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Armas, Corea, Energia, Estados Unidos, Zelensky

Tres focos de atención

La realidad de la guerra sigue centrada en tres direcciones: el supuesto envío de tropas norcoreanas, los avances rusos en la región de Donetsk y Járkov y las maniobras diplomáticas de ambas partes. Ayer, por primera vez, Estados Unidos afirmó disponer de evidencias de la llegada de tropas de la República Popular de Corea a Rusia que, como las inteligencias ucraniana y surcoreana, Washington también cifra en alrededor de 3000, una cantidad muy reducida como para suponer el cambio cualitativo que los países de la OTAN le adjudican y cuyo destino espera que sea Kursk, territorio soberano de la Federación Rusa según sus fronteras internacionalmente reconocidas, por lo que Moscú no tiene que dar explicaciones a Ucrania, a Estados Unidos o a la República de Corea. Más rápida en la producción de propaganda y guerra psicológica que en el suministro de sus tropas, la inteligencia ucraniana ha aprovechado ya la coyuntura y el interés internacional por ese supuesto contingente que ha querido extender su iniciativa “Quiero estar con los míos”, inicialmente dirigida a que ciudadanos y ciudadanas de Ucrania voluntariamente se ofrecieran para mudarse definitivamente a Rusia siendo intercambiados por soldados ucranianos, una forma de eliminar población no deseada.

La nueva iniciativa toma el nombre “Quiero vivir” y presenta un centro de internamiento para prisioneros de guerra en el que se promete comida caliente, una cama individual y buen trato y se anuncia que pronto llegarán los primeros soldados norcoreanos. El objetivo claro es animar a la deserción dando una imagen del ejército ucraniano que contrasta con las declaraciones de sus soldados. El burdo spot propagandístico parte de los habituales lugares comunes sobre la República Popular de Corea, dando por hecho que esas tropas que Budanov espera recibir pronto han sido enviadas a Rusia y posteriormente al frente contra su voluntad, bajo coacción y amenazas de represalias a sus familias o como trabajo esclavo. Mientras tanto, en regiones de Ucrania se aprueba que los agentes del reclutamiento puedan disparar a matar si se encuentran en peligro y una parte de la población prefiere arriesgar su vida para esquivar a los agentes de la movilización y los grupos de presa que los persiguen al trabajo o en las paradas de autobús.

En el frente, el foco sigue estando puesto en dos zonas muy concretas. No hay ningún tipo de colapso sino la continuación de la guerra de desgaste que, poco a poco, va minando las defensas de Ucrania. El hecho de que las cosas no van bien para Kiev puede constatarse con la información que publican sus aliados más cercanos. Ayer, la inteligencia británica constataba el aumento de las capacidades rusas para realizar ataques con drones a gran escala, un aspecto en el que Rusia inició la guerra muy atrasada y en el que Ucrania había disfrutado a una importante superioridad. Lejos queda el momento en el que Moscú necesitó ayuda de Teherán para compensar el tiempo perdido en el desarrollo de una herramienta a la que no había prestado la atención debida.

Más preocupante para Ucrania que perder la superioridad de drones que ha dado por hecha en el pasado es la situación en las cercanías del río Oskol, del que sus tropas expulsaron a Rusia en apenas un fin de semana en septiembre de 2022 en la que sigue siendo la peor derrota rusa de esta guerra. En aquel momento quedó constatada la debilidad defensiva la escasez y la falta de coordinación de las tropas rusas, minadas por una táctica que llevó al borde del colapso al frente del norte de Lugansk. En su informe del martes, la inteligencia británica no solo confirmaba los avances de Rusia, que se acerca peligrosamente a Kupyansk, una de las ciudades más importantes de la zona, sino que presagiaba futuros progresos. Aunque lenta y sin grandes alardes, la ofensiva rusa en este sector no está agotada a ojos del Reino Unido. La importancia de esta zona del frente no es su control -nada indica que Rusia aspire a capturar la región de Járkov, para cuya conquista ha demostrado en Volchansk no tener la suficiente fuerza-, sino preparar el terreno para avanzar sobre Slavyansk y Kramatorsk, las dos ciudades del norte de la región de Donetsk que las tropas rusas sí tienen el objetivo de alcanzar. Una misión prácticamente imposible sin contar con la posibilidad de un ataque simultáneo desde el sur y el norte, por lo que los dos sectores ahora principales, Járkov y Donetsk, están estrechamente vinculados.

Al oeste de la capital de la RPD, las últimas horas han mostrado avances admitidos por fuentes ucranianas al norte de Ugledar, en los alrededores de Kurajovo, en Dzerzhinsk y en dirección a Krasnoarmeisk-Pokrovsk. Ayer, con el asalto a la pequeña localidad de Izmailovka, las tropas de la 114ª Brigada izaron su bandera roja con la hoz y el martillo y tratan de consolidar las posiciones para minar el suministro ucraniano en Gorniak, más importante en el avance ruso con el objetivo de alejar el frente al oeste de la aglomeración urbana de Donetsk-Makeevka.  Y aunque aún es prematuro esperar la caída de Selidovo, uno de los dos centros urbanos relevantes en los que se está luchando -el otro es Dzerzhinsk, donde la batalla urbana causa avances y retrocesos y aún no ha quedado definida, las fuentes rusas mostraban ayer la primera bandera tricolor en una zona de la localidad, mientras que también las fuentes ucranianas admitían un avance por los flancos que pone a las tropas ucranianas en peligro de quedar próximamente sitiadas. El cerco operativo es prácticamente un hecho, un riesgo real en una zona especialmente sensible en dirección a Krasnoarmeisk, cuya pérdida podría causar para Ucrania el colapso de su defensa al oeste de Donetsk y donde la situación de la población civil que ha elegido permanecer en sus casas o que no ha tenido la ocasión de huir es ya dramática. Los medios ucranianos dan por hecho, por ejemplo, que este invierno no habrá calefacción.

La cuestión de la energía es uno de los aspectos que Zelensky ha tratado en las últimas horas en su último intento de presentarse como un presidente constructivo que busca la paz. En la estrategia del palo y la zanahoria con la que Kiev lleva a cabo la diplomacia, ayer Mijailo Podolyak calificó de inmoral cualquier propuesta “del modelo alemán” de acceso a la OTAN, que se realizaría bajo las actuales fronteras, con la pérdida temporal de los territorios ahora bajo control ruso, propiciando una partición de facto del país que Kiev rechaza incluso aunque se produzca a cambio del deseado acceso rápido a la alianza atlántica. En su mensaje, el asesor de la Oficina del Presiente volvía a exigir más armas para continuar luchando. El discurso contrasta con las declaraciones de Volodymr Zelensky que recogía ayer Financial Times. “El presidente ucraniano propone el cese mutuo de los ataques aéreos contra las redes eléctricas como primer paso para poner fin a la guerra”, subtitula el medio en un artículo en el que, en realidad, el presiente ucraniano vuelve a imponer sus condiciones para posteriormente decidir si Rusia desea o no el final de la guerra.

“En lo que respecta a la energía y la libertad de navegación, obtener un resultado en estos puntos sería una señal de que Rusia puede estar dispuesta a poner fin a la guerra”, afirma el presidente ucraniano, olvidando que también Ucrania ataca infraestructuras críticas, entre ellas la central nuclear de Zaporozhie y, que en ambos casos, la diplomacia fue posible y fracasó. En la cuestión de la navegación, el acuerdo de exportación de grano colapsó ante el cumplimiento ruso de las condiciones, pero el incumplimiento occidental de las promesas que Moscú había recibido, fundamentalmente el desbloqueo de sus exportaciones agrícolas de productos tan importantes como los fertilizantes. La cuestión de las infraestructuras energéticas es aún más clara: en agosto, Rusia y Ucrania se disponían a iniciar conversaciones indirectas con la mediación de los países del Golfo precisamente para lograr un alto el fuego parcial que prohibiera a ambas partes bombardear centrales eléctricas y nucleares. Ucrania priorizó el frente y, en vísperas del inicio de las conversaciones, lanzó su aventura de Kursk en dirección precisamente a poner en peligro el control de una central nuclear.

“Durante la primera cumbre [de paz] vimos que podía haber una decisión sobre seguridad energética. En otras palabras: nosotros no atacamos sus infraestructuras energéticas, ellos no atacan las nuestras. ¿Podría esto conducir al final de la fase caliente de la guerra? Yo creo que sí”, afirmó Zelensky en este discurso difícil de creer teniendo en cuenta que Ucrania no admite que ataca la central nuclear de Energodar y prefiere alegar que es Rusia quien bombardea periódicamente estas infraestructuras bajo su control. Aunque la mención a la posibilidad de acuerdo con Moscú en algún aspecto de la guerra es un cambio relevante en el discurso, los detalles apuntan a un intento de lograr concesiones de Rusia -cesar los ataques contra la producción eléctrica ucraniana- a cambio de una mínima contrapartida ucraniana. ¿Cesarían los ataques ucranianos a las infraestructuras petrolíferas en Rusia y renunciaría Ucrania a atacar la central nuclear de Zaporozhie? La respuesta parece incierta en un momento en el que Kiev sigue insistiendo a sus socios en la necesidad de disponer de misiles de largo alcance y permiso para utilizarlos en territorio de la Federación Rusa. Al menos a juzgar por su Plan de Victoria -o por su camiseta de ayer en el discurso diario a la nación, en la que se podía leer “Make Russia small again”- la idea de Zelensky es ampliar la guerra en Rusia, no reducirla.

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