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Del Plan de Paz al Plan de Victoria

Desde que Volodymyr Zelensky anunció que estaba preparándose un Plan de Victoria, esa ha sido la propuesta que más se ha debatido en la escena política y mediática. El presidente ucraniano ha realizado una gira internacional para presentar sus planteamientos a los principales socios de Ucrania y proveedores de su ejército y, solo tras esas reuniones, hizo lo propio en la sede de la soberanía nacional, la Rada Suprema, donde presentó únicamente los puntos que pueden hacerse públicos, dejando claro que existe otra serie de aspectos que, por motivos de seguridad nacional, han de permanecer clasificados. El plan es tan sencillo que puede resumirse en pocas palabras: invitación de acceso a la OTAN, aumento del flujo de armamento y permiso para atacar territorio ruso, instalación de u-n paquete de disuasión no nuclear (misiles occidentales en Ucrania), inversiones de futuro a cambio de acceso occidental a las riquezas minerales de Ucrania y aumento del peso militar de Ucrania en la defensa del continente (con aspiraciones de sustituir a destacamentos de tropas estadounidenses para que puedan centrarse en el objetivo real, el Indo-Pacífico, es decir, la contención de China).

El Plan de Victoria ha sustituido a la anterior iniciativa de Zelensky, planteado como algo ligeramente menos ominoso: el plan de paz. Si la actual iniciativa responde a la necesidad de acelerar los acontecimientos y endurecer la guerra en territorio ruso para intentar impedir el colapso del frente de Donbass y lograr la victoria sobre Rusia a base de más participación de sus aliados, el plan de paz reaccionaba a la necesidad de no presentarse como un obstáculo a la resolución del conflicto. En otras palabras, el Plan de Victoria es consecuencia del desarrollo militar de la guerra, mientras que el Plan de Paz responde a sus condicionantes políticos, uno de los cuales, es sin duda, el factor electoral estadounidense. La incertidumbre ante el posible retorno de Donald Trump, con su insistencia en que la guerra de ucraniana “es perdedora” y es preciso hacer que deje de haber muertos (el pacifismo del candidato Republicano no se extiende a las vidas de la población palestina), exigía que Zelensky buscara el camino hacia un proceso diplomático en el que pudiera controlar los términos. De ahí nació la iniciativa de paz de Suiza, una cumbre que se celebró en el país neutral una vez que Naciones Unidas rechazara organizar una iniciativa por y para una de las partes y en la que estuviera explícitamente excluida la otra.

En los meses transcurridos entre el desarrollo y presentación de uno y otro plan, el marco político y geopolítico de la guerra no ha cambiado, pero la incertidumbre para Ucrania ha aumentado ante la realidad de saber que la próxima legislatura estadounidense estará liderada por una persona que, sea Harris o Trump, no da a la cuestión ucraniana la importancia que le ha dado Joe Biden. De esa situación, con el peligro de una reducción del apoyo militar a Ucrania en los próximos meses, han aparecido tanto las prisas como la idea de que el actual presidente de Estados Unidos es la persona más importante para poner en marcha el Plan de Victoria de Zelensky. En otras palabras, Biden puede autorizar el envío de más misiles de largo alcance según los fondos previamente aprobados por el Congreso y autorizar su uso contra objetivos en la Federación Rusa y, sobre todo, es la persona indicada para invitar oficialmente a Ucrania a adherirse a la OTAN una vez terminada la guerra, una propuesta ingenua, ya que esa invitación exige la unanimidad del resto de países.

Imponer los dos primeros puntos del Plan de Victoria -la invitación a la OTAN, aumento del flujo militar y permiso para bombardear Rusia- son las dos principales prioridades para el Gobierno de Ucrania en estos momentos y seguirán siéndolo hasta enero en caso de victoria Republicana en las elecciones de la próxima semana. La victoria de Harris aliviaría ligeramente la tensión de Zelensky, que aun así exigiría de Joe Biden la decisión formal de adhesión de Ucrania a la OTAN -acceso que se produciría en cuanto terminara la guerra- para condicionar toda la legislatura y garantizarse el apoyo de Estados Unidos y, por extensión, el del resto de miembros de la Alianza.

Aunque el Plan de Victoria ha eclipsado el resto de propuestas, incluida la de paz y OTAN por territorios según la opción alemana que propone, por ejemplo, Timothy Garton Ash, Ucrania sigue tratando de impulsar también su Plan de Paz. El fracaso de la cumbre de Suiza, en la que solo se trataron los cuatro puntos menos polémicos y que de ninguna manera van a ser determinantes en una futura negociación, no ha impedido que la Oficina del Presidente siga utilizando la inviable propuesta de Zelensky como propuesta oficial de resolución del conflicto.

“Hoy he celebrado una conferencia dedicada al sexto punto de la fórmula de paz: «retirada de las tropas rusas y cese de las hostilidades»”, anunció el viernes en su perfil oficial de redes sociales Andriy Ermak, arquitecto de la fallida cumbre de Suiza y principal impulsor del intento de imponer como documento viable la propuesta de rendición unilateral de Rusia que es realmente el plan de diez puntos de Zelensky. Aunque paz y victoria son dos términos que Ucrania ha utilizado indistintamente y como sinónimos, los dos planes no solo no son incompatibles, sino que, cada uno con sus objetivos, son complementarios. Ambos forman parte del intento ucraniano de involucrar más a sus socios para lograr una resolución del conflicto en la que Kiev no tenga que hacer concesiones, algo inverosímil teniendo en cuenta los equilibrios de fuerzas militares y económicos, pero mientras que el Plan de Victoria es un documento dirigido a los socios occidentales, el Plan de Paz es un texto dirigido a Rusia. La propuesta presentada por Zelensky la pasada semana es una lista de exigencias a sus aliados, mientras que el plan que Ermak intenta mantener vivo es la enumeración de los diez puntos que tiene que aceptar Rusia para terminar la guerra. A lo largo de los últimos días, el jefe de la Oficina del Presidente ha informado regularmente de sus reuniones para impulsar diferentes puntos de ese decálogo que detalla la capitulación completa que se exige de Moscú, en la que no hay mención a los derechos de la población de lugares como Donbass o Crimea y que no fue tomado especialmente en serio siquiera por los países que participaron en la negociación de Suiza.

Frente a quienes, desde el establishment político y mediático occidental, comienzan a presentar la idea de la pérdida temporal de territorios a cambio de la paz y adhesión a la OTAN como compromiso aceptable para Ucrania, la insistencia de Ermak, mano derecha de Zelensky, en su plan de paz indica lo contrario. “En la conferencia subrayé que la retirada completa de las tropas rusas del territorio soberano de Ucrania es la base para lograr una paz duradera. No debemos esperar que esta guerra termine simplemente con negociaciones”, escribió Ermak dejando claro el objetivo, recuperar todos los territorios según las fronteras internacionalmente reconocidas de 1991, y la forma de conseguirlo, no solo negociaciones, es decir, la continuación de la guerra.

En su habitual creatividad, Ermak exigió ayer a Rusia regresar a las fronteras anteriores al 24 de febrero de 2022, es decir, aquello que Ucrania rechazó en las negociaciones de Estambul. Con esta idea, que recuerda a los años de Misnk, en los que Kiev ponía como prerrequisito para iniciar el proceso que Rusia le entregara el control de la frontera, Ermak exige la retirada voluntaria y unilateral y añade que «después discutiremos cómo recuperar nuestra soberanía hasta las fronteras de 1991».

El éxito ucraniano al imponer como viable un documento, el plan de paz, que no lo es, ya que exige la rendición unilateral de Rusia, ha llevado a la propuesta del Plan de Victoria, aún más maximalista y una lista de pasos que los aliados de Ucrania han de dar para obligar a Moscú a aceptar una propuesta que solo sería posible en caso de derrota militar completa. Aceptando el juego ucraniano de exigir siempre más armas, munición, financiación y participación, Occidente ha contribuido decisivamente llevar a Kiev al lugar que deseaba, uno en el que se siente capaz de dictar los términos no solo a Moscú sino también a Bruselas, Londres y Washington, para quienes apoyar a Ucrania con el armamento que se les exige es ya una obligación moral.

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