“El terrible coste del continuo asalto de Rusia a Ucrania es visceralmente claro en un centro militar de rehabilitación a las afueras de esta ciudad. Allí, los soldados describen cómo sus cuerpos quedaron destrozados en el frente. Y ellos son los afortunados que sobrevivieron”, escribe David Ignatius en su último artículo publicado por The Washington Post y en el que presenta una imagen mucho más sombría de la guerra de lo que la prensa occidental ha acostumbrado a sus lectores. “Alexei intentaba mantener su posición en Pokrovsk, escenario de algunos de los combates más intensos de este año, cuando un dron lanzó una granada cerca de él. Su pierna izquierda y su mano derecha quedaron casi amputadas, unidas por finos hilos de tejido pero ya curadas. Nikolai perdió la pierna izquierda en Kharkiv, otro objetivo ruso. Esperó 18 horas para ser evacuado debido a los ataques de drones. Dima perdió ambas piernas cuando su vehículo fue alcanzado por un dron en Pokrovsk. Los cuatro soldados que viajaban con él murieron”, continúa el periodista estadounidense que, en unas pocas líneas muestra las dificultades que están sufriendo las Fuerzas Armadas de Ucrania: elevadas bajas y problemas tanto para sostener el frente como para cubrir necesidades básicas de los soldados como las evacuaciones rápidas.
La imagen que Ignatius da de la situación es coherente con la dinámica que muestran los mapas y los datos de intensidad de la batalla. Ayer mismo, los soldados de la 114ª Brigada izaron su bandera roja con la hoz y el martillo sobre una de las minas de Ukrainsk, la más reciente de las localidades capturadas por las tropas rusas en su sostenido avance en el frente más importante. Es evidente que Rusia ha aumentado su presión en Donbass y también en una parte de Járkov que se creía prácticamente olvidada, Kupyansk, donde Ucrania creyó haber expulsado definitivamente a las tropas rusas en su ofensiva relámpago de septiembre de 2022.
Pero ni la sincera descripción de una situación catastrófica para los soldados en el frente ni el titular del artículo, “Ucrania se está desangrando. No puede luchar eternamente”, deben llevar a equívoco: el objetivo del artículo no es abogar por una búsqueda de la paz por la vía diplomática o a un intento de lograr un alto el fuego que permita a Kiev recuperarse, sino defender la línea de escalada que propone Volodymyr Zelensky. Ante la certeza de que el próximo invierno se presenta especialmente duro para la población civil y las dificultades en la guerra terrestre van a continuar, o incluso empeorar para Ucrania, Ignatius, alineándose de forma explícita con los discursos pronunciados en la cumbre YES (Yalta European Strategy), se adhiere a la tesis de los misiles como arma salvadora de una Ucrania que está dispuesta a continuar luchando, pero no puede hacerlo lastrada por la falta de decisión -o por la debilidad, según las fuentes que cita en el artículo- de Joe Biden y de la administración Demócrata en la Casa Blanca. “Salí de la conferencia pensando que Estados Unidos debería tomar más riesgos para ayudar a Ucrania”, insiste Ignatius, que en párrafos anteriores admite que la principal labor de Washington ha de ser evitar una guerra con una potencia nuclear. Sin embargo, el periodista añade que “importa cómo acabe esta guerra. Si Putin prevalece”, insiste personalizando la Federación Rusa en un solo hombre, “dañará los intereses de América y Europa durante años”.
Poco importa a los amigos de Ucrania que defienden la opción de intensificación de la guerra que es el permiso de utilización de misiles en el territorio internacionalmente reconocido como ruso la certeza de que habrá una respuesta rusa. Centrando la posibilidad de represalias únicamente en la cuestión nuclear, expertos, periodistas, políticos y autoridades ucranianas esconden que el plan de Zelensky de bombardear territorio ruso implica una intensificación de la guerra que, sin duda, se producirá también en Ucrania. El aumento de los ataques a las infraestructuras energéticas, por ejemplo, ha sido la respuesta rusa al creciente uso de armamento occidental en Crimea y la amenaza de su uso en la Rusia continental. El bienestar de la población civil parece ser tan irrelevante que la posibilidad de que comiencen a destruirse, por ejemplo, los puentes sobre el Dniéper -que Rusia, aunque no Ucrania en el caso de Jersón, ha respetado hasta ahora- o que se continúe con la campaña de destrucción de centrales eléctricas ni siquiera es tenido en cuenta como factor.
“Zelensky, vestido, como siempre, con su camiseta verde de combate, afirmó que el rango adecuado de las armas suministradas por Estados Unidos debería ser «lo suficiente para cambiar las reglas del juego y hacer que Rusia busque la paz»”, informa Ignatius para recordar que el presidente ucraniano presentará sus planes a Joe Biden la próxima semana. “Si Zelensky es sabio, traerá consigo a Oleksander Budko, un veterano herido que habló con el grupo YES. Aunque perdió las dos piernas en combate, Budko, de aspecto juvenil, ha sido elegido recientemente «hombre más deseado de Ucrania» en un programa de televisión nacional. Ese es el espíritu que sostiene a Ucrania en este momento oscuro, y es conmovedor verlo”, añade el periodista para cerrar el artículo, por supuesto, sin mencionar que el soldado al que recomienda utilizar como reclamo publicitario en Estados Unidos se alistó en la 49ª Brigada Carpatska Sich, un batallón creado en 2014 para la operación antiterrorista contra la población de Donbass y directamente vinculado al partido ultra Svoboda. Una vez más, el ejemplo de la conmovedora lucha de Ucrania resulta ser un miembro de una división de la extrema derecha.
La visita de Zelensky a Estados Unidos no se ha producido aún, pero es ya la parte más importante del discurso de Ucrania, que allana el camino para introducir el plan definitivo, que ya no es el de la paz justa sino que ha sido bautizado con un nombre mucho más apropiado: el plan de victoria. Aunque hace tiempo que esos dos términos, paz y victoria, eran utilizados como sinónimos, el cambio confirma una postura que siempre estuvo clara. Como insistió ayer en una aparición mediática Mijailo Podolyak, el plan no contempla ni la congelación del frente ni concesiones territoriales. La propuesta que el presidente ucraniano dice tener al 90% preparada es la misma que planteó con su hoja de ruta para la paz, una lista de exigencias de rendición de Rusia y ninguna mención a los derechos de la población reconquistada, y que no es más que la reformulación de la postura que Ucrania ha mantenido desde 2014 al margen de cuál fuera su nivel de culpabilidad o la situación en el frente. La única diferencia ahora es que Zelensky afirma que presentará un plan detallado para conseguir ese objetivo. Todo indica que la proposición que el presiente ucraniano entregará a Joe Biden será el desarrollo de su plan de paz, es decir, todo un recorrido que va desde la victoria militar, para lo que necesitaría un nivel de armamento que elevaría notablemente la intensidad de la guerra (y que Estados Unidos no parece dispuesta a entregar ni capaz de producir con la rapidez que Ucrania exige), hasta la rendición de cuentas únicamente de la parte rusa pasando por las ingentes necesidades económicas para la financiación de la reconstrucción. Esa lista de deseos será presentada como una contrapartida, un pago por los servicios prestados a la hora de, como afirmaba Lindsey Graham, “luchar para que nosotros no tengamos que hacerlo”. Todo ello para lograr su sueño de ver a Rusia “suplicando la paz” -es decir, ofreciendo su rendición-, algo tan irreal que precisaría de una cantidad de misiles que, sin duda, colocarían a Europa en el centro de una guerra más amplia.
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