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Prigozhin, Putin, Rusia, Ucrania, Wagner

El Kremlin y el control de Wagner

Cinco días después del motín de Wagner, cuando Vladimir Putin calificó de los hechos de traición y de traidores a todos aquellos que participaran en ellas, el presidente ruso se reunió en el Kremlin con el dueño de la empresa, Egveny Prigozhin, y 35 de sus comandantes, una reunión que se ha conocido esta semana. Hasta ahora, la administración rusa solo había admitido la celebración de la reunión. En cuanto a los participantes, el Kremlin confirmó la presencia del dueño del imperio empresarial en el que se enmarca este ejército privado, Evgeny Prigozhin, y uno de los canales de Telegram vinculados a Wagner había añadido que también Dmitry Utkin, el admirador de la estética del Tercer Reich considerado cofundador de la aventura militar. Las palabras de la administración rusa hacen suponer que estuviera presente también el tercero en discordia, Andrey Troshev, el tercero de los fundadores de Wagner, al que generalmente no se ha dado especial cobertura. Troshev no cuenta con el perfil mediático que Prigozhin ha creado para sí mismo, ni con el interés mediático que causa la oscura figura de Utkin. Sin embargo, es a él a quien se considera la principal figura militar de Wagner en su presencia en la guerra de Ucrania. Por su “crucial contribución al esfuerzo bélico de Bashar al-Assad”, Troshev, Sedoy, fue incluido en la lista de sanciones de la Unión Europea en el año 2021.

Hasta este jueves, los comentarios de la administración rusa en referencia a la reunión con Wagner, revelada inicialmente por Liberation, se limitaban a una breve declaración de Dmitry Peskov, que afirmó que “lo único que puedo decir es que el presidente dio su valoración de las acciones de la compañía en el frente durante la operación militar especial y también de los actos del 24 de junio. Putin escuchó las explicaciones de los comandantes y les ofreció operaciones laborales y trabajo”. La reunión se producía cinco días después de que el presidente ruso compareciera ante la población en televisión acusando a los participantes en la marcha militar de Wagner de traición, algo que, en el pasado, había especificado como el único acto que sería incapaz de perdonar.

La simple celebración de la reunión mostraba ya que las intenciones de las autoridades rusas desde el 24 de junio eran las de apartar del control a Evgeny Prigzohin, pero intentar mantener el grueso del ejército de Wagner a su disposición tanto para las misiones exteriores de la empresa, que forman parte del esfuerzo ruso en mantener una presencia en países del sur global, como en Ucrania. De ahí que desde las primeras horas del motín fuera evidente que las tropas federales rusas iban a intentar evitar una confrontación armada. Puede entenderse así que las columnas armadas de Wagner no fueran atacadas en su camino a Moscú y que la defensa de la ciudad se planificara para un punto, el río Oka, relativamente cercano a la capital, dando tiempo así a que fructificara una negociación que, según todas las versiones, comenzó desde las primeras horas del motín y que, efectivamente, dio lugar a un acuerdo antes de que las columnas de Wagner llegaran a un punto de no retorno en el que el enfrentamiento armado a una escala significativa habría sido inevitable.

La aventura por la autopista M4 camino de Moscú terminó de forma abrupta con un acuerdo de marcha de Prigozhin y los soldados que quisieran acompañarle a Bielorrusia y la entrega de armamento pesado de Wagner al Ministerio de Defensa, proceso que los medios rusos han cubierto en las últimas dos semanas y que parece haber terminado ya. Esta semana se ha podido ver también un convoy de la empresa de Prigozhin circulando nuevamente por la M4, aunque esta vez en vehículos civiles, escoltados por autobuses con matrícula bielorrusa y sin equipamiento pesado. Horas después, los medios publicaban imágenes de supuestos miembros de Wagner entrenando al ejército bielorruso, algo que, sumado a la construcción de una base militar en el país, confirma que una parte del contingente de Prigozhin se trasladará, al menos temporalmente, al país vecino.

La presencia de Prigozhin en la reunión en el Kremlin, así como la certeza de que no ha permanecido en Bielorrusia desde el 25 de junio pone en cuestión esa parte del acuerdo alcanzado, entre otros, por el presidente Lukashenko, según el cual el dueño de Wagner abandonaría Rusia en un semiexilio que permitiría a la Federación Rusa hacerse con el control de su empresa militar privada. Es evidente que Prigozhin trata de mantener el control sobre su imperio empresarial, que en el último año se ha plasmado en una mayor presencia internacional tanto en la esfera de la seguridad privada como en la minería y extracción de recursos y en un gran edificio en San Petersburgo desde el que el controlador aspirante a condotiero y empresario ha manejado sus negocios privados, paramilitares y también aquellos al servicio del Estado.

El tira y afloja que en los últimos meses ha mantenido Prigozhin con el Ministerio de Defensa se ha extendido ahora al Kremlin en su conjunto. Así puede comprobarse con el tratamiento que en estas semanas se ha dado a Prigozhin en los medios de comunicación rusos, que han publicado imágenes de su riqueza en un intento de contrarrestar la apariencia que el dueño de Wagner ha querido resaltar de sí mismo como un hombre más entre la tropa, un exconvicto hecho a sí mismo y una persona del pueblo capaz de luchar contra la corrupción de las élites. El afán de poder y control que se resalta ahora por parte de las autoridades rusas ha quedado claro también en las palabras de Vladimir Putin, que ante un periodista de Kommersant, ha hablado por primera vez de la reunión mantenida el 29 de junio.

En esa breve conversación, el presidente ruso insistió nuevamente en la idea de integrar a las tropas de Wagner dentro de las fuerzas regulares rusas. La falta de efectivos para mantener un frente de centenares de kilómetros en una guerra que ha entrado en las trincheras y puede permanecer en ellas durante una larga temporada hace imprescindible para Rusia mantener el grueso de esas tropas cuya presencia y capacidad de reclutamiento retrasó la necesidad de decretar la movilización parcial que finalmente se realizó el pasado otoño.

Esa integración parece haber sido el mensaje fundamental del presidente ruso en su reunión con los comandantes de Wagner. Vladimir Putin resumió en tres puntos su reunión de tres horas con la empresa de seguridad privada: valoración de la actuación en el frente, valoración de los hechos ocurridos el 24 de junio y perspectivas de continuar sirviendo al país. “Eso es todo”, comentó a Kommersant. Es en ese último punto en el que parece haberse centrado la lógica de la reunión, que más allá de enaltecer el servicio de los soldados en la guerra y criticar a quienes llevaron a los soldados a cometer el motín militar, buscaba realmente garantizar que el grueso del bloque de Wagner permaneciera con el Ministerio de Defensa en lugar de con Prigozhin.

Una de las propuestas planteadas por Vladimir Putin en la reunión fue precisamente esa: mantenerse como hasta ahora, bajo las órdenes de la misma persona que les ha comandado en los últimos 16 meses, Andrey Troshev, Sedovy, veterano de Chechenia y condecorado con la Orden de la Estrella Roja por su servicio en Afganistán. “Podrían juntarse en un lugar y continuar sirviendo”, afirmó el presidente ruso a Kommersant, añadiendo que “no habría cambiado nada para ellos. Los comandaría la misma persona que ha sido su verdadero comandante durante todo este tiempo”. Sin gran ambigüedad, el subtexto de esta propuesta y de su razonamiento es recordar que Prigozhin no cuenta con la experiencia militar que le capacite para liderar un ejército, por lo que, pese a su imagen pública y los numerosos vídeos publicados desde el frente vestido de militar, no ha sido él quien ha liderado a las tropas.

El objetivo de Rusia no parece ser desvincular a Prigozhin de su imperio empresarial. Es más, desde los primeros días se dio a entender que el Gobierno no interfiere ni interferirá en las misiones extranjeras de Wagner, que en realidad son paraestatales, ya que Wagner, pese a sus negocios privados, cumple con su presencia en países como Mali, República Centroafricana o Sudán algunos de los objetivos de la política exterior rusa. Esa presencia exterior supone una porción significativa del origen de los ingresos del complejo entramado de empresas en las que se enmarcan Wagner y otras filiales de seguridad privada y del propio Prigozhin, que debe a esta política exterior una parte de su actual riqueza.

Útil por su capacidad de navegar en las zonas grises al margen de la ley, la figura de Prigozhin, incómoda desde hace varios meses, se ha convertido en tóxica para el entorno del Kremlin, que busca apartarlo del control de un ejército que considera necesario. Es probable que esa necesidad de contar con el grueso del ejército de Wagner como estructura haya contribuido a que el ataque de las autoridades y los medios rusos a Prigozhin haya quedado seriamente limitado. Sus cuentas no han sido bloqueadas, continúa teniendo acceso a Rusia e incluso se ha reunido, aunque no de la manera deseada, con el presidente y no hay, por el momento, pruebas de que sus empresas vayan a ser requisadas o investigadas pese a que existan claros indicios de abuso de poder y todo tipo de irregularidades a nivel nacional e internacional.

Quizá no haya mejor evidencia de que Rusia planea que todo continúe igual que las palabras de Vladimir Putin sobre Wagner. “La empresa militar privada Wagner no existe”, afirmó el presidente ruso, recordando que el país no ha legalizado este tipo de empresas. Si Wagner no existe, no puede ser eliminada. Eso sí, puede ser arrebatada a Prigozhin. Así lo indican también las palabras del presidente ruso, que afirmó que varios de los comandantes asintieron cuando planteó la posibilidad de que todo Wagner hubiera permanecido unido bajo su comandante “real”. Según el presidente ruso, Prigozhin, sentado en primera fila, por lo que no pudo ver los gestos, afirmó: “No, los chicos nunca lo aceptarían”. Del discurso oficial ruso hay que entender entonces que el problema no es Wagner sino la subordinación de este ejército privado a Prigozhin, a quien quiere arrebatársele únicamente esta pequeña parte de su imperio.

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