mantenido el control”. Como muestra su caso, la guerra puede funcionar también como vía de promoción personal y forma de recaudar fondos irregularmente.

“Somos conscientes de la arremetida de rumores, ataques, campañas de desprestigio y, más recientemente, de robo de identidad/malinterpretación dirigida contra nosotros en un intento de desacreditar a la Legión Georgiana”, ha escrito el grupo en su perfil oficial en las redes sociales. Como Ucrania en 2017, la estrategia es simplemente negar la realidad. Todo es propaganda, que no debe distraer de la batalla y de la necesidad de recaudación de fondos.

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