Tras semanas estancada, la situación en la fábrica Azovstal, propiedad del grupo Metinvest del oligarca ucraniano Rinat Ajmetov, ha comenzado a cambiar este último fin de semana. La acería se había convertido en el último punto de presencia militar ucraniana en una ciudad hace ya tiempo controlada por las fuerzas rusas y de la República Popular de Donetsk. La soledad de Azovstal se puso de manifiesto una vez que las tropas rusas y de la RPD lograron hacerse con el control del puerto y de la fábrica Ilich, donde durante un tiempo se mantuvo presencia de tropas ucranianas. El 11 de abril, en un intento de fuga que el asesor de la Oficina del Presidente Oleksiy Arestovich calificó de brillante operación que reforzaba la “defensa de Mariupol”, una parte de las tropas de la 36ª Brigada del Ejército Ucraniano logró, según las fuentes ucranianas, unirse a las tropas de las Fuerzas Armadas de Ucrania y de la Guardia Nacional (el regimiento Azov) ya entonces prácticamente sitiadas en la acería propiedad del hombre más rico de Ucrania.
Aquel intento de fuga del 11 de abril, que se saldó con un número indeterminado de soldados muertos y más de un millar capturados por las fuerzas rusas, fue el último intento real de los militares ucranianos de actuar. Sus acciones no buscaban “defender Mariupol”, ya controlado por Rusia y la RPD, ni luchar contra esas tropas sino simplemente huir, única vía que había quedado en una batalla que, desde el mismo momento en que la ciudad quedó sitiada, estaba simplemente perdida. Ucrania no disponía ya de forma alguna de socorrer por tierra, mar o aire a esos soldados que desde entonces ha convertido en el centro de su argumentario. Incapaz de enviar ayuda o suministros a sus soldados, los defensores de Mariupol, Ucrania no ha podido más que convertirlos en héroes asimilándolos a los ciborgs que mantuvieron durante meses el control del aeropuerto de Donetsk en 2014-2015, infligiendo, en una batalla también sin sentido, numerosos daños a las afueras de la capital de la RPD y causando un enorme número de bajas para ambos contendientes.
Con la batalla sentenciada para Ucrania, una presencia militar que se limitaba a la zona industrial -inicialmente a dos fábricas y posteriormente a una sola- y unas posibilidades de acción que no pasaban de disparos de artillería indiscriminada y sin sentido, el papel de la 36ª Brigada y el regimiento Azov ha sido, desde entonces, el de guarecerse en la protección que les ha brindado durante semanas la fábrica soviética. En este tiempo, Serhiy Volyna, Vyacheslav Palamar y Denis Prokopenko han actuado siguiendo la línea estratégica de su Gobierno, que desde que comenzó la intervención rusa ha visto en el frente informativo un aspecto tan importante como el frente militar, para convertirse en personajes mediáticos que la prensa occidental ha considerado, no solo fuente fiable, sino en ocasiones única fuente para informar sobre la situación sobre el terreno. Ha sido especialmente importante el papel de Vyacheslav Palamar, Kalina, capitán del regimiento Azov, que se ha prodigado por medios y agencias internacionales, que han emitido también sus constantes exigencias de una operación de extracción. Esas plegarias pronto se convirtieron en la propuesta de que fuera Turquía quien rescatara a los soldados atrapados condenados a la situación actual por la estrategia elegida por ellos mismos o por sus autoridades políticas y militares.
En esta estrategia de alegar que seguía existiendo una defensa ucraniana en Mariupol han cobrado especial importancia los civiles refugiados en Azovstal y cuya presencia solo comenzó a explotarse una vez que la acería quedó definitivamente sitiada. La presencia de civiles suponía para Ucrania poder utilizar el discurso de que sus tropas estaban defendiendo a esos civiles, aunque en realidad los hubieran condenado al asedio con su política de rechazar los corredores ofrecidos por Rusia a cambio de deponer las armas.
En las semanas transcurridas entre el asedio completo y este fin de semana, cuando ha comenzado finalmente la evacuación de esos civiles, no solo se ha hecho al regimiento Azov una fuente aceptable de información para los medios más importantes del mundo, sino que se ha convertido a esas tropas que han condenado a civiles a semanas de un sufrimiento innecesario en los héroes que defendían Mariupol. Aunque es solo una parte de la ciudad, en realidad una parte de la zona industrial, en este tiempo Azovstal se ha convertido, con la connivencia de los medios, en un sinónimo de Mariupol, la única parte importante de una ciudad que, acabados ya los combates, trata de volver a iniciar la vida civil. Ayer mismo, el presidente Zelensky intentaba mantener la ficción afirmando que Mariupol está siendo defendida por militares profesionales, en referencia a las tropas del Ejército Ucraniano que, junto con el regimiento Azov, se encuentran sitiadas y sin posibilidad de atacar ni de defender nada más allá de una parte de Azovstal (la RPD controla ya una parte del territorio de la acería, donde hace unos días celebraron incluso un pequeño concierto de la cantautora Yulia Chicherina).
Semanas después de que comenzara a hablarse de la situación de la población civil, el sábado, Rusia y la RPD anunciaban la salida de un primer grupo de una veintena de civiles. Unas horas después, se confirmó la salida de un segundo grupo, este ya confirmado por Kalina, por lo que recibió titulares en medios como Reuters. Apenas unas horas antes, Zelensky había anunciado una “operación” para evacuar Azovstal, intentando quizá dar a Ucrania un papel más activo que el que tiene realmente. Pese a los constantes intentos de Ucrania de lograr evacuar, no solo a los civiles sino también a los soldados heridos (en realidad Ucrania aspira a recuperar a todos los soldados ahí atrapados, algo que trató también de lograr en su reunión con Vladimir Putin el Secretario General de Naciones Unidas Antonio Guterres), por el momento ha sido evacuados únicamente mujeres y niños. Frente a las aspiraciones ucranianas, tanto esos primeros grupos como el centenar de personas evacuadas el domingo y las evacuadas ayer lunes han sido trasladadas a la localidad de Bezimennoe, controlada por la RPD, por tropas rusas y republicanas. Desde ahí, una parte ha elegido permanecer en la RPD mientras que la mayoría, una vez confirmado que no pertenecen al regimiento Azov, han sido entregados a Cruz Roja y Naciones Unidas para ser trasladados a Zaporozhie, bajo control ucraniano.
Ucrania alega todavía que centenares de civiles permanecen en Azovstal en lo que parece una estrategia para alargar aún más esta saga con la esperanza de conseguir finalmente que las tropas ucranianas no se vean condenadas a la muerte en un previsible bombardeo ruso o a ser capturadas por las tropas rusas o de la RPD, que podrían obtener una importante victoria en el campo informativo en caso de capturar vivo al Héroe de Ucrania Denis Prokopenko. En cualquier caso, la evacuación de los civiles de la acería de Rinat Ajmetov supondría, en caso de completarse, la pérdida del escudo humano de la 36ª Brigada y el regimiento Azov y condenaría la batalla a su final, ya fuera por medio de un asedio alargado en el tiempo hasta que las tropas quedaran sin suministros, el asalto rechazado por Vladimir Putin o un bombardeo que destruyera tanto la fábrica -ya con graves daños- como a quienes allí se refugian. Las declaraciones del alcalde, que hace unos días afirmó que Azovstal no sería reconstruido, sugieren que la destrucción sea la opción más probable. A última hora de la tarde de ayer, humo negro ascendía de los restos de Azovstal.
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