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La «solución» OTAN

El foco de la atención política y mediática gira irremediablemente de Europa a Oriente Medio, donde Estados Unidos, en boca del secretario del Pentágono, ha insistido en el “derecho de Israel a defenderse”, ha visto con buenos ojos los asesinatos de líderes de Hezbollah realizados a base de masivos bombardeos de Beirut y ha dado su aprobación explícita a la operación terrestre con la que Tel Aviv y Washington afirman querer “desmantelar las infraestructuras de ataque a lo largo de la frontera para garantizar que el Hezbollah libanés no pueda llevar a cabo ataques al estilo del 7 de octubre contra las comunidades del norte de Israel”. El precedente de los últimos doce meses en Gaza, Cisjordania, Siria, Yemen y Líbano presagia cuáles serán las formas de defenderse de Israel y que Estados Unidos continuará justificando cualquier exceso, asesinato selectivo o masacre, mientras que toda respuesta, como la que se produjo ayer con el lanzamiento de misiles iraníes contra bases militares israelíes, será considerado una escalada inaceptable. Y aunque aún no ha comenzado la preocupación pública de Ucrania por garantizarse el estatus de guerra prioritaria, todo conflicto bélico cuya intensidad aumente puede afectar a Kiev, especialmente a la hora de imponer su discurso de guerra existencial para Occidente como colectivo.

Quienes en los medios de comunicación denunciaron la invasión rusa y llevan dos años y medio criticando el uso de operación militar especial en lugar de guerra califican la invasión israelí de Líbano como “incursión limitada”, “operación selectiva” o simplemente “operación terrestre”. Mientras tanto, la OTAN se reúne para garantizar que todo siga igual. Como ya se había anunciado, Jens Stoltenberg, que ha liderado la Alianza Atlántica durante esta última década de rechazo a una negociación con Rusia que evitara el escenario bélico actual, pasó el testigo al exprimer ministro neerlandés Mark Rutte, cariñosamente recibido por la mano derecha de Zelensky, Andriy Ermak, que escribió que le agradeció “su continuo apoyo a Ucrania y su importante contribución al fortalecimiento de la seguridad y la estabilidad en Europa. Le deseo éxito en su nuevo cargo, fuerza e inspiración”. El nuevo secretario general se reafirmó en que “las prioridades continuarán. En Ucrania, tenemos que asegurarnos de que prevalece como una nación soberana, independiente y democrática”.

Con las elecciones suspendidas sine die y una democracia con graves carencias y tendencia al autoritarismo mucho antes de la invasión rusa y la independencia tan limitada que Kiev precisa de subsidios extranjeros para mover su ejército y pagar sus salarios y pensiones, solo perdura la nación ucraniana, cuya supervivencia nunca estuvo en cuestión. El Estado y el Gobierno lograron mantenerse firmes en febrero de 2022, mientras que la nación como hecho social, cultural, político e histórico no es algo que Rusia pudiera destruir a base de artillería y misiles. Lo que sí ha estado en cuestión en la última década es la concepción de la nación y el significado de ser ucraniano, una identidad que la Ucrania post-Maidan ha tratado de modificar para eliminar todo resquicio de una idea de la nación que no implicara olvidar el pasado común con Rusia y la Unión Soviética en favor de un nacionalismo excluyente rechazado por una parte importante de la población de Crimea y Donbass. Pero ninguno de esos detalles son importantes para la OTAN, que simplemente busca que las cosas sigan como hasta ahora, añadiendo únicamente la posibilidad de utilizar misiles occidentales de largo alcance contra territorio ruso, ya que, según el nuevo secretario general, “el derecho a defenderse no termina en la frontera”. Solo para los aliados de la Alianza, eso sí.

El discurso de continuidad de Rutte es llamativo teniendo en cuenta el grave contexto internacional, especialmente en Oriente Medio, pero también en Ucrania, donde Financial Times describe una situación lo suficientemente grave en el frente como para que los soldados y comandantes comiencen a hablar de diplomacia. “En un puesto de mando cerca de la asediada ciudad de Pokrovsk, en el este de Ucrania, los soldados de la Brigada Presidencial Separada se lamentan de las vacilaciones de Washington sobre si Kiev puede utilizar misiles occidentales para atacar objetivos dentro de Rusia. Si fueran capaces de luchar «con las dos manos en lugar de con una atada a la espalda», entonces las valientes tropas ucranianas podrían tener alguna oportunidad contra un ejército ruso más poderoso, se lamenta un operador de drones de ataque”, escribe el medio, que no explica cómo disparar misiles en el interior de Rusia iba a mejorar la situación de la agrupación ucraniana en el frente de Krasnoarmeisk o en lugares como Ugledar, donde ayer se izaron por primera vez sobre las ruinas del edificio de la administración local la tricolor rusa y la Bandera de la Victoria.

“Ucrania se dirige hacia lo que puede ser su momento más oscuro de la guerra hasta ahora. Está perdiendo en el campo de batalla del este del país ante el avance implacable de las fuerzas rusas,”, escribe, para añadir la obligatoria coletilla de que el progreso ruso se produce “a un coste inmenso en hombres y material”. “Si Estados Unidos cierra el grifo, estamos acabados”, afirma un soldado de la 72ª Brigada, de la que no se menciona que ha quedado diezmada por una lucha sin sentido en la localidad de Ugledar. Una vez más, Ucrania ha priorizado continuar la batalla para causar bajas a Rusia a costa de aumentar las suyas. Pese a esos enormes costes, que sin duda han pagado ambos ejércitos, no son los soldados rusos sino los ucranianos los que afirman que “ahora, estoy pensando más en cómo salvar a mi gente” y añaden que “es bastante difícil imaginar que vayamos a ser capaces de empujar al enemigo de vuelta a las fronteras de 1991” para sentenciar finalmente estar “a favor de negociar”.

En términos políticos, Financial Times valora muy negativamente la última visita gira de Zelensky, tras la que  “el líder ucraniano abandonó Washington con las manos vacías en dos cuestiones centrales: el permiso de Estados Unidos para utilizar armas occidentales en ataques de largo alcance contra territorio ruso y los avances en el proceso de adhesión de Ucrania a la OTAN. Ante lo incierto la posibilidad de que Biden apruebe los bombardeos antes de las elecciones de noviembre, el foco comienza a centrarse en la opción OTAN, especialmente teniendo en cuenta que, según el medio, “a los oficiales estadounidenses no les impresionó el «plan de victoria» de Zelensky, que incluye la petición de grandes cantidades de armamento occidental”.

“Un asesor que ayudó a preparar el documento afirma que Zelensky no tuvo más remedio que reafirmar su insistencia en la pertenencia a la OTAN porque cualquier otra cosa se habría percibido como un retroceso en la cuestión de las garantías de seguridad occidentales, que los ucranianos consideran indispensables”, añade Financial Times, que pretende no saber que la entrada en la Alianza Atlántica es para Kiev un objetivo tan irrenunciable como la adhesión a la UE desde 2014. No en vano, la irrevocable vocación euroatlática fue incluida en el preámbulo de la Constitución.

Dos párrafos han llamado especialmente la atención en el artículo. En ellos se refiere tanto a los objetivos de Ucrania como una aparente moderación de las expectativas de Kiev. “El nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Andrii Sybiha, aprovechó las reuniones privadas con sus homólogos occidentales en su primer viaje a Estados Unidos en el cargo para discutir posibles soluciones de compromiso, dijeron los diplomáticos, y adoptó un tono más pragmático sobre la posibilidad de negociaciones de tierra por seguridad que su predecesor.

«Estamos hablando cada vez más abiertamente sobre cómo acaba esto y a qué tendría que renunciar Ucrania para conseguir un acuerdo de paz permanente», afirma uno de los diplomáticos, presente en Nueva York. «Y eso es un cambio importante respecto a hace incluso seis meses, cuando este tipo de conversaciones eran tabú»”, escribe el medio, especialmente deseoso de ver un giro importante en la política y diplomacia ucraniana.

Desde hace meses, la posibilidad de un acceso rápido a la OTAN como forma de definir la victoria de Kiev a costa de parte de los territorios perdidos en los últimos dos años o en la última década ha hecho surgir numerosas propuestas para congelar el conflicto. El hecho de que la primera de ellas partiera de la Oficina del Presidente de Ucrania hace que una proposición en este sentido pudiera resultar aceptable para Kiev. Sin embargo, esa versión olvida que la propuesta del lobista de cabecera de Andriy Ermak, Anders Fogh Rassmusen, no era iniciativa de paz, siquiera temporal, sino de llevar a la OTAN hasta la línea del frente, con la intención de aplicar el Artículo V de seguridad colectiva y obligar a la Alianza a responder a cualquier ataque ruso en esa línea de separación, una receta de guerra garantizada.

“La opinión pública ucraniana también parece más abierta a unas conversaciones de paz”, añade Financial Times, que añade, sin embargo, que “no necesariamente a las concesiones que podría requerir”. Esa postura es también la que mantienen el Gobierno y la Oficina del Presidente, que ha repudiado estos meses ideas que entiende como premios de consolación si se producen a costa de la pérdida de territorios, una solución tan improbable, como inviable. Como recordaba ayer Leonid Ragozin, “eso nunca ha sido una opción para Putin, ya que esta guerra va de la OTAN”. El periodista opositor ruso se lamenta de la oportunidad perdida del otoño de 2022, cuando con Rusia en su situación más débil, un entendimiento habría sido más sencillo. Ahora, Ragozin está convencido de que “Putin seguirá presionando hasta que la opción de la OTAN deje de estar sobre la mesa. Sería iluso pensar lo contrario”. Especialmente cuando la opción que se presentaría a Rusia sería la vía alemana: la entrada de Ucrania en la OTAN en su composición actual, es decir, con los territorios bajo su control, a la espera de una futura reunificación. El recuerdo de lo que en la práctica fue la anexión de la República Democrática Alemana es demasiado evidente para un hombre que en aquellos años estaba destinado en Dresde y que incluso en sus primeros años, cuando buscaba abiertamente un entendimiento con Occidente, criticaba a Mijaíl Gorbachov por haberse retirado de la RDA de forma prematura. Confiar en que la OTAN puede suponer una solución al conflicto es similar a creer que Israel puede conseguir una “desescalada por la vía de la escalada”, que ha llevado a Oriente Medio al borde de una guerra total.

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