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Armas, Ejército Ucraniano, Estados Unidos, Oriente Medio, Rusia, Ucrania

«Rendición incondicional»

“Mientras el mundo observa la escalada en Oriente Medio, Putin continúa bombardeando  Ucrania. Más de una docena de muertos solo en Kiev demuestran que Rusia usa la diplomacia solo como fachada. Putin no busca una solución, sino una capitulación. Seguiremos aumentando la presión”, condenaba ayer la cuenta oficial de la diplomacia alemana en las redes sociales. Horas antes, las imágenes captadas habían mostrado un misil ruso alcanzado por las defensas aéreas ucranianas y desviado de su trayectoria. En el impacto, el misil derribó parcialmente un edificio residencial causando una elevada cifra de bajas (14 personas muertas según el recuento de ayer por la tarde). El ataque fue calificado por Volodymyr Zelensky como uno de los más brutales de la guerra contra la capital. Aunque los ataques israelíes de estos días han superado esa cifra, como lo hacen, por supuesto, los precisos bombardeos de Gaza a diario, el bombardeo ruso ha sido calificado como deliberado, mientras se permiten los ataques israelíes como derecho a defenderse. Como se supo a lo largo del día por la geolocalización de los ataques, el objetivo ruso era la base de sistemas de defensa aérea Patriot.

La formulación de la condena alemana no solo muestra la hipocresía de la doble vara de medir con la que se está percibiendo la guerra de Israel contra Irán en comparación con la invasión rusa de Ucrania, sino que pretende hacer ver que únicamente Moscú impide la paz. Mucho más constructivos y ningún obstáculo para alcanzar un alto el fuego deben de ser, a juzgar por la actitud occidental, bombardeos con los que la artillería de largo alcance ucraniana ataca las afueras de Donetsk, barrios residenciales en los que hace años que no hay presencia militar. Ayer, las fuentes rusas denunciaban un bombardeo con artillería pesada -Ucrania ya no puede alcanzar la ciudad con los proyectiles baratos de 155mm, por lo que ha de utilizar munición más cara, lo que ha reducido notablemente el peligro para la población civil- habían destruido varias viviendas y matado a cinco civiles y herido a catorce.

Decidido a hacer convivir en su discurso el triunfalismo de una guerra que aún insiste en que puede ganar y el victimismo de presentarse como la última frontera de la civilización, protegiendo sola a toda Europa de salvaje imperialismo expansionista de la barbarie rusa, Volodymyr Zelensky se preparaba para utilizar la imagen de un edificio de viviendas parcialmente derrumbado para, equiparándolo a una imagen similar de Israel e ignorando las mismas en Teherán, aprovechar la situación en Oriente Medio para conseguir más apoyo en una coyuntura internacional que no le favorece.

“Malas noticias para Ucrania desde Oriente Próximo, con menos armas de Occidente y más bazas para Moscú”, titulaba ayer un preocupado Cristian Segura en El País. La guerra –“preventiva”, como la de George W. Bush en 2003- que libra ahora Israel no es como la de Gaza, en la que se enfrentaba a una milicia, no a un ejército, que como arma más fuerte contaba con los cohetes que su Iron Dome es capaz de derribar con relativa solvencia. Irán no es una gran potencia militar, sino un país que durante décadas ha sido de los más sancionados del planeta, lo que ha debilitado su economía y en muchos sentidos, también su fuerza militar, aunque la necesidad y el hecho de que ha quedado durante años prácticamente rodeado por aliados y proxies de Estados Unidos le ha obligado a desarrollar sus propias armas, entre las que destacan los misiles. Como escribía a principios de semana el periodista estadounidense Mark Ames, “El primer día fue catastrófico para la República Islámica de Irán. Los días 2 y 3 se transformaron en una Guerra de las Ciudades. No fue la clase de transformación que los israelíes hubieran deseado. Cuanto más se prolonga una Guerra de las Ciudades, menos espectaculares parecen las operaciones del primer día”.

El triunfalismo israelí con la decapitación del cuadro de mando del ejército, la inteligencia y la Guardia Revolucionaria en las primeras horas ha dado paso a la exigencia de participación estadounidense en la guerra bajo la premisa de una posibilidad única de acabar con el “doble peligro”, que Israel afirma falsamente que es existencial. Se trata del programa nuclear -que, pese a la propaganda, es civil y no armamentístico y no se encuentra, como Tel Aviv lleva afirmando desde 1992 a punto de conseguir la bomba– y el de misiles, que a diario supera las defensas israelíes para causar unos daños que el Gobierno de Netanyahu intenta ocultar. Si la actual situación bélica se prolonga, Israel precisará de una enorme cantidad de armas ofensivas y defensivas, entre ellas sistemas y munición para la defensa aérea, un recurso que escasea en el mercado y que Ucrania pretende copar. El 11 de junio, Pete Hegseth confirmó lo que Ucrania ya había denunciado, que Estados Unidos había redirigido a la región de Norte de África-Oriente Medio lo que el presidente ucraniano había calificado de “20.000 misiles anti-Shahed”. Pese al auge de la guerra aérea y el importante uso de drones por parte tanto de Rusia como de Ucrania, en su comparecencia en el Senado, Hegseth recordó que “Oriente Medio es y sigue siendo un teatro muy dinámico” en el que Estados Unidos se dispone a “aumentar el suministro de sistemas antidrones a nuestras tropas y nuestras bases primero”, ya que “esa ha sido y seguirá siendo la prioridad”. Teniendo en cuenta que menos de dos días después de esas palabras comenzó el ataque israelí, del que Donald Trump ha admitido haber tenido conocimiento, y que la primera respuesta fue el lanzamiento de drones para saturar las defensas, no es descabellado pensar que el Pentágono pretende utilizar ese material para la defensa de sus decenas de bases en países de Oriente Medio además de para suministrar a su portaaviones imposible de hundir, Israel.

La competencia de otra guerra de intensidad elevada es un motivo de preocupación para Kiev. “Sin la ayuda de Estados Unidos, sufriremos más bajas”, se había lamentado Zelensky. La asistencia de Washington es especialmente importante en el caso de la guerra área. Al contrario que en lo que respecta a carros de combate, donde los Leopard superan a sus equivalentes estadounidenses, o la artillería, que puede adquirirse de países como Corea del Sur, la defensa aérea depende fundamentalmente de lo que suministre, ya sea por la vía de la donación o la venta, Estados Unidos. Para desgracia de Zelensky, la guerra de Israel contra Irán, dos países que no comparten frontera, es íntegramente aérea. La situación sobre el terreno ha sido también la causante de que Zelensky no pudiera repetir en los márgenes de la cumbre del G7 en Canadá la escena del Vaticano, donde pudo verse una reunión de ambos presidentes. En ella, Zelensky, que confía ampliamente en su capacidad comunicativa en persona, iba a presentar a Donald Trump un plan para un “paquete defensivo”, es decir, más armas para la guerra. “Hoy no vamos a hablar con América de nueva asistencia. De hecho, uno de los asuntos que discutiré con Donald Trump en la reunión es un paquete defensivo que Ucrania está dispuesta a comprar”, afirmó sin precisar con qué fondos. Ucrania no pide ayuda a Estados Unidos, pero sí al G7, al que le solicita una aportación “al presupuesto” ucraniano de 40.000 millones de dólares al año. La financiación es la clave para poder acudir al mercado estadounidense.  “No me puedo imaginar y no me quiero imaginar cómo sería vivir y luchar sin la ayuda de Estados Unidos”, sentenció Zelensky. Es improbable que ese momento se produzca, en parte por la voluntad estadounidense de aumentar sus ventas de defensa, pero también por la frustración de Trump con Rusia, que sigue sin plegarse a la idea de un alto el fuego sin garantía de que vaya a darse una resolución a la guerra.

Lograr un alto el fuego, es el motivo por el que Emmanuel Macron afirmó ayer que Donald Trump había abandonado la reunión del G7 antes de su finalización, comentario que le valió el reproche del presidente de Estados Unidos que, negó su intención de buscar una tregua sino “algo mucho más grande”. Los movimientos militares y el interés de una parte importante del estabishment de Washington en acabar con la República Islámica de Irán podrían indicar la intención de Trump de unirse a los bombardeos israelíes. Los mensajes publicados ayer por la tarde por Donald Trump en su red social personal no dejaban lugar a dudas. Estados Unidos pretende, o unirse a los bombardeos israelíes, posiblemente suministrando o utilizando ellos mismos las bombas capaces de penetrar tan profundamente para tratar de destruir las instalaciones nucleares iraníes y obligando así a Irán a rendirse entregando su soberanía o lograrlo por la vía de la amenaza. Con las palabras que Zelensky esperaba que pronunciara a Rusia, “RENDICIÓN INCONDICIONAL”, exigió ayer Donald Trump, que escribió que “sabemos exactamente dónde se esconde el llamado Líder Supremo, pero está seguro ahí. No le vamos a coger (asesinar), al menos por ahora”. Y pese a que cualquier persona con un teléfono móvil y acceso a las redes sociales lleva casi 20 meses viendo ataques israelíes contra la población civil de Gaza a diario, añadió que “no queremos misiles disparados contra civiles o soldados americanos”. Pese a que Irán estaba negociando con Estados Unidos e incluso en los dos ataques israelíes anteriores había respondido con moderación, el hecho de que haya decidido luchar tras ser atacada masivamente por Israel es suficiente para que el presidente de Estados Unidos amenace diciendo que “nuestra paciencia se está acabando”. El uso de la primera persona deja pocas dudas sobre la aprobación y participación estadounidense en la agresión israelí contra Irán.

La administración Trump ha tomado el camino de George Bush y con sus medios afines izando de nuevo la bandera de las armas de destrucción masiva -que en Oriente Medio solo posee Israel-, ofrece a Irán dos opciones, la fuerza bruta o la rendición. Cualquiera de las dos opciones busca someter a Irán a la voluntad de Estados Unidos y su proxy regional, Israel, de la misma manera que la Unión Europea sigue soñando con someter a Moscú al diktat del suyo, Ucrania, algo para lo que siguen necesitando la participación de Washington. Sin embargo, la Casa Blanca ha mostrado ya cuáles son sus prioridades y qué guerras está dispuesta a mantener mientas sea necesario.

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