“Oficiales militares y de inteligencia estadounidenses han llegado a la conclusión de que la guerra en Ucrania ya no es un punto muerto mientras Rusia avanza a paso firme y la sensación de pesimismo en Kiev y Washington es cada vez mayor. El descenso de la moral y las dudas sobre si continuará el apoyo estadounidense suponen su propia amenaza para el esfuerzo bélico de Ucrania. Ucrania está perdiendo territorio en el este y sus fuerzas en el interior de Rusia han retrocedido parcialmente”, escribe esta semana The New York Times en un artículo escrito por cuatro corresponsales de nacional, Pentágono, seguridad nacional y agencias de inteligencia estadounidense al que contribuyen otras tres personas que aportan datos desde Kiev. Puede que la multitud de voces, unida al intento de advertir de una situación seria sin caer en el pesimismo expliquen lo ecléctico de un artículo que parece intercalar ideas contradictorias y que nunca llega a explicar realmente cuál es la situación actual en el frente ni qué puede esperarse del futuro a corto plazo.
“El ejército ucraniano tiene dificultades para reclutar soldados y equipar nuevas unidades. El número de sus soldados muertos en combate, unos 57.000, es la mitad de las pérdidas de Rusia, pero sigue siendo significativo para un país mucho más pequeño”, escribe en su parte inicial sin citar la fuente de esa cifra de bajas ucranianas que parece ser un término medio entre los 80.000 que afirmaban otros medios según fuentes de inteligencia occidentales y las irrisorias 32.000 que mencionó hace meses Zelensky y que nadie en Ucrania tomó en serio. En cualquier caso, sea cual sea el dato real, ha de mencionarse siempre el dogma de las inmensas bajas rusas, que cuentan con toda una sección en este contradictorio reportaje que continúa en el párrafo siguiente añadiendo que “la escasez de soldados y suministros de Rusia también ha empeorado, según funcionarios occidentales y otros expertos. Y sus avances en la guerra han tenido un alto coste. Si el apoyo de Estados Unidos a Ucrania se mantiene firme hasta el próximo verano, Kiev podría tener la oportunidad de aprovechar las debilidades de Rusia y su previsible escasez de soldados y tanques”.
“Los analistas del gobierno estadounidense concluyeron este verano que era improbable que Rusia obtuviera avances significativos en Ucrania en los próximos meses, ya que sus fuerzas, escasamente entrenadas, luchaban por atravesar las defensas ucranianas. Pero esa valoración resultó errónea”, admite para mostrar una situación grave para Ucrania en el frente del este pese a que, según las fuentes citadas, todas ellas del aparato de seguridad o inteligencia de Estados Unidos, nada está perdido y las opciones para 2025 están abiertas y uno de esos caminos “puede ser el bajo suministro ruso de vehículos blindados”, que ha obligado a Rusia a utilizar “pequeñas unidades de infantería para avanzar en el este de Ucrania. Los oficiales estadounidenses consideran que muchas de las batallas se han convertido en mataderos para los soldados rusos”. Al final, todo acaba reduciéndose a la falta de soldados, tapada por una “mal pensada y desesperada” llamada a la República Popular de Corea en busca de soldados, una medida que muestra la incapacidad rusa. Los soldados norcoreanos, que siguen sin ser vistos en Kursk, continúan siendo uno de los focos de atención, como muestra un artículo publicado por The Washington Post en el que se muestran las dos versiones, la que los presenta como desnutridos y mal entrenados y equipados y la que recuerda que, como pudo comprobar Estados Unidos en Corea y en Vietnam, las tropas asiáticas saben luchar.
A pesar de las estratosféricas bajas que Occidente sigue viendo en Rusia -aunque en ocasiones, como ahora mismo, no haya forma de comprobar esas pérdidas y el último intercambio Rusia entregara a Ucrania 501 cuerpos de soldados ucranianos caídos frente a los 89 rusos entregados por las autoridades ucranianas, unas cifras que contradicen el dogma instalado como verdad absoluta-, incluso la OTAN admite que Moscú sigue siendo capaz de reclutar a 25.000-30.000 nuevos soldados al mes sin haber decretado siquiera una movilización parcial como hiciera en septiembre de 2023. Es ahí donde The New York Times y sus fuentes observan el mayor peligro, ya que, según su versión, “militares estadounidenses afirman que el suministro de armas ya no es la principal desventaja de Ucrania. Ucrania ha reducido drásticamente la ventaja de la artillería rusa, según los oficiales estadounidenses, y los soldados ucranianos han utilizado drones explosivos para destruir vehículos blindados rusos.
“La mayor carencia de Ucrania ahora son las tropas”, añade el medio, que párrafos anteriores había puesto sus esperanzas de cambiar la tendencia de la guerra en la asistencia estadounidense. Pero, si las armas ya no son un problema y el único reto real es el de las tropas, ¿cuál puede ser la ayuda occidental que dé la vuelta a la guerra? La conclusión a la que llega el artículo es la misma que la del último informe del think-tank CEPA (Center for European Policy Analysis), que, en lo que define como “un momento para la humildad”, recomienda más sanciones a Rusia y asistencia militar a Ucrania y menos restricciones en el uso de armamento y, sobre todo “reducir la edad mínima y realizar un reclutamiento de forma más agresiva”. “Las autoridades ucranianas han tenido dificultades para poner en marcha un servicio militar obligatorio que aporte suficientes efectivos. El país ha dudado en rebajar la edad de reclutamiento, preocupado por el impacto demográfico a largo plazo. Ucrania se ha limitado a lo que un funcionario denominó una respuesta más «democrática y mesurada» a la escasez de tropas, pero como resultado se está quedando sin soldados”. escribe, de forma algo más sutil, The New York Times. Pese a la dureza de la guerra y lo precario de la situación, los cuatro corresponsales de seguridad, inteligencia y nacional concluyen que “pese a todo, muchos ucranianos no se rinden. «Luchar es nuestra única salida», nos dicen”. En la misma línea se muestra el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, en su último artículo antes de las elecciones, en el que afirma que “Ucrania ha sufrido terriblemente a manos de Putin. Pero como volví a ver en Kiev la semana pasada, Ucrania se mantiene inquebrantable, e incluso fortalecida”.
Esta conclusión oculta la destrucción masiva, la economía destruida y los centenares de miles de personas muertas o heridas, un precio que Estados Unidos está dispuesto a pagar ya que, como titula Foreign Policy en el artículo de Austin, “el precio de los principios se ve empequeñecido por el coste de la capitulación en Ucrania”, especialmente si el precio son las vidas ajenas. Esta visión de la situación, que asume como real la unidad que predica el Gobierno de Zelensky ignora los miles de ucranianos y ucranianas que luchan contra Ucrania al otro lado del frente y que no solo no se rinden, sino que avanzan y también algo que queda enterrado en la parte central del artículo de The New York Times, que afirma que “según un oficial, el Pentágono considera que Ucrania tiene suficientes soldados para luchar entre seis y doce meses más. Después de eso, dijo, se enfrentará a una fuerte escasez”, que se percibe ya en partes del frente, como constatan quienes informan desde allí. La BBC, por ejemplo, añade a los alardes de voluntad de lucha hasta el final de algunos soldados a los que cita en su reportaje desde el frente de Zaporozhie que “en el sur y el este de Ucrania, encontramos un número creciente de personas que quieren que la guerra termine inmediatamente, y ven una presidencia de Donald Trump como la mejor oportunidad de dar un respiro”.
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