Durante más de dos años, Ugledar se había convertido en un lugar inexpugnable para las unidades que Rusia había enviado a tratar de avanzar de forma que siempre había resultado suicida. Tras la retirada de Jersón en noviembre de 2022, su momento más vulnerable, el comando ruso volvió a dar la orden de capturar la localidad de Pavlovka, donde la guarnición ucraniana se encontraba en una situación difícil, lo que hacía posible presentar una buena noticia del frente en un momento en el que solo llegaban retiradas y derrotas. En aquel momento, el peso de la lucha recaía sobre las exhaustas tropas republicanas, que pese a las reticencias de su comandante, Alexander Jodakovsky, consciente de los riesgos y el coste que podía tener la operación, cumplieron con las expectativas y capturaron la localidad. “Preferiría estar en las circunstancias del enemigo”, bombardeando la ciudad en la distancia, afirmó entonces el fundador de la brigada Vostok. Ese avance ponía en peligro la integridad del contingente ruso por el mismo motivo que hacía inviable un ataque frontal sobre Ugledar: la posición privilegiada del fortín ucraniano.
Los últimos meses han invertido completamente el equilibrio de fuerzas y las dificultades. Los asaltos imposibles en los que los convoyes rusos eran avistados desde el primer momento por la artillería ucraniana, dejando imágenes de decenas de vehículos y cuerpos desperdigados por el campo abierto, se han convertido prácticamente en un cerco operativo de la ciudad. El desarrollo de la batalla por Ugledar es el reflejo de cómo ha cambiado la guerra, con un evidente debilitamiento de la posición de Ucrania en el frente más duro y un refuerzo de las posiciones rusas, donde las tropas republicanas han sido sustituidas por mejor armadas y más numerosas unidades regulares rusas. El aprendizaje de los dos últimos años ha servido también para adaptar la táctica y aprovecharse de las carencias enemigas sin arriesgar la vida de sus tropas a base de operaciones sin ninguna posibilidad de prosperar. El asalto final a Ugledar solo ha sido posible cuando Rusia ha conseguido desgastar severamente a Ucrania en grandes sectores del frente. Las dificultades en el sector de Dzerzhisnk-Toretsk y especialmente Krasnoarmeisk-Pokrovsk, existencial para el esfuerzo ucraniano en el frente del oeste de Donetsk han dejado prácticamente aislada la localidad de Ugledar, cuya importancia ha decaído notablemente ante el peligro de colapso de todo el sector.
A lo largo de la última semana, las noticias sobre Ugledar han ido tornándose cada vez más sombrías para Ucrania, pero han convivido con el discurso exageradamente triunfalista del Plan de Victoria de Zelensky. Los blogueros militares rusos y ucranianos han reportado avances rusos a este y oeste de la ciudad y se ha llegado, por el momento falsamente, a anunciar que la localidad había quedado cercada. Como admiten las fuentes rusas, sigue existiendo un corredor de salida por el que pequeños grupos ucranianos han abandonado Ugledar, aunque la situación es cada vez más complicada a medida que se estrecha el cerco, Rusia consigue consolidarse en la parte oriental de la ciudad y la batalla comienza a ser puramente urbana. “Continúa la dura lucha por Ugledar. No entiendo el razonamiento para seguir aferrándose a esas ruinas hasta el final cuando las rutas de suministro y evacuación están bajo control a fuego del enemigo. Teniendo en cuenta que el comandante en jefe ha reemplazado recientemente al comandante, esta no es una decisión local”, se lamentaba el fundador de Frontelligence Insight, una conocida cuenta proucarniana. El periodista Mark Ames, basándose en los precedentes de Artyomovsk o, en menor medida, Avdeevka, daba por hecho que la continuación de la lucha perdida ya toda lógica para hacerlo se debía a la voluntad de Volodymyr Zelensky. La semana en la que debía hablarse del Plan de Victoria no podía permitirse una retirada estratégica para evitar que dos de sus brigadas, la 72ª y la 110ª queden gravemente degradadas. Más allá de las críticas constantes que ha recibido tanto del entorno de Poroshenko, que siempre ha defendido a Zaluzhny, o de sectores de Servidor del Pueblo ahora críticos con Zelensky, que no dudan en presentar a Syrsky como un general excesivamente soviético o incluso como agente del enemigo, el actual comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania se ha distinguido por cumplir sin rechistar la orden de la Oficina del Presidente de luchar más allá del momento en el que la batalla ha quedado claramente perdida.
Como ha afirmado Zelensky en repetidas ocasiones -la última de ellas ante la posibilidad del inicio de la batalla por Pokrovsk-, el objetivo de Ucrania no es luchar por las ciudades sino destruir al enemigo. Desde ese punto de vista, es lógico continuar resistiendo, aferrándose a ruinas cuya viabilidad ha dejado de existir tanto como ciudad o como fortín militar siempre que se pueda seguir infligiendo bajas al enemigo. Ahí vuelve a entrar en juego la historia de dos años de esta batalla que parece a punto de terminar y que esta semana recordaba el periodista de Forbes David Axe. “Si la 57ª Brigada de Fusiles Motorizados captura las ruinas bombardeadas de Ugledar en los próximos días, será una victoria para Rusia, pero una victoria muy matizable. Sólo llegar a las afueras de Ugledar ha costado a las fuerzas armadas rusas unos mil vehículos y potencialmente varios miles de soldados”, insiste a base de exagerar hasta cifras imposibles las bajas rusas y apelar a la inteligencia británica, una fuente de parte que se ha destacado por ofrecer datos simplemente para favorecer el relato político ucraniano. “Si la ocupación de las ruinas de Ugledar justifica la repetida destrucción de una o ambas brigadas”, afirma en referencia a las dos brigadas que han tratado estos años de avanzar sobre la ciudad, “es una pregunta que sólo el Kremlin, y los supervivientes de las malogradas unidades, pueden responder”, concluye.
Ni Axe ni Zelensky pierden tiempo en pensar en la contrapartida de este tipo de lucha. Insistir y exagerar el número de tropas rusas caídas en Ugledar -300 al día durante meses según Axe, un dato imposible de creer sin algún tipo de evidencia que, por supuesto, no aporta- no hace desaparecer el desgaste que han sufrido las dos brigadas ucraniana que siguen luchando y el estado en el que van a emerger una vez concluida la batalla, especialmente si no se produce a tiempo la orden de retirada. El precedente de Avdeevka sugiere que ese repliegue no solo sería posible, sino que sería permitido por el mando ruso.
Sin embargo, y aunque Ucrania se ha jactado de su voluntad de preservar las vidas de sus soldados -algo que la tropa niega especialmente por la forma de actuar de Oleksandr Syrsky, al que acusan de haber condenado a la muerte a más ucranianos que cualquier general ruso-, la orden de retirada no llega y sí lo hace la lucha entre facciones. Como informaba ayer Strana, el comandante de la 72ª brigada, coronel Ivan Vinnik, ha sido sustituido en su puesto tras un mensaje publicado en las redes sociales en el que agradecía el esfuerzo a sus soldados, pero se refería a la batalla por Ugledar en pasado. La guerra debe continuar y en ella no se permite dar por perdida ninguna batalla ni admitir la realidad. La ciudad no ha caído aún, pero Ucrania ha buscado ya a su chivo expiatorio aunque, como escribía ayer Boris Rozhin, Colonel Cassad, él no es el responsable de que se haya trasladado a Kursk a una parte de los soldados que podían haber reforzado las posiciones y que, pese a los errores tácticos que puedan achacársele, los responsables de “la crisis operativa no están en Ugledar, sino en Kiev”.
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