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Donbass, Ejército Ucraniano, Ermak, Estados Unidos, OTAN, Rusia, Ucrania, Zelensky

Propuesta de guerra

Desde sus inicios, pero con más intensidad desde la intervención militar rusa, el conflicto ucraniano se ha caracterizado por contener tres aspectos diferenciados aunque profundamente interrelacionados: un conflicto interno entre la Ucrania nacionalista y aquella que no aceptó el irregular cambio de Gobierno de febrero de 2014, un aspecto político en forma del enfrentamiento entre Kiev y Moscú que comenzó en Maidan y estalló en Crimea y un aspecto geopolítico de guerra proxy entre Rusia y Occidente que se ha jugado en la última década en el territorio ucraniano. Este último está directamente vinculado a la insistencia de Ucrania en el acceso a la OTAN y, sobre todo, a la posibilidad de que un país de la extensión, población y capacidad militar de Ucrania pudiera ser utilizado como base contra Moscú.

La ambición atlantista ha acompañado al discurso ucraniano desde 2014 como complemento al camino europeo, con la OTAN y la UE entendidas como dos caras de una misma moneda. Poroshenko introdujo esas aspiraciones euroatlánticas en la Constitución de Ucrania y ni su administración ni la de Zelensky han renunciado nunca a esa adhesión incluso en los momentos más duros. La neutralidad, en la práctica la renuncia a la voluntad de acceso a la OTAN, fue una de las bases de la negociación política entre Rusia y Ucrania en las primeras semanas tras la invasión rusa, un acuerdo que nunca se fraguó precisamente por aquello a lo que Kiev debía renunciar. Rusia ofrecía entonces apoyo para la adhesión a la Unión Europea, garantías de seguridad para todos los territorios a excepción de Donbass y Crimea a cambio de la renuncia a la OTAN y la finalización de la guerra.

La oferta era inaceptable para Ucrania no solo por la perspectiva de pérdida de territorios, sino también por el compromiso con la neutralidad, algo igualmente inadmisible para Kiev. La renuncia a la OTAN nunca fue opción y las garantías de seguridad para esos determinados territorios implicaban la renuncia implícita a Donbass y Crimea, los dos territorios cuya población había rechazado abiertamente la Ucrania nacida de la victoria de Maidan.

Las similitudes con esa propuesta de aplicación de ciertas medidas únicamente a los territorios bajo control de Ucrania han causado cierta confusión en el plan presentado el pasado fin de semana por Anders Fogh Rasmussen, exsecretario general de la OTAN y lobista de Kiev. La noticia fue recogida el sábado por el diario británico The Guardian, que presenta la táctica de Ucrania para los próximos meses, concretamente en preparación de la próxima cumbre de la OTAN. Pese a las elevadas expectativas que Volodymyr Zelensky había creado para la cumbre celebrada este año, Ucrania obtuvo promesas de futuro, pero no un calendario claro. Las reticencias de países tan importantes como Estados Unidos y Alemania a ofrecer a Kiev un momento concreto de adhesión provocaron que Ucrania recibiera únicamente el compromiso de adhesión futura, en el momento en el que las condiciones lo permitan. El Artículo V de la Alianza explica esas reticencias: en caso de ataque a un Estado miembro, la OTAN habría de acudir en su apoyo. Aceptar a un Estado en guerra implicaría, de forma automática, la entrada de la OTAN en esa guerra, algo que Estados Unidos ha demostrado que es la línea roja final. Pese a los intentos de Ucrania, Washington se ha mantenido siempre firme en su postura de luchar hasta el último ucraniano, pero sin participar directamente en la guerra contra Rusia.

La propuesta de Rasmussen recoge, en cierta forma, la idea de las garantías de seguridad para ciertos territorios, pero la retuerce hasta convertirla en todo lo contrario. La oferta rusa era de garantías de seguridad y neutralidad a cambio del final de la guerra. La de Rasmussen, por el contrario, implica la llegada de la OTAN a la línea del frente. Sin embargo, el engañoso titular, “Exsecretario de la OTAN propone que Ucrania se una sin los territorios ocupados por Rusia”, ha llevado a error a personas como Dmitry Medvedev, que ha visto en ello el inicio de la aceptación de la pérdida de los territorios. “Bajo la cobertura de la carnicería de Oriente Medio, algunos oficiales, actuales y pasados, de la OTAN están cuidadosamente distribuyendo nuevas ideas sobre Ucrania. Como necesitamos aceptarla en la Alianza, pero sin Crimea ni Donbass. Así que, desde su punto de vista, esos territorios ya no forman parte de Ucrania”, escribió el domingo.

La propuesta no ha confundido únicamente al expresidente ruso, sino que personas tan importantes en la política ucraniana como Mijailo Podolyak han visto en ella una maniobra rusa. El asesor de la Oficina del Presidente parece no haber comprendido los términos ni que esta táctica ha sido preparada por Andiy Ermak, mano derecha de Zelensky.

La propuesta que defenderá Rasmussen en nombre de Ucrania como elemento de presión hasta la celebración de la próxima cumbre de la OTAN no implica, tal y como el exsecretario general de la OTAN ha insistido, congelar el conflicto. Tampoco se trata de reconocer la pérdida de territorios para conformarse con el precio de consolación del acceso a la Alianza, sino de implicarla en la guerra. El modelo no es el de la oferta rusa de la cumbre de Estambul con unas fronteras definitivas sino el acceso de Alemania en 1955, que no incluía los territorios que entonces conformaban la República Democrática Alemana. La historia muestra que no se trataba de una frontera definitiva y que la OTAN se haría con esos territorios en el momento en el que estuvieran disponibles. “Es el momento de dar el siguiente paso y extender una invitación para que Ucrania se una a la OTAN. Necesitamos una nueva arquitectura de seguridad europea en la que Ucrania esté en el corazón de la OTAN”, ha afirmado Rasmussen, vistiendo de voluntad de paz lo que, en realidad, es todo lo contrario.

El objetivo de Ermak es transparente: llevar la frontera de la OTAN hasta la línea del frente para poder exigir la activación de la cláusula de defensa colectiva ante cualquier ataque ruso en la margen derecha del Dniéper o en la del Oskol. “La credibilidad absoluta de las garantías del Artículo V disuadiría a Rusia de realizar ataques dentro del territorio ucraniano dentro de la OTAN y eso liberaría fuerzas ucranianas para ir al frente”, especificó Rasmussen. Ucrania no tendría que defender Kiev u otras ciudades ni la frontera bielorrusa y podría concentrarse en recuperar territorios en el sur y el este. Por si quedaba alguna duda, Rasmussen añadió que “para hacer creíble el Artículo V, habría que enviar un mensaje claro a Rusia de que cualquier violación de territorio de la OTAN se encontraría con una respuesta”.

La propuesta de Ermak, presentada como una nueva arquitectura de seguridad no busca sino implicar directamente a la OTAN en la guerra, creando una línea del frente de 700 kilómetros entre la Alianza y la Federación Rusa en condiciones de guerra, una frontera muy diferente a la que los bloques mantuvieron entre las dos Alemanias durante la Guerra Fría. La postura de Estados Unidos, que hasta ahora ha rechazado luchar en la guerra, indica que la oferta ucraniana carece de realismo en las condiciones actuales. Ucrania, en su totalidad o parcialmente, no entrará en la OTAN durante la guerra mientras la postura oficial sea la de luchar contra Rusia a través del proxy ucraniano. Sin embargo, la idea no se debe al temor de perder la asistencia de Occidente ni a la voluntad de renunciar a parte de los territorios a cambio de la adhesión a la OTAN sino todo lo contrario. Ucrania continúa firme en su postura de continuar la guerra hasta la victoria final, una para la que es consciente que precisará un mayor apoyo de sus socios.

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