Esta semana en Tianjin y Beijing, China, líderes de países del Sur Global han mostrado una imagen inquietante para quienes desde Occidente tratan de perpetuar un statu quo en el que pueden permitirse el lujo de dar órdenes al resto del mundo, manipular la legislación para dar un halo de legalidad a sus excesos y aplicar selectivamente las normas. Según ese orden internacional, Estados Unidos puede permitirse asesinar a once personas en aguas internacionales del Caribe como demostración de fuerza contra un Gobierno al que quiere derrocar escudándose en la lucha contra el “narcoterrorismo”, la invasión rusa de Ucrania es una amenaza existencial, pero la de Irak fue lo correcto; Crimea merece décadas de sanciones, pero Kosovo es un gran logro democrático. En este mundo en el que el momento unipolar de los años 90 terminó y se encamina hacia una reconfiguración de bloques, los titulares que destacan que Xi Jinping estaba flanqueado por Vladimir Putin y Kim Jong Un en el desfile de ayer para conmemorar el 80º aniversario de la victoria antifascista común en Asia son el reflejo de ese nerviosismo.
La preocupación no se limita a las cuestiones políticas o de imagen. Como escribió la analista militar Patricia Marins, el despliegue militar mostrado por China supone “un punto de inflexión en la guerra moderna, ya que el Ejército de Liberación Popular demostró una doctrina revolucionaria que combina autonomía, integración y asimetría. Mientras China se posiciona como líder en la próxima generación de conflictos, Occidente se enfrenta al reto de adaptarse a este nuevo paradigma o corre el riesgo de quedarse atrás en un panorama donde el futuro de la guerra ya se está desplegando. El verdadero desafío chino radica en que estos sistemas no se han probado en un campo de batalla real. No es necesario probar un fusil en un campo de batalla real, pero es crucial probar las defensas aéreas, los drones, la guerra electrónica, la adaptabilidad de los vehículos y más”.
Pese al potencial que no se ha probado en un contexto de conflicto y al hecho de que, al contrario que Occidente, China no esté utilizando ningún conflicto bélico actual para probar sus innovaciones en situación de combate, el despliegue supone para las actuales potencias la constatación de que, tampoco en el aspecto militar, su superioridad es lo aplastante que desearían.
“China enseña músculo”, titulaba la agencia EFE en referencia al desfile militar celebrado en Beijing, adjetivos que no se utilizarían un 14 de julio, cuando Francia hace su ostentación anual y se muestra a Macron prácticamente como la representación del Estado. La situación es diferente cuando se trata de una potencia en alza -la segunda economía del mundo y segundo país más poblado- y el subtexto de lo que se ha visto esta semana es su capacidad de generar consensos al margen de Occidente y, en ocasiones, incluyendo en sus foros, celebraciones u organizaciones a aquellos países cuyos regímenes se quiere destruir. “Kim Jong-un recibe un respaldo de lujo en su debut multilateral junto a Xi y Putin”, escribía otro titular de la agencia de noticias española sobre la presencia de los dos vecinos más cercanos a China al lado de su presidente.
“En escenas sin precedentes en Beijing, el presidente de China fue fotografiado estrechando manos y conversando con el líder norcoreano Kim Jong Un y con Vladimir Putin de Rusia antes de una foto grupal con otros líderes extranjeros”, escribía AFP. En realidad, el planteamiento y la insistencia en destacar el papel protagonista de dos países que Occidente trata de condenar al estatus de paria no es muy diferente a la salida de tono del martes por la noche de Donald Trump, que en su red social personal hizo alarde de sus frustraciones.
“Por favor, transmita mis más cordiales saludos a Vladimir Putin y Kim Jong Un, ya que conspiran contra los Estados Unidos de América”, escribió Donald Trump a su homólogo chino tras unas palabras sobre la Segunda Guerra Mundial y la conmemoración de su final. Pese a que hay quienes, como Yuri Ushakov, asesor de Vladimir Putin en política exterior, han querido ver en el comentario una simple ironía, sus palabras sí muestran un estado de opinión que se repite también en Europa. “El suelo se mueve bajo nuestros pies. Lo sentimos cada día al abrir nuestros teléfonos y ver lo que ha sucedido, y los temblores son cada vez más fuertes”, afirmó ayer en un discurso geopolítico que merece un análisis en profundidad, la líder de la diplomacia de la UE. “al ver al presidente Xi junto a los líderes de Rusia y Corea del Norte en Beijing hoy, no se trata solo de una imagen antioccidental: es un desafío directo al sistema internacional basado en reglas”, insistió.
El intento de organización de una serie de países en un bloque regional formado por Estados enfrentados a Occidente y otros que no lo están, como ha sido el caso de India hasta que Trump decidió castigarla económicamente por su relación comercial con Rusia, es percibido como la constatación de la imposibilidad de mantener el statu quo, en el que Estados Unidos puede permitirse tener algo que decir en todos y cada uno de los conflictos del mundo y sus aliados europeos, perdida su influencia política, sigan intentando dar órdenes a países que les superan en potencial y que no se han plegado a las exigencias unilaterales.
“La OCS contribuye de manera tangible a reforzar un clima de cooperación y confianza mutua en todo el continente euroasiático. De este modo, ayuda a sentar las bases políticas y socioeconómicas para un nuevo sistema de estabilidad, seguridad y desarrollo pacífico en Eurasia, un sistema que sustituiría a los modelos eurocéntricos y euroatlánticos obsoletos, tendría en cuenta los intereses de la mayor variedad posible de países y sería verdaderamente equilibrado, impidiendo así los intentos de algunos Estados de garantizar su propia seguridad a expensas de otro», afirmó en su discurso Vladimir Putin, una intervención perfectamente coordinada con la del anfitrión, Xi Jinping. El líder chino basó su intervención en cinco puntos: la necesidad de dejar a un lado las diferencias en favor de la cooperación, el desarrollo de oportunidades y estrategias de beneficio mutuo (como la iniciativa Bel and Road de comercio), la apertura e inclusividad, la justicia como parte de un sistema multilateral basado en las Naciones Unidas y la búsqueda de eficiencia en foros como la Organización de Cooperación de Shanghai.
La defensa del orden creado tras la Segunda Guerra Mundial y de las Naciones Unidas como organización central chocan con la idea occidental de conspiración euroasiática contra el statu quo por el intento occidental de hacer de ese orden un sistema a su disposición y a su servicio. De ahí la relevancia de la mención de Xi Jinping al orden internacional basado en el derecho internacional y no al orden internacional basado en reglas (concretamente las impuestas en cada momento por Estados Unidos y aplicadas selectivamente).
Multilateralismo y cooperación son también la receta planteada para la resolución de conflictos, entre los que destacó la guerra de Ucrania, que sobrevoló por encima de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai sin recibir una condena. En su intervención, el presidente ruso recuperó el discurso que Rusia había mantenido durante ocho años y que cambió de forma tosca para incluir la desnazificación en febrero de 2022.
Tras agradecer la voluntad de apoyo en busca de una solución negociada, que países como China han tratado de promocionar sin éxito ante la voluntad occidental de luchar contra Rusia hasta la victoria final, el presidente ruso recordó el origen del conflicto. “Permítanme recordarles que esta crisis no surgió por el ataque de Rusia a Ucrania, sino por un golpe de Estado en Ucrania, apoyado y provocado por Occidente, seguido de intentos de utilizar la fuerza militar para reprimir a las regiones y al pueblo de Ucrania que rechazaron y no aceptaron ese golpe”, afirmó en referencia a Maidan y al posterior intento de Kiev de utilizar la fuerza para resolver un problema político causado por ese cambio irregular de Gobierno.
“La segunda razón de la crisis radica en los constantes esfuerzos de Occidente por atraer a Ucrania a la OTAN, lo que, como hemos subrayado repetida y sistemáticamente durante muchos años, representa una amenaza directa para la seguridad de Rusia. Cabe recordar que, como consecuencia del golpe de Estado de 2014 en Ucrania, los dirigentes políticos del país que se oponían a la adhesión a la OTAN fueron destituidos del poder”, añadió recuperando unos argumentos que siempre han parecido razonables al Sur Global y que en un momento de insistencia en el multilateralismo y la apertura son aún más vigentes.
Las presiones militares a Rusia, la tensión económica con China por el mero hecho de estar convirtiéndose en una potencia a la que no se le puede dar órdenes y la reacción relativamente hostil de India a la reciente pataleta estadounidense en su contra son algunasde las causas que están llevando a que Kaja Kallas vea “un desastre” que no es fruto de “causas naturales”. Ante el impulso atlantista que en otras regiones se observa como un intento de preservar las condiciones de la Guerra Fría, el resto del mundo busca reorganizarse al haber quedado fuera de ese orden internacional que dicta las reglas y que está formado únicamente por Estados Unidos y sus aliados incondicionales. Y aunque por el momento no hay instituciones ni alianzas lo suficientemente forjadas para decir que el mundo ha pasado del momento unipolar a la multipolaridad y apertura que desea China, las imágenes y los discursos de esta semana son un indicador de que la voluntad de someterse a los intereses de la primera potencia mundial existe solo en Europa y en una cifra cada vez más limitada de países.
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