“Concedí una entrevista a la KBS de Corea del Sur, en la que recalqué el papel oficial de Corea del Norte en esta guerra. No se trata solo de armas o de trabajadores en fábricas rusas: los soldados norcoreanos están en Kursk, nuestros territorios ocupados, preparándose para luchar contra Ucrania. Esta es una guerra de dos países contra uno”, escribió Volodymyr Zelensky en una peculiar forma de describir el estado de la guerra y la influencia de las tropas norcoreanas, centro del debate aunque todavía no han sido vistas cerca del frente. Con ese breve mensaje, el presidente ucraniano sugería sin necesidad de una formulación más explícita, dos de las tres ideas principales que Ucrania está adoptando en su discurso oficial: la escalada que supone la presencia de tropas de un tercer país en la guerra -aunque vayan a luchar, según lo que ha alegado en nombre de la inteligencia ucraniana Kirilo Budanov- y la internacionalización del conflicto. De forma mucho más abierta, Zelensky introducía más adelante la tercera idea y anunciaba que pronto solicitaría a la República de Corea un paquete de armamento para contrarrestar esa presencia coreana.
“La reciente situación en materia de seguridad a nivel internacional y la cooperación militar ilegal entre Corea del Norte y Rusia supone una amenaza para nuestra seguridad nacional”, afirmó ayer el presidente Yoon en una comparecencia ante el Parlamento en la que añadió que su Gobierno se disponía a “revisar todos los escenarios posibles y tomar medidas al respecto”. La declaración es la condena que esperaba Zelensky, pero carece de las medidas concretas que desearía Ucrania. Teóricamente, la República de Corea no puede legalmente enviar armamento a una zona en guerra, algo que Zelensky trata de cambiar a base de vincular, como también comienza a hacer Yoon, la situación en Ucrania con la de la península coreana. Según las encuestas que se han realizado en los últimos días, dos tercios de la población surcoreana es contraria al envío de armamento a Ucrania, algo contra lo que Kiev luchará utilizando sus capacidades para la comunicación y la propaganda.
Desde hace meses, Ucrania suplica un aumento de la asistencia militar. En su progresivo aumento de las demandas, que y no se limitan a tanques, munición, sistemas de defensa aérea y aviación sino que incluyen misiles de largo alcance con los que atacar el territorio de la Rusia continental, Kiev no se ha privado de utilizar cualquier situación para lograr su objetivo. A la perplejidad por la negativa de Olaf Scholz a suministrar misiles Taurus, con capacidad para alcanzar Moscú, se suma ahora el rechazo de Joe Biden a levantar el veto al uso en territorio ruso de los misiles norteamericanos, franceses y británicos con los que Ucrania ya cuenta. En busca de nuevos argumentos, el acuerdo de seguridad bilateral entre Rusia y la República Popular de Corea y la más que probable llegada al frente de un primer contingente de tropas norcoreanas han sido el regalo caído del cielo que Kiev añoraba. La situación en el frente de Donbass y unas dificultades para conseguir lo que pide de sus socios a las que Ucrania no estaba acostumbrada han hecho virar el discurso y, aprovechando la suposición de que las tropas coreanas lucharán en Kursk, Ucrania y sus aliados han abandonado el lema de que Ucrania había invadido la región rusa sin que Rusia hiciera nada como respuesta a alegar que se ha producido una escalada inaceptable ante la que es preciso reaccionar rápidamente.
“Rusia también está organizando que unidades de ingeniería y trabajadores civiles norcoreanos operen en sus fábricas militares. Veo un paralelismo inquietante en esto. Cuando Rusia invadió y ocupó Crimea hace diez años, hubo poca reacción global, aparte de unas pocas declaraciones silenciosas. Lo mismo ocurre hoy con la participación de Corea del Norte: Putin está poniendo a prueba la reacción del mundo”, escribió Zelensky en un aparente intento de chantaje moral a sus aliados por no haber actuado en marzo de 2014. En aquel momento, Occidente inició el régimen de sanciones contra Moscú, pero nunca amenazó con la vía militar. Nunca tuvo sentido arriesgarse a un enfrentamiento directo con una potencia nuclear por la península del mar Negro, donde las encuestas occidentales, aunque a regañadientes, confirman la aprobación mayoritaria a la adhesión a Rusia. Tampoco Ucrania luchó por Crimea, consciente de su debilidad militar, pero también política y social en un lugar sobre el que cinco años antes Mustafa Nayyem, padre de Maidan, había escrito que culturalmente “no es Ucrania”.
Vladimir Putin “está poniendo a prueba a Occidente, a la OTAN e incluso a Corea del Sur, observando su respuesta a la incorporación de fuerzas norcoreanas a su campaña. Si la respuesta es débil, deberíamos esperar que aumente el número de soldados extranjeros en nuestro territorio”, afirmó Zelensky, para añadir al día siguiente que “Corea del Norte ha ensayado recientemente un nuevo misil balístico con un tiempo de vuelo y una altitud récord. El mundo se limita a observar cómo esta amenaza crece. Con la ayuda de Moscú, Corea del Norte ha mejorado su artillería y sus capacidades de misiles. Ahora está aprendiendo las tácticas de la guerra moderna. Miles de soldados norcoreanos ya están cerca de las fronteras de Ucrania, preparándose para luchar. Y el mundo sigue observando”. La voluntad de mostrar la amenaza norcoreana como una bomba de relojería a punto de explotar parece clara.
Desde la ratificación del acuerdo entre Moscú y Pyongyang, Ucrania ha centrado su discurso en dos aspectos: la exageración hasta la saciedad del peligro y la idea de que supone la internacionalización de un conflicto que nació internacionalizado desde su estallido. Como respuesta, Kiev plantea únicamente la vía militar, que resume en dos aspectos en los que, curiosamente, coincide ampliamente con la prensa occidental, en la que los argumentos se repiten y no difieren en exceso del argumentario ucraniano.
“Ucrania cree tanto en el poder de la democracia y la libertad de expresión que lucha por ellas contra la mayor potencia del planeta. Esperamos lo más importante de las elecciones estadounidenses: que el nuevo presidente, independientemente de su nombre, aprecie altamente el heroísmo del ejército y la sociedad ucranianos. Ningún otro aliado de Estados Unidos en las guerras de las últimas décadas ha demostrado tanta resiliencia, habilidad militar y compromiso con los ideales de libertad como los ucranianos. En 2022, nos enfrentamos al segundo ejército del mundo. En 2024, nos enfrentamos a la alianza global antioccidental. Ni entonces ni ahora pedimos a los militares de Estados Unidos que luchen por nosotros. A Ucrania le gustaría tener un aliado fuerte y digno. Estados Unidos ya tiene uno”, escribió ayer Mijailo Podolyak en referencia a lo que Kiev espera de la Casa Blanca y mencionando nuevamente una alianza global antioccidental que no existe, pero en la que el asesor de la Oficina del Presidente ubica a Rusia, Irán y la República Popular de Corea y en la que generalmente sugiere, aunque sin decirlo abiertamente, que se incluye también China, a la que Ucrania exige que reaccione ante la agresión norcoreana.
“Entendemos que la conexión logística entre Rusia y Corea del Norte permite esta agresión y hay que detenerla. Las naciones asiáticas fuertes, incluida China, tienen un papel que desempeñar. Si China realmente aboga por poner fin a la guerra, debe actuar”, escribió Zelensky el pasado fin de semana en un intento de involucrar a Beijing y exigirle intervenir en la relación entre dos de sus vecinos y aliados, dando a entender que sería de su interés. Ese es también el argumento esgrimido por un editorial publicado por The Observer, “el diario dominical más antiguo del mundo, publicado por The Guardian”, que afirma que “China tiene algo que decir en esta peligrosa contienda geopolítica. Pekín, que durante mucho tiempo ha sido el aliado más poderoso de Corea del Norte y su principal proveedor de ayuda, está inquieto por el cortejo de Kim a Rusia y teme perder influencia. Le preocupa que el despliegue de tropas, sumado a las maniobras nucleares de Kim, pueda desencadenar una mayor implicación militar y política de Estados Unidos y Europa en Asia-Pacífico, y una mayor inestabilidad regional”, El diario británico se erige incluso como portavoz de las preocupaciones del Gobierno chino.
También el segundo argumento utilizado por Zelensky es similar al del editorial. Como casi todo en los últimos meses, resolver el problema y acabar con el peligro pasa por los misiles occidentales. “Sabemos dónde se están concentrando esas tropas norcoreanas en Rusia. Podríamos actuar de manera preventiva si tuviéramos los medios (capacidad de largo alcance). Sin embargo, Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania están observando”, escribió Zelensky dejando poco lugar para la duda. “Si Ucrania tuviera permiso para disparar armas occidentales de largo alcance contra territorio ruso, argumentó, podría atacar preventivamente «todos los campamentos» de Rusia donde se reúnen las tropas norcoreanas. Como hemos dicho ya anteriormente, ese permiso debería concederse. ¿Por qué Ucrania debe seguir luchando con una mano atada a la espalda?”, concluye The Observer considerando que intentar evitar una lucha directa con una potencia nuclear es obligar a Ucrania a luchar a medias. En la práctica se trata de una forma de adherirse a la idea de que, tras más de 115.000 millones de dólares en asistencia militar ya entregado, Occidente está mirando. La respuesta para todo siempre son más armas, más misiles y una constante escalada. Las tropas norcoreanas, luchen o no en Kursk, son solo el último argumento para conseguirlo.
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