2022-2023: La determinación de la estrategia en la guerra con Rusia
En los años previos a la invasión rusa, las posiciones políticas de Solidaridad Europea situarán en posiciones cercanas a las de la extrema derecha ucraniana al grupo político de Poroshenko y, de forma específica, a un Zabrodsky que en ningún momento renegaría de la historia de conexión de las fuerzas armadas ucranianas con los movimientos voluntarios de esa extrema derecha. Un ejemplo de ello es la participación en julio de 2021 en el Jolodny Yar, patrocinado entre otros por USAID, junto a caras muy conocidas de la extrema derecha nacionalista como Dmytro Korchinsky (Bratstvo), Yevhen Karas (C14) o Dmytro Kujarchuk (Tercera Brigada de Asalto).
En cambio, estas posiciones acentuaron el enfrentamiento del grupo de Zabrodsky con el establishment Zelensky, en particular durante el juicio impulsado contra Petro Poroshenko, entre 2020 y 2021, un periodo en el que Zabrodsky apelaba a “resistir al régimen actual y a los sucios ajustes de cuentas políticos”. “¡No a la represión política! ¡Ucrania es un Estado de derecho!”. “Hemos elegido nuestro vector europeo. Y hoy nos unimos para demostrar que en Ucrania, no los sirvientes, ¡sino el pueblo ucraniano! es el que manda”, afirmaba, limitándose solo a la represión contra sectores nacionalistas.
Todavía el 11 de febrero de 2022, en referencia a las acusaciones de traición que percibía en la acción de Bankova contra Poroshenko, Zabrodsky señalaba que estas “acusaciones de traición se dirigen contra todos nosotros, contra quienes se preocupan, quienes estuvieron en el Maidán, quienes fueron al frente, quienes incluso ahora, con las armas en la mano, continúan defendiendo nuestro país del agresor ruso”.
Febrero 2022: La incorporación al equipo de dirección del Ejército
De forma llamativa, la invasión rusa de febrero de 2022 ofrece a un militar fuertemente crítico con la presidencia de Zelensky la oportunidad de fijar la estrategia bélica ucraniana. El 24 de ese mes, el diputado Zabrodsky pasa a disposición del Ministro de Defensa. En su perfil de Facebook precisa que desde ese día vuelve a trabajar en su “especialidad principal”, la militar. A petición directa del propio comandante de las Fuerzas Armadas, Valeruy Zaluzhny, Zabrodsky colabora de forma estrecha a partir de entonces con el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Ucrania y, de forma más personal, con el propio Zaluzhny. Una colaboración que mantendrá todavía, en ese periodo, como primer vicepresidente del Comité del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa.
De esta forma, una vez fracasadas las negociaciones de Estambul, con una Rusia incapaz de culminar la operación militar especial o de cambiar su imagen de Estado con voluntad de “desatar una guerra a gran escala”, se concreta la posibilidad de hacer realidad los deseos del teniente general Zabrodsky, expresados en la entrevista de abril de 2021 para Obozretavel: “dejar de lado todas las teorías conspirativas, prepararnos para la guerra y el Estado para la defensa”, con “medidas de mucha mayor escala que … la Operación Antiterrorista (ATO) o la Operación de Fuerzas Conjuntas”.
No solo se abre la posibilidad de disponer del año solicitado en el Jolodny Yar para preparar la fase de contraataque en el este, sino que se hace factible extender la acción operativa militar para hacer frente a las importantes limitaciones de Ucrania en su confrontación con la Federación Rusa por mar y aire. Se abre, en particular, la posibilidad de incrementar la asistencia material aliada, ya efectiva en 2014 y 2015, pero que “ha continuado y se ha ampliado en los últimos años”. Como señalaba en 2021 Zabrodsky: “Nuestros socios occidentales pueden ayudarnos de diversas maneras. No se trata necesariamente de la llegada de grandes cantidades de equipo, unidades militares y subdivisiones. Puede ser asistencia material, el suministro de información de inteligencia (dado que tenemos capacidades limitadas), ciertas acciones para controlar el espacio aéreo, la presencia militar de buques en el Mar Negro, un sólido apoyo en el espacio de información y la interacción de servicios especiales”.
Segunda mitad de 2022: Crimea y el centro de gravedad de la guerra
Tomando como referencia las acciones exitosas contra las bases aéreas de Crimea en septiembre de 2022 anunciadas conjuntamente por Zaluzhny y Zabrodsky, un artículo de The Economist analizaba en noviembre la situación de lo que parecía perfilarse como una próxima ofensiva hacia la península. En él se ofrecían declaraciones de Zabrodsky, del que el medio señalaba que se mantenía “al tanto del proceso de planificación”. En el artículo, Zabrodsky insistía en que una operación para recuperar Crimea no solo era posible, sino que se estaba siendo preparada para 2023, algo coherente con las declaraciones de Kirilo Budanov, que apuntaba a ese verano como momento en el que sus tropas entrarían en dicho territorio. Aunque era necesario ganar previamente “muchas batallas”, Zabrodsky afirmaba que la historia demuestra que a una fuerza de ocupación “siempre le resulta difícil mantener Crimea”. Una década después de la adhesión a Rusia, en Ucrania no se entiende aún que las fuerzas rusas no son consideradas en Crimea fuerzas de ocupación, lo que modifica esos parámetros.
En su análisis de las potenciales líneas de avance hacia Crimea o el propio Donbass, The Economist señalaba que las carreteras que conducen a Crimea estaban ahora al alcance de la potencia de fuego ucraniana, incluidos los sistemas de cohetes HIMARS. Una fuente de inteligencia militar confiaba en que las ventajas estructurales de Ucrania, principalmente su capacidad para organizar ataques relámpago de alta movilidad e interrumpir las líneas de suministro, prevalecerán. “Hemos demostrado en cada etapa que nuestras tácticas y nuestro enfoque logístico son correctos. Lo volveremos a demostrar”, afirmaba la fuente. La seguridad en la consecución de resultados y el tipo de actuaciones planteadas hacen pensar que la fuente era el propio Zabrodsky (o algún otro militar con su misma visión de la ofensiva).
Aunque las operaciones militares para capturar Crimea suelen terminar con miles de muertos, Zabrodsky señalaba, en este contexto, que los estrategas ucranianos habían ideado tácticas que podrían funcionar. Ucrania no pretendería lanzar un ataque frontal sin sentido contra Crimea, afirmaba, sino recurrir a otras posibilidades “interesantes” de maniobras combinadas, como el uso de tropas terrestres, desembarcos marítimos y ataques aéreos. El dominio naval y aéreo ruso podría verse frustrado con “trucos asimétricos”. Los ataques con drones ucranianos contra la flota del Mar Negro a finales de octubre, que dañaron el buque insignia, el Almirante Makarov, y la destrucción de parte del puente de Kerch con un camión bomba en el que el conductor no era consciente de que conducía hacia la muerte, se presentaban como ejemplos de ello. “Sorprenderemos a la gente, y muchas veces, de nuevo”, aseguraba Zabrodsky.
En línea aparentemente coherente con lo señalado, unos pocos meses antes, el 7 de septiembre de 2022, Zaluzhny y Zabrodsky habían firmado conjuntamente un artículo en Ukrinform en el que abordaban las “perspectivas para la campaña militar de 2023” desde la óptica de la potencial victoria ucraniana. En él, los autores desgranaban la “compleja y ambigua combinación de factores que deben considerarse en las perspectivas para la campaña militar de 2023. Solo su consideración completa y exhaustiva creará las condiciones para que Ucrania derrote a las fuerzas armadas del país agresor y ponga fin a la destructiva guerra en Europa”.
En el artículo, los autores señalaban que ”la única manera de cambiar radicalmente la situación estratégica” era, sin duda, que las Fuerzas Armadas de Ucrania “lancen varios contraataques consecutivos, e idealmente simultáneos, durante la campaña de 2023” para conseguir que la campaña se traduzca en un verdadero “punto de inflexión”. El objetivo era afectar al “centro de gravedad” último de la Federación Rusa en la guerra, la única vía percibida como capaz de “llevar a cambios en el curso de la guerra”. Un eje central que no podía parecer otro, de partida, que el “control sobre la península de Crimea”, con la planificación para 2023 de “una operación o una serie de operaciones para apoderarse de la península”, en coherencia con la línea reflejada en el artículo de The Economist.
Sin embargo, en la visión de Zaluzhny y Zabrodsky, incluso una victoria en Crimea se percibía como insuficiente para afectar a lo que definían como “la esencia de esta guerra”: la “decisiva disparidad en capacidades”, “la diferencia en el alcance máximo de las armas”, situada en alrededor de 2.000 kilómetros en el caso ruso y en apenas unos 100 en el caso de Ucrania, siendo este sustancial desequilibrio, “lo que debería considerarse el centro de gravedad de las Fuerzas Armadas rusas desde un punto de vista militar”. “Mientras esta situación persista, esta guerra podría durar años”, continuaban los dos militares, entre otras cosas por la percepción “remota” de dicha guerra por parte de la mayoría de la población rusa. Según los autores, por ello, al considerar el verdadero centro de gravedad de la guerra, lo realmente relevante era tratar de afectar a esa “impunidad, garantizada por la distancia física. Este es el verdadero centro de gravedad del enemigo”, la verdadera fuente de confianza para la Federación Rusa.
Según Zaluzhny y Zabrodsky, “el panorama puede cambiar drásticamente con una planificación adecuada y un trabajo correcto con los países socios de Ucrania”. El objetivo –“el soñado cambio de las reglas de juego” pasa, por ello, por “equipar y reequipar a las Fuerzas Armadas de Ucrania con sistemas de armas del alcance adecuado”. “Solo si se logra equilibrar el alcance de los medios de destrucción y, por lo tanto, cambiar el centro de gravedad del enemigo, podemos hablar de un punto de inflexión en el curso de la guerra”.
“Es muy posible contrarrestar al enemigo con nuestra capacidad de actuar de manera similar y a una distancia similar”, proponían para, de esta manera, llevar la guerra a territorio ruso. Una propuesta que se concretaba en el “suministro de sistemas de armas o ciertos tipos de munición con el alcance adecuado por parte de los socios de Ucrania a las Fuerzas Armadas de Ucrania … como … el misil MGM-140B ATACMS Bloque 1ª para el sistema de misiles múltiples Himars” y, más allá de ello, en “aplicar un enfoque integrado al reequipamiento de la artillería, las fuerzas de misiles, la aviación táctica, las Fuerzas Navales de las Fuerzas Armadas de Ucrania y otros componentes de su poder”. Se proponía así centrar el debate “en la creación o el aumento de capacidades, y no exclusivamente en la cantidad de armas y equipos para las brigadas que se planea reequipar”. Esa idea se repetiría en el artículo publicado por Zaluzhny en The Economist en noviembre de 2023 y en el que se aceptaba de forma implícita que la contraofensiva había fracasado, lo que costó el puesto al hasta entonces absoluto líder militar ucraniano.
Por las razones señaladas, siguiendo la experiencia de los ataques en Crimea “la tarea de las Fuerzas Armadas de Ucrania para 2023 es hacer que estos sentimientos sean más agudos, más naturales y completamente tangibles para los rusos y en otros territorios ocupados, a pesar de la considerable distancia a los objetivos”. Disponer de “medios de destrucción de rango apropiado” para llevar a un equilibrio de fuerzas en la acción contra la Federación Rusa en su propio territorio, y hacer uso de ellos, se convertía así en el objetivo central del plan ucraniano.
No obstante, incluso en este caso, en opinión de los autores, “Ucrania solo puede considerar la obtención de sistemas de armas adecuados de sus socios como una solución para el período de transición”. En realidad, el problema que pretenden superar es “restaurar y establecer su propio diseño y producción de armas de alta tecnología”, algo que abriría “un abanico ilimitado de posibilidades para la cooperación técnico-militar internacional con los países socios”.
Al considerar las perspectivas de cooperación con los aliados en el suministro de armas a Ucrania, Zaluzhny y Zabrodsky señalaban la necesidad de tener en cuenta dos factores importantes. El primero es que “es difícil para la generación moderna, para el mundo y, en primer lugar, para los europeos imaginar en la realidad operaciones de combate al estilo de la Segunda Guerra Mundial”, que sería la descripción del actual conflicto ruso-ucraniano. De ahí que “para repeler la agresión de la superpotencia por parte de Ucrania se requieren y se requerirán importantes recursos materiales y gastos financieros durante mucho tiempo”.
“El segundo factor es la amenaza directa del uso, en determinadas circunstancias, de armas nucleares tácticas por parte de las Fuerzas Armadas rusas”, una cuestión que relaciona con la militarización de la central nuclear de Zaporozhie. Según los autores, no se puede “descartar por completo la posibilidad de que los principales países del mundo se vean directamente involucrados en un conflicto nuclear “limitado”, lo que conduciría directamente a la perspectiva de una Tercera Guerra Mundial”.
De ahí se pasa a la propuesta más extrema de los dos directores iniciales de la guerra desde la perspectiva ucraniana: “Cualquier intento de implementar medidas prácticas para el uso de armas nucleares tácticas debe detenerse utilizando todo el arsenal de medios a disposición de los países del mundo. Después de todo, a partir de este momento, la Federación Rusa se convertirá no solo en una amenaza para la coexistencia pacífica de Ucrania, sus demás vecinos y varios países europeos, sino también en un estado terrorista de escala verdaderamente global”.
En otoño de 2022, Zaluzhny y Zabrodsky perfilan por tanto una estrategia militar orientada a movilizar todos los medios de ataque disponibles entre los aliados para, más allá de Crimea, cuya toma se percibe solo como un primer paso en esa estrategia, llevar la guerra total al territorio de la Federación Rusa. Una movilización de medios que debería incluir el propio arsenal nuclear a disposición de Occidente.
Marzo de 2023: Zabrodsky, comandante adjunto para planes y operaciones
El vínculo directo de Mijailo Zabrodsky con la planificación de la acción militar ucraniana se hace palpable en los primeros meses de 2023. El 10 de marzo, presenta una declaración voluntaria de renuncia a su escaño en la Rada Suprema, institución que el 17 de marzo emite una resolución para liberar a Zabrodsky de su mandato como diputado ucraniano. El militar pasa a ocupar el puesto de Comandante en Jefe Adjunto de las Fuerzas Armadas de Ucrania, específicamente orientado al área de planes y operaciones.
A partir de marzo de 2023, Zabrodsky se convierte en el segundo al mando tras Zaluzhny con el objetivo centrado en la contraofensiva ucraniana, tal y como recoge el propio servicio de prensa de Solidaridad Europea: “Ha llegado el momento de que se concentre plenamente en su servicio, fortalezca el potencial estratégico de las Fuerzas Armadas de Ucrania y contribuya, junto con Valery Zaluzhny y otros líderes militares, al éxito de la decisiva contraofensiva contra Rusia”.
Clave en ese contexto, como muestran los papeles de The New York Times, es la participación ucraniana en la Sociedad con los representantes militares de los ejércitos de Estados Unidos y del Reino Unido encargados de organizar las operaciones contra las tropas rusas. En un mensaje publicado en Facebook el 8 de abril de este año, Zaluzhny confirma la existencia de ese cuartel general conjunto, “convertido en nuestra herramienta clave para la planificación de operaciones y la formulación de las necesidades de implementación”. Según el hoy embajador de Ucrania en el Reino Unido, “tras el inicio de la agresión a gran escala, la asistencia militar de nuestros socios aumentó significativamente: recibimos diversas armas y equipos, y con ello, nuevos desafíos para su entrega y reparación”. El militar ucraniano hace referencia al centro de operaciones que, en abril de 2022, se estableció para coordinar la entrega de asistencia militar a Ucrania. Este centro se encontraba en la sede del Comando Europeo de Estados Unidos en Stuttgart antes de pasar su actividad a Wiesbaden.
Con el tiempo, y de forma especial tras el verano de 2022, cuando los aliados estadounidenses y británicos expresaron dudas sobre la idoneidad de ciertos tipos de armas y municiones para el frente en Ucrania, se acentuó el papel de este cuartel general operativo conjunto de las fuerzas alidadas, en un proceso apoyado de forma específica por el Reino Unido, dando nuevo impulso a las estructuras de coordinación de Wiesbaden. Basado en la logística, la función de este cuartel general se centró en analizar las operaciones planificadas de las Fuerzas Armadas de Ucrania y, de acuerdo con los estándares de la OTAN, determinar las necesidades. Como resume Zaluzhny: “En este cuartel general se planificaron operaciones, se realizaron simulacros de guerra, se determinaron las necesidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que se transmitieron a Washington y a las capitales europeas”.
En su formulación inicial, la Sociedad se tradujo en la parte política en la relación de Zaluzhny con el comandante supremo aliado la OTAN en Europa, el general, Christopher Cavoli, y el jefe del Estado Mayor de la Defensa de Reino Unido, el almirante Antony Radakin. Pero, en la parte más técnicamente militar, esta sociedad de intereses se concretó en el vínculo establecido entre militares con experiencia de mando en las fuerzas de asalto, como el estadounidense Christopher Donahue y Mijailo Zabrodsky (que conocía bien al ejército de Estados Unidos puesto que en 2005 y 2006 había asistido al US Army Command and Staff College en Fort Leavenworth).
Como indica en su artículo sobre la Sociedad The New York Times, dichos militares pusieron en marcha los primeros envíos occidentales a Ucrania de baterías de artillería M777 y proyectiles de 155 milímetros, así como las acciones de formación asociadas. Sin embargo, Donahue y Zabrodsky constituirían “el corazón de la sociedad”, el núcleo central de mantenimiento de la mutua confianza. Zabrodsky sería por ello “el principal contacto ucraniano de Wiesbaden”, a pesar de mantenerse todavía formalmente como miembro del parlamento ucraniano. Donahue, en el marco de Task Force Dragon, se encargaría además de facilitar a su colaborador ucraniano la transmisión de la inteligencia militar necesaria para la acción ofensiva ucraniana. La acción operativa empezó en mayo de 2022 y pronto alcanzó sus mayores éxitos con el uso de los HIMARS.
Febrero de 2024: La caída de Zaluzhny y Zabrodsky
El fracaso de la contraofensiva supone no solo una efectiva derrota militar para Ucrania, sino que lleva aparejada la destitución de Zaluzhny y Zabrodsky. Sustituido Zaluzhny unos días antes, el 11 de febrero, el nombre de Zabrodsky aparece entre el de los 16 generales y oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas de Ucrania que pierden sus cargos. Poniendo de manifiesto la dimensión personal de la colaboración, Zaluzhny agradecería el 24 de enero de 2024 el apoyo personal recibido de su camarada de armas: “Feliz cumpleaños, Mijailo Zabrodsky. Gracias por tu amistad y tu ciencia. Gracias por estar ahí”.
En la dimensión política y militar, las dos destituciones tendrían algunas consecuencias relevantes. En términos internos, ponen de manifiesto la ruptura de la alianza coyuntural del equipo de Zelensky con los principales apoyos militares de Petro Poroshenko.
En la dimensión externa, mucho más relevante, los cambios suponen ante todo una derrota del proyecto estratégico de extender la guerra a gran escala al conjunto del territorio de la Federación Rusa. Ese proyecto que, según Boris Johnson, consistía en dejar vía libre a la parte ucraniana para que tuvieran la capacidad de “hacer el trabajo”, sin tener que luchar con “una mano atada detrás de la espalda” pero que, al socio estadounidense, en especial en el Pentágono, siempre le generó enormes dudas. Aunque también respecto a la probabilidad de una rápida victoria ucraniana en Crimea, esas dudas se vinculaban sobre todo con ese proyecto de extensión de la guerra total a la Federación Rusa.
Respecto a Crimea, el General Milley ya había adelantado la posibilidad de alcanzar un acuerdo entre Ucrania y la Federación Rusa ante las dificultades de facilitar armamento suficiente para la contraofensiva de 2023. A finales de 2022, el propio Donahue, ante el reforzamiento ruso en el sur, apostaba por una larga pausa, incluso superior a un año, para reforzar al ejército ucraniano a través de la creación y formación de nuevas brigadas para avanzar con mayor seguridad hacia Melitopol. Se trataba de un proyecto que encajaba con la visión de Zabrodsky, un militar radical de cara a los objetivos finales, pero realista a la hora de ajustarse a los plazos, más o menos largos, requeridos para alcanzar los objetivos.
“Donahue tiene razón”, señaló Zabrodsky, según lo narrado por The New York Times, pero “a nadie le gustaron las recomendaciones de Donahue, excepto a mí”, incluyendo aparentemente en ese caso a su amigo Zaluzhny. No habría, por ello, pausa en la contraofensiva de 2023, un resultado a lo que también contribuiría la asignación de un nuevo destino para el General Donahue.
La decisión de Ucrania de ordenar una ofensiva en dirección a Melitopol, con acciones de simulación en dirección a Mariupol (que llegaron a tener algún éxito inesperado en el área de Staromaiorske), combinada con otro avance hacia el área de Bajmut, vino acompañada de un sonoro fracaso final en los distintos frentes. En última instancia, una asignación insuficiente de tropas fue el elemento fundamental de ese fracaso, al menos según la percepción ucraniana. De cara a 2024, en cualquier caso, no quedaba ni suficiente equipamiento militar, ni medios humanos adecuados para que Ucrania pudiera construir un ejército lo suficiente grande para sostener un nuevo avance.
La Operación Lunar Hail constituyó el último intento del periodo de mando del general Zaluzhny para forzar la máquina con una campaña de ataques con cientos de ATACMS para forzar a Rusia a situar su infraestructura militar fuera de Crimea y de vuelta a territorio ruso. Pero, aunque junto al general Antonio Aguto, sustituto de Donahue, Zabrodsky se había encargado de elegir los objetivos de la Operación Lunar Hail, la acción se desarrolló en agosto de 2024, mucho tiempo después de la destitución de Zaluzhny y Zabrodsky. Aunque consiguió éxitos, provocando la salida de parte del equipamiento ruso de Crimea, también puso de manifiesto lo que Zaluzhny y Zabrodsky señalaban al hablar del centro de gravedad del ejército ruso: los éxitos -en realidad, ahora, secundarios- en Crimea no iban a alterar el fracaso de fondo de la ofensiva ucraniana y su incapacidad para afectar al “centro de gravedad” de la guerra.
Respecto a la extensión de la guerra a Rusia, en su artículo sobre la Sociedad, The New York Times recuerda la posición original estadounidense: “Nuestro mensaje a los rusos fue: ‘Esta guerra debe librarse dentro de Ucrania. “Si los comandantes ucranianos quisieran atacar dentro de Rusia”, explicó el general Zabrodsky, “tendrían que usar su propia inteligencia y armas de fabricación nacional”. Esta posición se matizaría parcialmente al final del mandato de Biden tras la derrota electoral de Kamala Harris, pero solo de cara a acciones un área territorial limitada dentro de las fronteras rusas.
Según The New York Times, para los estadounidenses el desarrollo de la incursión de agosto de 2024 en Kursk representó una grave violación de la confianza en el marco de la Sociedad. No se trató solo de que los ucranianos los hubieran mantenido en la sombra una vez más, sino que habían cruzado en secreto una línea mutuamente acordada, introduciendo equipo suministrado por la coalición en territorio ruso, dentro del área de operaciones, en violación de las normas establecidas en el momento de su creación.
Para una parte de las fuerzas estadounidenses, las propuestas de Zaluzhny y Zabrodsky, siempre asumidas por la presidencia de Ucrania en su dimensión de extensión de la guerra a Rusia, se abrían a un escenario peligroso. Un escenario propio de lo que Donald Trump definiría en público en febrero de 2025, ante todas las televisiones del mundo y en presencia de un Zelensky humillado, pero también agresivo y desafiante, como estar “jugando con la vida de millones [de personas], con la Tercera Guerra Mundial”.
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