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OTAN, Zelensky

Un Rammstein reducido

La semana del Plan de Victoria de Zelensky ha culminado con la visita de Joe Biden a Berlín y el cónclave de Estados Unidos con los líderes de sus tres principales aliados en Europa occidental: Alemania, Francia y el Reino Unido. “Estados Unidos siempre estará con sus amigos: por la paz, seguridad y prosperidad”, escribía la cuenta oficial de la presidencia estadounidense en las redes sociales acompañando una imagen de un sonriente Joe Biden junto a Keir Starmer, Olaf Scholz y Emmanuel Macron. Pese al mensaje, la conversación no se produce en un momento en el que la paz y la seguridad sean protagonistas. Las diferencias entre los cuatro aliados han sido escasas en el último año en lo que respecta al prácticamente incondicional apoyo a Israel pese a la destrucción masiva de Gaza y ahora de Líbano y un coste en víctimas civiles muy superior al de los dos años y medio de guerra entre los ejércitos de Rusia y Ucrania, tema principal de la reunión. Retrasado a consecuencia del huracán Milton, una crisis ante la que el actual presidente no deseaba aparentar desentenderse, el breve encuentro europeo poco tiene que ver con la cumbre de Rammstein a la que aspiraba Zelensky.

Consciente de que la fatiga de la guerra pesa entre los aliados cuando las promesas de éxito no se convierten en realidad y de que ha de competir con Israel por el favor de Washington, pelea en la que tiene todas las de perder, el presidente ucraniano deseaba contar con la atención de los jefes de Gobierno de sus aliados y proveedores más importantes. En esa reunión, Zelensky debía presentar su Plan de Victoria de forma colectiva, mostrando las jerarquías existentes. El presidente ucraniano ya había detallado su propuesta a Joe Biden, la persona más importante a la hora de poner en marcha el plan y se disponía a anunciar sus cinco puntos ante el Parlamento nacional. Entre dichas presentaciones debía producirse la cumbre de Rammstein, cancelada a causa de las necesidades electorales del Partido Demócrata, que precisaba del Joe Biden más presidencial que priorizara la agenda doméstica por encima de la internacional. A apenas dos semanas de las elecciones, queda claro que es lo nacional y no las propuestas de política exterior lo que va a marcar el resultado. Sin embargo, las escasas reacciones estadounidenses al plan de Zelensky son también la constatación de que el periodo electoral requiere no anunciar decisiones que puedan resultar costosas. Ese es el motivo por el que no era de esperar un anuncio estadounidense sobre el levantamiento del veto al uso de misiles occidentales contra territorio ruso, ni tampoco una respuesta clara al primer punto de la propuesta de Zelensky, la invitación inmediata a la adhesión a la OTAN, tema que, sin duda, habría sido una cuestión importante en la fallida cumbre de Rammstein.

Zelensky sustituyó la perdida oportunidad de dirigirse a todos sus aliados en grupo con un viaje por varias capitales europeas, su comparecencia en una Rada utilizada únicamente para asentir efusivamente al presidente y finalmente un beligerante discurso en Bruselas. Ucrania ha conseguido colocar la idea del Plan de Victoria en la prensa, pero no ha logrado el efecto deseado debido a un cúmulo de circunstancias: un escaso realismo percibido por los aliados occidentales, divisiones internas en relación con algunos de los temas clave y el condicionante electoral estadounidense. “Aunque todos los miembros de la OTAN han acordado que Ucrania se encuentra en una «senda irreversible» hacia la adhesión, Estados Unidos y Alemania se han opuesto a invitar formalmente a Kiev a unirse por temor a una escalada del conflicto con Rusia. Algunos funcionarios también han especulado en privado con la posibilidad de utilizar la adhesión a la OTAN como moneda de cambio en las negociaciones con Moscú”, escribe esta semana Financial Times sin explicar cómo Occidente va a convencer a Rusia a aceptar como parte de la negociación la cuestión de la OTAN, una de las causas de la intervención militar rusa.

Los buenos deseos y las promesas de futuro no son suficientes para Ucrania, que demanda la invitación inmediata que espera antes de la finalización del mandato de Biden. La cancelación de la cumbre de Rammstein y su sustitución por una reunión informal y escasa de contenido de Biden y tres líderes europeos evidencia que los aliados de Ucrania no comparten la urgencia de Kiev. Las prisas ucranianas para conseguir el premio de la OTAN y el permiso para utilizar misiles occidentales en territorio ruso se deben al temor a la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, que esta semana se ha referido a la guerra en unos términos molestos para Zelensky y su entorno. “Nunca debió permitir que empezara esa guerra. La guerra es perdedora”, afirmó el jueves el candidato Republicano en una aparición en un podcast conservador. Zelensky parecía confiar en su capacidad de convencer a Trump en una reunión frente a frente, pero su reciente encuentro no parece haber modificado la opinión del magnate estadounidense que insistió en que la guerra jamás se habría producido durante su presidencia y que, para sorpresa de los medios, culpó a Joe Biden y no a Vladimir Putin de su estallido.

“Con el presidente Bush, Rusia invadió Georgia. Con el presidente Obama, Rusia tomó Crimea. Con la actual administración, Rusia va a por toda Ucrania”, afirmó Trump, que sentenció que “con el presidente Trump, Rusia no tomó nada”. “Habría sido tan fácil. Si hubiera habido un presidente con medio cerebro, habría sido tan fácil de resolver”, se ha jactado Trump, que olvida que durante su mandato no fue capaz de resolver el conflicto de Donbass, mucho más accesible que el actual y en el que su política fue una continuación directa de los planteamientos heredados de Obama-Biden.

La llegada al poder de Trump supone un riesgo importante para Ucrania a pesar del trabajo del grupo de presión Republicano que trabaja por modificar la opinión del candidato. Una de esas personas es Marc Thiessen, miembro del think-tank conservador American Enterprise Institute y una de las caras habituales de Fox News, canal de televisión favorito de Donald Trump, que en su último artículo para The Washington Post enumera las similitudes entre el presidente ucraniano y el candidato republicano, a los que ve como dos outsiders que forjaron su carrera en televisión pero que abandonaron lucrativas carreras por el bien de su Estado y se han enfrentado al Estado profundo. Su odio por el Nord Stream es otro elemento en común destacado por el lobista que, recordando la dureza de Trump contra Rusia -y contra países cercanos a Rusia como Venezuela o Irán-, insiste en que no ha de darse por hecha una mala relación entre Trump y Zelensky.

La tensión entre ambos mostrada tras su breve reunión en Nueva York pesa, a día de hoy, más que la posibilidad de un entendimiento futuro. Pero independientemente de quién resulte victorioso en las elecciones de noviembre, Ucrania parece ser consciente de que deberá seguir presionando a sus socios para lograr lo que espera. A ellos está dirigido el ultimátum que es, en realidad, el Plan de Victoria, un documento que promete victoria y beneficios económicos a cambio de un esfuerzo colectivo que, a día de hoy, los proveedores de Ucrania no están dispuestos a realizar. Sin embargo, el no inicial de los aliados no tiene por qué ser permanente. Ese es, al menos, el planteamiento de Ucrania, que ve en la invitación a la adhesión a la OTAN el equivalente político a las armas milagrosas. “La invitación a la OTAN elevará la moral de nuestra población y nuestros soldados”, ha insistido Zelensky en referencia a la promesa de adhesión, ni siquiera a la entrada de hecho en la Alianza. El mismo efecto se esperaba en el caso, por ejemplo, de los tanques Leopard o de los F-16, que automáticamente iban a cambiar la naturaleza de la guerra.

Como en aquellos casos, que requirieron de campañas mediáticas y trabajo de lobby durante meses, Kiev está dispuesta a luchar por su plan. “La reacción al plan de victoria es exactamente la misma que con los Patriot, F16… Pero tenemos que hacerlo. Es la única manera con la que podemos sobrevivir”, afirmó Zelensky, confirmando implícitamente la negativa inicial de sus socios a la propuesta y dejando claro que Ucrania nunca acepta un no por respuesta. A falta de una cumbre de Rammstein, cualquier formato es bueno para ello.

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