Sintiéndose nuevamente imbatible tras el anuncio de Donald Trump del ultimátum de 50 días a Rusia, Ucrania ha aprovechado esta semana que, en su exagerado triunfalismo considera el punto de inflexión de la guerra, para realizar los cambios políticos que se esperaban desde hace un tiempo. Aunque las tendencias autoritarias de Zelensky preceden a la invasión rusa, en los últimos tres años ha sido flagrante el intento de acumular el poder en unas pocas manos aprovechándose de la situación de estado de excepción, prominencia de lo militar y la impunidad que otorga la defensa a ultranza de Occidente, que ha visto en el actual presidente el proxy ideal para liderar la guerra. Sometida la Rada a base de exigencia de lealtad al presidente equiparándolo a la patria, retiradas por decreto las actas a aquellos diputados que Zelensky consideró útiles como chivo expiatorio para un castigo ejemplarizante que amenazara a cualquier potencial disidente, los ejemplos de oposición política han sido escasos desde febrero de 2022.
Aunque se da por hecho que, en el momento en el que, tras el final de la guerra, Zelensky dé paso a un proceso electoral, Valery Zaluzhny anunciará su candidatura, el exjefe del ejército aún no ha realizado ninguna declaración política relevante. Es más, la única oposición, esporádica y limitada por su escasa capacidad política y retórica, ha sido la de Vitaly Klitschko, actual alcalde de Kiev, cuyo enfrentamiento con el Gobierno precede a la invasión rusa y se debe al intento de Zelensky y su círculo de limitar su poder en la capital. En términos mediáticos, las críticas también han sido escasas, en parte debido a la percepción de deslealtad con la que se presenta cualquier crítica, pero también por las amenazas del poder. Sin embargo, el desinterés por realizar una seguimiento activo de las luchas de poder que persisten en el país precisamente para no romper con el discurso de la unidad de Ucrania no hace desaparecer las disputas entre los diferentes grupos de poder presentes en el país. En ocasiones, esas batallas que se libran en la sombra y buscan posicionar a los miembros de las diferentes familias oligárquicas, activos del complejo de organizaciones no gubernamentales liberales con conexiones occidentales o miembros de los grupos mejor posicionados de la extrema derecha nacionalista consiguen llegar a los medios para acusar a Zelensky del peor de los pecados, el parecido con Rusia. Ilustrado con un primer plano de un Zelensky de mirada malvada, The Kiyv Independent publicaba esta semana un amplio reportaje en el que exigía al presidente no seguir avanzando por un camino que lleve al país a convertirse en la autoritaria Rusia.
“El Gobierno de Ucrania se ha renovado y, a partir de hoy, los funcionarios gubernamentales deben comenzar a implementar las tareas asignadas. Agradezco a todos los parlamentarios que apoyaron las candidaturas de la primera ministra, los viceprimeros ministros y los ministros”, escribió ayer Zelensky para congratularse de los cambios y anunciar los que se producirán a lo largo de los próximos días. Queda aún pendiente el nombramiento del nuevo embajador de Ucrania en Estados Unidos. La gran pregunta es si Andriy Ermak va a conseguir su objetivo más difícil, el cese de Kirilo Budanov al frente de la inteligencia militar, plan que la semana pasada anunciaba The Economist como parte del trabajo de Ermak de concentración del poder.
Demasiado llamativo como para ser mencionado por algunos medios que, como France 24 se preguntan si se trata de “¿más control?” para el círculo del presidente y, sobre todo, de su mano derecha, el cambio en la composición del Gobierno responde a la necesidad de posicionar a incondicionales de Zelensky y de su mano derecha, Andriy Ermak, al frente de los puestos más importantes del Gobierno y, sobre todo, en aquellos cuya labor está dirigida a profundizar en la relación con Estados Unidos. Con la guerra como razón de ser del Estado ucraniano, el Gobierno, la Oficina del Presidente y el círculo de Zelensky, tienen dos tareas fundamentales: mantener el control político completo en vistas a futuros procesos electorales y garantizarse el apoyo de Estados Unidos en términos económicos, militares y también como respaldo en la preparación del retorno de la política.
Pese a la creciente certeza del autoritarismo del pequeño círculo que controla todo el poder en Ucrania, ha sido escaso el análisis sobre el significado del nombramiento de Svyrydenko, que durante su último viaje a Estados Unidos ha actuado de pantalla de Andriy Ermak. “Ucrania opera una importante reorganización ministerial y nombra a su nueva primera ministra”, titulaba, por ejemplo, RFI, que precisaba, pese a la apariencia del titular, que se trata “de una remodelación más bien interna, ya que, según la ley marcial, y con el objetivo de garantizar la estabilidad institucional a pesar del estado de emergencia, el gabinete no debería ser disuelto”. Son mínimas las menciones, siempre superficiales, a la concentración del poder en la Oficina del Presidente, ajena a cualquier control de la ya de por sí paralizada Rada Suprema. “Los rivales de Zelensky le acusan desde hace tiempo de intentar consolidar el poder, y algunos medios críticos afirman que el nombramiento de Svyrydenko marca el paso más reciente en esta tendencia. Se la considera leal a Andriy Ermak, el poderoso jefe de la oficina de Zelensky”, escribió ayer en la parte final de su artículo France 24, el más crítico de los medios europeos.
Svyrydenko cumple con todos los requisitos para cubrir las necesidades de Ucrania y de Volodymyr Zelensky en estos momentos. Joven, experta en “lucha antimonopolio”, es decir, en restar presencia al Estado en la economía, y privatizadora, Svyrydenko es exactamente el perfil tecnócrata que esperan la Unión Europea y las instituciones internacionales que sostienen el Estado ucraniano para que pueda seguir luchando en el frente. Dejando claras cuáles serán sus prioridades la flamante primera ministra declaró que “la guerra no admite demoras. Debemos actuar con rapidez y decisión. Nuestras prioridades para los primeros seis meses son claras: suministro fiable al ejército, expansión de la producción nacional de armas y fortalecimiento tecnológico de nuestras fuerzas de defensa. Esta misma urgencia debe aplicarse a la economía, mientras hacemos todos los esfuerzos posibles para apoyar a los empresarios ucranianos. En este sentido, necesitamos acciones rápidas y tangibles: una desregulación integral, el fin de la presión ilegal sobre las empresas, la aceleración de la privatización a gran escala y una mayor implementación de herramientas de apoyo efectiva”. Desregulación, privatización y apoyo a la empresa han sido, desde 2019, las bases de la política económica de Volodymyr Zelensky, ideológicamente más cercano a Javier Milei que a ninguno de sus homólogos europeos. Frente al resto de países que directa o indirectamente participan en la guerra y que han optado por diferentes formas de keynesianismo militar, Ucrania, cuyo esfuerzo bélico está siendo generosamente financiado desde el exterior, ha visto en la guerra un escenario adecuado para ahondar en esas políticas ultraliberales con las que acabar con los escasos resquicios del Estado social que heredó de la Unión Soviética.
Al margen de su política económica, avala a Svyrydenko su relación con la Casa Blanca. Firmante del acuerdo de minerales con Estados Unidos, que aún cuenta con una parte secreta que no han podido leer siquiera los y las miembros de la Rada que lo han ratificado, la nueva primera ministra llega al puesto con ese bagaje importante que es la buena relación con Estados Unidos. Svyrydenko, ex jefa adjunta de la Oficina del Presidente y muy cercana a Andriy Ermak, aporta el control que Zelensky considera que precisa, pero sin el rechazo que, según medios como Politico o The Economist provoca actualmente Andriy Ermak, percibido como excesivamente arrogante por el establishment de ambos partidos.
Preparar el terreno para mantener el control político más allá de un futuro -quizá lejano- alto el fuego y consolidar una economía completamente privatizada y hecha a medida de las empresas y no de la población son objetivos a largo plazo que actualmente están supeditados a la guerra. La inmediatez manda y el día a día depende actualmente de conseguir suficiente suministro militar y apoyo político y diplomático para seguir luchando contra Rusia en el frente bélico y en el económico. Todo eso depende actualmente, no de Bruselas u otras capitales europeas aunque sean ya el principal proveedor de las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino de Estados Unidos, que puede suministrar las armas más importantes -misiles de largo alcance y sistemas de defensa aérea- y las sanciones más deseadas. En este sentido, es representativo el traslado de Olha Stefanshyna desde el puesto de viceprimera ministra para la Integración Europea y Euroatlántica a su nuevo nombramiento. “He firmado un decreto que nombra a Olha Stefanishyna Representante Especial del Presidente de Ucrania para el Desarrollo de la Cooperación con los Estados Unidos de América. En este cargo, Olha trabajará para mantener el impulso en nuestras relaciones con Estados Unidos mientras se realizan todos los trámites necesarios para aprobar su candidatura ante Washington como embajadora de Ucrania en Estados Unidos”. La relación más importante ya no es con la Unión Europea o incluso con la OTAN, sino con la Casa Blanca.
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