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Hasta el último ucraniano

Pese a lo mucho que se habla a nivel político y mediático de las capacidades armamentísticas y de la potencia industrial como los aspectos clave para sostener la guerra a largo plazo, no hay factor más importante que el del personal. Los retos demográficos de Rusia y Ucrania son los mismos y parten de un origen común, la restauración capitalista de los años 90 y sus efectos en la masiva pérdida de población. La diferencia entre ellos radica en que la Federación Rusa ha podido compensar una parte de la fuga de población y la reducción de la esperanza de vida, principales motivos de la decadencia demográfica, con inmigración, generalmente de las repúblicas de la antigua Unión Soviética y especialmente de los países de Asia Central. Una guerra como la que se libra actualmente implica grandes bajas y, por lo tanto, la necesidad de reponer constantemente unas filas que siempre parecen escasear de personal. Hasta ahora, Ucrania ha logrado disponer de los números suficientes para luchar contra Rusia que, especialmente en un principio, comprometió para lo que entendía como una operación militar especial una cantidad claramente escasa de efectivos. Sin embargo, a medida que el conflicto entró en las trincheras y se convirtió definitivamente en una guerra de desgaste, el desequilibrio que tanto había favorecido a Ucrania en los primeros meses se rompió para igualarse y convertirse un problema para Kiev.

Ambos países tratan de aumentar el número de tropas disponibles en sus ejércitos. Ayer, Vladimir Putin firmó el decreto que exige aumentar los efectivos del ejército ruso a un millón y medio, un aumento de 180.000 soldados, quizá una forma de movilización encubierta. Sin embargo, es Ucrania quien mantiene la movilización general y ha reducido la edad de reclutamiento. Eso sí, no lo ha hecho tanto como quisieran algunos amigos de Ucrania que ven insuficientes los 25 años actuales y esperan que descienda a 20. La pirámide de población del país muestra que se trata de unas cohortes de por sí escasas y que Ucrania es consciente de que debe proteger, de ahí las reticencias del Gobierno a rebajar aún más la edad de reclutamiento. No lo han entendido así quienes, desde fuera, alientan la necesidad de luchar contra Rusia hasta el último ucraniano. El más explícito de ellos ha sido siempre Lindsey Graham, dispuesto a proclamar en voz alta lo que la mayoría sabe que no se debe admitir en público. En su visita más reciente a Kiev, una de las muchas que ha realizado al país desde el inicio del conflicto en 2014, el senador estadounidense alababa a un aparentemente confundido Zelensky, que simplemente sonreía dando la sensación de no entender exactamente las palabras de su amigo. “Soy tan admirador de lo que tú y tú país estáis haciendo, estáis intentando parar a los rusos para que nosotros no tengamos que luchar contra ellos”, afirmaba con vehemencia. Graham continuaba insistiendo en que Ucrania no pide soldados estadounidenses, sino que precisaba de armas y acababa por resaltar que “se asientan sobre 300 billones de dólares de recursos, que pueden ser buenos para nuestra economía, así que quiero seguir ayudando a nuestros amigos de Ucrania. Podemos ganar esto y necesitan nuestra ayuda”. “Sí, necesitamos”, respondía el presidente ucraniano, que se jactaba de que la principal ayuda es “ el apoyo del pueblo estadounidense y de nuestros amigos”. En guerra nada es gratis y esos amigos a los que se refiere Zelensky señalando explícitamente a Graham no ocultan que desean quedarse con una parte importante de la riqueza que Ucrania necesitará en el futuro para reconstruir una economía minada por la guerra y por el neoliberalismo extremo de personas como Volodymyr Zelensky, dispuesto a dejar los recursos del país en manos del gran capital extranjero.

La cronificación de la guerra y las duras perspectivas de futuro a causa de la destrucción y la falta de expectativas económicas dificultan el retorno voluntario de las enormes masas de población que han abandonado el país en los últimos años, especialmente, aunque no solo, desde la invasión rusa de 2022. Su retorno es para Zelensky la garantía de éxito del país, por lo que cada vez incide más en la necesidad de buscar vías para recuperar a esa población. Sin nada que ofrecer como incentivo, Kiev solo puede apelar al nacionalismo y a la coacción. Apelar a la responsabilidad ciudadana de luchar en el frente o trabajar para pagar impuestos con los que Ucrania pueda adquirir armas para continuar luchando no ha funcionado especialmente bien para Zelensky, que sigue precisando de otros métodos. Limitar servicios consulares y negar pasaportes a quienes no hubieran regularizado su cartilla militar y se expusieran así a la movilización -estén residiendo en el extranjero o no y al margen de cuándo emigraron- fue el siguiente paso, pero el tiempo transcurrido entre el anuncio y la entrada en vigor de la medida dio margen suficiente para que esas personas renovaran su documentación.

El siguiente paso es el de la fuerza, en este caso diplomática. En 2023, Ucrania lanzó al espacio mediático alemán la idea de que fueran los países que han acogido a población ucraniana los que se encargaran de devolver a los hombres en edad militar, propuesta que rápidamente recibió el rechazo de Berlín, que recordó que es contraria a la legislación vigente. Deportar población refugiada o entregar a un país en guerra como Ucrania es un tabú que pocos Estados están dispuestos a romper. Frente a quienes, como Hungría, han declarado abiertamente que no deportarán a personas ucranianas que hayan llegado a su territorio -no así a personas de otras nacionalidades, contra las que Budapest libra una dura cruzada desde hace varios años-, Ucrania alega tener un acuerdo con Polonia según el cual Varsovia sí que entrega a Kiev a los ucranianos que hayan cruzado ilegalmente la frontera. Kiev lo anunció sin que se hayan aportado pruebas y sin que se haya producido ningún tipo de escándalo o petición de explicación a Ucrania o a Polonia, que como recalcaba la activista Almut Rochowanski, violaría “tanto la Directiva de Protección Temporal como la prohibición de no devolución de refugiados”.

Deportar personas que hayan cruzado ilegalmente la frontera huyendo de la guerra no es suficiente y, como ha afirmado de forma explícita Radek Sikorski, ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, es preciso incentivar a la población ucraniana para que retorne a su país. “Sikorski afirmó que la actual política de las capitales de la UE daña las capacidades de defensa y la estabilidad económica de Ucrania”. En su propuesta, el líder de la diplomacia polaca apeló a cuestiones económicas y también de un lugar común utilizado por la extrema derecha: el supuestamente excesivo apoyo económico de los estados del bienestar. Como es habitual en Polonia, la acusación tenía un blanco claro: Alemania. “Ahora, en Alemania, los ucranianos que están bajo protección temporal allí reciben una asistencia significativa”, que cifró en más de 500 euros (¿suficiente para vivir teniendo en cuenta los precios de Alemania?) o alrededor de 1000 teniendo en cuenta el complemento para la vivienda. Aunque incluso el canciller Scholz ha endurecido su discurso y hace meses que apeló a la población ucraniana a buscar trabajo, recordándoles que Alemania ya había puesto a su disposición clases de alemán, la sugerencia no es suficiente para Sikorski, que propone “un simple método de ayudar a Ucrania: dejar de dar asistencia a los ucranianos sujetos al reclutamiento. Esconderse de la movilización no es motivo para recibir asistencia financiera. Dejad de pagarles”, añadió en su aparición estelar en el foro YES (Yalta European Strategy). Frente al silencio de otros países, especialmente de Alemania, la propuesta de Sikorski de retirar selectivamente las prestaciones sociales a los hombres a los que Kiev quiere enviar al frente ya ha obtenido su primer apoyo, el del nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, que deja claro que, en guerra, la diplomacia es garantizar que el frente disponga del armamento, la munición y los hombres necesarios para garantizar que siga la lucha. En este caso, hasta el último ucraniano.

Comentarios

Un comentario en “Hasta el último ucraniano

  1. Avatar de Meritorio

    Lo de mencionar que Rusia es el país más decadente, corrupto, opresor e imperialista de todos los tiempos ya si eso para otro día verdad, Lombriz con Sida?

    Me gusta

    Publicado por Meritorio | 18/09/2024, 10:17

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