“«Después de 970 días de guerra», dijo Lloyd Austin, secretario de Defensa de Estados Unidos, de visita en Kiev el 21 de octubre, “Putin no ha logrado ni un solo objetivo estratégico”. En público, el Sr. Austin ofreció certeza, confianza y claridad: «Moscú nunca prevalecerá en Ucrania». En privado, sus colegas del Pentágono, los funcionarios occidentales y muchos mandos ucranianos están cada vez más preocupados por el rumbo de la guerra y la capacidad de Ucrania para frenar los avances rusos en los próximos seis meses”, se lamentaba ayer The Economist en un artículo en el que sentenciaba que “Ucrania está ahora luchando para sobrevivir, no para ganar”.
“Las unidades ucranianas están infradotadas y sobrecargadas, desgastadas por el gran número de bajas”, explica el artículo que, aun así, insiste en tomar como ciertas las cifras de bajas rusas que alega, con una evidente exageración, la inteligencia ucraniana. Pese a insistir en un nivel de pérdidas estratosféricamente superior para las tropas rusas, The Economist concluye que el principal problema no es la pérdida de territorios, que es relativa y el peligro de que las tropas rusas avancen sobre Dnipropetrovsk u Odessa es escaso, sino la “constante erosión del tamaño y la calidad de las fuerzas ucranianas”. Aunque es Rusia quien sufre las bajas de personal y las pérdidas y baja calidad del material, son las Fuerzas Armadas de Ucrania, que disponen de la asistencia militar de la OTAN, las que pierden cantidad y calidad en sus tropas.
La coherencia es escasa, pero la preocupación es palpable y no se limita a los oficiales estadounidenses, sino que se extiende al complejo de think-tanks y expertos que han sido la base del optimismo militar occidental en Ucrania. “Rusia no puede luchar eternamente. Pero la preocupación entre Estados Unidos, Europa y los oficiales ucranianos es que, según las tendencias actuales, el punto de ruptura de Ucrania llegará primero”, afirma el artículo que, citando un reciente ensayo de Jack Watlink, miembro de RUSI, una organización muy cercana al ejército del Reino Unido, añade que “Moscú parece estar apostando a que puede lograr sus objetivos en Donbass el próximo año”, además de “imponer una tasa de bajas y degradación material lo suficientemente alta en el ejército ucraniano como para que ya no sea capaz de evitar nuevos avances”. Watling describe con estas declaraciones una guerra de desgaste para la que Rusia es consciente de que dispone de más recursos propios -materiales, industriales, personales- y en la que el objetivo es doble: el avance territorial en el frente prioritario y el desgaste del oponente para evitar su capacidad de contraatacar. No en vano, los avances en el frente oriental, por ejemplo con la captura de Ugledar, hacen menos posible un intento ucraniano de avanzar sobre Mariupol, algo que quedaría aún más claro si Rusia consiguiera capturar Krasnoarmeisk, Pokrovsk, con lo que las tropas ucranianas perderían rutas de suministro importantes y quedaría seriamente minada incluso su capacidad defensiva. Sin embargo, el ejemplo de Dzerzhinsk, Toretsk, donde Ucrania no solo se defiende sino que contraataca seriamente muestra que los grandes titulares que ponen en duda la supervivencia de las unidades ucranianas son oportunistas e interesados y buscan dar argumentos para exigir más asistencia occidental a Kiev.
Esa es también la táctica de Kiev, que prefiere no ahondar en sus derrotas y limita los riesgos a aspectos externos como, por ejemplo, la futura presencia de alrededor de 3.000 soldados norcoreanos en la guerra, por el momento, en la región de Kursk. Como era de esperar, la Unión Europea se ha adherido rápidamente a ese discurso y en las últimas horas Úrsula von der Leyen lo ha mencionado en dos ocasiones en su perfil oficial de las redes sociales. “La seguridad de Europa y del este de Asia están interrelacionadas. Los soldados norcoreanos se despliegan para apoyar la guerra de agresión de Rusia. Es una grave escalada en esta guerra y una amenaza para la paz mundial”, afirmó la presidenta de la Comisión Europea como si la situación mundial fuera de paz hasta la llegada del contingente norcoreano a Kursk, territorio soberano ruso. En su segundo mensaje, von der Leyen insistió en la misma idea para dar a entender cuál es la solución. “La escalada de la guerra de Rusia contra Ucrania constituye una grave amenaza para la seguridad europea y la paz mundial. En este contexto, una asociación estrecha y estratégica entre la UE y la OTAN es más vital que nunca”. Ante cualquier situación, la respuesta parece ser siempre más OTAN.
Es curioso también el cambio de discurso que han provocado los soldados norcoreanos incluso antes que sean vistos en el frente. Hasta hace unos días, el principal argumento de quienes defendían la necesidad de autorizar el uso de armamento de largo alcance occidental en cualquier lugar del territorio ruso era precisamente la ausencia de respuesta rusa. “Ucrania ha invadido Kursk y Rusia no ha hecho nada”, alegaban para insistir en que Moscú tampoco actuaría si Kiev comenzaba a bombardear objetivos militares en el territorio continental ruso. El hecho de que Rusia había renunciado a las negociaciones para un alto el fuego parcial que excluyera las infraestructuras energéticas de los objetivos militares y que hubiera aumentado esos ataques, una evidente escalada, no era tenido en cuenta precisamente porque solo afectaba a la población civil ucraniana y no a los países occidentales o sus intereses. La obsesión por Pyongyang, la ignorancia sobre el país y la exageración de las intenciones de sus dirigentes hace que cualquier mención a la República Popular de Corea sea considerada siempre un peligro. De repente, Rusia ha pasado de no hacer nada a una escalada inaceptable al reclutar tropas para defender su propio territorio (tanto la inteligencia ucraniana como la surcoreana afirman que es a Kursk donde se enviará a ese contingente, no a Ucrania). Después de días exagerando hasta la saciedad la amenaza que suponen esas tropas para Ucrania y para Europa en general, el presidente ucraniano y su homólogo surcoreano acordaron “tomar medidas conjuntas” contra ese despliegue, una propuesta con escasas posibilidades más allá de compartir datos de inteligencia.
El objetivo principal de Ucrania es utilizar este nuevo argumento para lograr más apoyo para la guerra, comenzando con animar a la República de Corea a aumentar su aportación militar, pero en busca de su principal objetivo. “El Pentágono declaró el lunes que no se impondrán nuevas restricciones al uso de armas estadounidenses contra las fuerzas norcoreanas en caso de que entren en combate contra las fuerzas ucranianas, al tiempo que estimó que 10.000 soldados norcoreanos han sido desplegados en el este de Rusia para recibir entrenamiento”, escribía ayer Reuters, que ni siquiera precisaba si existe alguna diferencia en si ese contingente, extremadamente limitado teniendo en cuenta las cifras en las que se mueve esta guerra, lucha en Kursk o en los territorios ucranianos. La mera mención a las tropas norcoreanas es suficiente para volver a abrir la puerta a dar a Ucrania esa herramienta que lleva meses suplicando y que la pasada semana Lloyd Austin insistió de nuevo en que no sería efectiva. De repente, esa medida parece ser útil como elemento de presión y como castigo a Rusia por utilizar la ayuda de un aliado, incluso aunque sea en su propio territorio, un motivo demasiado débil para creer que no se trata de algo planificado. Al fin y al cabo, en seis días desaparecerá el factor electoral y la administración Demócrata no se arriesgará a perder votos en caso de que no haya suficiente apoyo popular a escalar la guerra. Será entonces cuando se conozcan realmente las intenciones de Estados Unidos, principal proveedor de esta guerra y primera potencia mundial, que difícilmente puede decir seriamente verse amenazada por 10.000 soldados norcoreanos ayudando a Rusia a expulsar a las tropas ucranianas de Kursk. Si la decisión de no permitir el uso de misiles occidentales en territorio ruso se modifica en las próximas semanas, no lo será por una amenaza inexistente por parte de la República Popular de Corea, sino porque Washington está interesado en que se produzca una nueva escalada en la guerra.
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