A menos de dos semanas de la celebración de los comicios presidenciales en Estados Unidos y con las encuestas marcando una igualdad que hará que el resultado dependa de una pequeña cantidad de swing states, estados que podrían caer de uno u otro lado y cambiar el desarrollo de los acontecimientos, la cuestión electoral marca la agenda política mundial y supone un elemento de incertidumbre especial en el caso de Ucrania. Todas las certezas existentes hasta ahora bajo el mando de Joe Biden, que ha gestionado las relaciones con Kiev durante dos legislaturas, ya que él era el encargado de la Casa Blanca durante los años de la administración Obama, desaparecerán en el momento en el que se anuncie quién llegará al poder el próximo enero. Aunque, sin duda, una victoria de Trump sería más preocupante para Zelensky, que aparentemente no logró el apoyo deseado del candidato Republicano en la reunión mantenida durante la última vista del presidente ucraniano a Estados Unidos, tampoco la victoria de Kamala Harris supondría el final de las preocupaciones. A la escasa presencia que está teniendo en la campaña la guerra de Ucrania se suma la especulación sobre la fría relación de la candidata y Zelensky, pese a que fue Harris quien acudió a la cumbre de paz de Suiza en representación de la Casa Blanca. Sin embargo, más allá de los lemas como “apoyar a Ucrania mientras sea necesario”, la candidata no ha planteado en ningún momento qué política concreta llevaría en lo que respecta a la guerra o la relación con Rusia. Las necesidades electorales están marcadas por los temas de política nacional y ni el candidato Republicano ni la Demócrata están realizando grandes discursos en los que detallen sus propuestas.
Esta realidad electoral, en la que los dos partidos se juegan su futuro para los próximos cuatro años hacía imposible que Zelensky obtuviera de Joe Biden la actuación rápida que esperaba. Ucrania ha recibido el apoyo prácticamente incondicional para su actuación dentro de las fronteras del país sin reproches por aspectos como los asesinatos selectivos en Rusia y en los territorios bajo control ruso o por los ataques contra infraestructuras petrolíferas en la Federación Rusa mientras Zelensky ha obtenido protección de sus aliados en el caso del Nord Stream, en el que su papel debió quedar en entredicho teniendo en cuenta las acusaciones vertidas por The Wall Street Journal y la cada vez mayor certeza de que era conocedor de los planes de llevar a cabo un atentado contra esas infraestructuras energéticas propiedad de Rusia, pero también de sus aliados alemanes. Sin embargo, el presidente ucraniano no ha obtenido el permiso de Biden para utilizar misiles occidentales contra objetivos rusos alejados de la frontera sino un nuevo rechazo: en su visita de esta semana a Kiev, Lloyd Austin, jefe del Pentágono, insistió una vez más en que Rusia ha alejado su aviación estratégica a una distancia más allá del rango de los ATACMS que pretende utilizar Zelensky.
Quizá más preocupante para Ucrania es la frialdad con la que sus aliados han recibido el plan de Victoria y, sobre todo, su punto número uno y principal: la invitación inmediata de adhesión a la OTAN para su acceso en el momento en el que termine la guerra. Pese a que ese punto hace inviable cualquier negociación con Rusia, el discurso de Zelensky intenta presentar ese punto como el definitivo, una invitación que hará imposible para Moscú continuar luchando contra Ucrania. “El Presidente Volodymyr Zelensky se enfrenta a un problema con su plan de victoria basado en que Ucrania reciba una invitación para entrar en la OTAN: algunos de los principales miembros de la alianza no están muy dispuestos a que eso ocurra”, escribía el martes Político, un medio con buenas fuentes en el establishment Demócrata y que señala a Estados Unidos y Alemania como los países con más reticencias, pero añade también a Hungría y Eslovaquia, que han manifestado públicamente su rechazo, e incluso a Bélgica, Eslovenia y España, una lista demasiado larga para no provocar cierto pánico en Kiev, que ya ha procedido a desmentir la noticia. Pese a las evidencias actuales y de los últimos años de que varios países miembros son contrarios a la admisión de Ucrania, el Gobierno ucraniano insiste en el amplio apoyo que disfruta en la alianza y el trabajo que está realizando para allanar el camino con los países que aún mantienen ciertas reticencias. A juzgar por las declaraciones de Julianne Smith, embajadora saliente de Estados Unidos en la OTAN, que afirmó que “hasta la fecha, la Alianza no ha llegado al punto de estar preparada para ofrecer su adhesión o una invitación a Ucrania”. Entre ellos se encuentra su principal aliado.
No solo Zelensky y su entorno confían en la solución de la OTAN como vía para resolver el conflicto con Rusia. Esa propuesta, que ignora que la OTAN es una de las causas de esta guerra, por lo que difícilmente puede entenderse como una solución constructiva o factible en las actuales circunstancias, es consciente de la coyuntura electoral. “Ucrania y sus aliados se preparan para el impacto de las elecciones presidenciales estadounidenses, barajando hipótesis sobre lo que podrían hacer Donald Trump o Kamala Harris. Una cuestión igualmente urgente es qué podría hacer el Presidente Joe Biden por Ucrania, independientemente de quién gane el 5 de noviembre”, escribe en The Washington Post Lee Hockstader, que afirma que Biden dispone de “76 días para acertar en Ucrania”. Ese es el tiempo en el que el actual presidente permanecerá en el cargo a la espera del traspaso de poderes, momento en el que “será un pato cojo, pero no impotente”. El analista propone que, sea cual sea el resultado electoral, Biden debe utilizar “el interregnun como una oportunidad de darle la vuelta a la tortilla contra el dictador ruso Vladimir Putin en una guerra que se inclina a favor de Rusia”. En pocas palabras, las proposición de Hockstader pasa por utilizar ese momento, en el que ya no se ponen en riesgo los votos, para dar los pasos que han resultado ser imposibles en parte por la coyuntura electoral. En caso de victoria de Trump, el artículo propone aprobar finalmente el uso de misiles ATACMS en territorio ruso, un acto que tendría dos objetivos: minar el esfuerzo bélico de Moscú y presionar a aliados como Alemania para enviar los preciados misiles Taurus, por los que Ucrania lleva más de un año suplicando y que el canciller Scholz ha rechazado, de forma igualmente repetida, que vaya a aceptar enviar.
Al igual que para Hockstader, para Timothy Garton Ash las elecciones suponen una gran oportunidad en caso de victoria Demócrata. “Nada ocurrirá antes de las elecciones presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre. Si el vencedor es Donald Trump, se acabaron las apuestas”, escribe, dando por acabada a Ucrania en caso de victoria Republicana, en un artículo publicado por Financial Times. Sin embargo, el artículo observa que “una transición de Joe Biden a Kamala Harris brindaría una oportunidad de oro para señalar este cambio”. En caso de victoria de Harris, el cambio es el mismo que propone Hockstader: aplicar el primer punto del Plan de Victoria de Zelensky, anunciar, de forma aparentemente unilateral, la invitación de adhesión a la OTAN para Ucrania. Para Hockstader, esa invitación supondría un elemento de presión a Alemania, algo recurrente en el punto de vista del articulista estadounidense, para aceptar la futura adhesión de Ucrania y serviría también de toque de atención a Hungría y Eslovaquia, que básicamente tendrían que acatar la decisión.
La diferencia entre Hockstader y Timothy Garton Ash es el marco en el que prevén esa invitación a Ucrania. “Incluso con una invitación formal de adhesión a la OTAN, el acceso de Ucrania podría llevar años. Aun así, marcaría la agenda de paz para Harris, aunque fuera una espinosa”, afirma sin explicar cómo la invitación a extender las fronteras de la OTAN hasta la frontera rusa en condiciones de guerra abierta puede marcar una agenda de paz. Al contrario que Hockstader, que parece centrarse más en presionar a los aliados de Estados Unidos y en extender la alianza atlántica, Timothy Garton Ash, propone el acceso rápido de Ucrania a la OTAN y no solo una invitación de futuro. Sin innovar en exceso, la propuesta es la opción alemana de adhesión según los territorios actuales como ejemplo de mal menor y como vía a algún tipo de paz que no acaba de definir y que Kiev ya ha calificado de “inmoral”.
“El siguiente paso crucial es que Washington se comprometa a que Ucrania forme parte de la OTAN, y que las disposiciones de defensa mutua del Artículo V de la alianza cubran las partes del país controladas por Kiev”, añade sin aclarar que el escenario que plantea, y que sería imposible de aceptar para Rusia a cambio de un acuerdo de paz armada, supone un paso más hacia el enfrentamiento directo entre la Federación Rusa y la OTAN.
“Los obstáculos en este camino son formidables. Pero consideremos la alternativa. Una Ucrania derrotada, dividida, desmoralizada, despoblada, henchida de ira contra Occidente y -como Zelensky insinuó la semana pasada- probablemente tratando de adquirir armas nucleares. Moscú triunfante. El resto del mundo concluye que Occidente es un tigre de papel. Xi Jinping animado a ir a por Taiwán. Biden y Harris pasarán a la historia como los líderes que «perdieron Ucrania». Hay un camino mejor”, sentencia. Concretamente, el camino a una guerra todavía más peligrosa.
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