“Rusia lanzó un ataque a gran escala contra Ucrania con 653 municiones merodeadoras de diversos tipos y 52 misiles, incluidos 9 balísticos, en la noche del 29 al 30 de octubre. Las fuerzas de defensa ucranianas han destruido o interceptado 623 activos aéreos”, informaba ayer por la mañana Ukrainska Pravda en referencia al reciente ataque con misiles rusos. Con la habitual costumbre de exagerar los éxitos de la defensa aérea ucraniana y sin miedo a que la realidad desmienta los números aportados por la aviación ucraniana, Kiev alega que únicamente una treintena de drones o misiles rusos impactaron en sus objetivos. La alegación contrasta, no solo con las imágenes de impactos publicadas por la mañana, sino con la necesidad de cortes de luz y gas a causa de los daños ocurridos. Los bombardeos atacaron “fundamentalmente infraestructuras críticas”, escribió el corresponsal de Financial Times Christopher Miller, que añadió que “numerosas ciudades han sido golpeadas, incluidas algunas de Ucrania occidental”. El mapa con las trayectorias de los proyectiles muestra ataques por todo el territorio, pero con especial énfasis en el sur, con la ciudad de Zaporozhie como uno de los puntos que más impactos recibió. Ante la ausencia de vía alguna hacia la negociación y con la persistencia de la contradicción entre Kiev y Moscú sobre cuál ha de ser el punto de partida -Rusia rechaza la idea de un alto el fuego previo sin haber encarrilado primero las cuestiones políticas que pueden hacerlo viable-, los ataques no solo continúan sino que se incrementan.
Mientras Ucrania reafirma su intención de aumentar sus sanciones, como llama en un tono de cierta provocación a sus bombardeos contra las infraestructuras energéticas rusas, Rusia responde de la misma manera. “Algunas veces, les tienes que dejar que luchen”, afirmó ayer en su visita a Corea Donald Trump, que sigue tratando con total ligereza esta guerra que no le interesa, no quiere comprender y pretende acabar a base de exigir que las partes simplemente acepten sus términos sin rechistar. En ese contexto de nulas posibilidades de resolución a medio plazo por la vía diplomática, Rusia y Ucrania se aferran al ojo por ojo que amenaza con dejar a ambos países ciegos. Y en paralelo a la guerra aérea en la retaguardia, la guerra de desgaste se cobra vidas y destrucción en el frente, especialmente en dos focos concretos, el prácticamente sitiado saliente de las ciudades de Pokrovsk y Mirnograd -a las que las autoridades y la prensa rusa ya se refieren con sus nombres previos a la descomunización, Krasnoarmeisk como homenaje al Ejército Rojo, y Dimitrov en referencia al líder comunista búlgaro- y Kupyansk, en la región de Járkov, donde las tropas ucranianas sufren también una situación que amenaza con convertirse en crítica.
Pese a la evidencia de las dificultades que está sufriendo Ucrania en Pokrovsk, donde se empieza a admitir que tropas ucranianas en ciertas zonas del sur de la ciudad se encuentran aisladas o prácticamente sitiadas, algunas fuentes se resisten a admitir la realidad. “El avance táctico de Rusia tuvo un coste estratégico. Para apoyar la infiltración, la artillería rusa avanzó: los lanzadores termobáricos deben disparar desde 3-6 kilómetros para los sistemas TOS-1 y desde unos 15 kilómetros para los TOS-2. Esto los expuso al reconocimiento con drones ucranianos. Las fuerzas ucranianas lanzaron una devastadora campaña de contrabatería. Drones FPV atacaron un lanzador termobárico cerca del extremo sur de Pokrovsk a los pocos minutos de ser detectado, detonando su combustible y cohetes. Un lanzacohetes BM-27 Uragan fue destruido en la carretera. Un sistema BM-21 Grad fue neutralizado segundos después de disparar. Tres baterías rusas que disparaban desde líneas de árboles fueron alcanzadas por ataques de precisión con bombas GBU-39. Cada sistema destruido reduce la potencia de fuego rusa y crea oportunidades para que las fuerzas ucranianas eliminen a los infiltrados de sótanos y ruinas. Los intensos bombardeos que debían quebrar las defensas de Pokrovsk se convirtieron en un lastre: los cañones rusos que se acercaron demasiado para apoyar a la infantería ahora permanecen en silencio. La defensa de Pokrovsk durante el último año ha consumido ingentes recursos rusos en equipos, munición y personal, al tiempo que ha proporcionado a Ucrania un tiempo crucial”. En la misma línea se mostró Oleksandr Syrsky, que negó que sus tropas se encuentren sitiadas, restó importancia a la gravedad de la situación e insistió en que “en Pokrovsk, la infantería enemiga, evitando los enfrentamientos, se acumula en zonas urbanas y cambia de ubicación, por lo que la tarea principal es detectarla y destruirla”. La derrota como presagio de la victoria que nunca llega. Desde Pokrovsk, una parte de las tropas apelan a Syrsky en busca del repliegue. “Los militares piden una orden de retirada de Pokrovsk. Serhii Flash, insta al mando militar ucraniano a tomar esas «decisiones impopulares» y salvar vidas. El comandante, conocido como Osman, coincide y añade: «No debemos repetir la trágica historia de Ugledar», escribió la historiadora ucraniana Marta Havryshko. El precedente de Ugledar es el de la lucha hasta el final, cuando el destino de la batalla estaba sellado y la única opción para evitar la retirada era la muerte.
Frente a la ceguera de quien no quiere ver la realidad, un conocido voluntario estadounidense escribió ayer que “lo dije hace meses. No nos falta la voluntad de luchar. Nos falta la infantería para mantener el terreno y poder seguir luchando. Los estúpidos expertos y analistas occidentales que promueven la idea de «drones en lugar de cuerpos» están equivocados en todos los aspectos. Aquellos que abogan por más drones en lugar de tropas para capturar y mantener posiciones deberían ser llevados a la plaza del pueblo más cercano y ridiculizados como los idiotas que son”. O’Leary, exmiembro de la “Chosen Compamy”, acusada de todo tipo de crímenes de guerra, insiste en que “Ucrania debe llevar a cabo reformas para recuperar a los soldados desertores, deshacerse de los oficiales estúpidos, desacreditar el estigma que rodea a los roles de infantería y brindar un beneficio económico por ser combatientes directos (un mínimo de 300.000 grivnas al mes y X días de pensión/jubilación)”. La versión dada por el exmercenario, que ha conocido el frente, es similar a la que estas semanas están dando numerosas cuentas que, desde la primera línea, se quejan de la falta de personal y dificultades para resistir a, por ejemplo, los drones rusos. Pese a las triunfalistas declaraciones de la semana pasada de Volodymyr Zelensky, que afirmó que Ucrania ha conseguido paridad con Rusia en ese aspecto, ayer el veterano periodista proucraniano Michael Weiss insistía en que la ventaja rusa de aviación no tripulada en Pokrovsk es de 10:1.
Las dificultades ucranianas para cubrir las bajas por medio del reclutamiento tampoco son un secreto. Ayer fue muy comentado un vídeo en el que la población de Odessa se resistía al reclutamiento forzoso en un mercado de la ciudad, conseguía voltear el camión de los oficiales, a los que obligaba a huir. La resistencia no es generalizada y la escasez en la movilización no va a suponer el colapso del ejército ucraniano, pero es lo suficientemente elevada como para resultar preocupante para Ucrania, especialmente ahora que Rusia empuja en busca de avances en zonas sensibles.
En este sentido, dos noticias publicadas esta semana por medios occidentales indican la tendencia. “La guardia fronteriza de Polonia afirmó que 99.000 hombres ucranianos de entre 18 y 22 años han cruzado la frontera —la principal vía de salida del país— desde que a finales de agosto se flexibilizaran las normas para garantizar que Kiev contara con suficientes soldados”, escribía ayer The Telegraph en referencia a la relajación de la prohibición de abandonar el país a los hombres en edad militar. La lógica ucraniana partía de la experiencia del abandono masivo del país de los jóvenes a punto de cumplir la mayoría de edad, lo que implica iniciar estudios en el extranjero y posiblemente no volver a Ucrania. Sin embargo, ante el empeoramiento de la guerra y la amenaza de un invierno especialmente duro, el resultado es la salida del país de una cifra preocupante de hombres de los que Kiev espera que se alisten voluntariamente para ir al frente.
“Fue una decisión desastrosa en su momento, y este titular solo sorprende a quienes no se han sentado en un puesto fronterizo o no han pasado un día hablando con ucranianos”, reaccionó ayer Meaghan Mobbs, habitual comentarista proucraniana y muy apreciada por Andriy Ermak, no solo por ser la hija de Keith Kellogg, sino por predicar su mensaje de exigencia de más armas y rechazo a todo compromiso. “Sí, hay varias razones por las que las negociaciones se han estancado, siendo Putin la principal. Y existen múltiples factores que pueden alterar la situación. Pero un frente estable es un componente crítico, prácticamente insustituible. Si Rusia cree que puede seguir obteniendo ventajas, aunque sean graduales, incluso a un coste enorme, no hay incentivo para ceder terreno. Para que la situación cambie, la línea debe mantenerse. Y eso requiere tropas entrenadas. La proporción de efectivos de combate en Ucrania es muy desequilibrada. Se puede y se debe desplegar más personal, pero este debe estar entrenado. En este momento, una de las principales razones por las que los jóvenes no se ofrecen como voluntarios, y en algunos casos claramente abandonan el servicio, es la falta de confianza en el sistema”, sentenció sin querer comprender que no hay estabilización del frente sino empeoramiento, no hay bloqueo sino, como admitió Zaluzhny hace varias semanas, avances rusos. En realidad, la principal razón por la que los jóvenes y los no tan jóvenes no se alistan como voluntarios o tratan de huir cuando son reclutados por la fuerza no es la confianza en el sistema sino la sensación de que el viaje al frente es solo de ida.
Sin embargo, quienes se aferran a la necesidad de seguir culpando a Vladimir Putin del fracaso de unas negociaciones que no existen y defienden que hay que aumentar un poco más la financiación del ejército ucraniano o enviar más armas y entonces se producirá el ansiado colapso ruso para dar paso a la victoria ucraniana prefieren centrarse en cómo conseguir que Ucrania disponga de más carne de cañón que enviar a lugares como Pokrovsk, Volchansk o Kupyansk. Entre ellos no solo están los y las influencers que ven la guerra desde la barrera, sino también algunos de los países que han acogido a población refugiada ucraniana.
“Los políticos de Alemania y Polonia, países que acogen a la mayor población de refugiados ucranianos dentro de la Unión Europea, amenazan con retirar la bienvenida ante el fuerte aumento del número de jóvenes ucranianos que han entrado en sus países en las últimas semanas, tras la flexibilización de las normas de salida de Kiev”, afirmaba ayer Politico. Al contrario que en tiempos de Olaf Scholz, cuyo Gobierno se plantó con firmeza cuando Ucrania comenzó a sugerir formas con las que los países europeos podrían animar a los jóvenes ucranianos a regresar al país, el ejecutivo de Merz es mucho más receptivo, no solo a la idea de enviar cada vez más armas para el frente, sino también a recordar a los ucranianos cuál es su lugar. “No nos interesa que los jóvenes ucranianos pasen su tiempo en Alemania en lugar de defender su país”, declaró a Politico el legislador Jürgen Hardt, del partido de Merz, que insistió también en que “Ucrania toma sus propias decisiones, pero el reciente cambio en la legislación ha provocado una tendencia a la emigración que debemos abordar”.
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