“Ucrania y Eslovaquia crearán un hub energético del este de Europa”, titulaba el lunes pasado Ukrainska Pravda recogiendo las palabras del primer ministro de Ucrania, Denis Shmygal tras su reunión con el presidente Robert Fico, recuperado y reincorporado a su puesto tras el intento de asesinato que puso su vida en peligro. Pese a que los medios ucranianos destacaron fundamentalmente las noticias sobre la cooperación energética, el presidente eslovaco no dudó en repetir ante Shmygal su postura en relación a la posición geopolítica de Ucrania. Como afirmaba el lunes Político, el presidente eslovaco afirmó el domingo en una aparición en un medio eslovaco que “mientras yo lidere el Gobierno, dirigiré a los diputados que están bajo mi control como presidente del partido [Smer] para que nunca acepten la adhesión de Ucrania”. Según Strana, Fico insistió en su apoyo “al 100%” a la entrada de Ucrania en la Unión Europea, pero no en la OTAN. A ese no claro a la entrada de Ucrania en el bloque militar se unen la intención de Fico de reanudar las relaciones normales con Rusia en caso de que la guerra termine durante su mandato. Sin embargo, como muestra su reunión con el primer ministro ucraniano, esa postura no es contradictoria con cooperar con Kiev en los asuntos que afectan a ambos países, entre los que destaca, sin duda, la energía.
“Eslovaquia transferirá 500.000 euros para las necesidades energéticas de Ucrania”, añadía Ukrainska Pravda a su información sobre el nodo energético que acordaron ambos países y que, según Shnygal, tendrá como objetivo “utilizar las instalaciones de almacenamiento de gas, desarrollar el interconector de Mukachevo y cooperar en la industria nuclear. Esto reforzará no sólo la seguridad energética de nuestros dos países, sino también la de toda la región de Europa Oriental”. En la reunión, Kiev consiguió de uno de los países más pobres de la Unión Europea medio millón de euros para “las necesidades energéticas y la restauración de la infraestructura energética de Ucrania en el marco del Plan de Cooperación Bilateral en el ámbito del desarrollo de Eslovaquia” y un acuerdo que debe beneficiar a ambos Estados. “Me gustaría insistir en que Eslovaquia es el segundo país más importante en términos de exportación a Ucrania de electricidad tanto de emergencia como comercial”, añadió Shmygal, dejando claro el papel del país vecino en el intento de Kiev de reducir los efectos de los ataques rusos sobre el sistema eléctrico nacional.
Sin embargo, la cooperación tiene sus límites y, en este caso, la guerra y las posturas geopolíticas juegan un papel importante. Antes de la reunión, Fico había pedido a Ucrania “un gesto amigable” en relación a la cuestión del gas, todo ello después de que Kiev interrumpiera ya el tránsito de petróleo ruso a países como Eslovaquia. El gas otorga a Ucrania una carta de negociación, de presión y de chantaje a la que Kiev no va a renunciar. “Tras reunirse con Fico el lunes, el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, confirmó que Kiev no renovaría el contrato de tránsito entre Naftogaz, la empresa energética ucraniana, y la rusa Gazprom, que expira a finales de este año”, escribía el lunes Financial Times. Los medios ucranianos se hacían eco del rechazo ucraniano a continuar tratando con Gazprom incluso aunque haya de hacerse a costa de los países vecinos que están ayudando a Kiev a paliar la crisis energética que padece actualmente a causa de la guerra.
Durante la última década, la postura ucraniana en relación con el tema del gas ha sido el reflejo de la situación en la que se encontraba el país en los aspectos tanto económicos como políticos. Su capacidad de detener en cualquier momento el flujo de gas ya había sido utilizada en el pasado como herramienta de presión a este y oeste y la más que presumible participación del Estado ucraniano en la destrucción del gasoducto Nord Stream confirmaría la voluntad de Ucrania de hacer todo lo que está en sus manos para hacer inviable un proyecto que es contrario a sus intereses. Como en el caso de la posible paralización del tránsito de gas ruso a través de Ucrania, que perjudicaría a países como Eslovaquia, Austria y Hungría, el atentado contra el gasoducto del mar Báltico afecta fundamentalmente al segundo proveedor de asistencia militar a Ucrania, Alemania, un factor que no impidió el ataque a las infraestructuras.
Pero el tránsito de gas supone unos ingresos a los que Ucrania, que ha dejado clara su intención de romper definitivamente con Gazprom en su énfasis de aislar completamente su economía de la rusa y renunciar a toda relación económica con el vecino del este, no quiere renunciar. En ese juego de equilibrio entre la renuncia a llegar a un acuerdo con la compañía nacional de gas ruso y la pérdida de un importante flujo de dinero, Ucrania estaría dispuesta a no cesar el tránsito si son los países occidentales los que alcanzan los acuerdos con Rusia. Se repite así la situación en la que Kiev afirmaba durante los años de guerra en Donbass haberse liberado completamente del gas ruso, sustituido por gas adquirido precisamente de Eslovaquia, que carece de producción y que recibía el suyo de la Federación Rusa. En otras palabras, Gazprom enviaba a través de Ucrania el gas a Eslovaquia para posteriormente ser enviado a Ucrania. De esa forma, Kiev mantenía los ingresos de tránsito y podía alegar que no trataba con Gazprom.
La situación actual está marcada por la fortaleza que Ucrania percibe de sí misma. Tras la reunión con Fico, Shmygal admitió la situación vulnerable en la que se encuentran países como Eslovaquia a causa de lo que percibe como una dependencia del gas ruso que espera que disminuya en el futuro a base de la diversificación. Capaz de dar lecciones a sus vecinos a pesar de ser un país cuya supervivencia económica depende de los subsidios extranjeros, Ucrania defendió la posibilidad de utilizar su sistema de tránsito para exportar a la Unión Europea gas de Azerbaiyán -que previsiblemente incluiría también gas ruso, especialmente teniendo en cuenta las buenas relaciones entre Bakú y Moscú- y no ocultó que su objetivo es lograr sanciones contra el gas ruso. Kiev no quiere perder su posición privilegiada en el tránsito de gas, ni los ingresos que supone, pero sí quiere decidir qué gas han de comprar los vecinos que actualmente le están ayudando a paliar su crisis.
Los medios que recogen la noticia olvidan también un detalle. El actual acuerdo entre Rusia y Ucrania, que ha permitido que el tránsito de gas continúe ininterrumpido a pesar de la guerra, fue el principal resultado de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del Formato Normandía celebrada en diciembre de 2019 en París. Durante semanas, el entonces recién elegido presidente Volodymyr Zelensky suplicó a sus aliados y también a Vladimir Putin la celebración de una reunión. Zelensky se vio obligado incluso a enfrentarse a los soldados del regimiento Azov, que se negaban a cumplir la orden de retirada parcial de una zona de apenas dos kilómetros cuadrados en virtud de un acuerdo alcanzado más de dos años antes. Era la exigencia del presidente ruso para aceptar que se celebrara el encuentro. Aquella cumbre, como las declaraciones actuales, fue el reflejo de las prioridades de Ucrania. Pese a que teóricamente se presentaba como una oportunidad para avanzar en la resolución del conflicto en Donbass por la vía de los acuerdos de Minsk, la guerra fue un tema secundario y el acuerdo de gas fue el único resultado tangible de aquella cumbre. No hubo avance en la búsqueda de una solución a la guerra, algo de escaso interés para Kiev teniendo en cuenta que implicaba concesiones políticas, pero Ucrania se garantizó cinco años más de ingresos por el tránsito de gas ruso. Materia prima que ahora pretende sancionar, pero de la que sigue obteniendo ingresos.
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