Por primera vez desde que Estados Unidos sorprendiera y horrorizara a los aliados europeos de Ucrania con el anuncio de una conversación directa entre Vladimir Putin y Donald Trump, el jueves se produjo en París un encuentro conjunto en el que representantes estadounidenses compartieron reunión con una delegación ucraniana, los anfitriones franceses y representación británica y alemana, paso que los países europeos han entendido como reflejo de su incorporación a las negociaciones. Participaron en las reuniones el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Andriy Sibiha y el titular de Defensa, Rustem Umerov, en una delegación dirigida por la mano derecha de Zelensky, Andriy Ermak, que ha aprendido que ha de vestirse de traje para ser recibido por Estados Unidos. Como jefe de la Oficina del Presidente, un círculo cada vez más reducido de personas que se han hecho con todo el poder en Ucrania, la valoración de los resultados que realiza Andriy Ermak, habitualmente apodado cardenal verde por su poder y por la vestimenta que ha utilizado durante los años de guerra, es especialmente relevante.
Pese a la satisfacción que ha causado en los países europeos la imagen de Emmanuel Macron presidiendo una mesa a tres en la que la representación estadounidense se sentaba frente a la ucraniana en las alas de la mesa, dando al presidente francés el aspecto de mediador clave, el relato de Ermak presenta dos partes claramente diferenciadas. En primer lugar, Ermak se refiere a las consultas bilaterales con Estados Unidos, en las que Ucrania insistió “en nuestros compromiso con los esfuerzos de paz junto con Estados Unidos, los socios europeos y otros socios y nuestro deseo de terminar la guerra lo antes posible”. Kiev ha comprendido que cada una de sus declaraciones ha de incluir el compromiso con una paz rápida que no desea, ya que no le otorgaría sus exigencias mínimas.
En el intento de equilibrar avanzar sus objetivos y mantener el favor de su principal proveedor, Ucrania tiene claro que es más importante disponer de la asistencia política, económica y militar de Estados Unidos que recuperar parte de sus territorios, lo que ha provocado un pacifismo retórico que contrasta con las acciones y peticiones que el Gobierno de Zelensky sigue haciendo a sus aliados. Ayer mismo, Zelensky utilizaba las decenas de heridos que ha causado la metralla de un misil ruso derribado en un edificio de la ciudad de Járkov para insistir en que es Rusia quien no quiere la paz y ataca deliberadamente a la población civil y, sobre todo, exigir más sistemas Patriot y munición antiaérea. De la mano de sus socios europeos, Ucrania busca aumentar su potencia militar, pensando no solo en la guerra sino en la paz fuertemente armada que seguiría a un eventual acuerdo de paz o alto el fuego.
La necesidad de mantener a Estados Unidos, sobre todo a Donald Trump, interesado en Ucrania es también una de las principales causas por las que Kiev ha insistido en la firma del acuerdo de minerales. Ayer, la viceprimera ministra y minsitra de Finanazas Yulia Svyridenko afirmó que “nos complace anunciar la firma, con nuestros socios, de un Memorándum de Intención que allana el camino para un Acuerdo de Asociación Económica y la creación del Fondo de Inversión para la Reconstrucción de Ucrania”. La terminología y la explicación del Gobierno ucraniano, que se congratula de que “reafirmamos a través de nuestro acuerdo el deseo del pueblo americano de invertir junto al pueblo ucraniano en una Ucrania libre, soberana y segura” no pueden ocultar las condiciones coloniales: ese Fondo común implica que Ucrania ceda la mitad de los ingresos de las extracciones que Estados Unidos decida que son de su interés, con los que espera obtener 100.000 millones de dólares y del que será el primero en obtener beneficios. Svyrydenko, que sigue insistiendo en que los aspectos finales del acuerdo se negociarán en los próximos días, en ningún momento ha dado a entender que el acuerdo vaya a implicar garantías de seguridad de Washington.
Reafirmándose en su compromiso con el alto el fuego que Ucrania aceptó bajo presión de Washington el 11 de marzo, Ermak insiste en que las delegaciones ucraniana y estadounidense mantuvieron una “discusión constructiva y positiva sobre las forma de conseguir un alto el fuego completo y el proceso más amplio para conseguir una paz completa, justa y sostenible”. Contrastando con esas aparentes ansias de paz, el resumen de Andriy Ermak sobre la parte multilateral de la jornada diplomática, las reuniones con la representación de Francia, Alemania y el Reino Unido, regresa a los términos habituales. “Acordamos que el primer paso hacia una paz sostenible en Ucrania tiene que ser un alto el fuego completo e incondicional e intercambiamos puntos de vista sobre la implementación práctica en esta fase”, escribió Ermak insistiendo en el concepto más importante a día de hoy para Ucrania y sus aliados europeos, la incondicionalidad. Mientras Estados Unidos ha optado por la negociación, las consultas y el intento de conocer cuáles son las exigencias reales de las partes, es decir, hasta dónde están dispuestas a ceder, Londres, París y Bruselas exigen que la paz sea dictada a Rusia sin que Moscú tenga voz o voto, una receta para la continuación de la guerra, escenario preferido por los aliados europeos ante la certeza de que la vía diplomática no va a conseguir la derrota estratégica de Moscú a la que aspiraban en 2022.
La presencia de Francia, Alemania y el Reino Unido en la reunión con Marco Rubio, el general Kellogg y Steve Witkoff indica un cierto cambio en la actuación estadounidense, que hasta ahora había evitado contar con esos países, cuya posición ha sido claramente de bloqueo de negociaciones directas con Rusia y rechazo explícito al levantamiento de sanciones. Como ha reconocido Marco Rubio en sus últimas declaraciones, una parte importante de las sanciones económicas contra Rusia proceden de la Unión Europea, por lo que su presencia en las negociaciones es imprescindible a la hora de tomar decisiones. Estados Unidos reconoce así que no puede negociar con Rusia esos aspectos económicos, en manos de un actor, la Unión Europea, que sigue sin estar presente en la diplomacia. Es relevante que los invitados a este encuentro multilateral hayan sido los representantes de los tres países europeos más importantes -y las dos grandes potencias de la UE- y no Kaja Kallas, representante del ala más radicalmente contraria a la diplomacia directa.
Las dificultades para alcanzar un final negociado a la guerra son palpables en el hecho de que ni siquiera la tregua parcial que pretendía que las infraestructuras energéticas no fueran atacadas se haya cumplido completamente. La confianza entre las partes es inexistente y Estados Unidos ha demostrado no ser capaz de ofrecer los suficientes alicientes y amenazas a las partes para lograr un avance rápido, lo que parece haber causado cierta fatiga en el equipo negociador de Donald Trump. Es probable que la reunión de París, que se repetirá próximamente en Londres, responda a la necesidad de acelerar los plazos y obtener respuestas a las preguntas que plantea Washington, ante todo qué están los diferentes actores dispuestos a hacer para conseguir el final de la guerra y gestionar el día después.
Donald Trump “ha pasado 87 días al más alto nivel de este gobierno haciendo repetidos esfuerzos para poner fin a esta guerra. Ahora estamos llegando a un punto en el que tenemos que decidir y determinar si esto es posible o no”, afirmó ayer Marco Rubio, dando a Rusia, Ucrania y los países europeos días, no semanas para responder a las exigencias de Washington de mostrar sus cartas y su voluntad de acuerdo. “No es nuestra guerra. Nosotros no la empezamos», añadió Rubio. “Estados Unidos lleva tres años ayudando a Ucrania y queremos que termine, pero no es nuestra guerra”, continuó para insistir en que la guerra se está produciendo en el continente europeo, una clara señal a los aliados europeos de Ucrania para sumarse a los esfuerzos de paz.
“Creo que el Reino Unido, Francia y Alemania pueden ayudarnos a avanzar y acercarnos a una solución”, declaró también el Secretario de Estado de Estados Unidos, que opina que “han sido muy útiles y constructivos con sus ideas”. Los planes de Francia y el Reino Unido pasan por el envío de una misión armada a Ucrania que Rusia insiste en que sería entendida como una presencia de la OTAN camuflada en banderas nacionales y que, por tanto, haría imposible un acuerdo. En el caso de Alemania, el futuro canciller Merz se ha mostrado favorable a traspasar la línea roja de su predecesor, cuyo rechazo al envío de misiles Taurus se debía al hecho de que tienen la capacidad de alcanzar Moscú y precisan de participación alemana en su uso. Aunque sin duda más constructiva que la postura de la Unión Europea, mucho más beligerante, es difícil ver en las posiciones de Londres, París y Berlín una apertura a la vía diplomática especialmente en las condiciones actuales de urgencia por lograr avances. El principal mensaje de Marco Rubio al abandonar Francia fue precisamente ese, que el tiempo y el interés de Estados Unidos por la diplomacia se acaba. “Si las partes se toman seriamente la paz, estamos aquí para ayudar. Si no, pasaremos a otra cosa”, afirmó Rubio dejando claro que “Estados Unidos tiene otros aspectos en los que centrarse”. “Si nuestros esfuerzos para detener la guerra en Ucrania fracasan en los próximos días, informaremos al presidente Trump de que las negociaciones ya no son una opción realista”, sentenció pronunciando las palabras que Ucrania y los países de la Unión Europea, contrarios a la negociación con Rusia, tanto esperaban escuchar.
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