Contra pronóstico, el principal evento que ha marcado la actualidad política de la guerra entre Rusia y Ucrania no ha sido esta semana ni el desarrollo de los acontecimientos en el frente, ni el escaso resultado de la tercera ronda de conversaciones entre los dos países, una repetición de las dos anteriores en su agenda, acuerdos y desacuerdos y en la que se pudo comprobar que el ultimátum de 50 días de Donald Trump no ha hecho variar la estrategia rusa. La semana ha estado marcada por las primeras manifestaciones contra Volodymyr Zelensky desde la invasión rusa de febrero de 2022. El sector liberal vinculado al sector de las ONG’s financiadas desde el extranjero ha visto en la cuestión de la corrupción la causa a la que aferrarse para realizar una oposición aceptable contra el odiado Zelensky, que gracias a decisiones como la de esta semana ha sido apeado del pedestal al que la prensa lo encumbró en 2022. Al calor de las manifestaciones, ha reaccionado también el principal electorado de la presidencia ucraniana, los socios extranjeros. Zelensky, que no podía permitirse enfrentarse a una parte de la población y, sobre todo, a quienes son imprescindibles para garantizar la financiación y el sostenimiento del Estado, ha rectificado rápidamente y la próxima semana hará que la Rada vote un proyecto de ley opuesto al que hizo que aprobara esta semana. La esperanza es que eso sea suficiente para contentar al menos a los aliados europeos, principales proveedores de Ucrania antes incluso de que Estados Unidos decidiera que la guerra proxy era una buena forma de obtener beneficios económicos.
“Biden dio 350.000 millones de dólares en efectivo o en equipamiento militar. Se suponía que los ucranianos comprarían su propio equipamiento. Pero tengo la sensación de que no gastaron todo el dinero en equipamiento”, ha vuelto a insistir esta semana Donald Trump, preguntándose si algún día se sabrá qué hizo Ucrania con esos fondos para armamento que solo existen en la cabeza del presidente de Estados Unidos. Además de aferrarse a una cifra errónea, el presidente de Estados Unidos volvió a insistir en que Estados Unidos ha contribuido más que los países europeos al esfuerzo bélico ucraniano. Según la última actualización del tracking del Instituto de Kiel, la suma de la aportación estadounidense como asistencia humanitaria, financiera y militar a Ucrania asciende a 118.990 millones de euros (139.330 millones de dólares) y las partidas específicamente militares suponen 65.580 millones de euros, notablemente inferior a los 89.690 millones de euros que han invertido en gasto militar para Ucrania los países de la Unión Europea (a los que hay que sumar la aportación británica de 20.080 millones de euros). En total, la Unión Europea, sus instituciones y países miembros han contribuido a la defensa y sostenimiento del Estado ucraniano con 202.060 millones de euros, 83.070 millones de euros más que la aportación total de Estados Unidos. En las tres partidas diferenciadas analizadas por el tracking -asistencia humanitaria, financiera y militar-, los países europeos superan con creces el gasto de Estados Unidos, una realidad que aumenta a medida que avanza el tiempo.
Los datos falseados, pero constantemente repetidos son un argumento suficiente para que Donald Trump, consciente de la importancia que la Unión Europea y el Reino Unido han dado a la guerra de Ucrania, sepa que tiene el control absoluto en las negociaciones con los países europeos, que durante meses han buscado la forma de mantener la implicación de Washington en el suministro militar. “Van a gastar el dinero en Estados Unidos, en nuestras empresas de defensa, y nosotros les enviaremos [las armas], y ellos distribuirán el equipo que les enviemos. Sinceramente, esto debería haber ocurrido hace tres años”, afirmó Trump en su anuncio del último acuerdo entre los países europeos y su administración para garantizar que esta guerra siga sin tener escasez de armas y de financiación. Nacido como un esfuerzo común en una guerra proxy en la que los aliados de ambos lados el Atlántico estaban interesados, el mecanismo de entrega de armas a Ucrania seguirá siendo el mismo, con su recorrido de las armas de Estados Unidos a Europa y posteriormente al frente ucraniano, aunque ahora el coste correrá exclusivamente a cargo de los países europeos.
Esta fórmula supone un win-win para Donald Trump, que aplica a los países europeos lo que no pudo imponer a México, que costeara el muro que iba a construir en la frontera común. En febrero de 2022, los países europeos -no solo los miembros de la UE, sino también el Reino Unido- decidieron que su suerte estaba ligada a la de Estados Unidos. En este tiempo, además de preparar el día después de la guerra con un continente partido en dos y en el que las relaciones políticas y económicas no puedan normalizarse en décadas, los países europeos han alienado a China tomando siempre partido por Estados Unidos en sus disputas y aún más a los países de su entorno en lo que Bruselas insiste en llamar el frente sur. Aislada del resto del mundo, a Europa solo le queda hacer lo que sea necesario para mantener la alianza con su socio norteamericano, interesado en unas relaciones internacionales basadas en su beneficio económico.
Como muestra el gráfico publicado por Financial Times a partir de datos del Instituto de Kiel, los países europeos se han convertido ya en los proveedores principales de la defensa ucraniana. Tras tres años en los que las aportaciones militares eran similares -y a las que hay que añadir las no militares, muy superiores en el caso europeo antes de la llegada al poder de Donald Trump y más aún ahora-, el desequilibrio entre las aportaciones europeas y estadounidenses actualmente es llamativo. Es relevante también que la asistencia militar, de por sí reducida ya a los fondos restantes de la asignación heredada de la era Biden, sea la única aportación económica que ha realizado Estados Unidos en 2025. La actual Casa Blanca, que ha abandonado toda aspiración de poder blando para optar siempre por el duro, ni siquiera ha colaborado con financiación para asistencia humanitaria.
La continuación de esa financiación será necesaria, para la adquisición de las grandes cantidades de armas que Ucrania desea recibir, entre ellas siete sistemas Patriot más, pero también para costear el nuevo deseo de Zelensky para los socios europeos, un aumento del salario a los soldados ucranianos. “Nuestros soldados pueden ser el arma que proteja a todos”, ha llegado a afirmar. El argumento es presentar a las Fuerzas Armadas de Ucrania como garantía de seguridad para el continente, aunque la realidad está más vinculada a las crecientes dificultades de movilización y la necesidad de dar a los hombres en edad militar alicientes para alistarse en el ejército en lugar de huir de los agentes que pretenden movilizarlos o apoyar los bombardeos rusos contra los edificios de las oficinas de reclutamiento. El uso de la fuerza ya no es suficiente y Ucrania empieza a ser consciente de que ha de adoptar una estrategia similar a la que ha conseguido que no se haya producido en Rusia una movilización desde el otoño de 2022: ofrecer a los potenciales reclutas incentivos económicos o perspectivas de ascenso social. Hasta ahora, Ucrania había realizado intentos de atraer a la población más joven que la edad militar a base de un sueldo algo más elevado y promesas de futuro que no significan demasiado cuando la esperanza de vida en las trincheras es tan reducida como ocurre actualmente.
“Aunque el servicio militar obligatorio solo se aplica a los hombres de entre 25 y 60 años, Ucrania ha comenzado a experimentar un programa para movilizar a jóvenes de entre 18 y 24 años con contratos de un año a cambio de importantes bonificaciones y permisos de viaje. Apenas ha cobrado impulso. Syrsky afirmó que una encuesta reciente que evaluaba la iniciativa reveló que, para más de la mitad de los encuestados, «la motivación es ganar más dinero»”, escribe esta semana The Washington Post en un reportaje sobre el actual jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que admite abiertamente el fracaso de las iniciativas que se han producido hasta ahora. Zelensky aspira a ofrecer mejores condiciones económicas a todos los soldados, que al igual que ocurre en el caso de las armas, son imprescindibles para poder seguir luchando con garantías. La carencia de personal siempre ha sido un problema mucho más complejo para Ucrania y Zelensky aspira a resolverlo siguiendo el ejemplo de Donald Trump: si los problemas se solucionan con dinero, que sean los países europeos los que se hagan cargo de la factura.
La falta de personal y la fatiga por la falta de relevo son uno de los factores principales de las dificultades que Ucrania está sufriendo en el frente más importante de esta guerra, el de Donbass. Con el avance ruso al sur de la región de Donetsk y Ucrania ya derrotada ahí, dos son los puntos clave de este sector: estabilizar la defensa alrededor de Konstantinovka para impedir la posibilidad de una progresión rusa hacia la gran aglomeración urbana de Slavyansk-Kramatorsk, y tratar de mantener el control de Pokrovsk y Mirnograd, punto más sensible del fortificado frente.
“No avanzan. Es muy difícil para nuestros muchachos. Y es difícil en todas partes. También es muy difícil para los rusos, lo cual es bueno para nosotros”, afirmó ayer Volodymyr Zelensky, que negaba lo que incluso sus autoridades militares y blogueros vinculados al Ministerio de Defensa admiten. “Los rusos no quieren luchar. Excepto sus líderes. Y se nota”, añadió, describiendo más la situación de su propio ejército que la del de su enemigo. “Son más numerosos. La presión es mayor. La movilización es mayor. Por lo tanto, los riesgos para nosotros son mayores. Están intentando abrirse paso con todas sus fuerzas. Pero no han logrado resultados significativos”, sentenció.
Pese a las palabras de Zelensky, Rusia ha conseguido recientemente un éxito importante en su intento de rodear las dos ciudades por el noreste, con lo que la presión para las Fuerzas Armadas de Ucrania es aún mayor, ya que, hasta ahora, los progresos se habían producido fundamentalmente por el sur. Hace varias semanas que uno de los objetivos más señalados por la artillería y los drones rusos es la localidad de Dobropilia, hasta hace no tanto tiempo segura en la retaguardia ucraniana. El hecho de que ayer Ucrania diera la orden de evacuación de familias con personas mayores o menores tanto de Dobropolia como de las localidades a su alrededor es un indicador sobre cómo se ha complicado la situación para Ucrania en esta parte del frente. Aunque perdido parte del valor como nudo logístico y de comunicaciones entre los frentes este y sur ahora que los avances rusos han reducido la batalla al sector norte de Donetsk, Ucrania, que ha hecho de Pokrovsk elemento fundamental de su discurso de resistencia, no puede permitirse renunciar a su defensa.
Mostrar la capacidad defensiva y seguir causando bajas rusas -siempre sobreestimadas y sin mencionar nunca las pérdidas ucranianas- es una tarea imprescindible para Ucrania, tanto como mantener las estructuras anticorrupción creadas por y para los países occidentales. En ambos casos, el mensaje no está dirigido a la población, sino a los socios extranjeros que han de financiar al Estado y al ejército.
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