“El escándalo que rodea al viceprimer ministro Alexei Chernyshov se agrava”, escribía ayer el diario ucraniano Strana. “Esta semana, sus colaboradores más cercanos han sido detenidos y se encuentran bajo custodia en relación con un caso de corrupción que implica la recepción de un soborno de un promotor inmobiliario en forma de apartamento. El material del caso, leído por los fiscales de la Fiscalía Anticorrupción en el tribunal, menciona explícitamente la implicación de Chernyshov, ya que se cree que es la figura central de la trama”. La corrupción ha sido uno de los temas recurrentes en el discurso occidental sobre Ucrania a lo largo de la última década, tanto para justificar la mayor implicación de Occidente en lucha por los valores europeos y democráticos como para exigir a Kiev pasos para dejar más soberanía en manos de estructuras bajo su control. La Fiscalía Anticorrupción es, en ese sentido, el mejor ejemplo de instituciones creadas por y para lo que durante la etapa anterior a la invasión rusa se consideraba el “control externo”. En estos momentos, cualquier caso de corrupción supone para Kiev una humillación pública y, sobre todo, da un argumento a los sectores que defienden que Estados Unidos no debe seguir sosteniendo el esfuerzo bélico ucraniano.
Este caso, que afecta a personas muy cercanas a uno de los cargos más altos del Gobierno, implica, además de un cuestionamiento de las cadenas de poder en el país, un aspecto añadido. “Chernyshov se encuentra en el extranjero y no se le ha visto por Kiev desde entonces. Según el Primer Ministro Denis Shmygal, el plazo de su viaje de trabajo termina a finales de esta semana. Pero si regresará a Ucrania es una incógnita. Según Strana, ya se ha llevado a su familia al extranjero. Ayer se le vio en Viena”, añadía ayer Strana. El hecho de que se haya puesto en cuestión si el viceprimer ministro va a volver o no al país recuerda los casos de personas que han abandonado Ucrania en viajes autorizados o misiones del Gobierno y simplemente no han vuelto, un dolor de cabeza más para un país que intenta, sin mucho éxito, que su población permanezca en el territorio o que regrese si lo abandonó en 2022.
La actual acusación de corrupción no es la más grave ni posiblemente vaya a ser la última, pero se produce en un momento en el que Ucrania necesita mantener su credibilidad a nivel internacional si quiere continuar recibiendo el apoyo económico, político, militar y diplomático que ha hecho posible que un país con la situación financiera en la que se encuentra, con una parte importante de su población en el extranjero y sin capacidad propia de suministrar a su ejército pueda seguir luchando con garantías después de tres años. La presión militar rusa se mantiene en Sumi pese a las palabras de Vladimir Putin, que afirmó que las tropas rusas no tienen la misión de capturar la ciudad, aunque podría ocurrir; en Járkov, donde poco a poco se acercan a Kupyansk y en Donetsk, donde Rusia avanza por el oeste para tratar de rodear Pokrovsk mientras que avanza desde Chasov Yar hacia Konstantinovka. A esa situación hay que añadir la incertidumbre internacional a raíz de la guerra de ciudades completamente área que se libra actualmente en Oriente Medio y que puede hacer que Ucrania tenga que competir con Israel como principal prioridad en el suministro militar de equipamiento y munición de Estados Unidos.
Y pese al desprecio con el que en ocasiones se ha referido a la postura de Vladimir Putin, la decepción de Trump con respecto a Rusia no se ha traducido, de momento, en un acercamiento a Ucrania. Los intentos de apertura a Rusia y sus aliados continúan. El último se produjo ayer, con la visita de Keith Kellogg a Bielorrusia, donde se reunió con Alexander Lukashenko. Es más, el hecho de que incluso en su conversación telefónica con Vladimir Putin el tema principal fuera Irán hace pensar que la situación en Oriente Medio ha sido un alivio para el presidente de Estados Unidos, harto de ser preguntado por la prensa sobre cuándo llegará el esperado alto el fuego.
Las dificultades para Zelensky no se limitan a la situación militar, el nerviosismo por la pérdida de protagonismo internacional a causa de la guerra en Oriente Medio o la corrupción, sino que se producen en un momento en el que la prensa comienza a dejar ver la brecha existente entre Ucrania y Estados Unidos. En las últimas visitas al país norteamericano, ha resultado obvio el intento de Kiev por presentar como figura más importante de la delegación a Yulia Svyrydenko, viceprimera ministra, ministra de Economía y persona encargada de firmar el acuerdo de minerales con el secretario del Tesoro de Estados Unidos. No se trata de un relevo casual o de volver a mostrar las jerarquías existentes antes de la guerra, cuando el Gobierno era el órgano de mando en lugar de la Oficina del Presidente, que actualmente monopoliza la toma de decisiones y ejerce un poder concentrado en cada vez menos personas.
“En medio de las encarnizadas batallas políticas que han envuelto a Washington en torno a Ucrania, hay un raro punto de consenso bipartidista: Todo el mundo está harto de Andriy Ermak, jefe de gabinete del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky”, escribe esta semana el medio estadounidense Politico en un artículo titulado «El enigma de Andriy Ermak». El jefe de la Oficina del Presidente, mano derecha de Volodymyr Zelensky y considerado la segunda persona con más poder en Ucrania, si no la primera, es el protagonista de un extenso e inusualmente crítico artículo en un medio considerado de referencia.
“Segundo hombre más poderoso de Ucrania, Ermak ha sido un interlocutor particularmente frustrante para la administración Trump, según 10 personas familiarizadas con sus interacciones”, escribe Politico que aunque no es el primer medio en resaltar la concentración de poder, la arrogancia, brusquedad y exceso de exigencias del confidente del presidente Zelensky, es, sin duda, el más crítico. Citando a una de sus fuentes en el Congreso, el artículo califica a Ermak, posiblemente la persona más importante para Zelensky en su labor de consolidar a Ucrania como la principal causa occidental, como “irritador bipartidista” y, al recordar las muchas visitas que ha realizado a Washington se lamenta de que “muchos en Washington consideran que Ermak no está bien informado sobre la política estadounidense, es abrasivo y demasiado exigente con los funcionarios estadounidenses y, en general, es incapaz de desenvolverse en los entresijos del establishment de Washington en el Capitolio. A algunos también les preocupa que no haya transmitido correctamente las posiciones de Estados Unidos a los dirigentes ucranianos”. No se pasa por la cabeza de quienes han participado en la elaboración del artículo ni a sus fuentes la posibilidad de que toda esa arrogancia y falta de comprensión de las formas, tiempos y contenidos de la política estadounidense o la información manipulada transmitida en Kiev no sea un fallo del sistema sino su funcionamiento tal y como fue planificado.
La actuación que describe Politico a lo largo del artículo es perfectamente consistente con la negación de la realidad en busca de avanzar sus propios intereses que ha sido el modus operandi de Ucrania desde 2014. A lo largo del proceso de Minsk, Ucrania exigió de forma continua y constante pasos que contradecían el acuerdo firmado, todo ello mientras dejaba clara su intención de no implementar la hoja de ruta pero exigía a Rusia que cumpliera con su parte. La negación de la realidad ha sido también parte integral de la comunicación política ucraniana en relación con el desarrollo de las acciones en el frente: incluso ahora, Zelensky mantiene la ficción del éxito de la operación de Kursk.
No aceptar la realidad y continuar pretendiendo que los hechos se corresponden con sus necesidades ha sido también la forma con la que Ucrania se ha permitido exigir a sus socios una asistencia muy por encima de lo que habría sido razonable. Esa es la lógica con la que Zelensky ha exigido a sus aliados que se comprometan a invertir en la industria ucraniana. “Solo este año, se han asignado 43 000 millones de dólares para apoyar la industria de defensa de Ucrania. El próximo año, instamos a cada aliado a destinar el 0,25% de su PIB a este fin. Porque apoyar la defensa de Ucrania significa apoyar la seguridad de Europa”, escribió ayer en las redes sociales. Ucrania es, y siempre ha sido, un proxy exigente en el que la postura de Ermak no es una salida de tono ni incomprensión de la política estadounidense, sino simplemente la estrategia que tan bien había funcionado hasta la reunión en el Despacho Oval y que ha seguido funcionando una vez superado ese momento de humillación.
“No tengo la ambición de entender del todo cómo funciona la política estadounidense: vengo a hablar del país que mejor conozco: Ucrania”, respondió Ermak por medio de un comunicado a las afirmaciones de Politico que le acusa de estar “amenazando cada vez más la ya tensa relación entre Ucrania y la administración Trump en una coyuntura crítica en la que Kiev depende del apoyo de Estados Unidos para defenderse de los continuos ataques de Rusia”. Sin embargo, pese a la arrogante respuesta de Ermak, no pasó por alto que Marco Rubio canceló, para sorpresa de Ucrania, la reunión que tenía prevista y que la mano derecha de Zelensky solo pudo reunirse con oficiales de más bajo nivel y menor poder en su visita al Departamento de Estado, en el que brevemente se cruzó con el Secretario de Estado. La imagen de un rápido saludo en un pasillo fue publicada por Ucrania dando a entender que se había producido un encuentro, otro signo más del uso de una realidad que, en ocasiones, es solo una ficción.
Sin una verdadera reunión con Rubio ni con la jefa de personal de la Casa Blanca, que según Politico hizo esperar durante horas a Ermak antes de cancelar la reunión y un JD Vance que ni siquiera respondió a la petición de un encuentro, Ucrania se ha visto obligada a cambiar a posteriori el objetivo del viaje. Tras la evidente decepción, Ucrania alegó que “el principal objetivo del viaje, en el que Ermak estuvo acompañado por una delegación de altos funcionarios ucranianos, era realizar una sesión informativa cerrada de alto nivel para los miembros del Senado estadounidense sobre el estado de la guerra y la situación humanitaria en Ucrania y debatir la imposición de nuevas sanciones a Rusia”. Posiblemente la institución más proucraniana del establishment político occidental, los senadores de Estados Unidos no precisan de la visita de uno de los oficiales más cercanos a Zelensky para tener información sobre la situación humanitaria o militar del frente ucraniano, pero son un colectivo al que apelar cuando es preciso darse un baño de masas.
El subtexto del artículo es que Zelensky tiene un problema en su relación con Estados Unidos, donde las exigencias y arrogancia de Ermak comienzan a ser vistas como un lastre. “Pensó, por ejemplo, que el acuerdo sobre minerales críticos era tan importante para Trump que obtendría a cambio de Ucrania las garantías de seguridad”, se sorprende una de las fuentes de Politico sin comprender que esa malinterpretación o simplemente una negación de la realidad como herramienta de presión no es una característica de Andriy Ermak sino la estrategia política del Estado ucraniano. Si ese método empieza a parecer excesivo o arrogante, no es un problema de las personas sino de los mensajes, algo mucho más difícil de cambiar que los oficiales que son enviados en las visitas oficiales.
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